Entregaré
algunas preguntas que hace el autor de esta excelente obra y que constituyen
elucidaciones que son importantes para la literatura y que además incitan a
nuevas lecturas y escrutan rigurosamente sobre la condición del lector desde la
experiencia de un gran escritor. Aludiendo a experiencias de la mano de grandes
escritores, que primero fueron lectores codiciosos: “Kafka se ha referido en su
Diario a la propia extrañeza ante la escisión que acompaña el acto de leer:
«Mientras leía Beethoven y los enamorados me pasaban por la cabeza diversos pensamientos
que no guardaban la menor relación con la historia que estaba leyendo (pensé en
la cena, pensé en Lowy, que estaba esperándome), pero esos pensamientos no me
entorpecían la lectura que precisamente hoy ha sido muy pura. La vida no se
detiene, diría Kafka, solo se separa del que lee, sigue su curso. Hay cierto desajuste
que, paradójicamente, la lectura vendría a expresar. El lector inventado por
Borges se instala en ese espacio. Quiero decir, Borges inventa al lector como
héroe a partir del espacio que se abre entre la letra y la vida”. Que hacer frente al universo de textos a
disposición, ante la extensa y prolija publicación de obras y al poco tiempo
que disponemos, Piglia afirma: “La versión contemporánea de la pregunta «qué es
un lector» se instala allí. El lector ante el infinito y la proliferación. No
el lector que lee un libro, sino el lector perdido en una red de signos”.
El interrogante
planteado frente a la proliferación de textos lo resuelve con una cita de Borges:
“En ese universo saturado de libros, donde todo está escrito, solo se puede
releer, leer de otro modo. Por eso, una de las claves de ese lector inventado
por Borges es la libertad en el uso de los textos, la disposición a leer según
su interés y su necesidad. Cierta arbitrariedad, cierta inclinación deliberada
a leer mal, a leer fuera de lugar, a relacionar series imposibles. La marca de
esta autonomía absoluta del lector en Borges es el efecto de ficción que produce
la lectura”.
Es cierto, al
final el lector es el que selecciona, es su propio guía. De nuevo ante la
disyuntiva que encuentra ante la pregunta qué es un lector, recurre a Borges: “Quizá
la mayor enseñanza de Borges sea la certeza de que la ficción no depende solo
de quien la construye sino también de quien la lee. La ficción es también una
posición del intérprete. No todo es ficción (Borges no es Derrida, no es Paul
de Man), pero todo puede ser leído como ficción. Lo borgeano (si eso existe) es
la capacidad de leer todo como ficción y de creer en su poder. La ficción como
una teoría de la lectura. Podemos leer la filosofía como literatura fantástica,
dice Borges, es decir podemos convertirla en ficción por un desplazamiento y un
error deliberado, un efecto producido en el acto mismo de leer”.
También en el
acto leer aparece la otredad, el otro, el que mira a quien lee, la diatriba de
Sarmiento entre civilización o barbarie es pertinente, pregunta que se hace
Sancho en el Quijote.
Toma a
Melville como modelo para estudiar al lector-copista, Felice como lo vimos
anteriormente cumplió igual papel, Melville lo representa en este texto: “Bartleby,
de Melville, es la figura literaria más radical de este tipo de lector-copista,
lector-ayudante. El copista como héroe literario”. Hay una cita de Agamben a propósito
del “Lector copista” que es pertinente:
Como escribiente Bartleby pertenece a una constelación literaria cuya
estrella polar es Akakaij Akakievic («Allí, en aquella copia, se hallaba para
él contenido en cierto modo el mundo entero […] tenía preferencia por ciertas
letras y cuando llegaba a ellas perdía por completo la cabeza»); en su centro
se encuentran esos dos astros gemelos que son Bouvard y Pécuchet («esa gran
idea que ambos alimentaban en secreto… copiar») y en su otro extremo brillan
las luces blancas de Simon Tanner («“Soy escribiente”, tal es la única
identidad que reivindica») y del Príncipe Mishkin, capaz de reproducir sin
esfuerzo cualquier caligrafía. Más allá, como un breve séquito de asteroides,
los Secretarios de los tribunales kafkianos.
Piglia
adelante realiza una serie de citas y análisis sobre las mujeres copistas a lo
largo de la literatura. “Sofía Tolstoi podría ser el caso extremo y más
interesante. Antes que nada, porque ella escribe un diario (y también porque se
rebela: prefiere no hacerlo)”. Son
memorables, las veces que copia esta mujer las grandes obras de Tolstoi. Expresa
Piglia con lucidez citando algunos textos:
Y aparece
algo más secreto: “El lector como figura
femenina. En su libro sobre los orígenes de la lectura, Phrasikleia.
Anthropologie de la lecture en Grèce ancienne, Jesper Svenbro ha hecho notar la
asimilación del lector a una posición femenina en la tradición griega. La
pasividad estaría ligada a la imposibilidad del lector de discutir e interrogar
un texto escrito, a diferencia de lo que sucede en la oralidad. (Cortázar,
desde luego, cayó en la trampa con su idea del lector hembra opuesto al lector
macho en Rayuela). Una pasividad que —siguiendo un estereotipo que viene de
Freud— podríamos asimilar a una posición femenina. ¿Pasividad? No es el caso de
Sofía Tolstói. Y, en un sentido, tampoco el de Felice”.
“Bartleby o
la posición femenina. ¿Posición femenina? Bartleby y el rechazo tranquilo, la pasividad
ligada a una firmeza y a una negación cerrada. La pasividad estaría ligada a la
imposibilidad del lector de discutir e interrogar un texto escrito, a
diferencia de lo que sucede en la oralidad. (Cortázar, desde luego, cayó en la trampa
con su idea del lector hembra opuesto al lector macho en Rayuela). Una
pasividad que —siguiendo un estereotipo que viene de Freud— podríamos asimilar
a una posición femenina. ¿Pasividad? No es el caso de Sofía Tolstói. Y, en un
sentido, tampoco el de Felice. Bartleby o la posición femenina. ¿Posición
femenina? Bartleby y el rechazo tranquilo, la pasividad ligada a una firmeza y
a una negación cerrada”.
Este libro nos
entrega estereotipos de lectores, tomando a los escritores, a los textos
emblemáticos de la literatura, en todo Aquello que es implícito para el acto de
escribir, cuando se escribe siempre se espera que alguien nos lea y el lector
como consumidor final e interprete quien cumple un rol amplio, el objetivo de quien
escribe se cumple, cuando alguien lee lo escrito. Piglia estudia esta relación
desde muchos ámbitos, como se da en la novela policiaca, escribe sobre el
lector hostil, que va dejándonos un inventario lúcido del lector: “El letrado
como el lector que sabe descifrar los signos oscuros de la sociedad; el acto de
leer constituye al sujeto de la verdad”. Con respecto a la novela policiaca
escribe: “En resumen, la clave del género es la construcción de una figura
literaria nueva, que hemos visto nacer y que veremos transformarse: Dupin, el
detective privado, el gran lector, el hombre culto que entra en el mundo del
crimen. La prehistoria de la figura clásica del intelectual, su antecedente, y
a la vez el que define su historia paralela, invisible. En Dupin, en la figura
nueva del detective privado, aparece condensada y ficcionalizada la historia
del paso del hombre de letras al intelectual comprometido”.
Hay una disertación
amplia sobre la novela policiaca referida al tema. Invito al lector a leerla,
pues como dije al principio del texto, incita de antemano a otras lecturas.
Hay un aparte
del texto que Piglia lo denomina: “Ernesto Guevara, rastros de lectura”, empieza
magistralmente con esta afirmación: “El lector, entendido como descifrador,
como intérprete, ha sido muchas veces una sinécdoque o una alegoría del
intelectual. La figura del sujeto que lee forma parte de la construcción de la
figura del intelectual en el sentido moderno. No solo como letrado, sino como
alguien que se enfrenta con el mundo en una relación que en principio está
mediada por un tipo específico de saber. La lectura funciona como un modelo
general de construcción del sentido. La indecisión del intelectual es siempre
la incertidumbre de la interpretación, de las múltiples posibilidades de la
lectura. Hay una tensión entre el acto de leer y la acción política. Cierta
oposición implícita entre lectura y decisión, entre lectura y vida práctica.
Esa tensión entre la lectura y la experiencia, entre la lectura y la vida, está
muy presente en la historia que estamos intentando construir. Muchas veces lo
que se ha leído es el filtro que permite darle sentido a la experiencia; la
lectura es un espejo de la experiencia, la define, le da forma”.
Cuando
Guevara piensa que muere, alude a un personaje de Jack London, recurre a la
literatura, “Encuentra en el personaje de London el modelo de cómo se debe
morir. Se trata de un momento de gran condensación. No estamos lejos de don
Quijote, que busca en las ficciones que ha leído el modelo de la vida que
quiere vivir”. “es la lectura la que modela y transmite la experiencia, en soledad.
Si el narrador es el que transmite el sentido de lo vivido, el lector es el que
busca el sentido de la experiencia perdida”.
El lector en
busca del sentido desde la lectura. “En un sentido más general Lionel Gossman
se ha referido a la misma cuestión en Between History and Literature, cuando
señala que la lectura literaria ha sustituido a la enseñanza religiosa en la
construcción de una ética personal”.