No es fácil seguir el arte, la
mirada no es capaz de detenerse en el amplísimo espectro que la avasalla y
adormece. Ni siquiera es posible detenerse para hacer una reflexión, otear de
manera exhaustiva, tener algún proceso de compenetración y descubrimiento,
emprender esa hermenéutica propia de
quien quiere redescubrir. Asaltar ya no es posible. La reflexión sobre el arte que se inició con
Platón se ha diluido entre infinitos tics.
Paola de Fraticola señala: “Su importante contribución a este estudio
(Se refiere a Platón) fue precedida y preparada por ciertas exploraciones
realizadas durante los dos siglos anteriores; exploraciones de las que apenas
podemos rastrear algunos indicios. Así, el famoso juicio estético, si es que lo
fue, sobre lo grabado por Hefesto en el escudo de Aquiles, "que constituía
una obra maravillosa"', nos traslada al origen mismo del asombro en
presencia de una imitación, es decir, de la relación entre representación y
objeto, entre apariencia y realidad. Platón pone de manifiesto las
consecuencias estéticas de la reflexión llevada a cabo por Demócrito y
Parménides en torno a este problema”. A
partir de Baudelaire la crítica moderna, aquella que el nuevo criticismo,
santificó como esencial para la misma obra, en los años recientes termina
siendo gaseosa, híbrida. Sólo la
academia, entiende la opacidad del momento y su discurso asumió el reto, desde la interpretación de su
propio papel crítico, redefinir, re-ordenar, saber desde donde se mira y por su
puesto quien habla.
Baudelaire refriéndose a un
cuadro: es una maquina donde todos los conceptos son inteligibles para un ojo
ejercitado, esto se podría pensar de cualquier expresión artística. A este
crítico le crispaba cuando el pensamiento se sobre-ponía a la forma, la
paradoja es qué, pensaría frente al arte conceptual. Como asumiría la crítica
hoy, siendo el creador de los fundamentos de la misma, cuál sería la mirada.
Todas estas especulaciones a propósito de reto que significa distinguir, en la
era pos-industrial, frente a la tecnología de la información y el conocimiento,
todas aquellas formas de expresión, inclusive las más gaseosas en medio de la
imposición de la técnica y el diseño que responde a un standar en productos de consumo
masivo.
Como Braudillard, es preciso
decir que no soy un crítico de arte ni me le parezco, que por mucho tiempo
seguí a mis artistas preferidos y que desde hace cinco años me he dedicado en
lo absoluto a la literatura. Pero al igual que este autor preguntaría cuales
son las líneas del destino del arte en general y de la crítica en especial. Causa
preocupación las escazas revistas especializadas. En algún aparte este autor se
preguntó: “Me parece que su conferencia de ayer estaba más bajo la sombra de
Nietzsche, mientras la de hoy se vincula más a consideraciones hegelianas sobre
el fin del arte, el cual ya no tiene a su cargo el absoluto y que hoy por tanto
está relegado a una tarea subalterna, a esa «gestión de los desechos» del arte
contemporáneo”.
El tema viene colación porque esta
semana me encontré súbitamente y por aquellas coincidencias de la vida, con uno de los críticos más lúcidos de este
país (Colombia) en materia de arte. Ha
hecho un trabajo juicioso, desde la academia, pero de manera muy independiente
y con una mirada por fuera del canon. Publica constantemente sobre lo que sucede con el arte, se han editado algunos ensayos que ameritan un comentario aparte y desarrolla una verdadera
labor pedagógica desde el rigor que le brindan tantos años de enfrentamientos
con la crítica acartonada.
Mario Armando Valencia, filósofo
de la universidad de Caldas y actual profesor de la Universidad del Cauca en Popayán,
desde donde continua con su excelente labor, que espero sea por mucho
tiempo, Le doy un saludo desde este blog y de seguro iremos ahondando en su obra crítica, que merece ser divulgada.