Entre los grandes novelistas, Joseph Conrad fue acaso el último a quien le interesaron por igual los procedimientos de la novela, y el destino y el carácter de las personas. El último, hasta la aparición tremenda de Faulkner. Jorge Luis Borges.
Se cumplen 49 años de la muerte de este grande de la literatura universal cuya obra mantiene una vitalidad impecable. Son muchos los estudios sobre su obra, pero realmente son pocos los lectores, por la dificultad de sus textos, los cuales exigen un lector diferente al común. A los jóvenes escritores, a todos aquellos que desean dedicarse a este duro pero noble oficio, les aconsejaría leer sus novelas. De hecho García Márquez, Vargas llosa y Oneti, para solo citar los más importantes, nunca negaron ser pupilos suyos, para utilizar un término adecuado a la deuda que tienen con Faulkner.
Faulkner, “ siguiendo la tradición experimental de escritores Europeos como Joyce, Virginia Wolf y Marcel Proust, es considerado por la crítica, como el único modernista americano de la década de 1930”. La verdad, su obra, en principio es esencial por el uso de técnicas literarias innovadoras, como el monologo interior, la inclusión de múltiples narradores o puntos de vista y los saltos de tiempo dentro de la narración.
“Nació en New Albany, un pueblo en el estado de [[Condado de Yoknapatawpha ]], aunque se crió en las cercanías de Oxford (Misisipi), lugar al que se trasladó la familia en 1902. Era el mayor de cuatro hermanos de una familia tradicional sureña. Estuvo muy influido por su Estado natal, así como por el ambiente general del Sur. Misissipi marcó su sentido del humor y mantuvo una fuerte presencia a lo largo de toda su obra”.
Fue un escritor diferente a todos, excéntrico tal vez, pero siempre asumió su rol con una responsabilidad absoluta. Cuando se indaga sobre un escritor de estos kilates, la pregunta clave es, cuando decidió dedicarse al oficio, quienes influyeron en esta decisión. Juan Villamil, en un artículo para el periódico “El Espectador” escribe al respecto: “Nunca antes atravesó su mente la idea de ser escritor, pero llegó el día en que conoció a Sherwood Anderson. La rutina de Anderson era sencilla: caminatas y charlas por la tarde, dos botellas de vino en la noche, y un silencio aterrador y a puerta cerrada en la mañana. Faulkner vio que aquello era bueno, y decidió ser, como Anderson, un escritor. Si bien estaba dispuesto a escribir en las mañanas, nunca lo hizo de esa manera: solo abandonó la habitación un mes después, cuando La paga de los soldados, su primera novela, estuvo acabada.”
En la famosa entrevista hecha por “The París Review” al escritor, se decantan aspectos de suma importancia para entender su obra. Deja en claro Faulkner: “La única responsabilidad de un escritor es con su arte”. Esta es una sentencia que cumplió a cabalidad y tal vez por ello odió las entrevistas por la intromisión de los periodistas en su vida. En este blog, he tocado muchas veces el tema de la muerte del autor, para este escritor, el autor es irrelevante: “Si yo no hubiera existido, otra persona habría escrito mi obra; también en el caso de Heminngway, Dostoievski, de todos nosotros. La prueba de ello es que hay unos trescientos candidatos a la autoria de Shakespeare. Pero lo que importa es Hamlet y el sueño de la noche de verano, no es quien la escribió, sino el hecho que alguien lo hiciera. El artista no tiene importancia”. Cuando le preguntaron sobre la fórmula para ser un bien novelista, respondió enfáticamente: Hay un noventa y nueve por ciento de talento….. Un noventa y nueve por ciento de disciplina… Un noventa y nueve por ciento de trabajo. Nunca debe sentirse satisfecho con lo que hace. Nunca es tan bueno como puede hacerlo.” Adelante agrega: “El artista es una criatura movida por los demonios”.
“Mientras Agonizo”, es una de las novelas más importantes del siglo XX. En el caso personal, es la preferida. “La novela, a la que el mismo Faulkner se refirió como un «tour de force», es la quinta de su producción literaria, y fue escrita según palabras del autor, en "seis frenéticas semanas", mientras trabajaba como bombero y vigilante nocturno en la central eléctrica de la Universidad de Missisipi.” El libro está narrado mediante la técnica del flujo de conciencia con 15 narradores en 59 capítulos. En esta novela aparece explicitado por primera vez el nombre imaginario del condado de “Yoknapatawpha “, espacio donde construye su universo literario, que es muy importante para la comprensión de la totalidad de su obra y por su puesto de su técnica.
Hay una respuesta que lo define en su totalidad, cuando se le pregunta, cual es el mejor entorno para un escritor:
“Al arte tampoco le preocupa el entorno; no le importa donde se encuentra. Si se refiriere a mi caso, el mejor trabajo que me han ofrecido fue el hacerme casero de un burdel”. “En mi opinión, es el sitio perfecto para que trabaje un artista. Le otorga una libertad económica perfecta: No pasa ni miedo, ni hambre, tienen un techo en el que cobijarse y lo único que tiene que hacer es unas cuentas sencillas e ir una vez al mes a pagar el policía local. El lugar está tranquilo por la mañana, que es el mejor momento del día para trabajar. Hay suficiente vida social por la noche, si le apetece participar, para que no se aburra, le da una cierta posición en su sociedad, no tiene nada que hacer porque la madame lleva los registros, todas las personas que habitan en la casa son mujeres y lo llaman “señor”. Todos los contrabandistas lo llaman señor, y podrá llamar a los policías por su nombre. Termina la declaración con esta sentencia: “ Mi propia experiencia me ha enseñado que las herramientas que necesito para mi oficio son papel, tabaco, comida y un poco de whisky”.
Cuando se termina de leer una novela de Faulkner se tienen dos sentimientos paralelos: Una admiración total, un sublime reconocimiento por una obra excepcional y un sentimiento indeclinable de derrota. Cuando al autor se le preguntó por su personaje Benjy esto respondió:
“La única emoción que puedo sentir por Benjy es dolor y pena por toda la humanidad. “
Como siempre el mejor homenaje es volver a su obra con juicio.