La editorial
segoviana La “Uña Rota” pública “Samuel Beckett, el último modernista”, de
Anthony Cronin, la primera biografía editada en castellano, de quien fuera premio nobel
1969, con una obra excepcional, creador del teatro del absurdo. Con este
escritor suelo mantener una relación entrañable gracias a una obra impecable,
sombría, pesimista por antonomasia y profundamente lúcida, pues describe la
tragedia del hombre en la modernidad con un sentido del humor que termina
convertido en ironía descarnada. Estaba muy joven cuando alguien me entregó su
novela “el innombrable”, que me generó un impacto que recuerdo con absoluta
claridad, pues me enfrenté a un monólogo en apariencia sin sentido, no
respondía a ninguna trama específica, con un tono nihilista perseverante,
aspectos todos nuevos para mí. Lo releo religiosamente todos los años y me
sorprende su vigencia y el vigor de su prosa y sobre todo la visión del mundo
cargada de un escepticismo,en contra de cualquier simulacro de
humanismo como impostura.
Esta novela
es la tercera de su trilogía después de “Molloy” y “Malone muere”. Beckett fue
un escritor con una vida extraña desde su niñez. Solía decir: “tengó escaso
talento para la felicidad”. Su vida fue cómoda y su familia gozaba de una excelente
posición económica, sin afujías se diría hoy, fue excelente deportista y gustó
desde muy temprana edad del teatro, se impactó con la obra de Luigi Pirandello.
Cuando uno
lee a Beckett, sufre una especie de estupor, como si se encontrará siempre en
una situación límite, sin salida, nace de la inacción que caracteriza a sus
personajes, de la impotencia, su obra de
teatro “Esperando a Godot”, es muy emblemática en este sentido, es la que
mejor representa el teatro del absurdo, este fue uno de sus grandes aportes a la literatura. Su prosa minimalista, de un clasicismo
depurado, es profundamente pesimista y cada frase está puesta para generar esta
angustia permanente, que es la misma que vivimos constantemente en nuestra
cotidianidad agobiante. Beckett me recuerda aquella frase lapidaria: Un hombre
optimista es una persona mal informada.
Cuando se
escruta la vida de este autor nos encuentramos con la sorpresa que no fue tan pasiva como se ha
divulgado falsamente, menos la de un
anacoreta alejado totalmente de la sociedad. Tan solo hace un mes se publicó en
español su primera obra: “Sueño con mujeres que ni fu fa”. Silvina Friera,
escribió a propósito de esta publicación: "primera novela del escritor irlandés, hasta
ahora inédita en castellano, traducida por José Francisco Fernández y Miguel
Martínez-Lage. Dream of Fair to Middling Women –el título original– es
considerado por los traductores el texto “más personal e íntimo”, la piedra
angular del “primer” Beckett, que en 1932 tenía 26 años y estaba en el hotel
Trianon de París, aguijoneado por una gran tensión emocional, cuando decidió
poner punto final a los desvelos y contratiempos del protagonista, Belacqua, un
joven poeta que vagabundea por París y Dublín.” Se editó por primera vez en
1992, tres años después de su muerte. Sobre la propia novela escribe o cita
magistralmente un análisis que devela a este escritor en su totalidad tan
inabarcable para la crítica:
“Leer a Balzac es como obtener la impresión
de un universo cloroformizado. Es dueño y señor de su materia, puede hacer lo
que le venga en gana, puede predecir y calcular hasta las más mínimas
incidencias, puede escribir el final del libro antes de haber terminado el
primer párrafo, porque ha convertido a todos sus personajes en repollos
mecánicos y puede dar por hecho que se queden quietos donde sea necesario o que
se pongan en marcha a la velocidad que sea y en la dirección que él mismo
decida”, cuestiona el narrador de Sueño con mujeres que ni fu ni fa en su
pertinaz combate. No hay “repollos mecánicos” en Beckett. En los sucesivos
desvíos que experimentan sus criaturas flamea un vitriólico horizonte de
pérdidas. Si el sustantivo no se deshace en la boca apenas se lo pronuncia, el
“personaje” Belacqua se materializa en un espíritu errante que discurre por los
ripios de un lenguaje exuberante, cultivado por expresiones y citas en francés,
alemán, español, italiano y latín. Beckett disemina y potencia minúsculas
parcelas de la Divina Comedia de Dante; Anatomía de la melancolía, de Richard
Burton; retazos de epigramas de Marcial y sátiras de Juvenal; incrusta versos
de Hölderlin y una frase de Caperucita Roja, de Charles Perrault, entre otras
inserciones de una ecléctica pléyade de autores.”
Esperamos que esta sea una biografía literaria que nos
ayude a construir el itinerario creativo de este autor extraño para estos
tiempos, pero alucinante para cualquier lector. Hoy es necesario,
volver por autores como Samuel Beckett, frente a cierta literatura exenta de
calidad y con muy poco trabajo, actualmente tiene mucho éxito debido a las argucias del mercado. Está claro que no se exige al lector, hoy se impone una levedad estética muy común en la era digital que vivimos.
Sus textos
cargados de "inactividad, de ensimismamientos prolongados, de humor", están
estructurados en un minimalismo riguroso, pero en esencia, es muy buena literatura,
diferente a todo, con una precisión gramatical sin parentela, cada palabra es
ajustada a una estética prefigurada por el autor. Algún crítico en la red
esbozaba con respecto a una de sus novelas: Beckett explora el movimiento humano como si
ejemplificara una permutación matemática, presagiando la preocupación final con el "espacio" y el
"movimiento exacto".
La enciclopedia wikipedia al referirse a
su periodo intermedio de su narrativa, precisa: lo sobrebresaliente de Beckett durante este periodo fueron las ya mencionadas novelas
Molloy (1951), Malone muere (1951) y El Innombrable
(1953). En dichas novelas, que suelen tomarse como trilogía, pese al criterio
expreso del autor, el lector puede trazar el desarrollo del estilo y los temas
del Beckett maduro. La escritura en ellas se muestra cada vez más desnuda y
escueta. Molloy conserva todavía muchas de las características de una
novela convencional (tiempo, lugar, acción y argumento) y puede interpretarse
además, de alguna manera, como novela de detectives. En Malone muere,
sin embargo, se prescinde ya en gran medida de la acción y el argumento, si
bien existen referencias de lugar y del paso del tiempo: la acción del libro
adopta la forma de un “monólogo interior” al estilo joyceano. En El
Innombrable, por último, todo sentido de lugar o tiempo se ha esfumado, y
el tema esencial parece ser el conflicto entre el impulso de la “voz”
protagonista de seguir hablando con el fin de sobrevivir de alguna forma, y su
igualmente impetuosa urgencia de hacerse merecedora del silencio y el olvido
definitivos”.
Esperamos leer esta biografía, pero que bueno volver a
este mundo narrativo, que enriquece la visión estética de nuestros días
aciagos.