lunes, 27 de enero de 2025

AUN LATE EN NUESTROS CORAZONES LA PRESENCIA DE MORGAN

Escribir no es contar los recuerdos, los viajes, los amores y los lutos, los sueños y las fantasías propios. Sucede lo mismo cuando se peca por exceso de realidad, o de imaginación. Lo había leído en un texto de Deleuze y ahora se me aparece en forma de culpa como si todo lo que hubiésemos vivido se trasfigurara en ella. Los señores de la élite del barrio los Alcazares de Medellín hablaban de la decadencia del parque, mucho más, después de la muerte trágica de Morgan y el parche inesperado de siempre, un grupo de señores sin el menor discurso, sin títulos, poco elegantes y quienes se sentaban desde las ocho de la mañana a beber, sin-razones, o más bien: Ya la vida vale poco, pareciera que todo está consumado y, ellos se cansaron de jalarle a la sociedad de consumo, no les importa el que dirán; los hijos crecidos, la mayoría profesionales, poco les importan y ahora nadie pensaba en eso que tanto protege el estado, la familia, solo un mar de hipocresías que pocos aguantan.

Despojados de todo, sin ninguna intención de posar como triunfadores en una sociedad donde ganar a cualquier precio es lo único que vale, pensé en el viejo Morgan, en esos pies torcidos que manejaba con una inteligencia absoluta, en su gracia y esa manera incansable de servir. Cuando al jugador de nacional Sergio Jaramillo, el infatigable amigo que nunca faltaba al parque, entrañable como el viejo Gustavo Botero, otro Crack, de súbito,  le dio una trombosis que lo dejó paralizado, muerto en vida.  Morgan dijo al respecto: "Nos iremos yendo en medio de pequeños eventos trágico entre pescol, chorro y cerveza y todo será igual.

Ayer fui al parque y sentí la ausencia  del viejo Morgan. Salía de su cambuche, primero a San Javier muy a las cuatro de la mañana, a la palestra propiamente; llegaba al parque de los alcázares  muy temprano, a eso de las 6 de la mañana. Al mismo sitió donde disertamos con algunos amigos connotados, sobre la novela francesa del siglo XIX, la filosofía de la posmodernidad un poco etérea, las presiones de la empresa moderna  que vuelven a sus empleados como locos con metas incansables. En el mismo sitio donde escuchamos música clásica, boleros, baladas y rap. Alguien le fue dando un estatus a este parque que lo mató sin compasión. Ya no importa si llega Orlando, Mario, Sebas, Wey, Simon o Omar, todos son sobrevivientes de una sociedad que los presiona y la apariencia los carcome, como a todos;  pues vale más la fotocopia que el original y el único que atendió a esta sentencia, el único original lo mato una moto en una borrachera la hijueputa. Amanecerá y veremos.