martes, 11 de julio de 2017

ROSA MONTERO


Cuando uno se encuentra con un escritor que interpreta un momento histórico a cabalidad desde la perspectiva subjetiva, la soledad del ser, con trasposiciones ficcionales que nos ayudan a entender la atribulada realidad que nos avasalla, esa incomprendida manera de vivir que nos toca asumir frente a los poderes imbatibles, la vida en el corolario de compromisos ineludibles y los que no hemos tenido la opción de evadir, siente que alguien al fin nos ayuda en este trasegar infame, ayudándonos a descifrar aspectos que de antemano no entendemos y menos, aceptamos .
He vuelto a leer “La ridícula idea de no volver” una obra que nace de una tarea específica encomendada a la escritora: escribir sobre lo que significó para Marie Curie la muerte de su esposo a partir de sus diarios, al final termino en este excelente libro, texto que describe el dolor lacerante que sentimos por el compañero que se ha ido de nuestro lado quien no volverá jamás, pero el que solemos esperar siempre, el valor de la ausencia, lo que significa vivir sin alguien que lo fue todo en nuestras vidas. La reseña del texto es una de las más lúcidas y  perfectas que he leído, lo que es muy raro, pues la mayoría parecen ser escritas por personas que dan la impresión de no saber de lo que hablan:
“Cuando Rosa Montero leyó el maravilloso diario que Marie Curie comenzó tras la muerte de su esposo, y que se incluye al final de este libro, sintió que la historia de esa mujer fascinante que se enfrentó a su época le llenaba la cabeza de ideas y emociones. La ridícula idea de no volver a verte nació de ese incendio de palabras, de ese vertiginoso torbellino. Al hilo de la extraordinaria trayectoria de Curie, Rosa Montero construye una narración a medio camino entre el recuerdo personal y la memoria de todos, entre el análisis de nuestra época y la evocación íntima. Son páginas que hablan de la superación del dolor, de las relaciones entre hombres y mujeres, del esplendor del sexo, de la buena muerte y de la bella vida, de la ciencia y de la ignorancia, de la fuerza salvadora de la literatura y de la sabiduría de quienes aprenden a disfrutar de la existencia con plenitud y con ligereza. Vivo, libérrimo y original, este libro inclasificable incluye fotos, remembranzas, amistades y anécdotas que transmiten el primitivo placer de escuchar buenas historias. Un texto auténtico, emocionante y cómplice que te atrapará desde sus primeras páginas”.
En la primera parte escribe:
“Pero este no es un libro sobre la muerte.
En realidad no sé bien qué es, o qué será. Aquí lo tengo ahora, en la punta de mis dedos, apenas unas líneas en una tableta, un cúmulo de células electrónicas aún indeterminadas que podrían ser abortadas muy fácilmente. Los libros nacen de un germen ínfimo, un huevecillo minúsculo, una frase, una imagen, una intuición; y crecen como zigotos, orgánicamente, célula a célula, diferenciándose en tejidos y estructuras cada vez más complejas, hasta llegar a convertirse en una criatura completa y a menudo inesperada. Te confieso que tengo una idea de lo que quiero hacer con este texto, pero ¿se mantendrá el proyecto hasta el final o aparecerá cualquier otra cosa? Me siento como ese pastor del viejo chiste que está tallando distraídamente un trozo de madera con su navaja, y que cuando un paseante le pregunta, « ¿Qué figura está haciendo?» , contesta: « Pues, si sale con barbas, san Antón; y, si no, la Purísima Concepción» .
Una imagen sagrada, en cualquier caso.
La santa de este libro es Marie Curie. Siempre me resultó una mujer fascinante, cosa que por otra parte le ocurre a casi todo el mundo, porque es un personaje anómalo y romántico que parece más grande que la vida. Una polaca espectacular que fue capaz de ganar dos premios Nobel, uno de Física en 1903 junto con su marido, Pierre Curie, y otro de Química, en 1911, en solitario. De hecho, en toda la historia de los Nobel sólo ha habido otras tres personas que obtuvieron dos galardones, Linus Pauling, Frederick Sanger y John Bardeen, y sólo Pauling lo hizo en dos categorías distintas, como Marie. Pero Linus se llevó un premio de Química y otro de la Paz, y hay que reconocer que este último vale bastante menos (como es sabido, hasta se lo dieron a Kissinger). O sea que Madame Curie permanece imbatible”.
El tomo de este libro, que parece en ocasiones una crónica, por la forma como aborda la historia para develar aspectos desconocidos de esta gran científica a partir de sus diarios y desde un hecho concreto,  nos lleva de la mano para presenciar hechos inenarrables, la magistral manera para describir lo que significa la ausencia y el dolor en medio de una soledad incomprendida, la labor como científica desde su condición de mujer, hacen de su lectura un verdadero placer, un revelamiento excepcional de la naturaleza humana.
Rosa no es solo una gran escritora, es una intérprete lucida de la historia. Este texto, como la mayoría de los suyos me tiene impactado, solo espero que mis lectores lo aborden.