Cuando supo del
otorgamiento del premio el autor se sorprendió: Nunca imagine ganar un premio
de esta talla, dijo. Se le otorgó por su novela “Tríptico de la infamia”.
Pablo es un hombre absolutamente
disciplinado y dedicado por entero a la literatura, se ha forjado a base de trabajo, es muy talentoso, constante, todos sus textos constituyen un ejercicio juicioso, en ellos no solo se decanta un
estilo muy particular, sino el paso por la academia, que le impone un rigor y
una hondura a todo lo que escribe.
Las personas que vivimos en
la ciudad de Medellín, realmente estamos muy cerca de su obra. Empecé
leyendo sus ensayos, siempre lucidos y pedagógicos. Recuerdo que el primero que leí fue sobre la obra crítica de Tomas Carrasquilla, me recordó a Ángel Rama, por el rigor y la calidad del texto.
Su obra, que alcanza los 20
títulos, habla por sí sola de su trabajo. Sus novelas, son históricas, con
temas siempre cercanos al arte y la literatura. Cuando uno sigue el ascenso cronológico
de su obra y de sus logros, reconoce el esfuerzo y la
perseverancia de una obra construida paso a paso, subiendo escalones y en una busqueda permanente.
Este premio indudablemente
lo hará conocer ampliamente, lo que constituye para mí el verdadero valor
del mismo, más que el dinero y otros reconocimientos que indudablemente son importantes.
“Nacido en Barrancabermeja,
Colombia, en 1963, Montoya, actualmente es considerado unos de los escritores más
completos de su generación”. Sobre la novela ganadora realizó una entrevista
con el diario el “Espectador” de Colombia que en adelante transcribo:
¿Cuánto tiene su novela de
historia y cuánto de ficción?
La novela trata sobre tres
pintores que vivieron en el siglo XVI. Gran parte de su vida está recreada en
mi trabajo, pero de igual forma existe un gran espacio que surgió de la
invención literaria. La novela refleja un vaivén entre la invención literaria y
la verdad histórica.
¿Por qué elegir como
escenario la Europa del siglo XVI?
Quería de alguna manera
acercarme a las guerras de religión y la conquista de América porque me parecen
momentos importantes que van a jalonar la modernidad. Como continente somos un
producto de esa modernidad. Me interesaba también acudir a los momentos claves
en que América empieza existir como nueva sociedad.
En ese sentido, ¿cuál cree
que fue el impacto que tuvo el encuentro de Europa con el Nuevo Mundo en el
campo artístico?
El reconocimiento del otro
fue tortuoso y lento. En el siglo XVI los europeos reconocen en América la
existencia de un “salvaje”, que es digno de catequizar y evangelizar porque es
antropófago y al cual se asignó una representación de lo demoniaco. Pero en
medio de todo ello existen sensibilidades en Europa que logran ver en el
indígena una presencia digna de respeto.
¿Se refiere a alguna en
particular?
Por ejemplo, los ensayos
que Montaigne dedica a ese proceso de descubrimientos en América, en los cuales
reconoce el valor de las sociedades precolombinas.
¿Por qué no eligió a
Alberto Durero para su obra?
A pesar de que pintó
ciertos animales del trópico y fue muy sensible al arte azteca, no tuvo una
confrontación directa con América, porque murió en el momento en que la
conquista empezaba a tener sus consecuencias, mientras que Théodore de Bry fue
muy importante para la representación de América en el imaginario europeo.
¿En qué se basa esa
elección?
Específicamente en sus
vivencias, ya que me permitieron recrear el fresco artístico que intento crear
en Tríptico de la infamia.
Uno de los retos de la novela
histórica es que el lector ya sabe cómo perecieron los personajes y el escritor
debe crear una nueva narrativa para superar ese final. ¿Qué hizo para lidiar
con ello?
La novela se llama Tríptico
de la infamia porque tiene una relación muy fuerte con el aspecto pictórico.
Así, está divida en tres partes: la primera dedicada a Jacques Le Moyne, la
segunda a François Dubois y la tercera a Théodore de Bry. Es así como el lector
puede encontrar tres apartados que son aparentemente independientes, pero puede
establecer puentes entre los tres. Como un tríptico.
¿Por qué eligió varios
narradores para la novela?
La primera parte está
escrita en ritmo vivaz. La segunda parte en primera persona, una narración
introspectiva, por el desgarramiento que producen en Dubois las experiencias de
las persecuciones religiosas. Y en la tercera parte aparece la propuesta de un
narrador metaficcional, que va contando qué está pasando con Théodore de Bry
pero al mismo tiempo describe la novela. Y en esa parte no está sólo el narrador
ficcional y metaficcional, sino que existen varias voces de los personajes. Una
apuesta polifónica.
La novela sobresale por la
combinación fascinante de géneros literarios. ¿Por qué arriesgarse?
Me parece que la novela
histórica ofrece la posibilidad de mezclar narradores y géneros literarios.
Existe un juego permanente en difuminar las fronteras de los géneros. La
esencia de la narración está fundada en mi perspectiva de la poesía, y son
numerosos los pasajes penetrados de un ambiente poético.
¿En qué género literario se
siente más cómodo?
Pienso que la novela es un
género muy flexible que puede incluir todas las formas literarias habidas y por
haber, tanto en Tríptico de la infamia como en mi novela anterior, Los
derrotados. Considero la novela un espacio para la confluencia de géneros,
juegos espacio-temporales, diálogos con el presente y el pasado, y en ese
sentido me permite esas posibilidades.
Hablemos un poco de su
método de trabajo en la creación del libro.
Tríptico de la infamia fue
un trabajo que me llevó muchas lecturas. En algún momento pensaba que no iba a
escribir una novela sobre estos pintores por el universo tan abigarrado al que
me enfrentaba, pero como gané una beca de la Alcaldía de Medellín, me sentí con
la presión para escribir, y lo hacía todos los días. Estaba completamente
concentrado en la novela. En cuatro meses escribí 300 páginas. Luego gané una
beca en Alemania y logré tener un tiempo para profundizar un poco más, viajar
por varias ciudades de Europa. Estaba las 24 horas en función de ese libro.