miércoles, 12 de octubre de 2016

EN CAUSA PROPIA DE ERNESTO VOLKENING


Este  es el diario de un crítico muy importante para Colombia, un lector consumado. “Ernesto Volkening (Amberes, pero de vecindario renano-alemán, 1908-Bogotá, 1982) llegó a Colombia en 1934, recién graduado de Derecho, y aquí se quedó hasta su muerte. De hecho, toda su obra —sus ensayos paulatinos y constantes— la publicó en Colombia, salvo la bella edición de ese libro extraño y maravilloso, entre diario y evocación de la infancia europea, que es Los paseos de Lodovico (1974). Y sus dos únicos libros colombianos son, el primero, selección de sus ensayos, y el segundo la edición revisada de su tesis de grado en Derecho”.
Quiero comentar el libro “En causa propia”,  re-editado por la universidad EAFIT de Medellín, valioso aporte a las letras Colombianas, no solo por el rescate que hace de nuestra memoria literaria y crítica, sino por la divulgación y reverberamiento que producen estas re-ediciones.. El texto es un diario de sus lecturas, sin mayores pretensiones, no fue escrito para ser publicadas, refleja la agudeza de un lector fuera de serie, juicioso, preparado, con mucha sensibilidad, su mirada sobrepasa los rígidos análisis académicos, son los efectos del deslumbramiento que le dejan ciertos libros y autores, el revelamiento de las emociones que se desprenden desde el texto que lee, sus impresiones,  la esclerótica de un  poliglota enfrentado a un mundo muy ajeno al suyo por circunstancias históricas especiales. Su formación académica la tuvo en Europa.  El descubrimiento del talante creativo de esta parte del mundo lo impresionó mucho y de hecho con sus escritos  contribuyó a su desciframiento a través del estudio de autores y libros muy puntuales.
Oscar Collazos escribe el prologo del texto, esto expresa: “Cada lector crea y construye su método para leer. Y lo que importa y revela es lo que con ellas-la lectura y la mirada- se destruye y construye desde la sensibilidad y la crítica, porque ambas se evidencian en el momento de la destrucción y el caos, como dice Volkening- no basta, pues, con la contemplación pura: precisa mirar a través de las cosas”, , los libros sólo viven cuando se leen; puesto que la biblioteca constituye su muerte”.
Cada lector responde a una formación, desde ahí parten sus elucidaciones. Hay lectores emblemáticos como Borges, Octavio Paz, Vargas Llosa, de una cultura descomunal.  Volkening, también lo era, es un lector fuera de serie, profundo, quien no realiza juicios, ni elabora esquemas, trasmite lo esencial de los textos desde una espiritualidad que abrevó en lo más calado de la cultura occidental. La diferencia es que hay dos culturas enfrentadas, este europeo se ve incorporado a una cultura que lo asalta, diferente a su país de origen, del cual se vino evitando los horrores de la guerra.  
Cuando uno entra a leer estos diarios queda impertérrito. Nunca había leído unos diarios de esta calidad, no me deslumbra su conocimiento desproporcionado de la buena literatura, ni su excelsa y exquisita prosa, no, es el tacto, la textura de, la manera como expresa lo que le deja cada lectura, El 26 de junio escribe: “El que está habituado a asociar al barroco las ideas de énfasis y de plenitud desbordante hará bien en leer a Baltasar Gracia.  Sin duda, esto es bien barroco, y del mejor, más por añadidura representa una de aquellas audaces abreviaturas en las cuales aparece el periodo clásico contraído al mínimo, encerrado en formulas cuyo laconismo llega gongoristas extremos.” Las disertaciones sobre el quijote con que comienza este diario son fascinantes, inducen a lecturas olvidadas: “Cuando Don quijote, tras extensas lecturas de “Amadis De Gaula” y otros libros de caballería resuelve salir como caballero andante, ha de ver se en ella la inversión de usuales procederes literarios. Lo leído se trasforma ahora en aquella realidad viva la que tomaban los viejos autores el material para sus historias”.  
Este libro es además una biografía literaria de su relación personal y crítica con Gabriel García Márquez: “Gabriel es hombre de porte sencillo y natural, sin pretensiones, tiene un manera discreta de mostrar sus simpatías. Su fama de autor debiera haberme intimidado, pues así me suele suceder en presencia de gente de peso. Pero al contrario fue él que dio la impresión de sentirse inhibido.  Curioso parece que me tiene como un pozo de sabiduría, sin embargo, se creó al instante un ambiente de mutuo entendimiento, más aún experimente en e trato de él, igual qué para que con los personajes de sus libros. Esa sensación honda de familiaridad que no había vuelto a sentir desde mi amistad con Benno.” Sus articulaciones y referencias literarias son caso aparte:  “En filosofía sin supuestos” de Danilo cruz Velez, parte II, página 210, ahí donde el autor, interpretando a Heidegger, se ocupa del modi essendi, encontré una clave para el entendimiento de  Robert Musill y su “Hombre sin atributos”. Lo posible es lo todavía no real, la posibilidad se ve, pues, dese la realidad; es un escalón previo de la realidad. Lo posible es lo que se puede llegar a ser; por lo tanto, no debe ser pleno, sino ser deficiente. Además, lo posible es lo indeterminado. En estos dos respectos, la posibilidad es lo posible no es todavía planamente pero puede llegar a ser, su posibilidad es doble; puede llegar a ser real o no llegar a serlo. Por ello, la posibilidad se opone a la necesidad”, etc.”.
Volkening fue un fiel lector de la obra de Nicolás Gómez Dávila, su mirada a este autor, siempre fue de respeto y sorpresa, de deslumbramiento con una inteligencia de tantos quilates. En este diario hay citas bellas alrededor de sus diarios. No me queda más que recomendar su lectura.
  
                         
      






jueves, 6 de octubre de 2016

LAS LECTURAS APLAZADAS



Un libro  vuelve a nacer cuando el lector lo toma, lo selecciona y abre sus páginas para diluirse en su universo, llegamos a esa prosa o al poema desde el texto, por una decisión contenida. Es un ejercicio subliminal, bálsamo para la vida, océano de conocimiento. Siempre tenemos lecturas aplazadas. En esos recorridos  por nuestros libros o por las extensas bibliotecas de la ciudad, hay una especie de tensión encubierta con ciertos autores, con libros específicos que por diversas razones vamos dejando en espera. Siempre prometemos volver. Diferente al caso con ciertos  textos y autores que releemos constantemente, nuestros libros preferidos o lecturas renuentes, hay con ellos una relación más bien apasionada, obsesiva, de redescubrimientos infinitos.  El efecto que se produce cuando comenzamos una lectura: “Frente al pelotón de fusilamiento”…….., es inenarrable, inconmensurable. Nos abrimos a otro mundo, de pronto estamos en otra parte. Lo mismo pasa cuando leemos un ensayo. Es un dialogo noble con un autor, que nos va entregando un trabajo especifico, no solo nos enseña, dialoga, nace de nuevo, habla desde el texto, sino que nos lleva a su complejo entramado referencial, a sus lecturas, a las concepciones que hicieron posible lo que estamos leyendo. Cuando leo a Balzac, me parece estar totalmente en la Francia de la época descrita magistralmente en sus novelas, imagino la sociedad que intentó descifrar, disfruto con esa parte de la historia de esta nación contada desde personajes imaginarios, los mensajes subliminales del texto, las tacitas invocaciones. Lo mismo me pasa en mis relecturas de “Los Miserables” de Víctor Hugo.  
Hace dos décadas, en un contexto muy Borgeano, se estudió mucho la  lectura en el mundo occidental, su genealogía. La lectura es un acto complejo. “La comprensión de lectura, como actividad intelectual, involucra mucho más que la sola decodificación de unidades gráficas a sonoras y el reconocimiento de letras, sílabas o palabras. Investigaciones que datan ya de muchos años atrás han puesto de manifiesto que la lectura implica una constante interacción entre texto y lector. Esta interacción fue sugerida en 1917 por Edward Thorndike: “comprender un párrafo es como resolver un problema de matemáticas. Consiste en seleccionar los elementos claves de la situación y en relacionarlos correctamente con la cantidad exacta de peso, influencia o fuerza para cada uno”. Años después, Goodman (1982) describió a la lectura como un “juego psicolingüístico de adivinanzas” donde el lector, a partir de la información visual y de la información no visual, va anticipando, prediciendo, elaborando y corrigiendo hipótesis para comprender el texto”[1]. Steiner escribió un hermoso ensayo denominado: “Texto y contexto”, sobre la naturaleza de los textos: “ El que el proceso de compresión, el acto de entendimiento y respuesta- cuya fórmula imperfecta cubre supuestamente una dinámica o dialéctica inmensamente compleja  de impulso y ordenamiento-sea también social, que haya una matriz socio-económico-política de la lectura, así como la hay del libro en sentido material, es un reconocimiento que aparece con Dilthey y que después Walter Benjamín depura.  Sí existe una sociología del texto y de nuestras relaciones con el texto, también existe una psicología. Las estructuras de atención, de memorización, de verbalización entre las cuales y a través de los cuales tiene lugar el acto de la lectura no son ni uniformes ni estables.”[2]. Con los libros desde lo material, tenemos una relación compleja, no tan simple como se cree en principio. Los miro en los anaqueles, a la espera, llenos  de sabiduría,  silenciosos, lo he adquirido por razones diversas, pero en el marco de una expectativa, de una referencia, de suplir, por curiosidad y parece muy cruel que no articulemos esa relación hasta que no empecemos a leer.
Tengo “Las historia de amor en Francia” de Guy Breton, me genera ansiedad no haberme metido en esta lectura, conozco el valor de las misma y puedo anticipar que estos libros me encantan. Algunos libros de Steiner, muchos textos de historia colombiana, dos novelas de Piglia, infinidad de textos de Filosofía y una biografía de Nietzsche: “El águila angustiada”….en fin. Son muchos. Miro mi biblioteca  y pienso en la conferencia de Borges sobre el libro: “En «César y Cleopatra» de Shaw, cuando se habla de la biblioteca de Alejandría se dice que es la memoria de la humanidad. Eso es el libro y es algo más también, la imaginación. Porque, ¿qué es nuestro pasado sino una serie de sueños? ¿Qué diferencia puede haber entre recordar sueños y recordar el pasado? Esa es la función que realiza el libro”.
   















[1] Alejandra Pellicer, Sofía A. Vernon. Entre el texto y el lector: la creación de mundos posibles.

[2] George Steiner. Texto y Contexto. Fondo de cultura económica. Pag 14