ESTE ES UN RELATO QUE APARECERÁ EN EL PRÓXIMO LIBRO DE CUENTOS URBANOS, SE PUBLICARÁ EN ESTE BLOG POR ENTREGAS.
Sintió de pronto que su
marido le llamaba insistentemente interrumpiéndole un sueño profundo que por
fin había vencido un insomnio de mil cueros que no la dejaba dormir desde hace
muchos meses. Miró el reloj por esa costumbre inveterada de levantarse a la
madrugada, gracias a una disciplina férrea que le fue impuesta por su madre en
los días eternos del colegio, se dio cuenta que eran las tres de la madrugada.
Alberto, ya no la llamaba sino la sacudía con desesperación, buscando que se
levantara de inmediato. Lo miró con cierta sorna, comprobó que no tenía tufo como de costumbre, ni
estaba borracho, lo que le preocupaba
aún más.
Salió a la sala y de súbito se encontró con
una pareja joven, llevando un maletín viejo, con una mirada tensa y expectante. Alberto no la
dejó ni hablar y le dijo:
Tamar, alístele la quedada,
acomódalos en el cuarto de huéspedes y ahora te cuento el por qué….por ahora
limitémonos a darles posada y los dos hablamos más tarde.
Impertérrita, obedeció con una
resignación ciega, sin ningún cuestionamiento, como un soldado empezó a buscar sabanas,
tender la cama de la pieza de huéspedes y mostrarles donde quedaba el baño y la
cocina por sí deseaban tomar agua o jugo que le había quedado del día anterior.
Cuando los visitantes se fueron
hacia la pieza para acomodar al maletín, le hizo muecas a Alberto para que le
medio explicará, para que le diera alguna clave de lo que estaba sucediendo.
Ahora...le calló haciéndole
señas con el dedo sobre sus labios...en la pieza le digo, okey.
La mujer tenía
aproximadamente 27 años, la piel acanelada que
contrastaban con ojos verdes hermosos y un pelo crespo que le
daba un aire de modelo Brasilera. El
señor aparentaba treinta y cuatro años aproximadamente, tenía el rostro como la
de un niño consentido, una nariz respingada, era absolutamente serio, los dos
parecían en una sala de espera, no se movían para nada.
Tamar sintió que no tenía
nada más que hacer, sino atenderlos, después hablaría con Alberto, que siempre
salía con unos cuentos muy largos e inexplicablemente terminaba haciendo lo que
le daba la gana. Pensó como llegó al
estado de cosas que ahora vivía. Como su matrimonio terminó en esta situación
sin salida con un hombre alcohólico.
Después de tender las camas
y alistarles la comida se dirigió a su pieza, se sentó en la cama y comenzó a
pensar el día que conoció a su marido.
Alberto era un medico sin
ningún amor a su profesión ni a la vida, al que poco le importaba lo que tuviera que
ver con el juramento hipocrático. Cuando lo conoció era un hombre lleno de
optimismo y agradable de sobremanera, casi siempre estaba metido en problemas
menores, de cuentas por pagar o con algún lio policial por efectos de sus
alegatos políticos. Ahora llegaba con dos médicos cubanos y cualquier cosa
podía suceder en adelante. En sus
grandes letargos alcohólicos, tenía discursos lúcidos, cargados de un
escepticismo procaz, que dejaban ver una formación familiar impecable y un
resentimiento tenaz.
Cuando Tamar lo vio por
primera vez, sintió una atracción irresistible y desde ese momento comenzó a
ceder a sus cortejos. Lo escuchaba con
una devoción cercana a la adoración, asumió con resignación que ese hombre iba
a ser suyo, lo que nunca se imaginó fue que le diera dos hijos y menos que
terminaría odiándolo tanto.
Ahora sentada en la cama lo
esperaba para que le contara que iba a pasar con esa visita intempestiva.
Alberto llegó como niño regañado y le habló con un cariño que le hizo recordar
los primeros cortejos. Vea tamar, ellos se han volado de Cuba, son dos médicos
muy buenos y esperan que nosotros le ayudemos.
Y ayudemos a qué, respondió
cortantemente Tamar.
A recuperar su hijo, que se
ha quedado en la isla.
Tamar sintió un escalofrió,
asumió de inmediato una solidaridad irrefrenable con la pareja, como si los
conociera de años. Miró a su marido y le dijo: que hay que hacer entonces.
Desde este momentos comenzó un galimatías que marco su vida y le enseñó que era
capaz de muchas cosas.
Al otro día en el
desayuno hablaron como si se conocieran
de años, como cuando viejos amigos se sientan a tomar tinto y cuentan vicisitudes
de la vida sin más ni más. El médico tenía un encanto personal raro. Hablaba
con mucha elegancia, con un acento cubano emblemático. A pesar de ser muy
marcado, no cansaba y diferente a sus compatriotas dejaba hablar y escuchaba
con atención.
Su esposa Yadira en cambio
era callada, pero cuando hablaba era certera y clara en sus conceptos y
aseveraciones. Sus frases eran como cuchillos de carne, cortantes, rajaban y se
imponían de una.
Tamar había ido varias
veces a Cuba y sabía que a la isla sólo se iba hablar con los cubanos. Este constituía el encanto. Ellos parecen
prosistas directos, son pura literatura. Cada una de estas conversaciones le
recordaba a Guillermo Cabrera Infante, en su novela memorable: “Tres tristes
tigres” que releía religiosamente todos los años.
Yadira de pronto hablando
de su hijo soltó unas lágrimas secas, como si llorara superando las durezas
históricas que había vivido y sobreponiéndose al ascendente de una dictadura
que somete a sus pares a disciplinas inaceptables, pero que sus ciudadanos han
aceptado con un sentido de trascendencia superior a sus tiempos, pensando en la
revolución. Su hijo se había quedado en varadero y le daba consuelo que estaba
en buenas manos.
Alberto sabía que los
tiempos de la utopía no llegarían nunca. Conocía perfectamente cada rincón de
la isla y podía hablar a cabalidad de lo que estaba pasando en cada centímetro
de su geografía. Recordó lo que alguna vez le dijo su padre, lo peor es el
autoengaño y en algún momento de su vida decidió salir de la isla, pero nunca a
Miami.
Varadero es
una ciudad de Cuba perteneciente el municipio Cárdenas, situada en la
península de Hicacos, provincia Matanzas a 130 kilómetros al
este de La Habana. Al noreste Punta Hicacos es el lugar
más al norte de Cuba. Es un territorio especial de la República de Cuba.
Constituye el punto más cercano a los Estados Unidos, tiene 30 km de
extensión de los cuales 22 km son de playas. Limita al norte con el estrecho de
La Florida, al sur con la bahía de Cárdenas, al este con Cárdenas,
al oeste con la cayería Sabana Camagüey, su población era para
la época de 16 000 habitantes, es una población itinerante, su principal
renglón económico es el desarrollo del turismo y la mayor fuerza laboral está
en función del mismo. Varadero es sinónimo de bellas playas y de turismo. Sus
habitantes eran por el contacto con los extranjeros diferentes a todos los
cubanos.
Su familia vivía en
Varadero desde hace diez años, tenían una tienda de cachivaches e insignias
sobre Cuba, donde se vendían libros de literatura muy baratos, insignias de la república
y se prestaba el servicio de guías. Lo
atendían sus padres, la abuela y una cuñada. Era un trabajedero distinto a todo
lo que se ofrecía en la isla, donde la gente trabajaba con el estado y la gran
mayoría sufría un desempleo galopante, muy a pesar de ser gente preparada, la
mayoría con títulos universitarios, con la ventaja adicional de ser muy
recursivos por naturaleza, era una condición casi genética. Había un
sentimiento general de impotencia, con tanta preparación y formación se sentían
desperdiciados, situación que no les impedía mostrar su orgullo por la utopía
de una revolución imposible para estos tiempos. En los últimos años viajaban por
el mundo gracias a los acuerdos con los países africanos y latinoamericanos que les estaban abriendo
oportunidades de trabajo excepcionales por efecto del intercambio de conocimientos por alimentos y materias primas.