Las Álvarez, solemos decir cuando nos referimos a las hijas
del abuelo Carlos, tienen una altivez excepcional, una dignidad típica de los Manizalitas, que no
quiere decir arrogancia, siempre elegantes, orgullosas en su exceso de responsabilidad,
es como un credo para ellas y vitales, parecen nunca cansarse. Beatriz es la
mayor. Hoy está en su aniversario. Sus hijos, son 6, algo que asustaría a
cualquiera. Todos queremos mucho a Beatriz, en mi caso, tengo un cariño especial
por ella, Ana cuando se refería a ella,
lo hacía con un amor evidente, traslucido, existía entre las dos una especie de
complicidad, fue anidado por experiencias muy particulares, y esa confianza que
se siente por una persona realmente cercana.
Beatriz, de la que realmente fuera de las experiencias
familiares en los últimos 17 años, no tengo datos puntuales, nunca los he
necesitado realmente, escribo a partir de lo que he vivido, de lo que conozco
por esos lazos familiares infatigables, es como un personaje literario. Si
tuviera que pintarla en un óleo lo haría de esta manera: Parada frente a una
ventana, muy temprano, fumando, con el vaso de tinto en la mano, con su voz
pausada pero firme, elegante de sobremanera, de conceptos claros y con una
firmeza muy típica de los Álvarez, mirando el paisaje, con mucha paz. Hay
personas con las que se puede hablar, sin los radicalismos tan en boga, que
escucha, Beatriz es una de ellas.
Hoy estarán en una mesa, elegantemente arreglada por sus
hijos con la dirección magistral de su hija mayor, gloria, recordándole lo
importante que ha sido para todos. Me imagino, como si los Buendía le hicieran
un homenaje a Úrsula. Imagínense, son 6
hijos, levantados por ella en una labor titánica que hoy parece diluirse por las imposturas del tiempo, lo que no
implica el olvido de semejante tarea, pues todos, son un ejemplo de
responsabilidad y de consagración, esto para decir que cada uno está felizmente
ubicado y haciendo lo que les gusta, les da para vivir muy bien, que es mucho
decir en este país atribulado.
Ana, un día caminando conmigo por una calle cercana al centro
de Manizales, de pronto se paró y dijo, esta es la casa del abuelo, me refiero
a la casa vieja. Mi esposa poco hablaba de estas cosas, pero cuando lo hacía tenía
una capacidad narrativa sorprendente. Mi madre y mis tíos vivieron aquí, está fue la casa de Beatriz. Dijo después: Aquí empezó el galimatías de levantar sus
hijos, con la ayuda del abuelo, me imagino por el espacio que le brindó y esa
tenacidad que brota del amor de una madre. El relato de Ana fue preciso, sus
ojos grandes le brillan: Beatriz
se separó, sus hijos estaban muy pequeños, Ana nunca hablaba mal de alguien, nunca
se refería a nadie en malos términos, nunca supe por qué se separó, los detalles son lo de menos. Empezó a trabajar con su máquina de coser sin tregua alguna, A Gloria,
mi prima, le tocó volverse grande de la noche a la mañana, como en esos relatos
de Gabo, por arte de magia, nunca ha
dejado esas responsabilidades, se volvió la regla de su vida; Luis, Jaime, Jorge, Laura y Beatriz, testigos
de cargo, compartieron esta lucha por sobrevivir, que fue la de todos, pero en
este caso, tiene arabescos de novela, hoy hablan de esos momentos, desde lo que
significa triunfar, que no es otra cosa que lograr parte de lo que nos
proponemos, de ser, a partir de nuestros deseos más ínfimos.
Viterbo, Manizales Salamina, constituyen las ciudades más significativas en su vida. Actualmente vive en Pereira, desde hace más de diez años. Beatriz
siempre me recuerda a Úrsula el personaje de Gabo en “Cien años de Soledad”. Los Ángel, desde Gloría hasta Beatriz, son
ordenados, planificadores y responsables en exceso, su vida, como en el mundo
literario de macondo, mantienen un esfuerzo colectivo por armarse de las garantías para ser felices, muy a pesar que
todo atenta contra ello. Tal vez, por esta razón, Beatriz solo se angustia cuando
alguien no está cumpliendo con su papel, ella, ve a sus hijos como en roles, parece
una guionista, seña de las Álvarez además, quieren preverlo todo, cuando algo sale mal
o les sucede un imprevisto, se angustian. A Beatriz, sus hijos le son todo y
cuando uno de ellos se sale del libreto, empieza cristo a padecer. Las Álvarez
tienen una característica: Son conflictivas por cosas menores, banales, cuando
se reúnen, como en la lámpara de Aladino, se les va saliendo todo aquello que
las diferencia y uno, pensaría en la catástrofe, que no se hablaran nunca, al final, siempre
puede más la hermandad y superan rápido esos eventos, que son cómo pequeños
tsunamis, pese a que les ha traído muchos dolores de cabeza, se vuelven como
relatos familiares. Beatriz, me parece la más tranquila, aunque es vehemente
cuando le toca y toma decisiones irreversibles.
Hay personas que merecen ser muy felices, por su lucha, por todo lo que han hecho, por sus logros. Beatriz es una
de ellas, por lo que fue, por lo que es y por lo que será. Espero hoy, en esas síntesis
obligatorias que traen los aniversarios sienta la satisfacción de la labor
cumplida. La vida al final es solo presente, hoy, queremos estar con ella,
hacerle reconocimientos, como a esos generales romanos, en vida, recordarle que todo ha
valido la pena. Este será un día memorable indudablemente. Beatriz, como te
queremos: Buena vida y esperamos tenerte por mucho tiempo.