La
relación de Andrés con el cine era total, pienso que desde esta abordó todo el
mundo estético que le conocemos, la literatura, su papel como crítico, su actitud
como lector, su relación con Cali, tan especial y emblemática; el mundo de
amigos, escasos pero a los que se ligó en proyectos inimaginables, como el
cineclub, para sólo citar un ejemplo. Se cumple un aniversario más de su muerte, continua
siendo estudiado con mucho juicio, tanto por la academia como por autores
independientes en todo el mundo, es un escritor de culto, que parece ascender con el tiempo, en cada mirada que hacemos nos sorprende de sobremanera, como sí se renovara, tal vez sea por la calidad y obsesión con que asumió todo
lo que hizo y definitivamente por la huella de una obra que confirma cada uno
de sus elogios, simplemente quisiera hablar de un tópico, el cine, desde la
perspectiva de un admirador más, sin pretensiones críticas.
La
vida de Andrés hace parte de su obra, cuando uno se sienta a escrutarla en la
infinidad de trabajos publicados e ineditos, en las entrevistas a sus amigos, en los documentales, en las entrevistas hechas a su hermana, quien se ha dedicado preservar su obra y
memoria, en su extensa correspondencia, confirma que siempre se preocupó por dejar un rastro indeleble
de todo lo que hizo, como parte del plan inmodificable que tenía para su vida, anticipándose a todo lo que pasaría con su obra. Para nadie es un descubrimiento su obsesión
con el cine, más bien es imposible hablar de Andrés sin referirse a este tópico
tan importante. Sandro Romero Rey, uno de los estudiosos más rigurosos de su
obra en su texto empieza con una obertura que me parece ineludible: “El 4 de
marzo de 1977, Andrés Caicedo Estela se quedó dormido para siempre sobre su
máquina de escribir. Se había tomado una sobredosis de somníferos, y ponía fin
a sus días, tras una discusión definitiva con su amiga Patricia Restrepo.
Treinta años después, el 3 de febrero de 2007, el director de cine Carlos
Mayolo, compañero de cinefilia y con quien había dirigido la película inacabada
Angelita y Miguel Angel, moría de un infarto en su apartamento en Bogotá. La
muerte abre y cierra los ciclos. Inaugura y acaba generaciones, inicia y
concluye capítulos. Los que quedamos, los testigos, tratamos de darle una razón
y una explicación a lo inevitable. Pero la muerte siempre termina triunfando”. Su
obra parece refutar este hecho, Andrés sabía que su obra está por encima de eso
que llamamos existencia, perdura. Sandro Romero, quien prologa su texto: “Ojo
al cine” escribe: En los años setenta nació en Cali uno de los cinclubes de
mayor importancia a nivel nacional, no sólo por su trabajo sistemático y develador,
sino por la obsesiva fascinación temática que envolvía a sus miembros. El cine
club de Cali fue fundado por un jovencito lewisiano y gruesas gafas llamado Andrés
Caicedo el 29 de Setiembre de 1951 y muerto por sus propios medios el 4 de
Marzo de 1977. Durante 25 años, Andrés no paso un solo minuto de su vida sin
dejar pensar en el cine”[1].
Su trabajo es tomado de sus columnas en la ciudad de Cali, bajo el titulo “Cine
y filo” y luego “Ojo al cine”, los folletos entregados en el teatro San
Fernando de Cali los sábados.
Se
les llamó el Grupo de Cali. “Con esta apelación se ha denominado un movimiento
cinematográficoliterario nacido en la ciudad de Cali en los años setenta y que
sin manifiesto alguno desarrolló un trabajo colectivo: La denominación fue
necesaria para referirse a la trascendencia que iban adquiriendo las obras y
andanzas de unos pocos buenos amigos caleños: Andrés Caicedo, Carlos Mayolo y
Luis Ospina, inicialmente [...] Iconoclastas, intelectuales, adolescentes
perpetuos, cinéfilos obsesivos, influidos por el pensamiento y las utopías de
la década del sesenta (la Revolución Cubana, Mayo del 68, ‘Sex, Drugs and Rock
& Roll’, viviendo en el ojo de huracán de las convulsiones contemporáneas,
pero perdidos, como todos, en una esquina del Tercer Mundo. Ospina y Mayolo
empiezan a hacer un cine que corresponde a las inquietudes políticas de la
época (Hoyos, 1994: 169)”[1]. “Luego de su muerte voluntaria, un grupo de amigos y
familiares comenzó la tarea de recoger y organizar todo el material inédito que
Caicedo había escrito. Como fruto de este trabajo surgió la colección de
cuentos recogida bajo el titulo "Destinitos fatales", otra con el nombre de "Angelitos Empantanados"; así
mismo algunas piezas teatrales agrupadas con el título de "Teatro". "Ojo al cine",
libro que contiene todos los textos sobre cine que Caicedo publicó en vida”, responde
a su desmesura y precocidad de cinefago,
que “forjó una cantidad considerable de obsesivos espectadores caleños” y que
hoy lo ha convertido en un autor de culto, que nos sigue sorprendiendo todos
los días". Este libro refleja la precocidad y el conocimiento sobre el séptimo arte de una inconmesurable importancia, hay que leerlo para confirmar tan catégorica afirmación y comprender lo cierto de la misma.
Sus columnas de cine son a la vez un pretexto para hacer buena
literatura, en ellas va develando su mundo, sus tics literarios, aquellos
aspectos autobiográficos que iba incorporando de manera encubierta en sus
textos, todos articulados al film que reseñaba, en un ejercicio constante y
cada vez más serio, iba aprendiendo la técnica poco a poco, divulgaba el mundo del cine con sus
infinitas variables e historia, papel que nunca le impidió comentar
desde una perspectiva muy personal, con eso que llamamos, ojo crítico, todo lo que pasaba alrededor del séptimo arte en su complejidad, siempre con un carácter didáctico tendiente a incorporar a la ciudad en este mundo.
Edwin
Carvajal en trabajo publicado en red afirma con mucha lucidez sobre el texto “Ojo
al cine” que contiene toda su obra sobre el cine: “Un mérito que se le concede
al texto es la presentación que hacen los compiladores. Al inicio de cada
capítulo, se traen historias y anécdotas que antecedieron la creación de los
artículos, así como la motivación que Caicedo manifestaba por algunos géneros
en particular en el cine o por determinados detalles en la proyección de las
películas. Igualmente es valioso el índice analítico al final del texto como
una ayuda para los lectores que desean buscar desde el título de una película
hasta el nombre de actores, actrices o directores de la época”[1]. Esta relación con el cine, fundamental, de encuentros y des-encuentros, tiene una historia muy particular, en la proxima entrega la completaré para darle cierre a este pequeño aporte.
[1]
Edwin Carvajal. Sobre “Oojo al cine”
file:///C:/Users/ANA%20ISABEL/Documents/LITERATURA/Sobre%20ojo%20al%20cine.pdf
[1]
Joaquín Llorca. Cine, ciudad y arquitectura, apuntes metodológicos. El caso de
El grupo de Cali
[1]
Ojo al cine. Editorial Norma. Bibloteca Andres Caicedo. Prologo de Sandro Romero
Rey. Pag 17