domingo, 22 de junio de 2014

25 AÑOS SIN ANDRÉS HOLGUÍN


Recordamos a Andrés Holguín, el gran intelectual, poeta, traductor, crítico, jurista, profesor, diplomático y colaborador de la HJCK.
La razón, se cumplen 25 años de su muerte, ocurrida el 21 de junio de 1989.

En este aniversario que pasa inadvertido para los masivos medios de comunicación, pero no para los medios culturales, bien vale la pena recordar la trayectoria de quien fue uno de los más importantes intelectuales colombianos.


Andrés Holguín ocupó numerosos cargos públicos, entre ellos, procurador general de la Nación y consejero de Estado. También fue diplomático en París, Roma y Caracas.  El 5 de marzo de 1987, el Consejo Nacional Electoral lo eligió por unanimidad registrador nacional del Estado Civil, cargo al que renunció poco después por motivos de salud. 


Publicó más de veinte libros, entre ensayos, poesía, filosofía y crítica literaria. Fundó el Muro Blanco y El Arké, instituto dedicado a difundir la cultura.

También fue profesor en varias universidades, en especial en la de los Andes, de Bogotá. Allí fundó y dirigió la revista Razón y Fábula. Como periodista, publicó durante varios años su columna "Temas inesperados" en el diario El Tiempo, de Bogotá, con la cual obtuvo el Premio Nacional de Periodismo en la modalidad cultural y en la HJCK colaboró en esta Revista dominical.

Entre sus publicaciones se destacan: Poemas, La tortuga, símbolo del filósofo, Antología crítica de la poesía colombiana, y Notas griegas.

En esta sección recordamos a Andrés Holguín con la grabación de archivo en la que el escritor Germán Arciniegas habla de Andrés Holguín y uno de los comentarios que Holguín presentaba en la Revista dominical HJCK, titulado Perdura el yo.













miércoles, 18 de junio de 2014

LA TENTACIÓN DE SIRACUSA

Me parece un artículo importante
FERNANDO SAVATER
Cuando Martin Heidegger renunció al rectorado de la universidad de Friburgo y regresó a su tarea docente, escarmentado pero no arrepentido de su colaboración con los nazis, un colega le preguntó con ironía: “¿Qué tal tu viaje a Siracusa?”. Aludía al intento de Platón de convertir a Dionisio, tirano de Siracusa, en un rey-filósofo, aventura fracasada que casi le cuesta la vida. Los intelectuales de todos los tiempos siempre han tenido la tentación de meterse en política, consiguiendo muchas veces que fuese la política la que se metiera con ellos. Algunos les han reprochado este afán, como Julien Benda en La trahison des clercs (aunque él mismo no se privó de ejercerlo también), otros en cambio no han cesado de exigirles ese compromiso… para luego afeárselo si no elegían su bando preferido. Una excelente crónica de episodios a lo largo de la historia de la relación entre intelectuales y poder político se encuentra en el libro de César Antonio Molina La caza de los intelectuales(Destino). El autor visitó también Siracusa (fue ministro de Cultura, quizá junto a Jorge Semprún el más generosamente culto de todos) y tiene recuerdos agridulces de esa excursión, de modo que sabe de lo que habla…
Sobre el tema escribió con su penetración habitual Tony Judt, centrándose en los ejemplos franceses, desde Voltaire y Zola los intelectuales par excellence. En Pasado imperfecto (Taurus) se ocupa del periodo entre 1944 y 1956, cuando la definición de cada cual se establecía según su postura ante el comunismo y la Unión Soviética. EnEl peso de la responsabilidad (Taurus) estudia sólo tres figuras emblemáticas —Léon Blum, Albert Camus y Raymond Aron— que fueron ejemplares intelectual y moralmente, cada cual con sus fragilidades o inconsecuencias, a los que conviene lo que Bertrand Russell dijo de Thomas Paine: “Muchos hombres son detestados por sus vicios; él lo fue por sus virtudes”. Ninguno de ellos compartió ese dogma digamosguillotinante (según Judt proviene de la Revolución Francesa) tan extendido, que “todo cambio real se produce y sólo se puede producir de resultas de una ruptura única y tajante. Todo lo que no llegue a ser esa ruptura resulta inadecuado y por tanto fraudulento”. Es una actitud antipolítica, porque la política es esa actividad en la se negocian las diferencias sin la expectativa final de abolirlas alguna vez definitivamente. Los tres autores mencionados fueron denostados políticamente por intentar ser políticos real e intelectualmente.
Ayer se llamaba “mediáticos” a los intelectuales que escribían en la prensa o salían a veces en televisión. Hoy, lo más parecido a un intelectual mediático es probablemente Belén Esteban (aunque ahora haya surgido de las pantallas algún otro Príncipe del Pueblo para hacerle competencia). A algunos se les censura haberse vendido al poder, entendiendo por tal el gobierno o los oligarcas. ¡Ingenuos! El verdadero poder al que hoy ceden los intelectuales es otro, bien descrito por Alan Fienkielkraut: “En los tiempos democráticos, todas las autoridades se hacen sospechosas, salvo la autoridad de la opinión. No hay ningún poder que la sociedad no recuse, excepto precisamente el poder social” (L’identité malhereuse, Stock). Este es el poder irresistible y ante él conozco gente ilustre que responde como aquel político venal descrito por Flaubert, que “pagaría por venderse”.