martes, 23 de julio de 2019

LA CRITICA EN COLOMBIA 2


Hace poco en una entrevista encontrada en la red, a una pregunta puntual al escritor Mario Mendoza sobre qué pensaba de la crítica colombiana, respondió con una decepción total, en este país, se reseña, pero hay muy pocos críticos, muchos de ellos sin haber leído la novela completa, se atreven a comentarla.  La cita no es textual. Me he puesto a mirar sí este país tiene un crítico de la altura de Pietro Cítate, para dar un ejemplo y la verdad que no lo he encontrado. Nos falta rigor.
La crítica debe por empezar a asumir su trabajo con la seriedad y responsabilidad que esta labor implica. En la última crítica del texto de Santiago Gamboa, algunos lectores de mi blog señalaban que era muy extensa. Pienso que no solo debemos reseñar y contextualizar los aspectos relevantes de la novela que estamos comentando, argumento, personajes, la sensación que produjo en nuestra lectura, siempre desde una perspectiva estética, sino además relevar cual ha sido la evolución del autor, lo que implica conocer su obra. 
Esto no impide que hablemos de un texto en particular, sin haber leído la obra total del autor, casi siempre pasa, hay escritores que por alguna razón no hemos conocido, todos los días aparecen nuevos escritores o libros aclamados que nos suscitan mucha curiosidad, lo que implica que hablaremos sólo del texto en mención en nuestra lectura, imposible abarcar más.
En un hermoso texto donde se recopilan ensayos sobre literatura, arte y cine de Peter Handke en el prólogo escrito por Matías Serra Bradfor expresaba algo que viene al caso: Peter Handke y sus ensayo y textos ocasionales proponen una manera menos convencional de acercarse a la intimidad de un escritor y a su modo de crear intimidad, en este caso a través de los otros. Una parte central de esa privacidad son sus obras como lector.  (O espectador de cine, o aficionado al arte, arte y cine que el medita como lector)  y la lectura se ha constituido, de paso, en la tradición de lo visible e invisible”.
Para el caso, partiendo del lector anodino que soy, sin cartones, más bien desconocido, solo me debo a mis lecturas y a la impresión que me producen, la crítica es un ejercicio constante que muchas veces justifica mi vida, ejercicio doble, el del escritor y el lector, buscan descifrar la naturaleza humana a través de los prodigios que brinda la lectura, experiencia paralela entre ficción y la realidad. Cuando trató de hacer crítica trato de hacerla con el mayor rigor.
Julio Cesar Londoño excelente cuentista y ensayista colombiano, hablando de la crítica colombiana, en un artículo del espectador expresaba: “ Algunos piensan que la historia de la crítica en Colombia tiene tres hitos cosmopolitas: que empieza con esa catedral de la lengua que Rufino José Cuervo erigió en París (El diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana), se vuelve sofisticada y mundana en Buenos Aires con Baldomero Sanín Cano (Divagaciones filológicas) y toma la forma de una sinfonía babilónica en siete idiomas en México D. F. a través de la bífida lengua de Fernando Vallejo (Logoi).”
Pienso que por mucho tiempo, recibimos mucha influencia de buena crítica de España y Francia. Después con el nacimiento de las grandes tendencias, el funcionalismo, el estructuralismo y la literatura del ensayo en Francia. Con  la revista Mito apareció una crítica de mucho calado, la que incorporó el que-hacer de la crítica y la conexión de nuestra literatura con la grandes corrientes de occidente. Colombia tiene periodos y personajes muy marcados: Eduardo Zalamea, Hernando Tellez, Alvaro Mutis, cobo borda, para nombrar tan solo algunos. Londoño en la misma columna aclara: “Yo creo que el ensayo literario empieza en serio a principios del XIX con Luis Tejada; con El humo, La nariz, La cola, El traje del hombre débil, Biografía de la corbata, La canción de la bala… son piezas brevísimas publicadas primero como columnas de periódico y compiladas luego bajo el rótulo de “crónicas” porque nadie sabía cómo llamarlas”.
Londoño cita dos autores fundamentales, el primero Valencia Goelkel y el otro R. H. Moreno-Durán, quien realizó esta labor desde el Magazín dominical del” Espectador”.  Volver a leerlos es un ejercicio muy grato.
Pablo Montoya fue más contundente al respecto: “"No hay crítica literaria en Colombia".  Enfatizo: “"Hay una gran influencia y un mercadeo literario que me parece que incide mucho en los gustos de los lectores. De tal manera, los lectores quieren un cierto tipo de literatura que está encajonada en lo que los grandes consorcios proponen". Una cosa es lo que proponen la editoriales y otra la función de la crítica como guía para los lectores.
Hay una crítica que se hace en Colombia de mucho rigor y seriedad, los trabajos publicados por la academia. Hablando de Mario Mendoza, encontré un trabajo llamado: “La Poética de Mario Mendoza: Percepciones y Narrativas de la Ciudad Moderna”, de autoría de Juan David Avendaño Amaya. Mario Armando Valencia, un filósofo de Manizales a escrito sendos trabajos sobre literatura urbana. Hay un trabajo suyo llamado “colonialidad y mimesis, arqueología y critica de la representación occidental de la naturaleza”, que definitivamente aconsejo leer a mis lectores.  Estos ensayos por fuera de la academia no tienen la resonancia que amerita y deberían.
Podría concluir uno diciendo que no hay crítica literaria seria en los medios corrientes de comunicación, que ella está por fuera de estos medios, además de la academia, en los autodidactas y con contadas excepciones en trabajos publicados por algunos escritores profesionales: William Ospina, German Espinosa en su época…en fin.   
La prensa debería ser más acuciosa al respecto. De hecho el periódico " El tiempo" nos sorprende de vez en vez con alguna crónicas sobre escritores u obras extraordinarias. La revista Arcadia del Grupo Semana igualmente una labor encomiable y de igual manera la revista "Malpensante". Cobo Borda, Pardo, Londoño, Fernando Vallejo, Pablo Montoya constituyen buena parte de la critica de este país. Aún nos falta, pero es un hecho que en colombia estamos lejos de ser buenos lectores y es emblemática la ausencia de una crítica rigurosa.