miércoles, 26 de enero de 2022

JOSÉ MIGUEL OVIEDO

 Este excelente crítico peruano desaparecido hace poco, junto con Ángel Rama, constituyen lo más riguroso en materia de crítica literaria en nuestro continente. estoy leyendo la historia de la literatura Latinoamericana. Empecé por el ultimo tomo. Había leído todos los trabajo sobre Vargas Llosa y Gabriel García Marques lo que me daba una referencia sobre la seriedad de esta obra monumental. 

Tener una visión de la historia de la literatura Latinoamérica desde sus orígenes es una ventaja sin parangón tanto para curiosos como legos, realmente fue una tarea titánica. No solo por la panorámica total de nuestra historia literaria, sino por la forma que nos va entregando movimientos y autores siempre haciendo un paralelo  con la literatura universal.

José Miguel Oviedo estudió literatura peruana y literatura latinoamericana, trabajó en las universidades americanas y es la universidad de Pensilvania donde se establece como docente.

Su historia de la literatura Latinoamérica "Parte de Colón y el legado de las literaturas indígenas, los códices de la lengua náhuatl,  y nezahualcóyoc y su poesía de la mortalidad. Y la literatura maya, el Popol Vuh, los libros del Chilam Balam, y de ahí pasa a la literatura quechua, desde las cosmogonías a la poesía amorosa. Además, se ocupa de Colón y de sus diarios, y sobre el XVI, entre «libertad y censura», desfilan los textos y el entendimiento de Bartolomé de las Casas, de López de Gómara, y los cronistas indios y mestizos de México, y los cronistas del Perú. De olvidarse de alguna lírica o épica, se ocupa de la Araucana, de Chile. Y hacia las páginas 200, del Inca Garcilaso y «el arte de la memoria», y  luego el barroco, Sor Juana en México y en Perú, la virulencia de Caviedes. Y eso no es todo, cuando ya se establece el neoclasicismo y el romanticismo, hay páginas sobre el sueño de Bolívar, y las aventuras de Miranda, la poesía cívica de Melgar, y sin duda, al gran Bello, un sabio lingüista, que por cierto, hemos olvidado"(Hugo Neira). 

El tomo de Borges y la vanguardias no da la medida del ojo crítico de este autor, quien analiza al argentino, por fuera de los lugares comunes con los que tradicionalmente se trata:  Para hablar de Jorge Luis Borges (1899-1986) con alguna propiedad partamos de un principio elemental: no hay historia literaria que pueda abarcar todos los aspectos que se necesitan para dar de él una imagen coherente y válida; sólo cabe intentar una aproximación, un esbozo de lo que su obra y su figura representan para la literatura de nuestro tiempo, en cualquier lengua. Sin embargo, al hacerlo así se corre el peligro de empobrecer una obra que es exacta y sutil en el juego de sus elementos, y hacer de ella una simplificación excesiva. El historiador no tiene más remedio que correr ese riesgo y remitir a sus lectores a algunos de los cuantiosos libros y trabajos -una verdadera industria crítica ya más extensa que la misma obra estudiada- donde puede hallar lo que aquí se omite. Así es que este apartado se ocupa de Borges con una intención bastante modesta: ofrecer una imagen sucinta de él, quizá suficiente para mostrar en qué reside la importancia y la grandeza de un autor que se negó persistentemente a creer en aquéllas".

Es cierto, Borges es inclasificable desde el punto de vista de los géneros: "Aunque su tardía fama se debe principalmente a su producción cuentística, es bien sabido que Borges comenzó escribiendo poemas y ensayos y siguió haciéndolo con intensidad hasta sus últimos días. Pero hablar de él como si hubiese tres Borges -el cuentista, el poeta, el ensayista- es un error o al menos crea un problema. Todos estos géneros y otras formas intermedias que cultivó se explican mutuamente en un sistema de correspondencias, citas, ecos y retornos que no deberían aislarse unos de otros. En realidad, no hay un Borges cuentista, un Borges poeta y un Borges ensayista, sino uno solo: su voz es esencialmente la misma y cualquier parte del sistema remite al centro, y viceversa. No existe una conciencia rígida de los géneros en Borges, que continuamente cruzó esas fronteras y supo filosofar como escritor de ficciones o ser poeta cuando escribía ensayos. ¿Qué es, por ejemplo, un texto paradigmático como «Borges y yo»? Es un cuento que es un ensayo que es un poema".

Es evidente que los despliegues de erudición de Borges intimidan. Pero esto hace parte del juego a que nos somete con citas y alusiones donde se mezcla una capacidad creativa sin parangón con una forma especial de cuentos que son ensayos, revestidos de conjeturas. Es indudable que el análisis de este autor constituye un desplazamiento en la variedad de una obra que incluye también sus conferencias sobre temas puntuales.   

Expresa categóricamente el autor: "Esto es más significativo porque su obra es un corpus formado por fragmentos; prácticamente no hay libros orgánicos en Borges: la vasta mayoría, incluso los dedicados a un solo tema, como Evaristo Carriego ( 1930) 1 o Leopoldo Lugones ( 1965), son recopilaciones de piezas breves y ocasionales. Son también característicos los volúmenes miscelánicos, como El hacedor (1960), que mezcla textos en prosa y verso, o los que son catálogos abreviados de un material mucho más vasto, como el Manual de zoología fantástica (México, 1957). Una de sus formas favoritas por su brevedad y libertad para la digresión eran los prólogos, subgénero en el que abundó con tanta maestría (son notables ejemplos de su manejo de la concisión y la alusión) que hay una recopilación de ellos simplemente titulada Prólogos (1975) que, por cierto, incluye un «Prólogo de prólogos»".

La idea es aconsejar su lectura, que necesariamente no debe empezar por este tomo. Están todos los libros en la red.