Mientras lee escuche esta musica:
Hace dos días mi sobrino Camilo, de
una manera ingeniosa, me comunicó que su esposa estaba embarazada con una alegría
absoluta. El sentido de trascendencia se sobrepone a los sentimientos cruzados
por gracia de esta hermosa noticia. Significó que confluyen tres generaciones y
que el milagro de la vida suscita reflexiones profundas cuando nos toca de esta
manera.
Tengo cuatro sobrinos, Camilo e Iván
son hijos de Nayibe y Ruben, Sergio y Nicolás son hijos de mi hermano Edgar y
Patricia. Voy hablar de los dos primeros, ellos hoy, están felizmente casados y
puedo asegurar que han vivido a plenitud con la carga de alegrías y tristezas
que la vida suscita en un joven, con la arrogancia y el ímpetu que el despertar
a la vida y la juventud expresan.
Voy a escribir desde mi perspectiva y
experiencia. Mis sobrinos son personajes muy singulares. Hoy, son ya unos señores integrados completamente al sistema, productivos, siempre tenemos la tendencia
a verlos como niños, como si no crecieran.
Suelo recordarlos con una fidelidad
que asusta. Con unos uniformes escolares y unos maletines súper cargados camino
a su colegio. Camilo es el Mayor e Iván la cuba como decimos en Colombia. El
primero más callado, aplomado y con mucha seguridad aparente en lo que hace y
en lo que no debe hacer. Iván, asume más riesgos. También tengo vagos recuerdos jugando futbol, los domingos solíamos ir aun parque a echarnos el picado. Son hinchas penitentes e incondicionales del club los Millonarios de Bogotá y de la selección Colombia. Han ido a los dos últimos mundiales.
Han tenido una autonomía por fuera del
canon. La vida los obligó y ellos asumieron el reto con entereza. Tenían que atravesar
la ciudad, Bogotá, una capital insegura y caótica, en bus urbano, para llegar a
su colegio, muy pequeños. Vaya que aprendieron.
Cuando escogieron su carrera me di
cuenta con el tiempo que fue acertada de acuerdo al carácter de cada uno. Iván
es politólogo, más abierto, de conceptos generales, integrado a todo lo que
pasa en el país, diría más dialéctico. Camilo estudió contaduría, racional y
piso de realidad, cero engaños y por lo tanto es esencial la firmeza en sus
conceptos y sus decisiones. Estos sobrinos respondieron al ejemplo de sus
padres y a la educación impuesta con mucha sindéresis. Rubén y mi hermana son
santandereanos, una región de Colombia donde la gente tiene carácter. No hay
medias tintas. Sus hijos, rigurosos y responsables, en principio más relajados. Van
cumpliendo con la vida.
Cuando me senté a escribir esta
especie de memoria con una nostalgia amarga, se me vinieron ciertas
inquietudes. Asumo que en 20 años seremos un breve comentario apenas, lleno de
opacidad, elusivo. Mis nietos tendrán una idea vaga, oirán muy poco de
nosotros, como me ha pasado a mí con los abuelos, la huella permanece, pero se
va diluyendo. La vida es muy muy corta. La
foto del bebe, mis sobrinos, la niña que viene y los abuelos vivos son bálsamo. Recuerdo que antes, en todos los hogares había fotos de color sepia sobre
los abuelos y las sagas familiares en álbunes viejos y siempre guardados por la madre, eran como diamantes y nos sentabamos a verlos mientras ella nos iba contando las vicisitudes del pasado. Curiosamente cuando habían albunes ninguna
foto se perdía, ahora es imposible saber dónde están las fotos de la familia.
Camilo nació el 18 de octubre de
1986. Recuerdo que mi hermana vivía en un barrio totalmente opuesto a la clínica
y que teníamos que atravesar la ciudad para visitarla. El nacimiento de Camilo trajo
alegrías y develó realidades que cambiaría totalmente la vida de mi hermana.
Descubrió y confirmó las fragilidades de su corazón. En la luna de miel unos
años antes sintió los primeros síntomas y en la medida que se hacía exámenes se
fue develando la magnitud de su condición. Nayibe decidió amar su enfermedad,
enfrentarla y ser muy responsable con el tratamiento y el seguimiento de la
misma. Creo, sino me equivoco a la fecha tiene dos operaciones de corazón abierto,
lleva su marca pasos y consume más de ocho pastillas al día, con una alegría que
contamina y un amor inconmensurable por la vida. Esto quiere decir que sus
hijos y su esposo son la fuerza que le permite resistir todos los embates de la
vida.
De mi hermana y mis sobrinos recuerdo
los lugares importantes. El apartamento de la primero de mayo en el sur de
Bogotá. El matrimonio joven pagaba arriendo. El apartamento de Villas de
Granada, la primera propiedad y el actual de Metrópolis. Cada uno marca una etapa específica. Ruben
ha sido un excelente padre. Serio, responsable al extremo y honrado, en un país
de cafres. Sus hijos han tomado esa huella y su ADN responde a los mismos
criterios. Compartí con ellos dos años y fui testigo de la educación impartida
con la mano extendida pero el pulso firme. Vaya que hoy son premiados con unos
hijos buenos. De niños hay muchas anécdotas. Iván adoraba a la abuela, pero se enfrentaba
con un desparpajo encantador. Usted por qué usa esos pantalones, le decía.
Pienso que mis sobrinos han vivido momentos
tristes y muchos alegres. Curiosamente nunca les he visto tristes, que es una
manera de sentir la vida y de reconocernos sin dilaciones. De ellos tengo
presente sus alegrías y sus logros. Me da mucha satisfacción escribir para
ellos, reconocer el buen trato de Nayibe y el tacto para asumir las cosas, el
sigilo de sus actos. Ruben es buen
esposo, padre ejemplar y mejor ejemplo. La vida pasa y solo quedan momentos,
como gotas de agua, que se diluyen con prontitud. Estas fotografías son apenas
una resistencia al olvido. Mi madre Miryan que es una matrona de la vieja estirpe adora a sus nietos,
especialmente a Camilo y a Iván, pues ha compartido los últimos 27 años de su vida con
ellos.
Definitivamente la vida no es la que vivimos, dice
Gabo, sino la que recordamos. Prometo escribir sobre mis otros dos sobrinos que
tanto adoro e ir completando la historia familiar solo desde una perspectiva estética
y producto de mis ejercicios narrativos.
Ahora escuche este disco que es una buena síntesis de lo que debe ser nuestra actitud en la vida.