Estoy gratamente impresionado
por el tono de su carta, siento el tenue candor de una feminidad tácitamente expuesta
y una sinceridad esquiva de toda arrogancia.
El tema entre lo que uno debe leer y lo que le apasiona es un verdadero viacrucis,
pero resulta ser una lúcida diatriba que le acompañará toda la vida. Usted trajo a colación
la literatura africana, le cuento que estoy seriamente comprometido en su estudio
y la lectura rigurosa de la misma, he descubierto en esta exploración, no
solamente su riqueza sino el rigor
absoluto de la misma, como el jazz, está cargada de una tristeza
ancestral y una especie de grito profundo, de dolor contenido. Tiene mucha
influencia de la literatura inglesa y por lo tanto es poco barroca y más bien su
prosa es esencial, depurada, en este punto tiene una sustancial diferencia con
los autores latinoamericanos muy a pesar de haber trasegado por algunos recorridos
similares, como el costumbrismo por ejemplo, para solo citar uno, sus
diferencias son muy marcadas. Mi exploración apenas empieza, pero
estoy muy juicioso.
Son las dos y media de la
mañana, está lloviendo, recuerdo las lluvias eternas que cita Gabo del Bogotá que siempre detestó en contraposición a su adorado caribe. Cuando
se refiere a sus lecturas, abres el
interrogante entre lo que se debes leer y lo que se quiere verdaderamente leer, , se
vuelve al tema sobre los textos que son esenciales en una formación literaria y aquellos que nos apasionan. Recodé
dos libros: “El arte de la novela” de Kundera y “porqué leer los clásicos” de Ítalo
Calvino. En la primera, el autor Checo, con el que estoy totalmente de acuerdo, expresa que la novela ha descrito al
hombre en toda su esencia muy por encima
de la ciencia y en la segunda el italiano hace un estudio detallado de los clásicos
desde la condición de lector impenitente.
Dice textualmente Kundera: ”La
novela acompaña constante y fielmente al hombre desde el comienzo de la Edad
Moderna. La "pasión de conocer" (que Husserl considera como la
esencia de la espiritualidad europea) se ha adueñado de ella para que escudriñe
la vida concreta del hombre y la proteja contra "el olvido del ser";
para que mantenga "el mundo de la vida" bajo una iluminación
perpetua. En ese sentido comprendo y comparto la obstinación con que Hermann
Broch repetía: descubrir lo que sólo una novela puede descubrir es la única
razón de ser de una novela. La novela que no descubre una parte hasta entonces
desconocida de la existencia es inmoral. El conocimiento es la única moral de
la novela”. La novela como el cine ha tocado todas las tragedias humanas.
Viene el otro tema, aquellos
libros que es imposible evitar. Digamos que el Quijote en su riqueza no
resulta ser esencial para muchos, incluso suele ser aburrido para la mayoría,
pero aquellos inmersos en el universo de las letras, sabemos de su importancia
y de su riqueza. Son muchos los libros que despiertan igual interrogante, no
deja de ser esta una verdadera paradoja.
Vale citar de nuevo a
Kundera, pues la literatura es directamente proporcional al conocimiento humano
en su riqueza textual. Categoriza en su ensayo sobre la novela: “Cuando Dios
abandonaba lentamente el lugar desde donde había dirigido el universo y su orden
de valores, separado el bien del mal y dado un sentido a cada cosa, don Quijote
salió de su casa y ya no estuvo en condiciones de reconocer el mundo. Este, en
ausencia del Juez supremo, apareció de pronto en una dudosa ambigüedad; la
única Verdad divina se descompuso en cientos de verdades relativas que los
hombres se repartieron. De este modo nació el mundo de la Edad Moderna y con él
la novela, su imagen y modelo”.
Estos son temas que lo
encarretan a uno por su riqueza y por la pasión que encubren. En la próxima carta
le hablaré del texto de Calvino, que creo usted debe conocer muy bien. Espero
sus vacaciones lleguen pronto y las lecturas emprendidas sean de su deleite. Cuídate
mucho.