La biblioteca personal se va volviendo con el tiempo en una presencia
remozada de nuestras predilecciones como lectores, es un reflejo del itinerario
de formación y encantamiento a lo largo de una vida donde los libros fueron y
serán la más grata compañía, es el testimonio de lecturas alucinantes que están
a la espera para volver algún día a darnos el placer de aquel primer encuentro.
Recorro lentamente mi biblioteca, los estantes desordenados, voy bajando libros
para abrirlos y por gracia de la lectura de un párrafo, vuelvo a retroceder muchos años, a
sentir cierta complicidad con un autor que no abordaba, en todo caso, está ahí,
disponible, esperando que vuelva por sus
páginas, al hacerlo se me vienen muchas sensaciones, sin ninguna pretensión
crítica, constituyen más bien huellas inenarrables de una experiencia que me
marcó en el pasado. Recuerdo en principio como llegue al autor, lo que
significó para mí, trató de revivir el momento de su lectura y sobre todo lo
que dejó el texto en mi memoria y lo que aún produce. Hay libros que parecen
sagrados desde la perspectiva personal. El círculo de lectores publicaba en el
año 75 del siglo pasado clásicos latinoamericanos. Eran obras completas que trimestralmente
entregaba a sus lectores. Tendría quince
años y con mucho esfuerzo, alcahueteado por mi madre, los compraba y los leía
de cabo a rabo. Ahí me encontré con Onetti, con Borges, con Cortázar, con
Fuentes, con García Marquez. Nadie me había dicho quienes eran estos señores y yo
en una adolescencia precoz los leía simplemente por que llegaban por esos avatares
del destino a mis manos. Desde el principio,
pese a que no entendía muchas cosas, Borges me produjo una alucinación de la
que aun no despierto. Era consciente en mi ingenuidad de su enciclopedismo, de una sabiduría aplicada a unos relatos como si fueran simples piezas de un
rompecabezas ficcional infinito y sin barrera alguna. Las memorables citas y sus articulaciones
con el relato me encantaban. En esta navidad he tomado todos los libros de
Borges, incluyendo aquel tomo. Leo uno que otro relato, algún ensayo, la
conferencia sobre los libros del texto: “Borges oral”……..por esa vía recuerdo mi
casa en mi adolescencia, mi pequeña habitación, la biblioteca que lentamente le iba robando espacio a la ropa y se fue
tomando cada centímetro implacablemente. Descubrir ese otro mundo fue una experiencia de la que aún no me repongo. Cuando leí a Gabo, “En
este pueblo no hay ladrones”, ese hermoso cuento, quede impertérrito….ni hablar
de “Cien años de Soledad”. Pero nada es igual a lo que me produjo el libro “Los
miserables” de Víctor Hugo. Mi vida cambió totalmente. La ficción que es una
transposición estética de la realidad dejó de ser un pasa-tiempo para ser parte
ineludible de mi existencia, una razón de ser, una manera de comprenderme y
comprender al ser humano y al mundo a través de estas hermosas historias. El ensayo de la
noche a la mañana se convirtió en una lectura prevalente, de todo mi gusto; la historia, la filosofía. Mi padre
compró los clásicos Grolier y en estos tomos me encontré con Aristóteles, Platón,
Dostoievski, Cicerón, una antología excelente de poesía hispanoamericana, Chejov…con
estudios preliminares de Alfonso Reyes, Germán Arciniegas, de Martínez Estrada…un
bocado de cardenal insuperable, 20 tomos que he tratado de adquirir lentamente
y que me abstraen totalmente cuando vuelvo a ellos. Quien lee ahora a Wladislae
Reymont, nobel polaco que publicó hace muchos años la novela “Los campesinos”, a
Larra, Baroja, Tomas Carrasquilla……tal vez no quiere hablar de los libros más leídos
este año, ni de los más vendidos, pese a que siempre se publican excelentes textos……..…he
querido disfrutar mi biblioteca…Camus, Savater “Panfleto contra todo”, los cuentos
de Tolstoi, las antologías de cuentos policíacos, Cortázar, uno que otro Best
seller……..Recorro mi apartamento atestado de libros y pienso en el destino que tendrán
cuando me muera……..Hoy, al lado de mis adorables hijos, son mi mejor compañía…..Mi
hija mayor me preguntó: ¿Papa qué te regalo en esta navidad: Pensé…lo mejor…un
buen libro.
sábado, 16 de diciembre de 2017
jueves, 14 de diciembre de 2017
ROGELIO ECHAVARRÍA
Se confirma la crisis de la poesía, la muerte de este gran
poeta Colombiano no ha suscitado los homenajes acordes a una obra importante,
remozada, de una calidad indiscutible:
El transeúnte
Todas las
calles que conozco
son un largo monólogo mío
llenas de gentes como árboles
son un largo monólogo mío
llenas de gentes como árboles
batidos por
oscura batahola.
O si el sol florece en los balcones
y siembra su calor en el polvo movedizo
las gentes que hallo son simples piedras
O si el sol florece en los balcones
y siembra su calor en el polvo movedizo
las gentes que hallo son simples piedras
que no sé
por qué viven rodando.
Bajo sus ojos que me miran hostiles
como si yo fuera enemigo de todos
no puedo descubrir una conciencia libre
de criminal o de artista
pero sé que todos luchan solos
por lo que buscan todos juntos
son un largo gemido
todas las calles que conozco.
Bajo sus ojos que me miran hostiles
como si yo fuera enemigo de todos
no puedo descubrir una conciencia libre
de criminal o de artista
pero sé que todos luchan solos
por lo que buscan todos juntos
son un largo gemido
todas las calles que conozco.
Fue un periodista de carrera, un hombre culto, sin
arrogancias, la soledad de la capital, como alguna vez lo dijo en una de tantas
entrevista, lo llevó a escribir poesía, con los años se convertirían en los
versos de:” El transeúnte”. Nació en Santa Rosa de Osos, igual que Porfirio
Barba Jacob su mayor influencia. La muerte fue su obsesión, le compuso a esta inexorable
presencia, a esa silenciosa compañía, lloraba cuando leía a Epifanio Mejía, a
Zaid. Su labor crítica es de suma importancia, las antologías de la poesía
colombiana suyas son memorables, didácticas y constituyen una verdadera guía de la
geografía poética nuestra. “Se le asoció en un principio con el grupo
literario "Cuadernícolas" y más tarde con la generación de
"Mito". No obstante, su obra permanece casi insular dada su
sencillez, brevedad y hondura existencial”.
La Muerte me coge el pie,
yo la cojo del cabello;
si se queda con mi pie,
me quedo con su cabeza.
La Muerte me coge un brazo,
yo la agarro con el otro;
cuando amanezca estaremos
dando vueltas en redondo.
Un prologo al transeúnte expresaba con sabiduría sobre
su poesía: “En la poesía de Rogelio Echavarría hay humor. Ligereza de baile y
música, juego verbal. Un humor tenue, que podríamos llamar metafísico. Como en
esta "Biografía":
Ayer, sueño.
Hoy, recuerdo.
¿Cuándo realidad?
Se nos ha ido un cultor de la buena poesía, un
estudioso, un divulgador y un gran ser. No lo digo yo, lo dicen sus amigos.
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