viernes, 27 de diciembre de 2019

LOS DIARIOS DE UN ESCRITOR FORTIVO



Hay una responsabilidad del escritor con su entorno, con su presente. Su oficio y las tribulaciones del mundo le generan una tensión, que no es fácil de superar, las que revela, somete y en ocasiones aliviana. Camus dilucidó en algunos ensayos esta línea tan frágil. El nivel de conciencia hace parte y es pertinente a la racionalidad expuesta en el ensayo, la ficción o la poesía, el mundo creativo también tiene exigencias morales y por supuesto políticas.
El lector, quien no es un simple espectador, también tiene responsabilidades de las que poco se habla. Pocas veces me he encontrado con el itinerario de un lector. Cuando tengo un diario, bien sea los dos tomos de Robert Musil, los apuntes de Canetti, los diarios de Byo Casares con Borges, para citar algunos de los más connotados, los que prácticamente son una cronología íntima de las lecturas y encuentros de estos escritores con otros autores y por supuesto muchas cosas de su vida, me pregunto, por el papel de la lectura en el mundo contemporáneo, como se da el intercambio entre los autores y los lectores, cuál es la medida de esta relación, cuando estamos en un mundo globalizado y súper conectado.

Es un hecho, contrario a lo que muchos pensaban, el libro físico mantiene una vigencia total. La soledad que es la constante del hombre contemporáneo, en la era de la información, en la que paradójicamente estamos cada vez más solos, el libro se ha vuelto nuestra mejor compañía. Cuando abrimos un libro, entramos en la conversación con un autor específico y como arte de magia emprendemos un diálogo que nos conecta con su universo, con una visión contenida en el texto.

Todos los días leo tres páginas de los diarios de Byo y Borges, de los encuentros con el círculo íntimo de sus amistades. Es extraordinario este texto. De la mano de estos dos sabios, de Silvina Ocampo, de muchos personajes del viejo Buenos aires, pareciera que hacemos un viaje por la literatura universal en comentarios muy profundos hechos por lectores mayores, sin ninguna arrogancia, esclarecedores, develan el itinerario de muchas lecturas y descubrimientos. Como si entraramos en una conversación.

Dice en uno de sus apartes este diario. Fecha, 1947. Miércoles 21 de mayo, empecé el diario. Domingo 28 de diciembre: “Conversación con Silvina. Dice que cada uno de nosotros tiene un tema, al que siempre vuelve: Borges, la repetición infinita; Ella los diarios proféticos; yo la evasión a unos pocos días de felicidad, que eternamente se repiten: La invención de Morel; el perjurio de la nieve, la novela (O cuento) que ahora escribo (De los tres días y tres noches de carnaval) Le conté que referí a Borges el otro laberinto, en una versión muy tosca, hacia 1935,  mientras caminábamos por la calle Vicente López, cerca del cementerio de la Recoleta; el me habló de Berkely square, film basado en the sense of the past, después empecé -y abandoné- la novela pasado mortal y en dos o tres meses de 1945, escribí “El otro laberinto “.
Cada entrada de este diario es un diálogo sobre literatura. De la mano de Borges, Silvina, en ocasiones Sábato, por los temas más variopintos, pero con la lucidez de dos hombres que solo se deben a las letras, realmente son un faro para los amantes de la literatura.
Héctor Abad Facio Lince, el escritor colombiano acaba de publicar sus diarios.  En Colombia son muy pocos los escritores que tienen memorias o han escrito este tipo de textos. Empecé su lectura. El tono afable, la prosa suelta, como si uno estuviera tomando tinto con el escritor, hace de su lectura un trasegar por el itinerario de sus  de sus lecturas y la formación como escritor. De igual manera hay infinidad de datos y narraciones sobre el sucedáneo de su vida con todas sus complicaciones y virtudes. Conocemos el lado íntimo del escritor, la escritura sin pretensiones literarias, este ejercicio constituye una especie de meditación alimentada por el sentido de trascendentalidad de las mínimas rutinas,  y el reconocimiento del ser desde la otredad.
Recuerdo los primeros libros de Sábato, “Heterodoxia”, “uno y el universo”, “El escritor y sus fantasmas” que tenían ese sabor de intimidad y conversación suelta. Los lectores también tenemos una responsabilidad. No me cabe la menor duda. Me ha gustado mucho lo poco que he leído del texto de Héctor Abad.




jueves, 19 de diciembre de 2019

JOSÉ MIGUEL OVIEDO BEATRIZ SARLO


Este crítico peruano fue de suma importancia para entender la obra del Boom y para su divulgación, escribió ensayos profundos, bien hilvanados y esclarecedores de la obra de cada uno de sus escritores y especialmente de Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez, además de muchos libros sobre algunos escritores de este movimiento, excelentes trabajos. Este es uno de sus últimos artículos, escrito para “Letras libres” es un pequeño homenaje a propósito de su muerte, solo me tomo un tiempo para publicar un texto sobre lo que significó su presencia para la literatura latinoamericana. CESAR HERNANDO BUSTAMANTE HUERTAS.

No me resulta nada fácil escribir sobre Fernando de Szyszlo y su esposa Lila: fueron mis amigos durante más de medio siglo y compartimos por aquí y allá una serie de gratas aventuras, encuentros, hechos trágicos (la muerte de su hijo Lorenzo, la de su primera esposa, la poeta Blanca Varela, y la de amigos íntimos como Luis “Cartucho” Miró Quesada), descubrimientos intelectuales y un indeclinable afecto mutuo. Es innegable que, como artista plástico, “Gody” (ese es el apodo que usábamos en el estrecho círculo de amistades que lo rodeaban) es la figura clave del siglo XX y de la actual, en los que trabajó con una tenacidad ejemplar y una maestría que pocos han alcanzado en nuestro continente y aún fuera de él. Su vastísima obra está marcada por dos rasgos capitales: la lección estética y moral de la vanguardia –especialmente la del surrealismo que descubrió de primera mano en sus años juveniles europeos– y, al mismo tiempo, las formas del antiguo arte peruano, en particular las de las culturas preincaicas que florecieron en la costa. Esto sintetiza la paradójica fusión de lo moderno y lo ancestral, lo novedoso y lo primitivo, alianza que hallamos en pintores de la talla de Picasso, Klee y Max Ernst, entre tantos otros.

La extraordinaria elegancia de sus formas jugaron siempre con esa alianza que creó y recreó en busca de la difícil perfección, que, como él bien sabía, es tal vez inalcanzable. Gody solía reírse del vocabulario consabido del lenguaje crítico dominante entre nosotros, lleno de frases que nos hacían sonreír (como “valores cromáticos” y “texturas simbólicas”). Era un convencido de que la mejor crítica de arte no era la que usaban los especialistas, sino la de los que trataban de desentrañar el misterio de las formas visuales usando el lenguaje poético. No es extraño, por eso, que uno de sus críticos favoritos fuese Octavio Paz.

Gody era un gran lector de poesía y novela, desde el desgarrador canto fúnebre por la muerte del Inca Atahualpa que tradujo admirablemente José María Arguedas, hasta Proust, Borges, Neruda, Cortázar, Eielson, Rimbaud y tantos otros que descubrió para él mismo y para nosotros sus amigos. La mención a Proust es significativa no solo para él, sino también para Lila, quien, como nos enteramos por las admirables páginas de las memorias de Szyszlo, La vida sin dueño (Alfaguara, 2017), obtuvo un premio sobre ese autor convocado en París, dato que pocos conocían fuera del Perú.

Aparte de la silenciosa presencia de Lila mientras trabajaba en su taller, Gody pintaba sumergido en el estímulo musical de Mozart, cuyas composiciones escuchaba sin cesar en la colección completa que editó Deutsche Grammophon. Creo que Gody escuchaba a Mozart como un cántico contra la muerte que se correspondía con el tono cada vez más luctuoso de su obra plástica y con sus imágenes, cuya tensión aludía sin duda a la de la vida misma, breve relámpago que ilumina nuestra propia destrucción. Es una dolorosa ironía saber que Gody y Lila murieron juntos al tropezar y caer desde la escalera que daba al living del primer piso. Recuerdo perfectamente esa escalera que era casi aérea, es decir, sin contrapaso y con solo una pala prehispánica de navegación fijada como baranda para apoyar la mano, y que a mí me producía vértigo de solo mirarla. Los cuerpos fueron hallados inertes y tomados de la mano. Creo que cabe recordar aquí que Gody era sobrino carnal de Abraham Valdelomar, elegante poeta peruano de la época modernista, cuyo soneto “Tristitia” Gody podía repetir de memoria. Valdelomar murió a los 31 años al caer de lo alto de la escalera de un hotel. Trágicas ironías de la vida y de la muerte. 
JOSÉ MIGUEL OVIEDO






miércoles, 27 de noviembre de 2019

JAIME ALEJANDRO RODRIGUEZ RUIZ MANUAL DE LITERATURA COLOMBIANA



El portal “Novela Colombiana” cumple una labor didáctica muy valiosa en red, le permite a cualquier lector tener acceso a un material amplio sobre literatura colombiana que abarca gran parte de la historia narrativa del país,  además de trabajos ensayísticos puntuales. 
El manual de literatura, es un texto de Alejandro, empieza con la colonia  y llega hasta el siglo XX: “El curso ofrece, como uno de sus textos guía, un manual de la novela colombiana que facilita al estudiante un vistazo por el panorama de la novela colombiana desde la época colonial hasta nuestros días. La intención fundamental consiste en invitar al alumno a leer varias de las novelas allí referenciadas, siguiendo los parámetros que han servido para estructurar el manual”[1].
En su introducción categoriza: “Cada vez es más difícil sostener la vieja posición, según la cual la novela fue un género totalmente ausente durante la colonia. Varios hechos apuntan más bien a probar que, o bien el género no alcanzó en Hispanoamérica una institucionalización que garantizará su adecuada recepción, o que no se han valorado suficientemente documentos y textos de la época. Bajo esta última perspectiva, resulta muy importante, para el caso de la novela colombiana, destacar tres aspectos que pueden ayudar a comprender mejor el fenómeno de su evolución. De un lado, la presencia de lo que podrían llamarse factores adversos para su cultivo y difusión; de otro, la valoración de elementos novelescos en géneros no canónicos; y, finalmente, la recuperación que se ha hecho recientemente de un documento tan importante como el texto del autor santafereño Pedro de Solís y Valenzuela: El desierto prodigioso y prodigio del desierto, considerada por los expertos como la primera novela hispanoamericana”.
Considera que la ausencia de la novela en la colonia solo se explica debido a "Varios aspectos que bloquean tanto la creación misma como su recepción. En particular, dos factores pueden ayudar a comprender dicha pobreza: las restricciones de orden religioso, moral y político, mediante las cuales se ejercía un fuerte control sobre la producción literaria, y la consideración de la novela como género inferior”.
Otra variable que contribuye a esta ausencia es el hecho que "El sistema literario, tal como estaba montado en la época colonial, no favorecía al género: no sólo la ausencia de una masa crítica de lectores o la falta de preparación de algunos escritores, sino la carencia misma de imprentas y otras dificultades de publicación de las obras (todo esto ligado a un precario desarrollo económico y social, y a la singularidad de las condiciones culturales de América) hacen que la novela colonial no alcance el desarrollo que sí alcanzó en la península”.
En todo caso hay algunos textos que se acercan al género de la novela en la colonia. El Carnero es uno de ellos, igual el gran poema de Juan De Castellanos, para citar dos de los más importantes.
El autor remata este capítulo con lo que considera la primera novela colombiana e incluso hispanoamericana: “Pero quizá el hecho más importante para una adecuada comprensión de la literatura de la colonia en Colombia, lo constituye el hallazgo reciente del manuscrito de Don Pedro de Solís y Valenzuela, El desierto prodigioso y prodigio del desierto, compuesto a mediados del siglo XVII. Se trata de un texto complejo y de gran riqueza narrativa que llena los requisitos de la novela moderna, lo que demuestra que el género era ya cultivado en la época”.
En el siguiente capítulo habla de la novela romántica, aborda “La María” de Jorge Isaac. Está claro que no es la primera novela romántica, sí la más importante: “El romanticismo en sus distintas vertientes: desde la evocación escapista, hasta la proclama revolucionaria, pasando por la efusión lírica y sentimental, tuvo su cultivo en Colombia, aunque no siempre con afortunada calidad. Las primeras obras de este periodo estuvieron guiadas, bien por un afán de recuperar un supuesto espíritu caballeresco de la conquista, bien por una sublimación poética y filosófica del aborigen de América. En orden cronológico, las primeras novelas colombianas del periodo corresponden a las escritas por el cartagenero Juan José Nieto: Ingermina, publicada en 1844 y Los moriscos de 1845, ambas novelas históricas. La primera es un relato que tiene como trasfondo las sublevaciones de los indios Calamares, antiguos pobladores de Cartagena en los primeros tiempos de la conquista, y tiene la particularidad de desarrollar una trama amorosa de corte caballeresco entre Alfonso de Ojeda, hermano de Pedro, el conquistador, y la princesa indígena Ingermina, en un intento por rehabilitar la conquista y poetizar, simultáneamente, al indio. Los moriscos relata los sufrimientos de una familia mora a causa de su expulsión de España, tras el decreto de 1609”. Las influencias: Byron, Lamartine o Chateaubriand.
En el siguiente artículo continuaremos abordando este valioso texto.






viernes, 15 de noviembre de 2019

HISTORIA CRITICA DE LA LITERATURA COLOMBIANA



Si mi memoria no me falla, llevamos más de cuarenta años desde la publicación del manual de literatura colombiana editada por procultura. Estoy trabajando algunos tomos de la historia crítica de la literatura argentina de Jetrik, 12 tomos, realmente una obra monumental y valiosa, lo que me suscitó la reflexión: Por qué los trabajos de esta condición nos son tan esquivos a los colombianos, conozco muchos trabajos de la academia, nunca de esta magnitud, de antemano se que para  este tipo de proyectos no existen los estímulos económicos. Hubert Poppel escribió hace algún tiempo (2006) : “Un país como Colombia puede seguir viviendo tranquilamente sin una nueva historia de su literatura. Sus autores, tanto los que han alcanzado el reconocimiento de todo el país y más allá de las fronteras, como los que se contentan con lectores de su región o con grupos de lectores con características muy específicas, no dependen de ninguna manera de su inclusión -o no-inclusión- en este tipo de libro-archivo. Ellos escriben para sus lectores, o para el mercado, o para sí mismos, y no para unos historiadores e investigadores. Sin embargo, algo falta; hay cierto vacío sin esa historia; ella es, sin que sepamos por qué, necesaria; existe un desiderátum que es, a la par, un desafío ante la labor titánica que espera”.
He venido escribiendo en este blog que, en los últimos años realmente no tenemos una crítica literaria rigurosa. Estamos lejos de tener una revista de la calidad de “Letras libres”, pese a la existencia de “Arcadia” y “El malpensante”. Emprender la historia crítica de la literatura colombiana exige financiamiento, el estado debe hacerlo, hay quien pueda emprender la tarea, de hecho, la academia produce todos los meses textos e investigaciones de literatura colombiana. Llevo varios años leyendo los tres tomos de la obra crítica de Borges y sorprende la calidad y la seriedad de un trabajo que les llevó más de veinte años.  No existe un trabajo en esos términos con la obra de nuestro nobel de literatura, teniendo en cuenta que las claves de “Cien años de soledad” son tan locales.
Rafael Humberto Moreno Durán soñó toda la vida con este cometido y también le fue esquivo. Hay investigaciones y publicaciones importantes, la de Mery Giraldo en relación al cuento colombiano, siendo una antología, es una excelente contribución. Paula Andrea Marín Colorado, publicó un texto denominado: La historia literaria colombiana a través de la teoría de los campos, “En él pretende mostrar «cómo se presenta la afirmación de la autonomía literaria en Colombia entre 1926 y 1970, y cuáles son sus características particulares”[1]. Recuerdo el libro del profesor David Jiménez Paneso: “Historia de la crítica literaria en Colombia. 1850-1950”.  A ello se suman los textos clásicos de Restrepo y del profesor Ferrer, horas de la literatura colombiana.
La carreta editores publicó hace algunos años un texto llamado “visión histórica de la literatura colombiana”. Parte de la premisa que “No obstante los esfuerzos realizado por los historiadores, la denominada dependencia estética o ancilaridad de la literatura de América Latina, no ha podido ofrecernos una narración de la totalidad de los fenómenos efectuados en el continente”. Aduce entonces: Por todo y cada uno de estos aspectos, el grupo de investigación, tradiciones de la palabra se ha empeñado, en el marco de la investigación: Elementos para una propuesta de periodización de la literatura colombiana”. El texto es producto del primer encuentro nacional en abril del 2008 del coloquio nacional de historia de la literatura latinoamericana. Se había creado desde el 2003 el SILC, Sistema de información de la literatura colombiana.
Desde esa fecha los esfuerzos han sido muchos. Fuera de estas líneas de investigación, la universidad nacional tiene trabajos similares, la universidad de los Andes y la del Valle, nunca he visto un trabajo como el argentino publicado hasta la fecha y de hecho este es un vacío muy grande.



miércoles, 6 de noviembre de 2019

TIEMPO RECIOS MARIO VARGAS LLOSA


Esta reseña publicada por la revista “Letras libres” sobre la última de Mario Vargas Llosa, es muy lucida y definitivamente incita a la lectura de la novela. CESAR HERNANDO BUSTAMANTE
Daniel Gascón
Madrid, Alfaguara, 2019, 354 pp.

La nueva novela de Mario Vargas Llosa nos devuelve a un mundo que conocemos por otros de sus libros, en especial por dos de sus obras maestras: Conversación en La Catedral (1969) y La fiesta del Chivo (2000). Como las anteriores, Tiempos recios es una novela política, ambientada en una atmósfera un tanto insalubre de conspiraciones y dictaduras, que gira en torno a la corrupción y el poder y las debilidades humanas. En ella conviven algunos seres más bien siniestros, víctimas de las circunstancias y supervivientes capaces de cualquier cosa para salir adelante, canallas a quienes su falta de escrúpulos no les impide caer en desgracia y unos pocos idealistas que se enfrentan a fuerzas más poderosas que ellos. Toma el título de una frase de santa Teresa, transcurre en la Guatemala de mediados del siglo XX, aunque tiene una mirada internacional y ofrece un panorama sobre un periodo histórico de América Latina.

El contexto de la novela tiene un componente de denuncia: la injerencia estadounidense, facilitada por una combinación de cinismo y de la histeria anticomunista de la Guerra Fría. Estados Unidos y sus empresas –en este caso, la United Fruit Company– no toleraban que los países latinoamericanos donde operaban tuvieran el mismo tipo de régimen que había al norte de Río Grande: en el extranjero gozaban de posiciones monopolísticas que eran ilegales en Estados Unidos; evitaban pagar impuestos en otros países que debían pagar donde tenían la sede.

Los pocos personajes positivos de esta novela sobre el mal –entre ellos destaca el presidente Jacobo Árbenz– intentan establecer en su país una democracia capitalista con organizaciones sindicales y un reparto más justo de la riqueza, y defienden una reforma agraria que reduzca una desigualdad casi feudal. El objetivo no es construir un régimen comunista al servicio de la Unión Soviética en Centroamérica, como decía la propaganda, sino instalar una democracia similar a la estadounidense. Esa transformación implicaría una caída de los beneficios empresariales; el temor justifica la estrategia de desestabilización. Entre las consecuencias de ese imperialismo están numerosos crímenes y violaciones de derechos, la prolongación de la injusticia, el cortocircuito de la democracia y una reacción antiimperialista que incluía una violenta fantasía revolucionaria.

Aunque tiene ese punto de partida, Tiempos recios no es un relato de tesis o un ensayo camuflado, sino un preciso artefacto novelesco, que opera con las reglas de la narración y la desprejuiciada capacidad exploratoria de la ficción. Se divide en dos partes de extensión muy distinta: Antes, que es el grueso del libro, y Después, un epílogo que añade un nuevo giro, con alguna incógnita adicional y una aproximación a lo cercano que paradójicamente refuerza un tono de cuento clásico. Tras una especie de prólogo que, con un estilo casi periodístico, narra el encuentro de Edward L. Bernays, teórico de la publicidad y la manipulación de las masas, y Sam Zemurray, de la United Fruit Company, el relato está compuesto por 32 capítulos que siguen a varios personajes en temporalidades distintas: Johnny Abbes García, un espía dominicano destinado a Guatemala; Marta Borrero Parra, una mujer de la buena sociedad a quien su familia expulsa por quedarse embarazada y que acaba siendo amante de Carlos Castillo Armas; la trayectoria de Castillo Armas, militar golpista y presidente de Guatemala desde 1954 hasta su asesinato tres años más tarde; el tiempo en la presidencia de Jacobo Árbenz; la peripecia de Enrique Trinidad Oliva, responsable de seguridad de Castillo Armas. Entre los personajes más logrados de la novela están Abbes García y sobre todo Marta Borrero Parra. Entre los secundarios hay algunos con elementos de humanidad, como Efrén, el marido de Marta; otros son deliberadamente esquemáticos o imprecisos.

Con una habilidad que no por conocida es menos deslumbrante, Vargas Llosa maneja los hilos de la historia: juega con la regularidad –la preparación de un atentado en los capítulos pares al comienzo– y la variación para crear suspenso, mezcla géneros y ambientes –del retrato del poder a la novela de espías, pasando por un tono a veces entre humorístico y sentimental, con momentos melodramáticos–, combina los hechos históricos con la fabulación literaria, la claridad con el escamoteo de información que incrementa la intriga, aquello que sabe un personaje gracias a un anuncio –confirmado, emitido por el narrador– o el presagio –casi siempre certero– de un desenlace fatal. Uno de los capítulos más llamativos, en el aspecto formal, es el séptimo, contado desde el punto de vista del dictador Rafael Trujillo, en torno al que giraba La fiesta del Chivo. Es una serie de conversaciones superpuestas (no exactamente el célebre diálogo telescópico) que cuentan el apoyo y la decepción de Trujillo con Castillo Armas y un posterior encargo a Abbes García que es central en la obra. Al mismo tiempo, la forma de la novela puede verse como un conjunto de tramas que se encuentran en un punto central, y que después de ese estallido comienzan a disgregarse de nuevo.

Tiempos recios, que cuenta episodios como el enfrentamiento de los cadetes contra las tropas de Castillo Armas nada más alcanzar el poder, también habla de los efectos de la propaganda y de la implicación de diplomáticos, militares y agentes estadounidenses y de la Iglesia. Es una novela sobre el poder y la crueldad, y también en cierta manera sobre el miedo. El sexo que aparece es más sórdido que feliz –una relación de una adolescente con un amigo de su padre que termina en un embarazo, encuentros prostibularios, transacciones con elementos de chantaje e intimidación– y a menudo está vinculado a un miedo, a una violencia que no necesita ser explícita para estar presente. El miedo atormenta a los torturadores y a quienes abusan de su poder, que temen caer en desgracia y terminar en manos de sus víctimas o de protectores que han cambiado de opinión.

Mario Vargas Llosa ha escrito una novela sólida, intelectualmente honesta y de admirable pulso narrativo. En algunos momentos hace pensar en Graham Greene, y en otros en Joseph Conrad, una similitud posiblemente más decisiva. Pero sobre todo recuerda a algunas obras inolvidables de su autor, y les hace buena compañía. ~





martes, 29 de octubre de 2019

ESCRITORAS LATINOAMERICANAS 2


La indagación sobre el espectro de nuestras mejores escritoras (Esta es la segunda entrega), aquellas que, en pleno auge del Boom estaban produciendo una obra valiosa, se apoya para esta entrega de un trabajo hecho por la revista “Babelia” del periódico “El país” de España, igualmente ha estado preocupado por este tema entre sus últimas investigaciones.
1.-LA AMORTAJADA (1938). MARÍA LUISA BOMBAL


Conocí esta novela siendo estudiante, como parte de las lecturas obligatorias. En un contexto en el que se me enseñaba una literatura chilena exclusivamente escrita por hombres, con un registro muy realista, de pronto apareció una voz que jugaba con lo fantástico. Una muerta narraba su propio funeral y su historia desde el ataúd. El relato rompía las lógicas racionales y temporales de la causa y del efecto, cuestionando lo real, haciendo empeño por narrar el enigma, por enunciarlo, por tocar lo invisible. Ana María, la protagonista, es una mujer que debió responder a códigos femeninos estereotipados y conservadores. Como todas las heroínas de la Bombal, encarna matrimonios y maternidades mediocres, vidas llenas de frustración, escindidas entre lo que deben ser y lo que desean ser. Hay algo ingobernable en estas mujeres que no encaja con lo que se les exige socialmente. La grieta de lo fantástico, de lo onírico, de lo irreal, es una vía de escape para tratar de sobrevivir. Es como si esos cuerpos femeninos fuesen una especie de cárcel para esas mujeres fantasmagóricas de sus escritos. En La amortajada, Ana María parece decirnos que solo muerta, con su cuerpo a punto de ser enterrado, puede hacer una real reflexión de su vida. Como si antes hubiera estado secuestrada. Fuera de sí misma. La lectura de género es, sin duda, un punto de enfoque y de reactualización para leer esta gran novela.
POR NONA FERNÁNDEZ SILANES. CHILE. AUTORA DE LA DIMENSIÓN DESCONOCIDA

2.-CANCIÓN DE LA VERDAD SENCILLA (1939). JULIA DE BURGOS


Cuando tenía 14 años, mi maestra me puso este libro en las manos. No sabía yo que me iniciaba en la lectura de un libro que cambió de manera radical mi vida y los rumbos de la literatura escrita por mujeres en todo el hemisferio de las Américas. Publicado por Julia de Burgos (poeta, ensayista, 1914-1953) a los 25 años, el poemario causó revuelos en todo el Caribe. Primero, porque con dicho libro De Burgos se convirtió en la primera mujer puertorriqueña en ganar el Premio Nacional de Literatura. Segundo, porque los poemas que componían el libro eran y todavía son una exploración profunda e íntima de las luchas superpuestas que confronta una mujer que se aleja del proyecto “doméstico” para incursionar en la literatura y en “el mundo político”. En Canción de la verdad sencilla, le da voz a esta marginalidad yuxta­puesta en poemas tales como ‘Yo misma fui mi ruta’, ‘Ay, ay, ay de la grifa negra’ y ‘A Julia de Burgos’. En muchos de sus textos, Julia propone un discurso que se quiebra en un yo dividido entre la mujer social y la mujer “natural”, la mujer sexual, la racializada y la mujer política. También muestra el conflicto de cómo se da el amor en un mundo patriarcal, pero desde la cosmovisión, ética y estética de una mujer. Junto a Gabriela Mistral, quien fue su maestra mientras Julia de Burgos estudió en la Universidad de Puerto Rico, ambas poetas y sus obras abrieron las puertas para todas las otras escritoras de todos los géneros en Latinoamérica. Ciertamente, la abrió para mí. Canción de la verdad sencilla es lectura obligada para todos aquellos que quieren explorar a fondo cómo se arma bloque a bloque un canon de literatura latinoamericana inclusivo, justo. Y si quieren oírla cantada, busquen las musicalizaciones de muchos de los poemas de Julia que La Discreta ha hecho desde España.
POR MAYRA SANTOS-FEBRES. PUERTO RICO. AUTORA DE NUESTRA SEÑORA DE LA NOCHE

3.-LA MUJER DESNUDA (1950). ARMONÍA SOMERS


La mujer desnuda es una novela deslumbrante, no sólo por su exquisita y a la vez rara prosa, sino por su capacidad de conjugar lo fantástico con una perspectiva feminista y filosófica en torno al eros. Tenemos a una protagonista, Rebeca Linke, que se despierta en su cumpleaños número 30, se arranca la cabeza, se la vuelve a poner, y se interna desnuda en el bosque. Esta mujer irá encontrándose hombres, poblados, violencia, deseo, hambre, en una historia apoteósica, publicada en 1950, que roza el delirio. Muy adelantada a su tiempo, algunos la encontraron obscena, no tanto por su tratamiento de la sexualidad como por la rabiosa crítica social que se hace a través de los tabús. La escritura poética de Somers creó una atmósfera de exploración, miedo y emancipación. Rebeca se decapita para cortar con las ideas sobre sí misma y su cuerpo impuestas por otros, y se la coloca otra vez, pero asumiendo la dislocación y la cicatriz. Luego se desnuda para entrar en lo primitivo y original, para desprenderse del traje de la civilización, pero también de la vergüenza atávica por el cuerpo; para quitarse “el velo de gracia” y ver su desnudez no como un castigo, sino como una posibilidad de descubrimiento y reconocimiento: “Ven, toca, estoy desnuda. Tomé mi libertad y salí. He dejado los códigos atrás, las zarzas me arañaron por eso. (…) Y yo quisiera saber cómo soy, cómo seríamos en ti las mujeres intactas que me habitan”. Somers es una de las grandes escritoras latino­americanas del siglo XX que fueron pasadas por alto o, mejor dicho, ignoradas por el mundillo literario. Al final de su vida pudo encontrar lectores fieles y buenas críticas, pero recién ahora su obra está traduciéndose y valorándose por lo que realmente es: original, desafiante, experimental, poética y plástica. Hay que leerla. Lo digo sin miedo: es un clásico a descubrir.
POR MÓNICA OJEDA. ECUADOR. AUTORA DE MANDÍBULA

4.-JARDÍN (1951). DULCE MARÍA LOYNAZ


Bárbara pegó su cara pálida a los barrotes de hierro y miró a través de ellos. Automóviles pintados de verde y amarillo, hombres afeitados y mujeres sonrientes, pasaban muy cerca, en un claro desfile cortado a iguales tramos por el entrecruzamiento de lanzas de la reja. Al fondo estaba el mar”. Jardín, la extraordinaria novela de Dulce María Loynaz, escrita entre 1928 y 1935 en su mansión de la calle Línea, El Vedado, describe lo que pocos han sabido narrar, los filosos y complejos contornos interiores, enrejados y silenciados de una Habana que este noviembre cumple 500 años. La casona de amplísimos patios con capilla familiar y las fuentes naturales humedeciendo el caluroso escenario de la novela, La Habana posando, siempre en segundo plano, haciéndonos quedar mal cuando contamos que algo de este luminoso Caribe nos duele o nos molesta. ¿Qué puede aquejar a esa Bárbara inadaptada que todo lo tiene? El paraíso visto como cárcel, una trama centrada en sucesos empalmados en la cabeza delirante de una mujer aislada, en un exilio interior que en ella duró toda la vida y en muchas autoras cubanas parecería eternizarse. El epistolario de amor entre Bárbara, Enrique de Quesada y Pablo Cañas, publicado por Ediciones Aguilar, España, en 1951 y en Cuba por Letras Cubanas, 1993, devela en clave de prosa poética la misteriosa intimidad de Dulce María Loynaz, quien solo salió de su jardín tres décadas más tarde, para recibir en Madrid el Premio Cervantes de Literatura de 1992.
Por wendy Guerra

5.- BALÚN CANÁN (1957). ROSARIO CASTELLANOS


No es casualidad que Balún Canán haya sido reconocida por la crítica como una obra fundamental de la literatura latinoamericana, pues reúne todas las características que harían triunfar a otras novelas dentro de la corriente del boom latinoamericano. Sin embargo, publicada a finales de la década de los cincuenta, y además por una mujer, no corrió la misma suerte en el mercado editorial que las obras de García Márquez y Vargas Llosa. El hecho de haber debutado como poeta, y luego pasado a la narrativa con esta novela de tintes autobiográficos, le permitió a Rosario Castellanos crear una atmósfera colmada de metáforas, en la que confluyen elementos que no pierden vigencia: el poder, la muerte, la soledad, la culpa, entretejidos magistralmente con la cosmogonía indígena y los conflictos sociales, incluyendo el patriarcado. Balún Canán es una historia de opuestos: lo indígena y lo blanco, la infancia y la adultez, el sometimiento y la opresión, pero también es una historia de lo no dicho, lo silenciado, lo invisible, desde la protagonista misma, que a los ojos de los demás es “un grano de anís”. Creo firmemente que Balún Canán tiene mucha responsabilidad en que yo de niña haya comenzado a escribir historias. Porque leyéndola pude decir: “He conocido el viento”. Parte o no del boom, Rosario Castellanos logró con esta novela recuperar lo que en las primeras líneas el personaje de la nana refiere como despojo: “La palabra, que es el arca de la memoria”.

POR MARÍA EUGENIA RAMOS. HONDURAS. AUTORA DE UNA CIERTA NOSTALGIA

6.- LOS RECUERDOS DEL PORVENIR (1963). ELENA GARRO


Casada antes de cumplir la mayoría de edad con un poeta egocéntrico, Elena Garro padeció muchas inseguridades y con frecuencia destruyó sus manuscritos. Debemos a la hermana de la autora, quien la rescató de las llamas, la gran suerte de poder leer Los recuerdos del porvenir. Dentro de los temas más interesantes que aborda esta novela (junto con el abuso de poder, la circularidad de la historia, la lucha entre el pueblo y el Estado) está la situación de las mujeres. La novela retrata con minuciosidad la desigualdad de género y la violencia doméstica, los feminicidios y la violación como forma de reprimir y humillar a toda una comunidad. Isabel Moncada, la protagonista de esta historia, es una mujer inconforme, que toda su vida deseó haber nacido varón para poder ser libre como sus hermanos, estudiar, trabajar y no tener que casarse. Le interesaban el teatro, la política y las luchas sociales. Sin embargo, esos anhelos se vieron muy pronto truncados por las costumbres de su pueblo y los valores de su familia. Los personajes masculinos luchan por convertir a las mujeres en objetos de su propiedad, por controlar sus acciones y sus pensamientos, pero ellas constantemente se liberan del yugo, aunque eso les cueste la vida. Garro fue feminista antes de asumirse como tal. Debido también a su identificación con los marginales, durante muchos años se le atribuyó una supuesta locura y se la trató con un desprecio infinito. Los recuerdos del porvenir, junto con Pedro Páramo, es probablemente la mejor novela mexicana escrita en el siglo XX. Sin embargo, la historia de la literatura no ha dado aún a la obra de Elena Garro el reconocimiento que le corresponde. Su brillo seguirá emergiendo como lo ha hecho hasta ahora, paulatinamente.
POR GUADALUPE NETTEL. MÉXICO. AUTORA DE DESPUÉS DEL INVIERNO

7.-EISEJUAZ (1971). SARA GALLARDO




Eisejuaz (1971) es una novela escrita en estado de gracia. Sara Gallardo se instala en las fisuras del lenguaje para crear a Eisejuaz, uno de los personajes más enigmáticos e inolvidables de la literatura latinoamericana: un indio mataco (wichí) que escucha la voz de Dios en una lagartija y que renuncia a todo para seguir un llamado de consecuencias desastrosas para su comunidad. Es una novela fronteriza en más de un sentido: se sumerge en el paisaje del norte argentino y en el mundo indígena arrasado por el extractivismo, y evade los lugares comunes del regionalismo a través de la creación de una lengua fascinante y llena de alteraciones gramaticales (“No se comemos”, “nadie no me contestó”). Eisejuaz “barbariza” el cristianismo con su cosmovisión indígena en la que Dios tiene rostro animal; su yo es curiosamente descentrado y está compuesto por muchos otros, pues “un animal demasiado solitario se come a sí mismo”. Gallardo se inspiró en un viaje a Salta en 1967, al que partió buscando historias para su columna en un semanario. En un hotel de Embarcación —a un costado del río Bermejo— conoció al cacique wichí Lisandro Vega, con quien pasó horas conversando y que le sirvió de modelo para Eisejuaz. Resulta inexplicable que esta novela haya sido olvidada durante tantas décadas; afortunadamente, esa injusticia ha sido reparada en los últimos años a partir de la reedición de los libros de Gallardo y del renovado interés por su obra. Eisejuaz me impresionó de tal modo que fue el libro por el que me hice editora.
POR LILIANA COLANZI. BOLIVIA. AUTORA DE NUESTRO MUNDO MUERTO

8.-APELES DE PANDORA (1976). ROSARIO FERRÉ




Cuando la puertorriqueña Rosario Ferré escribió Papeles de Pandora, pensó un subtítulo provisional para la obra: Puta y señora. La primera edición de su obra, sin embargo, se quedó sin ese sonoro apellido al aparecer publicada en 1976 gracias a una editorial de México. Si lo pensamos bien, el subtítulo es lo de menos, la obra ya es transgresora de por sí en cuanto a fondo y forma. Aunque puede leerse como novela — una esencialmente sobre las hipocresías de la clase burguesa—, también es una antología de poemas, de cuentos o de relatos más extensos, escritos con desparpajo, con humor, con ira, y, hay que decirlo, con una lengua un poco cabrona. Quiero pensar que a Ferré no le importaría que yo la llame cabrona. A lo que me refiero es a su inteligencia: a su capacidad de burlarse de quienes a menudo machacan a las clases obreras, a su manera de señalar los comportamientos misóginos de la sociedad en la que creció, y también a su ritmo delirante a la hora de trabajar el lenguaje, rompiendo también el español, quizá en su gesto más transgresor. En España, por cierto, hemos tenido que esperar hasta 2018 para que una de las obras más interesantes de la literatura latinoamericana llegara a nuestras librerías de la mano de La Navaja Suiza. Diría eso de que “la espera ha valido la pena”, pero no quiero que nadie piense que la deliberada misoginia con la que se había ocultado a Ferré del canon merece ovación.
POR LUNA MIGUEL. ESPAÑA. AUTORA DE EL COLOQUIO DE LAS PERRAS
9.-NOCHES DE ADRENALINA (1981). CARMEN OLLÉ



Quizá inventara el existencial femenino (o feminista) a base de soltar ante el espejo abyecciones sobre sus orgasmos, sus vaciados uterinos y el movimiento de sus intestinos, mientras se empeñaba en retorcer la tradición, la vanguardia, la hegemonía, la norma sexual y moral, y en flagelar a un puñado de contemporáneos, teóricos del ser y la nada, para fundar una lengua maldita como se funda una habitación propia, o el nuevo mundo: “Algunos sufren su phatos lo acarician lubrican con él / ¿El amoniaco de los pañales no es la lírica del orín?”. Cuando un libro lo trasciende todo, lo transgrede todo, las que vendrán, las que leerán, se habrán salvado, por lo menos, de la trivialidad. Eso fue/es Noches de adrenalina (1981) para una generación de mujeres en Perú, la rebeldía de la desnudez absoluta, la posibilidad del discurso y del poder: “¿Por qué el psicoanálisis olvida el problema del ser o no ser gorda / pequeña / imberbe / velluda / transparente / raquítica / ojerosa…?”. La poeta sudaca Carmen Ollé había limpiado demasiado baños parisienses para cuando encontró que podía meter palabras como se mete la carne en una picadora. La carne era su cuerpo y en esa consciencia desmenuzada, en esa identidad naciente, brota la mística y la política del yo íntimo en su radical impureza. Como chutes de adrenalina, hormona y neurotransmisor que alerta del peligro, las noches de escritura son ejercicios indudables para la autodefensa. Porque en esos lugares donde “todo se confabula para que otros hablen de nuestro deseo”, ya no íbamos a ser más las “inválidas”, “presas fáciles” o “encantadoras hadas”. Estaba hace mucho declarada la guerra a las que se miran, a las que hablan de sí mismas, pero quedan todavía otros tantos campos minados por delante que solo podremos sortear con la adrenalina de Ollé recorriéndonos enteras.

POR GABRIELA WIENER. PERÚ. AUTORA DE DICEN DE MÍ}

10.-LA FRONTERA (1987). GLORIA ANZALDÚA




Amenudo se nos olvida que Latinoamérica empieza no en el río Bravo, sino por ahí donde los bosques de Nuevo Hampshire, y que Estados Unidos es en número de hablantes del español el segundo país del mundo; en él viven más de 60 millones de hispanoparlantes. La mayoría de esos hispanos son bilingües, y quizá trilingües, si consideramos la convergencia del español y del inglés como el principio quizá de una nueva derivación de la lengua. ¿A qué idioma pertenece la frase “Se frizó la wata” (Se congeló el agua) o las palabras clecha, chorra, hyna, güacha, yonka, safo? Sobre esa lengua y desde esa lengua escribe la poeta y ensayista chicana Gloria Anzaldúa, cuyo obra Borderlands / La frontera (1987, publicado en 2016 por Capitán Swing) es un libro poco leído en español, aunque mucho más rico y complejo que, por ejemplo, El laberinto de la soledad, de Octavio Paz, que habla también de la identidad híbrida de los mexicanos que viven “del otro lado”. Borderlands / La frontera es un ensayo híbrido, compuesto de pedacería: poemas, citas y una prosa a ratos llena de rabia, a ratos nostálgica, a ratos llena de humor.

POR VALERIA LUISELLI. MÉXICO. AUTORA DE DESIERTO SONORO

11.-VIVIR ENTRE LENGUAS (2016). SYLVIA MOLLOY



Qué es escribir si no esa disrupción de la experiencia, ese ir y venir entre lenguas, esos cortes en el tiempo. Qué es escribir si no ese dar cuenta musicalmente de la experiencia del destierro, de la experiencia de la infancia, de la experiencia del deseo. Molloy escribe ese sujeto imposible con esa identidad imposible que portamos todos como el saco de un condenado. Vivir entre lenguas, relato autobiográfico escrito no en español sino desde el español, no rinde culto al plurilingüismo, ni es condescendiente con los plurihablantes y el cosmopolitismo, este libro no adopta la pose que conviene al ojo de la época aunque parezca un libro muy contemporáneo. Vivir entre lenguas habita los desvíos lingüísticos, los efectos catastróficos y paliativos de quien vive varias lenguas a la vez desde la intimidad, porque escribir es siempre algo vergonzante (¿honteux diría Molloy?). Este libro y toda la obra de Molloy me parece fundamental porque da cuenta de la elección radical y definitiva que tiene que hacer todo escritor: en qué lengua va a escribir, allí donde hierve toda la verdad y toda la falsedad de la que es capaz, ahí donde sella su destino. Este libro, como si desarmara un piano en medio de una sonata para ver qué misterio hay ahí dentro, interroga cómo puede ser que algo como las palabras y los fonemas, cómo puede ser que las estructuras gramaticales y los neologismos nos permitan traer de nuevo a los muertos y tener otra vez siete años.
POR ARIANA HARWICZ. ARGENTINA. AUTORA DE DEGENERADO

12.-MARIANA ENRIQUEZ
Recomiendo Las cosas que perdimos en el fuego, de Mariana Enriquez, porque me parece la autora contemporánea más original y sólida. Mariana leyó todo lo que hay que leer para ser una maestra de ese género en el que se mueve con solvencia, pero que, en su caso, no es estrictamente el terror ni lo fantástico, sino el horror tan característico de esta parte del mundo que — llevado a un borde que a veces es imperceptible— desem­boca en un territorio que se le escapa al raciocinio y entonces se lo llama “sobrenatural”. En este libro hay historias, escenarios, personajes que puedo reconocer incluso cuando tocan ese borde difuso. Para mí Mariana es una escritora supremamente realista que se vale de un género y un lenguaje que domina a la perfección para hablar de temas que le son muy cercanos. Una de las virtudes que más respeto en un escritor es la de usar su oficio para dar cuenta del tiempo que transita, y Mariana hace eso fabulosamente. Sin atajos, sin exagerar, con sofisticación y simpleza nos habla de su tiempo, o mejor todavía: nos habla del estado mental de su tiempo. Por eso (y por tanto más) merece un lugar privilegiado en el canon de la literatura latinoamericana actual, y en el de cualquier otra literatura.
POR MARGARITA GARCÍA ROBAYO. COLOMBIA. AUTORA DE PRIMERA PERSONA

13.-MANDÍBULA (2018). MÓNICA OJEDA



Dice Brecht que “el que se ríe no ha escuchado todavía las terribles noticias”, y por eso en la novela Mandíbula, de Mónica Ojeda, nadie se ríe o, al menos, nadie lo hace sin mostrar dientes canallas que brillan de amenazas. Ojeda tiene colmillos en los ojos. No se explica de otro modo una forma de ver el mundo —y escribirlo— tan cargada de intimidación. Los personajes de Mandíbula, larvas violentas de mujeres violentas, tienen una capacidad de espeluznar que radica precisamente en que son humanas y no monstruos (ah, el monstruo humano, señor de las criaturas dañadas y dañinas). Ojeda tiene colmillos en las manos. No se explica de otro modo que agarre a dentelladas lo más terrorífico de la poesía: la sugerencia, bruma blanca que esconde todas las perversidades, y lo mezcle con una narrativa que, de Mary Shelley a Lovecraft, pasando por Mariana Enríquez y Stephen King, ya ha demostrado que apuñala donde hay que apuñalar. Lo que se entrevé da más miedo que lo que se ve y las fronteras siempre son más espeluznantes que los centros. Ojeda tiene colmillos en la boca y los usa con brillantez. Roe poco a poco para que no nos demos cuenta de que de la epidermis ya pasó al músculo y ha llegado al hueso, al tuétano del hueso, a lo blando de lo impenetrable: su historia de jovencitas de un colegio de élite haciendo y haciéndose daño en honor al Dios Blanco marca la carne como un mordisco. Ese culto que inventan las niñas, digo, y que termina siendo terror sadomasoquista (secuestro a profesora incluido, guiño a Misery), pasará a la historia de la literatura latinoamericana como una de sus mejores novelas de terror.

POR MARÍA FERNANDA AMPUERO. ECUADOR. AUTORA DE PELEA DE GALLOS

lunes, 14 de octubre de 2019

EL PREMIO NOBEL DE LITERATURA



Este año se concedieron realmente dos premios: El del 2018, que se había aplazado por problemas en la academia sueca, a la escritora polaca Olga Tocarczuk y el otro, al escritor austriaco Peter Handke. El nobel sigue siendo el premio literario más importante del mundo y es un hecho que sus repercusiones favorecen mucho a la literatura y al autor premiado, después de su asignación se dan infinidad de discusiones y hay una reverberación favorable alrededor de la obra del elegido.
Hace tres meses estoy leyendo un texto de Peter Handke, comprado en el usado, denominado “Lento en la sombra”, son ensayos sobre literatura, arte y cine. El prólogo escrito por Matías Serra Bradford trae una cita del autor que lo define a cabalidad: “He sido siempre un escritor íntimo-es otra manera de decir, un escritor de lo mínimo de lo más preciso-consagrado a lo visible, que se somete al rigor de una mirada compasiva”. Nos dice el autor del prólogo: Un escritor dedicado a la exploración de un yo serpenteante, replegado en la exactitud misericordiosa con que transcribe las cosas que duran poco más que unos momentos.
He leído desde hace mucho sus ensayos, junto a Pietro Cítate, Said, Harold Bloom y George Steiner, hace parte de aquellos autores de culto, verdaderos guías, además de tener una obra novelística y poética que habla por sí misma de sus capacidades como narrador y poeta. Otro caso es la Handke lector. Nos referimos a El peso del mundo”, “Fantasías de la repetición”, “Historia del lápiz”, “Ayer en camino”. Dice. Yo sólo ojeo un libro y me adentro en él, me alegro con él, y mi guio por él, y pongo en juegos ojos y oídos…cuando las oraciones son guiadas por el sol, no refiero a algo positivo o algo semejante; cuando están presentes esa nostalgia y esa energía para un proyecto.  “El lector es un rey”.
Mantener la distancia cuando escribe es la clave.  Handke acumuló con sus apuntes una obra crítica importante. Este autor nunca oculta sus dificultades, lo difícil que le es acercarse a un autor, comprenderlo, siempre nos cuenta la forma como va abarcando una obra. En todo caso sus textos críticos son lúcidos y profundos, su lectura hace parte integral de su obra novelística.
Siempre he admirado la relación intensa y misteriosa de este autor con la obra de Kafka.  Dice: “Franz Kafka fue para mí, en el transcurso de toda mi vida como escritor, oración por oración, una guía; pero con toda la voluntad por decir aquí algo sobre él, no logro traer con el pensamiento a la célebre persona- escritor en forma premeditada-ordenada, mientras que en la fantasía involuntaria y extraordinaria,  su contorno anónimo vuelve a cobrar vida una y otra vez, como un pintor,  de casas que pinta las paredes de al lado, como un conductor de grúas en una cabina amarilla, como un colegial sentado al costado del camino. Sí Kafka ha tornado perceptible a esta gente sin nombre a través del lenguaje amoroso y ahora se mueve con ellos exigiendo atención, para todo el futuro: Cómo solo charles Chaplin en nuestro siglo, FK ese artista tan especial, se deshizo del tiempo de su propia figura y aparece cada vez como Franz K…. Esa figura de toda la humanidad, al que confiera a cada miembro de las masas aparentemente errantes y dispersas en una forma, es a que solo entonces le permite sentirse y pensarse”.  Su libro, es “El proceso”.
Uno espera que un autor cono Steiner reciba el premio nobel. La academia sueca que dio un giro cono Bob Dylan, no lo ha hecho, con ensayistas de este calibre. Creo que con Peter Handke se cumple un poco este propósito. Dos poemas:


EL LÍMITE DE LAS PALABRAS I

 La palabra “periferia”: el límite de la ciudad
 La palabra “pendiente”: el límite de la montaña
 La palabra “zanja”: el límite del sembrado
 La palabra “mancha”: el límite de la limpieza
 La palabra “linde”: el límite del campo
La palabra “acera”: el límite de la calle
 La palabra “esquela”: el límite de la tristeza

COMPARACIONES

No debemos descartar por anticipado
que el vigilante del parking pueda ser tan infeliz
como el cantante de moda,
el profesor de academia
y el gobernante:
pero, por regla general,
el cantante de moda es más infeliz que el vigilante del
parking, y el profesor de academia es más infeliz que el cantante de
moda;
y la probabilidad
de que el gobernante sea el más infeliz de todos
raya generalmente en la certeza.
Igualmente
no debe descartarse totalmente
que la camisa de los domingos del agricultor tenga manga corta,
al igual que la camisa de diario del sheriff de Misisipi,
la camisa para el tiempo libre del ciudadano de Rodesia
y la camisa que se pone al salir del trabajo el asesino de un
linchamiento,
pero parece seguro
que la camisa de diario del sheriff tendrá las mangas más cortas que la
camisa de domingo del agricultor,
y que la camisa para el tiempo libre del ciudadano de
Rodesia tendrá las mangas más cortas
que la camisa de diario del sheriff
y es indiscutible
que la camisa que se pone al salir del trabajo el asesino de
un linchamiento tiene las mangas más cortas de todas.
E, igualmente,
el color de los buzones de la oficina de correos es amarillo,
al igual que los buzones de la central lechera,
el color de los buzones de la Landstrasse el domingo por la tarde
y el color de los buzones en las películas de Hitchcock:
pero
en novecientos noventa y nueve casos de cada mil,
los buzones de la central lechera son más amarillos que los buzones de
la oficina de correos,
y los buzones de la Landstrasse los domingos por la tarde
son más amarillos que los buzones de la central lechera,
y en el mil por mil de los casos, los buzones de las películas de
Hitchcock tienen el amarillo más chillón de todos.
Y, finalmente,
sin duda los guías turísticos pueden tener buena voluntad,
pero
los vigilantes de un estadio de fútbol tienen, ciertamente, mejor
voluntad que los guías turísticos,
y las partes contratantes tienen mejor voluntad que los guías turísticos,
y los pecadores arrepentidos tienen, a pesar de todo, mejor voluntad
que las partes contratantes,
y todos los muertos tenían, al menos, mejor voluntad que cualquier
pecador arrepentido;
pero aquel que ansía el poder tiene, indudablemente, la mejor voluntad
de todas.



La literatura polaca es un verdadero universo, con autores de una valía incuestionable, afortunamente con mucho reconocimiento tanto por la crítica Europa como la Hispanoamérica, de antemano está descontado que son muchos sus lectores. La academia sueca expresó: Tokarczuk, nacida en 1962 y que figuraba como favorita al Nobel, recibirá el premio en reconocimiento a la "imaginación narrativa que con pasión enciclopédica representa el cruce de fronteras como una forma de vida. Su obra es, excelente ejemplo de la nueva literatura polaca después de 1989. “La ganadora del premio Nobel de Literatura 2018, es "la mejor representante del realismo mágico polaco", afirma Abel Murcia, el traductor al español de uno de sus libros (solo dos han sido traducidos), quien dice de esta autora "poliédrica" que "domina como nadie el relato corto".
“Hay una parte de Tokarczuk que se puede catalogar sin dudas como realismo mágico, por ejemplo, en la obra 'En un lugar llamado antaño' (1996), un realismo mágico eslavo, centroeuropeo, polaco, que bebería directamente de las fuentes de 'Cien años de soledad'", de García Márquez, aseguró Murcia, que es director del Instituto Cervantes de Varsovia.
La novela “Ara a través de los difuntos”, llevada al cine, es un ejemplo también de ello. “En esta novela se crea un universo similar al de García Márquez, con una historia que se desarrolla en una aldea mítica supuestamente ubicada en el centro de Polonia, un microcosmos en el que, en menor escala, se pueden observar las leyes que rigen el universo. Anagrama acaba de publicar “Los errantes”.
Nos falta tiempo para abarcar el universo infinito en materia de literatura. Los húngaros igualmente están marcando con novelistas, poetas y ensayistas de mucha calidad, para hablar de otro país que nos está dando muchas sorpresas.
El premio nobel siempre es una incitación a la lectura. Este año más que nunca.
ADDENDA: Cierto sector de la crítica se le vino encima a la academia sueca por la asignación del nobel a Handke, su posición y en cierta forma aliniación con Milosevic, lo mismo a ciertos hechos en la antigua Yugoslavia, han generado mucha controversia.