Las últimas ferias del libro de Bogotá fueron el escenario de sendos
lanzamientos de novelas y ensayos de excelentes escritoras colombianas, hay un afán
de publicar obras que antes no tuvieron
oportunidad en un país profundamente machista, esto significa para el público
en general la visibilidad de una producción importante, de hecho hay una
efervescencia e interés de parte de las editoriales, momento que ha permitido
la publicación de trabajos sobre literatura femenina que estaban engavetados y
de cierta manera olvidados, la academia por décadas viene haciendo una labor
encomiable al respecto. La realidad en Colombia ha sido otra. Montserrat
Ordoñez en un ensayo sobre el tema categoriza:” La producción y la crítica literarias,
en Colombia, han pertenecido al espacio del hombre, con pocas excepciones
significativas. Se encuentran más nombres de escritoras en la poesía que en la
narrativa y en la crítica, un fenómeno que en otros países se ha tratado de explicar
por posibles razones extraliterarias, tales como la imprescindible necesidad de
más dinero, más tiempo y más espacio para poder producir obras si no de más
valor, por lo menos de más longitud”. México es un ejemplo de país que le ha
dado mucha importancia a las escritoras, de ello dan cuenta el número
importante de narradoras de mucha relevancia mundial y la infinidad de trabajos
y publicaciones sobre el tema. En el caso nuestro hemos tenido una producción
constante, a estas publicaciones no
se les dio la relevancia que tenían, hablo de las editoriales y de una crítica que
des-atendió el tema.
Recuerdo que en mi casa había una producción extensa de libros de
soledad Acosta De Samper, una escritora del siglo 19 muy prolífica y de suma
importancia en el marco de la historia de la literatura colombiana. Las autoras
del siglo XIX son mucho más de la que imaginamos: Mis recuerdos de
Tibacuy, de Josefa Acevedo de Gómez; Aurora, de Mercedes Párraga de Quijano
Otero; Nuestros próceres, de Waldina Dávila de Ponce; Luz y sombra; Un
caballero español, de Eufemia Cabrera de Borda; y Un asilo en La Goajira, de
Priscila Herrera de Núñez. Esto para recordar que siempre las mujeres han
estado presentes en nuestra literatura.
El siglo XX y sobre todo en las dos últimas décadas han aparecido obras y escritoras
jóvenes que rompieron ese paradigma de discriminación. No hablo de Marvel
Moreno, de Fanny Buitrago, Laura Restrepo, o de Maria Mercedes Carranza, Meira
Del Mar, Silvia Galvis que hacen parte de nuestro canon, me refiero a un grupo
de escritoras que hasta ahora nadie conocía y que han escrito obras de suma
importancia para nuestra literatura, las que por fortuna, la crítica empieza a tener en
cuenta. La escritora Adriana Rosas consuegra a propósito de la ausencia de
mujeres en muchas antologías del cuento trae un artículo de la revista Semana
que expresa: En Colombia solo escriben los hombres. O al menos esa es la
impresión que ofrecen los libros de historia de la literatura nacional: son muy
pocos los nombres de mujeres que aparecen en ellos. Pareciera como si las obras
de las mujeres hubieran estado ausentes por años de los circuitos editoriales y
de los medios de comunicación. Además, los críticos literarios no se han
preocupado por hacer un análisis serio sobre la escritura femenina”. En este
blog hace poco escribí sobre dos escritoras colombianas que ameritan tenerse en
cuenta: Adelaida Fernandez Ochoa y Adriana rosas Contreras, a ellas se suma: La
poeta Alejandra Jaramillo, Alejandra Lerma, amparo Osorio excelente ensayista,
Andrea Cote, Carolina Sanín, Andrea Mejía, Margarita Rocio Robayo, para solo
citar algunas.
A este rosario de buenas escritoras se suma un innumerable número de
ensayistas que desde la academia vienen produciendo y aportando estudios
críticos muy rigurosos. La universidad Central de Bogotá, la universidad
nacional, La UIS, la Universidad Javeriana y la del Norte en Barranquilla,
vienen realizando investigaciones y de hecho publican textos muy serios que
ameritan organizarse y publicarse en la red, es una tarea silenciosa que es
preciso hacer relucir y divulgar. Otra variable la constituye el buen número de
revistas que desde la academia cumplen una tarea pedagógica importante,
constante y rigurosa donde las mujeres están presentes.
El trabajo de auscultar ese universo es imprescindible, no solo por la
calidad de las obras, sino por justicia. En las regiones también se está
produciendo a granel, este blog intestaré hacer un seguimiento a la literatura
femenina en adelante. Ofrezco disculpas, pues soy consciente que he omitido
muchos nombres en este artículo, pero espero realizar un artículo más ordenado
y acorde con el momento que vive la literatura femenina.