jueves, 15 de abril de 2021

WILLIAN OSPINA

 






 

WO es un escritor con un obra extensa, rigurosa, lúcida y bella. Ha trabajado con igual éxito todos los géneros y hace gala de un humanismo que corresponde a la tradición latinoamericana del talante de Baldomero Sanín, Sarmiento, Martí, Mariátegui, en libros que tratan y reflejan una preocupación constante por la situación de nuestros países que aún no salen de la pobreza y el regazo. 

 

Su poesía es esencial en su obra, antes que nada, WO es un poeta. Para hablar de la poesía de un autor hay que indagar por aquellos elementos que despiertan esa sensibilidad especial que anida en su memoria, la relación con su mundo y la interpretación del mismo a través de los versos.  Hay un ensayo de Libardo Vargas Celemin, puntual al respecto, que describe ese mundo de la infancia, esa geografía vasta y misteriosa, motivo de su última novela, fuente de esos recuerdos de la niñez que tanto le inspiran: “Ospina nació el 2 de marzo de 1954 en Padua, un corregimiento del municipio de Herveo, ubicado en la carretera que une al Tolima con Caldas. Allí, en medio de la bruma, las montañas vecinas, las casas de madera y el rugir de los camiones que iban de Marquita para Manizales, pasó los primeros tres años recibiendo el aire frío que descendía de las alturas de la cordillera Central y el vaho cálido del llano que alcanzaba a llegar hasta sus modestas viviendas. El poblado fue fundado por migrantes antioqueños que le habían puesto el nombre indígena de “Guarumo”. Los domingos y días de fiesta, los jinetes ebrios entraban con sus bestias a las cantinas; hombres elementales con las huellas que dejaba el viento de los páramos en sus mejillas”. Alguna vez se le preguntó por qué se inclinó por la literatura y su respuesta es una clave certera para entender la genealogía temática de sus poemas esenciales: “Los poetas y escritores en general expresan su deuda con la infancia, ya sea porque es cantera de temas y asuntos, o porque moldearon los gustos y las aficiones estéticas. Una persona, un paisaje, una mirada, muchas veces permanecen en la memoria del artista durante años o afloran en el proceso creativo como una especie de marca. Hay momentos que esas imágenes o detonadores se tornan visibles, mientras otras veces esas influencias se escudan y es difícil develarlas. Ospina tiene claro el origen de estas primeras relaciones con la poesía, “ella ha tenido mucho que ver con el cancionero popular. Yo comparto la tesis de Auerbach de que la mejor literatura es la que combina, como la Biblia, las ‛sublimitas’ con las ‛simplecitas’; o sea, decir las cosas más profundas en el tono más sencillo, eso lo hace la Biblia que es muy profunda y al mismo tiempo accesible, pasa fácilmente de mano en mano y todo el mundo la entiende o cree entenderla. Con las canciones pasa lo mismo, estas son el primer cuerpo de literatura popular de cualquier pueblo, esa fue mi primera relación con la poesía”. Las canciones populares y la música son vitales en el proceso creativo de su poesía. Alberto Guzmán Naranjo tiene un trabajo en la red titulado “La música en la poesía de WO”, descifra en parte esas conexiones entre música y poesía tan universales. Hay una cita en este texto de William que de alguna manera lo define:  Escribió en alguna parte que poesía es: “Dejar un testimonio de asombro y gratitud por la opresiva minuciosidad de cada minuto”; y que, en su poesía, “la gratitud no quiere ser silencio, sueña erigir en música el recuerdo, con casuales, tortuosas, imprecisas palabras.” Erigir en música… con palabras. La música nace de la poesía y la poesía se vuelve intemporal por la música que contiene. Leyendo un poema de Darío, comentaba Borges que, si las imágenes parecían triviales o deleznables, la música no había perdido su magia. “Cuando un poeta acierta, acierta para siempre”, decía, también, Flaubert”. WO es un conocedor del mundo poético, en todo aquello que un buen lector y ensayista debe conocer, los grandes poetas, la historia de la poesía en sus más relevantes momentos, la poesía colombiana. El ensayo “Las auroras de la sangre” es un estudio extenso sobre el libro de Juan De Castellanos: “Elegía de varones ilustres”, definido también como “la conquista de América por el lenguaje”, es un trabajo bien documentado, hace un análisis minucioso del texto y el papel que juega la conquista desde el idioma, la forma como el idioma español se trasforma y se renueva en ese intercambio desigual de dos mundos y por su puesto el valor testimonial del mismo.

 

La influencia de Jorge Luis Borges es evidente, de hecho, WO es un estudioso de su obra y lector juicioso del escritor argentino. Sus conferencias y estudios sobre el mismo son memorables, ordenados, rigurosos e invitan a otras lecturas. La poesía de Borges es como un faro que es percibido en los versos de WO entre otras influencias.  Toda obra es referencial a otros autores. “En el interior de toda obra literaria subyace una referencia implícita a diversas realizaciones artísticas precursoras de la concepción estética (Alfredo Laverde Ospina)”.

 

WO no solo es un excelente poeta sino un estudioso de la poesía universal y colombiana. En todos sus escritos, incluido los ensayos y las novelas, siempre están construidos con una prosa poética sublime.  El primer libro que leí hace muchos años fue el ensayo sobre la poesía del poeta Aurelio Arturo, ganador de un concurso sobre su obra. A este texto se le suman varios ensayos sobre la poesía colombiana



EL GATO

Gato Lejos del verbo y lejos de la idea,

fatal en los designios de su especie, 

sin nada en él que ame o que desprecie

por el mundo de Euclides se pasea 

el gato,  lenta, sigilosamente, 

simulando pensar; o salta a un lado, 

por súbitos impulsos acosado, 

a mi dicha o mi pena indiferente. 

¿Cómo verá este trágico teatro

 que es para mí temor, ventura, enojos, 

él, que ni sabe que son dos sus ojos,

 dos sus colores y sus patas cuatro?

         Bajo resurrecciones y agonías, 

         él es la eternidad, yo soy los días.


William Ospina