miércoles, 28 de abril de 2021

EL ÚLTIMO LECTOR DE PIGLIA II

 


Entregaré algunas preguntas que hace el autor de esta excelente obra y que constituyen elucidaciones que son importantes para la literatura y que además incitan a nuevas lecturas y escrutan rigurosamente sobre la condición del lector desde la experiencia de un gran escritor. Aludiendo a experiencias de la mano de grandes escritores, que primero fueron lectores codiciosos: “Kafka se ha referido en su Diario a la propia extrañeza ante la escisión que acompaña el acto de leer: «Mientras leía Beethoven y los enamorados me pasaban por la cabeza diversos pensamientos que no guardaban la menor relación con la historia que estaba leyendo (pensé en la cena, pensé en Lowy, que estaba esperándome), pero esos pensamientos no me entorpecían la lectura que precisamente hoy ha sido muy pura. La vida no se detiene, diría Kafka, solo se separa del que lee, sigue su curso. Hay cierto desajuste que, paradójicamente, la lectura vendría a expresar. El lector inventado por Borges se instala en ese espacio. Quiero decir, Borges inventa al lector como héroe a partir del espacio que se abre entre la letra y la vida”.  Que hacer frente al universo de textos a disposición, ante la extensa y prolija publicación de obras y al poco tiempo que disponemos, Piglia afirma: “La versión contemporánea de la pregunta «qué es un lector» se instala allí. El lector ante el infinito y la proliferación. No el lector que lee un libro, sino el lector perdido en una red de signos”.

El interrogante planteado frente a la proliferación de textos lo resuelve con una cita de Borges: “En ese universo saturado de libros, donde todo está escrito, solo se puede releer, leer de otro modo. Por eso, una de las claves de ese lector inventado por Borges es la libertad en el uso de los textos, la disposición a leer según su interés y su necesidad. Cierta arbitrariedad, cierta inclinación deliberada a leer mal, a leer fuera de lugar, a relacionar series imposibles. La marca de esta autonomía absoluta del lector en Borges es el efecto de ficción que produce la lectura”.

Es cierto, al final el lector es el que selecciona, es su propio guía. De nuevo ante la disyuntiva que encuentra ante la pregunta qué es un lector, recurre a Borges: “Quizá la mayor enseñanza de Borges sea la certeza de que la ficción no depende solo de quien la construye sino también de quien la lee. La ficción es también una posición del intérprete. No todo es ficción (Borges no es Derrida, no es Paul de Man), pero todo puede ser leído como ficción. Lo borgeano (si eso existe) es la capacidad de leer todo como ficción y de creer en su poder. La ficción como una teoría de la lectura. Podemos leer la filosofía como literatura fantástica, dice Borges, es decir podemos convertirla en ficción por un desplazamiento y un error deliberado, un efecto producido en el acto mismo de leer”.

También en el acto leer aparece la otredad, el otro, el que mira a quien lee, la diatriba de Sarmiento entre civilización o barbarie es pertinente, pregunta que se hace Sancho en el Quijote.

Toma a Melville como modelo para estudiar al lector-copista, Felice como lo vimos anteriormente cumplió igual papel, Melville lo representa en este texto: “Bartleby, de Melville, es la figura literaria más radical de este tipo de lector-copista, lector-ayudante. El copista como héroe literario”. Hay una cita de Agamben a propósito del “Lector copista” que es pertinente:

Como escribiente Bartleby pertenece a una constelación literaria cuya estrella polar es Akakaij Akakievic («Allí, en aquella copia, se hallaba para él contenido en cierto modo el mundo entero […] tenía preferencia por ciertas letras y cuando llegaba a ellas perdía por completo la cabeza»); en su centro se encuentran esos dos astros gemelos que son Bouvard y Pécuchet («esa gran idea que ambos alimentaban en secreto… copiar») y en su otro extremo brillan las luces blancas de Simon Tanner («“Soy escribiente”, tal es la única identidad que reivindica») y del Príncipe Mishkin, capaz de reproducir sin esfuerzo cualquier caligrafía. Más allá, como un breve séquito de asteroides, los Secretarios de los tribunales kafkianos.

Piglia adelante realiza una serie de citas y análisis sobre las mujeres copistas a lo largo de la literatura. “Sofía Tolstoi podría ser el caso extremo y más interesante. Antes que nada, porque ella escribe un diario (y también porque se rebela: prefiere no hacerlo)”.  Son memorables, las veces que copia esta mujer las grandes obras de Tolstoi. Expresa Piglia con lucidez citando algunos textos:

Y aparece algo más secreto: “El lector como figura femenina. En su libro sobre los orígenes de la lectura, Phrasikleia. Anthropologie de la lecture en Grèce ancienne, Jesper Svenbro ha hecho notar la asimilación del lector a una posición femenina en la tradición griega. La pasividad estaría ligada a la imposibilidad del lector de discutir e interrogar un texto escrito, a diferencia de lo que sucede en la oralidad. (Cortázar, desde luego, cayó en la trampa con su idea del lector hembra opuesto al lector macho en Rayuela). Una pasividad que —siguiendo un estereotipo que viene de Freud— podríamos asimilar a una posición femenina. ¿Pasividad? No es el caso de Sofía Tolstói. Y, en un sentido, tampoco el de Felice”.

“Bartleby o la posición femenina. ¿Posición femenina? Bartleby y el rechazo tranquilo, la pasividad ligada a una firmeza y a una negación cerrada. La pasividad estaría ligada a la imposibilidad del lector de discutir e interrogar un texto escrito, a diferencia de lo que sucede en la oralidad. (Cortázar, desde luego, cayó en la trampa con su idea del lector hembra opuesto al lector macho en Rayuela). Una pasividad que —siguiendo un estereotipo que viene de Freud— podríamos asimilar a una posición femenina. ¿Pasividad? No es el caso de Sofía Tolstói. Y, en un sentido, tampoco el de Felice. Bartleby o la posición femenina. ¿Posición femenina? Bartleby y el rechazo tranquilo, la pasividad ligada a una firmeza y a una negación cerrada”.

Este libro nos entrega estereotipos de lectores, tomando a los escritores, a los textos emblemáticos de la literatura, en todo Aquello que es implícito para el acto de escribir, cuando se escribe siempre se espera que alguien nos lea y el lector como consumidor final e interprete quien cumple un rol amplio, el objetivo de quien escribe se cumple, cuando alguien lee lo escrito. Piglia estudia esta relación desde muchos ámbitos, como se da en la novela policiaca, escribe sobre el lector hostil, que va dejándonos un inventario lúcido del lector: “El letrado como el lector que sabe descifrar los signos oscuros de la sociedad; el acto de leer constituye al sujeto de la verdad”. Con respecto a la novela policiaca escribe: “En resumen, la clave del género es la construcción de una figura literaria nueva, que hemos visto nacer y que veremos transformarse: Dupin, el detective privado, el gran lector, el hombre culto que entra en el mundo del crimen. La prehistoria de la figura clásica del intelectual, su antecedente, y a la vez el que define su historia paralela, invisible. En Dupin, en la figura nueva del detective privado, aparece condensada y ficcionalizada la historia del paso del hombre de letras al intelectual comprometido”.

Hay una disertación amplia sobre la novela policiaca referida al tema. Invito al lector a leerla, pues como dije al principio del texto, incita de antemano a otras lecturas.

Hay un aparte del texto que Piglia lo denomina: “Ernesto Guevara, rastros de lectura”, empieza magistralmente con esta afirmación: “El lector, entendido como descifrador, como intérprete, ha sido muchas veces una sinécdoque o una alegoría del intelectual. La figura del sujeto que lee forma parte de la construcción de la figura del intelectual en el sentido moderno. No solo como letrado, sino como alguien que se enfrenta con el mundo en una relación que en principio está mediada por un tipo específico de saber. La lectura funciona como un modelo general de construcción del sentido. La indecisión del intelectual es siempre la incertidumbre de la interpretación, de las múltiples posibilidades de la lectura. Hay una tensión entre el acto de leer y la acción política. Cierta oposición implícita entre lectura y decisión, entre lectura y vida práctica. Esa tensión entre la lectura y la experiencia, entre la lectura y la vida, está muy presente en la historia que estamos intentando construir. Muchas veces lo que se ha leído es el filtro que permite darle sentido a la experiencia; la lectura es un espejo de la experiencia, la define, le da forma”.

Cuando Guevara piensa que muere, alude a un personaje de Jack London, recurre a la literatura, “Encuentra en el personaje de London el modelo de cómo se debe morir. Se trata de un momento de gran condensación. No estamos lejos de don Quijote, que busca en las ficciones que ha leído el modelo de la vida que quiere vivir”. “es la lectura la que modela y transmite la experiencia, en soledad. Si el narrador es el que transmite el sentido de lo vivido, el lector es el que busca el sentido de la experiencia perdida”.

El lector en busca del sentido desde la lectura. “En un sentido más general Lionel Gossman se ha referido a la misma cuestión en Between History and Literature, cuando señala que la lectura literaria ha sustituido a la enseñanza religiosa en la construcción de una ética personal”.