viernes, 16 de diciembre de 2011

LOS QUE QUEMAN LOS LIBROS POR GEORGE STEINER


El mejor homenja a este excelente pensador es publicar uno de sus emblemáticos y lúcido ensayo:


El universal. CONFABULARIO. 6 de enero de 2007

En una época en la que el espacio de la lectura está llamado a disminuir, el crítico George Steiner desprende un conjunto de reflexiones que explican cómo unas incisiones sobre una tablilla de arcilla, unos trazos de pluma o de lápiz, pueden constituir una persona —una Beatriz, un Falstaff, una Ana Karenina— cuya sustancia excede a la vida misma en su realidad. Este texto forma parte del libro Los logócratas, coeditado por el Fondo de Cultura Económica y Ediciones Siruela, que comenzará a circular en breve.



Los que queman los libros, los que expulsan y matan a los poetas, saben exactamente lo que hacen. El poder indeterminado de los libros es incalculable. Es indeterminado precisamente porque el mismo libro, la misma página, puede tener efectos totalmente dispares sobre sus lectores. Puede exaltar o envilecer; seducir o asquear; apelar a la virtud o a la barbarie; magnificar la sensibilidad o banalizarla. De una manera que no puede ser más desconcertante, puede hacer las dos cosas, casi en el mismo momento, en un impulso de respuesta tan complejo, tan rápido en su alternancia y tan híbrido que ninguna hermenéutica, ninguna psicología puede predecir ni calcular su fuerza. En diferentes momentos de la vida del lector, un libro suscitará reflejos completamente diferentes. En la experiencia humana no hay fenomenología más compleja que la de los encuentros entre texto y percepción, o, como observa Dante, entre las formas del lenguaje que sobrepasan nuestro entendimiento y los órdenes de comprensión con respecto a las cuales nuestro lenguaje es insuficiente: la debilitade de lo'nteletto e la cortezza del nostro parlare.

Pero en este diálogo siempre imperfecto —los únicos que pueden ser plenamente comprendidos son los libros efímeros y oportunistas; son los únicos cuyo significado potencial se puede agotar— puede haber una apelación a la violencia, a la intolerancia, a la agresión social y política. Céline es el único de nosotros que permanecerá, decía Sartre. Existe una pornografía de lo teórico, incluso de lo analítico, lo mismo que existe una pornografía de la sugestión sexual. Las citas de libros supuestamente “revelados” —el libro de Josué, la epístola de Pablo a los Romanos, el Corán, Mein Kampf, el Pequeño Libro Rojo de Mao— son el preludio de la matanza, su justificación. La tolerancia y el compromiso suponen un contexto inmenso. El odio, la irracionalidad, la libido del poder leen deprisa. El contexto se evapora en la violencia del asentimiento. De ahí el dilema profundamente enojoso y problemático de la censura. Es sucumbir a la hipocresía liberal dudar que determinados textos, libros o periódicos puedan inflamar la sexualidad; que puedan llevar directamente a la mimesis, a la imitatio, hasta el punto de dar a unas vagas pulsiones masturbatorias una concreción terrible y una urgente necesidad de ser saciadas. ¿Cómo pueden justificar los libertarios el torrente de erotica sádicos que inunda hoy nuestras librerías, nuestros quioscos y la Red? ¿Cómo defender a esta literatura programática del maltrato a los niños, del odio racial y de la criminalidad ciega con que se nos machacan los oídos, los ojos y la conciencia? Los mundos del ciberespacio y de la realidad virtual se saturarán de programas gráficos y revestidos de una pseudoautoridad, de las sugestiones de ejemplos validadores de la bestialidad hacia otros seres humanos, hacia nosotros mismos (la recepción, el disfrute del trash, de la basura, es automutilación del espíritu). ¿Está equivocado totalmente el ideal platónico de la censura?

Por el contrario, los libros son nuestra contraseña para llegar a ser lo que somos. Su capacidad para provocar esta trascendencia ha suscitado discusiones, alegorizaciones y deconstrucciones sin fin. Las implicaciones metafóricas del icono hebreo-helénico del “Libro de la Vida”, del “Libro de la Revelación”, de la identificación de la divinidad con el Logos, son milenarias y no tienen límites. Desde Súmer, los libros han sido los mensajeros y las crónicas del encuentro del hombre con Dios. Mucho antes de Catulo ya eran los correos del amor. Por encima de todo, con algunas obras de arte, han encarnado la ficción suprema de una posible victoria sobre la muerte. El autor debe morir, pero sus obras le sobrevivirán, más sólidas que el bronce, más duraderas que el mármol: exegi monumentum aere perennius (he hecho un monumento más perenne que el bronce). La polis que celebra Píndaro perecerá; la lengua en la que la celebra puede morir y tornarse indescifrable. Pero a través del rollo de papel, a través del elixir de la traducción, la oda pindárica sobrevivirá, seguirá cantando desde los labios desgarrados de Orfeo mientras la cabeza muerta del poeta baja por el río hasta el país del recuerdo. Una concha puede inmortalizar. Al traducir a Villon, Thomas Nashe había escrito: a brightness falls from her hair (un resplandor sale de su cabello); el impresor isabelino se equivocó y escribió: a brightness falls from the air (un resplandor sale del aire), ¡que se ha convertido en uno de los versos talismánicos de toda la poesía en lengua inglesa!

El encuentro con el libro, como con el hombre o la mujer, que va a cambiar nuestra vida, a menudo en un instante de reconocimiento del que no tenemos conciencia, puede ser puro azar. El texto que nos convertirá a una fe, nos adherirá a una ideología, dará a nuestra existencia una finalidad y un criterio podría esperarnos en la sección de libros de ocasión, de libros deteriorados o de saldos. Puede hallarse, polvoriento y olvidado, en una sección justo al lado del volumen que buscamos. La extraña sonoridad de la palabra impresa en la cubierta gastada puede captar nuestra mirada: Zaratustra, Diván Oriental y Occidental, Moby Dick, Horcynus Orca. Mientras un texto sobreviva, en algún lugar de esta tierra, aunque sea en un silencio que nada viene a romper, siempre es capaz de resucitar. Walter Benjamin lo enseñaba, Borges hizo su mitología: un libro auténtico nunca es impaciente. Puede aguardar siglos para despertar un eco vivificador. Puede estar en venta a mitad de precio en una estación de ferrocarril, como estaba el primer Celan que descubrí por azar y abrí. Desde aquel momento fortuito, mi vida se vio transformada y he tratado de aprender “una lengua al norte del futuro”.

Esta transformación es dialéctica. Sus parábolas son las de la Anunciación y la Epifanía. ¡Conocemos tan mal la génesis de la creación literaria! No tenemos, por así decirlo, ningún acceso a la posible neuroquímica del acto de imaginación y sus procedimientos. Hasta el borrador más informe de un poema es ya una etapa muy tardía en el viaje que conduce a la expresión y al género performativo. El crepúsculo, el “antes del alba” y las presiones a la expresión que se ejercen en el subconsciente son casi imperceptibles para nosotros. Más concretamente: ¿cómo es posible que unas incisiones sobre una tablilla de arcilla, unos trazos de pluma o de lápiz, muchas veces apenas visibles en un trozo de frágil papel, constituyan una persona —una Beatriz, un Falstaff, una Ana Karénina— cuya sustancia, para innumerables lectores o espectadores, excede a la vida misma en su realidad, en su presencia fenoménica, en su longevidad encarnada y social? Este enigma de la persona ficticia, más viva, más compleja que la existencia de su creador y de su “receptor” —ese hombre o esa mujer ¿son tan bellos como Helena, tan complejos como Hamlet, tan inolvidables como Emma Bovary?— es la cuestión fundamental, pero también la más difícil, de la poética y de la psicología.

La imagen clásica ha sido la de la creación divina, la de Dios haciendo el mundo y el hombre. Explícitamente o no, se ha entendido al gran escritor y al gran artista como un simulacrum del decreto divino. Con frecuencia, se ha sentido rival amargo o amante de Dios, su competidor en el acto de la invención y la representación. Para Tolstoi, Dios era “el otro oso del bosque”, al que había que hacer frente, con el que había que luchar. Toda la metáfora de la “inspiración”, tan antigua como las Musas o como el soplo de Dios en la voz del vidente o del profeta, es un esfuerzo para dar una razón de ser a las relaciones miméticas entre la poiesis sobrenatural y la poiesis humana. Con

una diferencia capital. El problema de la creación divina ex nihilo ha sido debatido en todas las grandes teologías y en todos los grandes relatos mitológicos del misterio del comienzo (incipit). Hasta el escritor más grande entra en la casa de un lenguaje preexistente. Puede, dentro de unos límites muy estrictos, añadirle neologismos; puede, como Pascoli, tratar de insuflar una vida nueva a las palabras “muertas”, incluso a lenguas muertas. Pero no forma su poema, su obra teatral o su novela “de la nada”. En teoría, cada texto literario concebible está ya potencialmente presente en la lengua (de ahí la fantasía borgesiana de la biblioteca total de Babel). No por eso dejamos de seguir sin saber nada de la alquimia de la elección, de la secuencia fonética, gramatical y semántica que produce el poema perdurable. Y con el abandono progresivo, hoy, de la imagen de la creación divina, del concetto de la inspiración sobrenatural, nuestra ignorancia se hace mayor.

En el otro lado de la dialéctica, las cuestiones son casi igualmente desconcertantes. ¿Cuál es, exactamente, el grado de existencia de un poema o una novela que no se lee, de una obra teatral que jamás se representa? La recepción, aunque sea tardía, aunque sea por una minoría esotérica, ¿es indispensable para la vida de un texto? Si es así, ¿de qué manera lo es? El concepto de lectura, concebido como un proceso que revela en lo fundamental una colaboración, es intuitivamente convincente. El lector serio trabaja con el autor. Comprender un texto, “ilustrarlo” en el marco de nuestra imaginación, es, en la medida de nuestros medios, re-crearlo. Los más grandes lectores de Sófocles y de Shakespeare son los actores y los directores de teatro, que dan a las palabras su carne viva. Aprender de memoria un poema es encontrarlo a mitad de camino en el viaje siempre maravilloso de su venida al mundo. En una “lectura bien hecha” (Péguy), el lector hace con él algo paradójico: un eco que refleja el texto, pero también que responde a él con sus propias percepciones, sus necesidades y sus desafíos. Nuestras intimidades con un libro son completamente dialécticas y recíprocas: leemos el libro, pero, quizá más profundamente, el libro nos lee a nosotros.

Pero ¿cuál es la razón de lo arbitrario, de la naturaleza siempre discutible de estas intimidades? Los textos que nos transforman pueden ser, desde un punto de vista tanto formal como histórico, trivia. Como un estribillo de moda, la novela policíaca, la noticia ligera, lo efímero puede hacer irrupción en nuestra conciencia y huir a lo más profundo de nosotros. El canon de lo esencial varía de un individuo a otro, de una cultura a otra, pero también de un período de la vida a otro. Hay en la adolescencia textos maestros que son ilegibles más tarde. Hay libros repentinamente redescubiertos en la escena literaria o en la vida privada. La química del gusto, de la obsesión, del rechazo, es casi tan extraña e inaprensible como la de la creación estética. Seres humanos muy próximos entre sí por sus orígenes, por su sensibilidad y por su ideología pueden adorar el libro que se detesta, pueden juzgar kitsch lo que se considera una obra maestra. Coleridge hablaba de los hooked atoms de la conciencia, que se entremezclan de maneras imprevisibles; Goethe hablaba de las “afinidades electivas”; pero no son más que imágenes. Las complicidades entre el autor y el lector, entre el libro y la lectura que hacemos de él, son tan imprevisibles, tan vulnerables al cambio, y están tan misteriosamente arraigadas como las del eros. O, tal vez, como las del odio, pues hay textos inolvidables, que nos transforman y que acabamos odiando: yo no soporto ver el Otelo de Shakespeare en el teatro ni puedo enseñarlo, pero la versión de Verdi me parece, en muchos aspectos, la más coherente, un milagro humano.

La paradoja del eco vivificador entre el libro y el lector, del intercambio vital hecho de confianza recíproca, depende de ciertas condiciones históricas y sociales. El “acto clásico de la lectura”, como he tratado de definirlo en mi trabajo, requiere unas condiciones de silencio, de intimidad, de cultura literaria (alfabetismo) y de concentración. Faltando ellas, una lectura seria, una respuesta a los libros que sea también responsabilidad no es realista. Leer, en el verdadero sentido del término, una página de Kant, un poema de Leopardi, un capítulo de Proust, es tener acceso a los espacios del silencio, a las salvaguardias de la intimidad, a un determinado nivel de formación lingüística e histórica anterior. Es tener asimismo libre acceso a útiles de comprensión como diccionarios, gramáticas y obras de alcance histórico y crítico. Desde los tiempos de la Academia ateniense hasta mediados del siglo XIX, muy esquemáticamente, dicho acceso era la definición misma de la cultura. En mayor o menor medida, éste fue siempre el privilegio, el placer y la obligación de una élite. Desde la biblioteca de Alejandría hasta la celda de san Jerónimo, la torre de Montaigne o el despacho de Karl Marx en el British Museum, las artes de la concentración —lo que Malebranche definía como “la piedad natural del alma”— han tenido siempre una importancia esencial en la vida del libro.

Es una banalidad constatarlo: estas artes, en nuestros días, están muy erosionadas; se han convertido en un “oficio” universitario cada vez más especializado. Más del ochenta por ciento de los adolescentes estadounidenses no saben leer en silencio; hay siempre como telón de fondo una música más o menos amplificada. La intimidad, la soledad que permite un encuentro en profundidad entre el texto y su recepción, entre la letra y el espíritu, es hoy una singularidad excéntrica, que resulta psicológica y socialmente sospechosa. Es inútil detenerse a hablar del hundimiento de nuestra enseñanza secundaria, sobre su desprecio del aprendizaje clásico, de lo que se aprende de memoria. Una forma de amnesia planificada prevalece ya desde hace mucho tiempo en nuestras escuelas.

Al mismo tiempo, el formato del libro en sí, la estructura del copyright, de la edición tradicional, de la distribución en librerías están, ustedes lo saben mejor que yo, en plena transmutación, hasta en plena revolución. A partir de ahora, los autores pueden atender a sus lectores directamente por internet y pedirles que entren en comunicación directa con ellos (es así como se ha “publicado” todo el último John Updike). Cada vez se leen más libros on line, en la pantalla del ordenador, o se consultan en la Red. Ochenta millones de volúmenes de la Biblioteca del Congreso, en Washington (no) están (ya) disponibles (más que) por medios electrónicos. Nadie, por bien informado que esté, puede predecir lo que sucederá con el concepto mismo de autor, de textualidad, de lectura personal. Sin ninguna duda, estas evoluciones son maravillosamente excitantes. Suponen liberaciones económicas y oportunidades sociales de primera importancia. Pero también van acompañadas de profundas pérdidas. De manera creciente, los libros escritos, editados, publicados y comprados “al estilo antiguo” pertenecerán a las “bellas letras” o a lo que en alemán se denomina, peligrosamente, la Unterhaltungsliteratur, la “literatura fácil”. De manera creciente, la ciencia, la información, el saber en todas las formas se transmitirán, registrarán y encargarán por medios electrónicos. Las fracturas, ya grandes en nuestra cultura y en nuestras letras (alfabetismos), se harán más hondas.

Más que nunca necesitamos al libro, pero los libros, a su vez, nos necesitan a nosotros. ¿Qué privilegio más bello que el de estar a su servicio?                                                                 




viernes, 9 de diciembre de 2011

CEES NOOTEBOOM


Hay Escritores que pese a su éxito no leemos por circunstancias inexplicables. Esto me pasó con Doris Lessing, que a pesar de ser exaltada por la calidad de su obra, por críticos  de la talla de Vargas llosa, demore en leer. Después me arrepentí por no haberlo hecho antes.  Con Nooteboom, la experiencia fue similar. Sabia de la importancia de su obra, veía sus textos en todas las librerías expuestos e incluso me encontraba siempre con reseñas muy positivas, pero nunca le tome en serio.  Algún amigo, me paso un libro suyo y cualquier día empecé a leer: “Tumbas de poetas y pensadores”.
Hay escritores muy originales. Con los libros, casi siempre nos encontramos con más de lo mismo.  leer un autor que nos haga decir: guau, que texto, no es fácil.  Cees es un  escritor por fuera de lo convencional.  Hablare de su estilo. Parece que no estuviese echando un cuento alrededor de un tinto, esto quiere decir que se deja leer con sumo agrado, como si conversáramos, sin academicismo, pero con absoluta lucidez. Su calidad narrativa, es incuestionable. Los temas son frescos: libros de viajes,  ensayos sin la cuadratura del genero, poesía y novelas, algunas muy dedicadas a los temás de su predilección y aciertos lugares.
En este libro, que confirma sus dotes de viajero, realiza un recorrido por la tumba de una pléyade de escritores universales.  Se pregunta en su introducción: “¿ por qué visitamos la tumba de alguien a quien no hemos conocido en absoluto? Porque aún nos dice algo, algo que sigue resonando en nuestros oídos, que hemos retenido e incluso no hemos olvidado.” Su relación con la poesía es entrañable, pero misteriosa. El poeta nunca muera y su tumba al visitarla parece revelar secretos que ningún ensayista podrá entregarnos desde su obra.  
Gracias a este libro, compre otros del autor que espero comentar.  Nuestro autor nació en la Haya, es uno de los más importantes escritores Holandeses.

Este es el video de un entrevista sobre esta obra.

sábado, 3 de diciembre de 2011

LAS NOVELAS QUE DEBERÍAMOS LEER INDEFECTIBLEMENTE III


Hay una serie de novelas  que son precursoras de un estilo, de otras obras y está descontada su influencia en algunos autores muy importantes.  Pocos escritores reconocen estas influencias. Harold Bloon trató el tema en un libro formidable: “Anatomía de la influencia” y Borges en varios textos.  Herman Melville, en el siglo XIX, para el caso resulta emblemático como ejemplo. Dentro de este contexto existen obras importantes para la literatura. Citare para este trabajo las que a mi gusto resultan vitales y que de alguna manera han influido en mi condición de lector hedónico. Son como grandes faros:


1. - John Dos Passos: “: Manhattan Transfer.
2.- Joseph Conrad: El corazón de las tinieblas.
3.- La familia de Pascual Duarte: Camilo José Cela.
4.- John steinbeck: Al este del  edén.  
5.- Doris Lessing. El cuaderno dorado.
 John Dos Passos: Siendo muy joven leí una entrevista hecha a Gabriel García Márquez, donde citaba a este gran escritor y recordaba lo que significó para su vida y su obra. Fuí a conseguir sus novelas en mi ciudad natal Bucaramanga, que para la fecha tan solo tenía una  librería. El librero, un avezado lector frustrado de novelista, me dijo con agrado y entusiasmo, que no las tenía,  pero que, amablemente me prestaba las suyas, una a una,  para que las leyera. Leí para ese entonces Manhattan Transfer y comprobé como en su escritura estaban muchos escritores  preferidos por mí.  Sus novelas son “amargas, pesimistas atacan la hipocresía y el materialismo americano”. Esta novela como todas las suyas, pretende abarcarlo todo.  El titulo hace alusión a la estación de Manhattan “y es la metáfora que impregna el libro y que describe episodios de la vida de una serie de personas a lo largo de treinta años”.  Leer esta novela fue descubrir a un precursor, desatornillar influencias que empecé a reconocer en otros libros. Esta obra como todas las suyas, es pesimista por excelencia. El estilo de este escritor realmente constituye un aporte sin igual para la literatura del siglo XX. Son muchos los escritores que bebieron de estas fuentes. Desde la primera lectura, hace más de treinta años, soy un adicto a su obra y le sigo leyendo con el mismo entusiasmo de siempre.


Joseph Conrad: Este libro fue publicado por entregas, como alguna de las novelas más importantes de Dickens.  Esta es la obra más conocida  y sobra decirlo una de mis preferidas.  Conrad es un verdadero precursor. Su estilo constituye un faro para muchos escritores, que  nunca han desconocido este hecho. En Colombia Álvaro Mutis, García Márquez, Rojas Herazo, Collazos, para solo citar unos pocos, reconocieron abiertamente la importancia de este autor en su obra. En el mundo la lista sería interminable.  Esta novela escrita “en pleno auge del imperialismo Europeo y especialmente el Británico, cuenta “el viaje que el protagonista, Marlow, hace por un río del Congo en busca de Kurtz, un agente comercial que al parecer se ha vuelto loco, ya que cruza la débil línea de sombra que separa el bien del mal y se entrega con placer a las más terribles atrocidades”.  Esta novela  inspiró la película “Apocalipsis Now”. 


Camilo José Cela: fue un escritor excéntrico, de escándalos, se comportó como una vedet, concibió la literatura como un instrumento de libertad, predicaba que el escritor no debe estar sujeto a ninguna norma y así lo confirma su extensa obra experimental.  Su vida se caracterizó por estar plagada de grandes contradicciones, gracias a ello fue un hombre de odios y amores.  Notoria  su cercanía al Franquismo y al dictador Venezolano Pérez Jiménez. En todo caso su obra es valiosa e importante.  La familia de Pascual Duarte, novela que se desarrolla en la Extremadura rural de antes de la Guerra Civil y durante ella y en la que su protagonista cuenta la historia de su vida en la que se presenta la violencia más cruda como única respuesta que conoce a los sinsabores de su existencia. Este libro inaugura un nuevo estilo en la narrativa española, conocido con el término «tremendismo». Es narrada por un campesino  desde la cárcel.  Esta obra tiene la particularidad de dejarse leer fácilmente, apasiona gracias a esta característica. Esta novela me sorprendió por la utilización de recursos linguisticos novedosos. Con la “Colmena” otra de sus novelas, se confirma la habilidad de  Cela frente a estas tecnicas. Al igual que todo lo suyo, el nobel fue muy controvertido.  Su obra en todo caso, es de suma importancia para la literatura en el siglo XX.
John steinbeck: Al este del  edén. Transcribiré lo escrito por Vargas llosa, que es certero sobre lo que pienso de este escritor y esta novela, que leí ávidamente y fue la primera de aquellas que uno nunca suelta hasta terminarla: Al este del Edén no es comparable con ninguna de las grandes novelas norteamericanas de su tiempo y ni siquiera tiene los atributos de otras novelas del propio Steinbeck, como el vigor de Las uvas de la ira o la delicadeza de La perla. Adolece de algunos defectos de construcción —la falta de coherencia en el punto de vista, por ejemplo— sorprendentes en un escritor tan experimentado y diverso, y no sería difícil trazar un largo catálogo de sus limitaciones en lo relativo a su arquitectura, a su estilo, al trazado de sus caracteres, a la superficialidad de sus ideas y a la visión ingenua, maniquea, de la vida social que ofrece. Y, sin embargo, pese a todo ello, es una historia que se lee con apasionamiento, saltando las páginas, con el ánimo anhelante por saber qué va a pasar. Quien la escribió era alguien que sabía qué contar, aunque no hubiera alcanzado la pericia sobre el cómo contar de sus contemporáneos Hemingway, Faulkner o Fitzgerald. No era un gran creador de palabras ni de órdenes narrativos, pero sí un consumado relator, con un instinto certero de lo que se debe decir y lo que se debe ocultar para excitar la atención y prolongarla, y de qué medio valerse para, esquivando la inteligencia del lector, fraguar personajes, situaciones, acciones que golpearan directamente su corazón y sus instintos. Ese talento primitivo de narrador congenia bien con el mundo primitivo que es el de la mayoría de sus historias y en especial con el de Al este del Edén.
Un mundo a medio hacer, haciéndose, donde los hombres aún luchan por domesticar la naturaleza y lo hacen con sus propias manos encallecidas. Un mundo simple y frugal, organizado por creencias tan rudas y sencillas como sus habitantes, en el que las grandes hazañas físicas y la forma directa, campechana, de la existencia deja entrever, sin embargo, de cuando en cuando, todo un infierno secreto de represiones, frustraciones y violencias íntimas. Guardando todas las distancias, las primeras novelas debieron escribirse en sociedades así, en mundos en parecido estado de formación, para dar solaz, esparcimiento y premio a esos espíritus fatigados en la dura lucha por la existencia. Las fantasías novelescas no tenían por objeto entonces reproducir lo que esos hombres y mujeres ya conocían de la vida. Más bien, completar su existencia con aquello que les faltaba, con los fantasmas que sus deseos fraguaban para enriquecer la realidad. Esas historias eran apasionantes e irreales, tiernas, terribles, extravagantes y amenas, como lo es la de Al este del Edén. Leyéndola, el entretenido lector siente que, con todos sus defectos, esta historia está amasada con el barro magnífico de las más antiguas, de las indestructibles historias. Mario Vargas Llosa. 


Doris Lessing. El cuaderno dorado: Descubrir a esta autora fue una de las experiencias más reveladoras, no solo por la calidad de sus textos, sino por la utilización de un recurso literario que le permite dentro de las obras ficcionales hablar de lo divino y humano. En esta novela tiene páginas muy lucidas sobre la creación artística, la Europa de la posguerra,  la mujer en el contexto de la sociedad moderna. Ahora pienso que fue precursora del recurso de la auto-ficción tan de moda por estos tiempos. Esta novelista, como Sartre escribe siempre desde la condición política,  dicta cátedra  de acuerdo al tema sobre la que gravita el argumento, sin perder la línea narrativa. Cuando ganó el nobel, a pesar de su edad, preservaba una vigencia absoluta, podría afirmarlo sin temor a equivocarme que siempre  ha sido una autora contemporánea. Sus novelas tienen un hondo calado social.  Doris Lessing, como lo fue Saramago, es una de las pocas escritoras comprometidas políticamente.  El cuaderno dorado es otra de las novelas que siempre releo y cada vez que lo hago, como toda obra maestra, brinda gratas sorpresas.












lunes, 28 de noviembre de 2011

EDUARDO BERTI



Trancribo la entrevisa publicada por la revista Ñ de Clarin de Buenos Aíres a proposito del premio otorgado a su última novela.

Como si hubiera soltado las amarras de un barco anclado en la reescritura de algunos textos canónicos, con El país imaginado –ganadora del premio Emecé–, Eduardo Berti se lanzó a la aventura y llegó tan lejos como le fue posible. Atrás quedó La mujer de Wakefield , una de sus novelas más celebradas, en la que se apropiaba del relato de Nathaniel Hawthorne para ofrecer desde el punto de vista de la esposa otra versión de la misma historia, o los personajes homónimos que en Todos los Funes evocaban al Ireneo de Borges y a los Funes que aparecían en los cuentos de Cortázar.
La China que compone Berti es apenas un aspecto de ese país imaginado del que habla el título, porque carece de fronteras y abarca territorios que pertenecen a las fantasías, los sueños y los deseos. Es también la región difusa que habitan los fantasmas, a medio camino entre los vivos y los muertos, seres desalojados del mundo al que no quieren o no pueden abandonar del todo. En ese escenario concibió una historia que transcurre a comienzos de la década del 30 del siglo pasado. Allí, tras los rituales de la muerte de su abuela, una joven de catorce años y su hermano algo mayor temen y ansían respectivamente el futuro que la familia les destinará. Un matrimonio seguro sobre el que no tendrán elección posible y que en el mejor de los casos mejorará su posición social. En los vaivenes de la búsqueda de candidatos, aparece otra adolescente, Xiaomei, de una clase social inferior y de la cual la narradora queda prendada. Con ella mantiene un vínculo marcado por la fascinación y un sentimiento que se parece bastante al amor. Mientras tanto, una extraña peste desbarata los planes de boda y el hermano de la protagonista queda comprometido en una relación espectral. Por su parte, en el tiempo impreciso que diluye los umbrales entre la vigilia y el sueño, la narradora y su abuela encuentran nuevas formas de comunicación.
China y los fantasmas ya se habían cruzado antes en el destino del escritor. Como director de la editorial La Compañía, Berti publicó en 2008 la traducción del libro de Lafcadio Hearn, un irlandés que investigó antiguas leyendas y las reunió bajo el título de Fantasmas de la China . También fue el autor de la idea y el compilador de otro libro – Fantasmas (Adriana Hidalgo, 2010)– que recoge textos sobre seres ultramundanos que no se limitan a la frecuentada tradición anglosajona victoriana y van mucho más atrás en la historia de la literatura universal. Durante la etapa de búsqueda, se encontró con relatos sorprendentes que databan del 200 o 300 después de Cristo y que le resultaron modernísimos por el modo como estaban escritos.
Sin embargo, cuando se le pregunta si ése fue el origen de la novela, Berti responde: Fue una conjunción de elementos que el azar o lo que fuera dispuso. Por un lado, están esos libros más otro que me resultó fascinante: el Manual de supersticiones chinas (1926), del jesuita, misionero y sinólogo francés Henri Doré, que abunda en detalles acerca de las prácticas funerarias y las apariciones de espíritus. Por el otro lado, mi mujer que es fanática de los idiomas, se puso a estudiar chino hace siete años y se apasionó tanto que nunca paró. Hasta el punto de que eso nos impulsó a visitar el país durante dos meses; allí hicimos algunos amigos que más tarde me ayudaron con la novela. De manera que por el costado literario y por el doméstico me fui enterando de una cantidad de cosas que me llamaron mucho la atención y que luego alimentaron la ficción.
¿Cuáles?
En el inicio de la novela, la protagonista narra la suave agonía de su abuela y los preparativos de su partida. Una de las prácticas consiste en retirarle la almohada para que pueda descansar en paz. “Paz” en lenguaje mandarín también significa “recto, horizontal”. La almohada se amarra al techo para que se descomponga a la intemperie. Muchísimas de estas tradiciones arraigan en supersticiones milenarias en relación con la reencarnación y el regreso de los muertos bajo otra apariencia. Su incumplimiento acarrea, además, que no puedan irse del todo y la aparición de los fantasmas.
Pero además hay otras...
También me había impresionado el casamiento con los muertos, la boda que se celebra cuando hay una pareja de novios comprometidos y uno de ellos muere. Y lo que les pasa a las mujeres que mueren solteras y a las que por esa razón se les niega una lápida. No hay que olvidar que la cultura china tiene una relación muy distinta con los muertos, en la que el fantasma está mucho más presente por distintos motivos que pueden ser la venganza o la deuda pendiente; no vienen estrictamente a asustar aunque algunos puedan ser tremendamente sangrientos.
¿No temió quedar Ud. mismo fascinado por esa cultura?
Quise evitar a toda costa el lugar común de que por ser una novela que transcurre en China, se convirtiera en una fábula. En todo caso sólo admitiría pensarla como una fábula fantástica. Hay momentos fantásticos, especialmente los relativos a los sueños, pero lo demás tiene un tratamiento bastante realista. Lo que me interesaba era una cierta verosimilitud, porque la novela no es sobre China. En mi libro, China no es real ni imaginaria, es imaginada y en consecuencia, un tanto borrosa. Lo cual excluye el típico uso de China desde una mirada puramente occidental. China es tan grande que todo es posible.
¿Cómo eludió la trampa del exotismo?
Sabía que no quería caer en él, por eso tuve muy presente lo que decía Saer respecto de los autores latinoamericanos que usaban su literatura como si salieran a vender artesanías, o lo que escribió Borges respecto de que en el Corán no hay camellos. Esas lecciones las llevo grabadas a fuego. Me cuidé de no ponerle nombre a la ciudad en la que transcurre para evitar la localización y no abrumar con los nombres chinos de la familia. Al contrario, creo que al hablar simplemente del padre, de la madre o del hermano sin nombrarlos establecía una mayor cercanía. Por otro lado, cuando al final de la novela y de manera colateral aparecen ciertas contextualizaciones como la guerra con Japón, son apenas un telón de fondo. Lo importante para mí era que no hubiera vicios de novela histórica ni de novela turística.
Con una trayectoria como escritor considerable, salvo en escasísimas ocasiones y cuando algún relato breve lo requería, Berti no se sentía tentado por la utilización de la primera persona como voz narrativa. En La sombra del púgil hay una aproximación, pero aparece más interesada en captar el registro de la oralidad que en la expresión de una subjetividad. En El país imaginado , en cambio, no sólo experimenta con esa voz, sino que además adopta la perspectiva de una adolescente, un ser considerado poco menos que un objeto decorativo en esa sociedad de tradiciones férreas.
¿Por qué adoptó la voz de la jovencita?
No quiero sonar místico ni hablar de inspiración, aunque yo sé que existe y se manifiesta como un entusiasmo incontenible, pero debo confesar que en un momento sentí que esa voz me dictaba. Hay escritores que dicen que escribir es saber escuchar, no necesariamente lo que hablan en la mesa de al lado, sino escuchar lo que las voces dicen. Es curioso, Bioy afirmaba que al escribir había que pensar menos en uno y más en el libro, y eso fue lo que me pasó. Habitualmente me tomo más tiempo para escribir un libro, pero con este tenía tanto miedo de que esa voz me abandonara que escribí la primera versión de un tirón, en seis meses, que para mí es un tiempo muy corto.
¿Haber encontrado esa voz le permitió una fluidez mayor que en sus restantes novelas?
Creo que sí, hasta este momento no había encontrado la posibilidad de narrar en primera persona y sentí ganas de hacerlo. También el hecho de que China es una antípoda me inspiró a experimentar algo que estuviera en el otro extremo de lo que venía haciendo. Otra época, otro país, otra edad, otro sexo. Probablemente, lo que también me ocurrió fue reencontrarme con una cantidad de experiencia mía como no me había pasado antes. Me veo más a mí mismo en esta novela que en las otras. Fue tan sencillo como recordar de qué manera me había enamorado la primera vez, esas emociones.
La novela se divide en dos partes: Xiaomei y el epílogo. ¿Por qué ella y no la narradora?
La idolatría que la protagonista siente por Xiaomei no es del todo real, forma parte de los sentimientos que se tienen a esa edad, el deseo de ser una con la otra. Sobre esa figura proyecta cosas, le agrega atributos. Como socialmente están muy predeterminadas, cuando están juntas intentan borrar esas diferencias, se modifican las ropas para igualarse y que las vean como hermanas, se encuentran en un parque público, un lugar neutral, pero la diferencia entre ambas es muy grande. Eso se hace patente cuando conoce al marido, y ella entra de lleno en el plano de lo real. A Xiaomei, en cambio, el matrimonio le depara otro destino.
Los sirvientes también ocupan un lugar interesante.
Me gustó que hubiera dentro de la casa alguien que no fuera la figura de autoridad del padre, que viera con más libertad o humor las situaciones. La tradición china es muy estricta en cuanto a las formas y a los rituales que hay que respetar. Pero siempre hay maneras de escapar de esa rigidez. Los sueños y los fantasmas también liberan a la sociedad de esa cosa tan reglamentada, tan normativizada. Son nexos.
No sería arriesgado encontrar en la palabra nexo una clave de lectura de esta novela. Los nexos son los grandes articuladores de este relato que todo el tiempo juega en dos planos: el de los vivos y los muertos, el de las clases sociales, el de los padres y los hijos, el del sueño y la vigilia.
¿Por qué en esta novela dejó de lado el trabajo de reescritura que predominó en las otras?
Creo que me sentí liberado de eso también. Al punto de que no quise leer La novela china de César Aira, La perla del Emperador de Daniel Guebel, ni siquiera Un chino en bicicleta de Ariel Magnus, autores a los que respeto. Algo distinto me estaba pasando con este libro, por primera vez la gente me dice que se ha emocionado leyéndolo. En los anteriores, mi escritura era más fría. Eso se debe a que uno va cambiando y los intereses y las maneras de manifestarlos son otras. Las cosas que me fueron pasando determinaron que ahora ponga más atención a los vínculos humanos, los afectos. En esta novela hay menos cabeza, menos preocupación por cuestiones formales que antes me interesaban muchísimo. Cuando terminé de escribir Todos los Funes sentí que se cerraba algo.
¿Coincidió algo con ese cierre?
Con el regreso a la Argentina, mi matrimonio, la paternidad, la muerte de mi padre, algunos cambios de gusto. Tampoco sé si esto va a seguir así, a lo mejor vuelvo a la frialdad, pero si ocurrió es que evidentemente quería ir para ese lado. Que me digan que el libro toca una sensibilidad distinta para mí es un lujo, porque la novela se parece bastante a lo que yo quería hacer y a lo que estaba buscando.

Jorgelina Muñoz


EDUARDO BERTI EEN POCAS PALABRAS
Estos datos son tomados de su propio blog.

Su primer libro de ficción, la colección de cuentos Los pájaros (1994), fue elogiado por la crítica, obtuvo el Premio-Beca de la Revista Cultura y fue considerado como uno de los mejores libros del año por el diario Página/12.
A este libro le siguieron dos novelas de importante repercusión: Agua y La mujer de Wakefield, ambas publicadas en Argentina y España por Tusquets Editores.
La primera fue traducida al francés (Le désordre électrique, Editions Grasset), al inglés (Agua, Pushkin Press) y al portugués (A Desordem Eletrica, Temas e Debates). De La mujer de Wakefield hubo traducciones al japonés y al francés. La versión francesa (Madame Wakefield, Grasset) fue finalista del prestigioso premio Fémina que se entrega en Francia al mejor libro extranjero del año.
En 1998, Berti se radicó por varios años en París (Francia), donde se desempeñó como periodista cultural y corresponsal para medios argentinos (Rolling Stone, TXT, etc), impartió cursos de escritura, plasmó el guión de la película Nordeste (dirigida por Juan Solanas, protagonizada por Carole Bouquet) y continuó con su obra literaria.
En el año 2002 publicó en forma simultánea en España y en Argentina (Emecé Editores) los cuentos muy breves de La vida imposible cuya traducción al francés, La vie impossible, editada por Actes Sud, recibió el premio Libralire-Fernando Aguirre que en ediciones anteriores ganaran
Enrique Vila-Matas o Francisco Ayala.
Un año después reeditó (en versión corregida) Los pájaros, a través del sello madrileño Páginas de Espuma, especializado en relato y cuento.
Dos años más tarde llegó su muy bien recibida novela Todos los Funes (Anagrama Editores), finalista del prestigioso Premio Herralde. Votado como uno de los libros del año en el Times Literary Supplement de Gran Bretaña, Todos los Funes fue traducido al coreano y al francés.
En los últimos años, Berti se dedicó a traducir los cuadernos de apuntes del escritor norteamericano Nathaniel Hawthorne, los poemas de Silvia Barón Supervielle, el ensayo “Con Borges” de Alberto Manguel, los cuentos de Jacques Sternberg o la pequeña e bastante ignota novela “Lady Susan”, de Jane Austen, entre otros libros.
También publicó diversas antologías: desde “Galaxia Borges” (Adriana Hidalgo, 2007), en coautoría con Edgardo Cozarinsky, hasta “Nouvelles”, antología del nuevo cuento francés (Páginas de Espuma, 2006) pasando por "Galaxia Flaubert", "Fantasmas", "Historias encontradas", "Felicidades" y "Los cuentos más breves del mundo".
Además de escritor y traductor, Berti se ha desempeñado como periodista cultural y como guionista. Obtuvo diversos premios (entre ellos el Martín Fierro) por la realización de documentales sobre la música popular argentina. Publicó dos libros de ensayo periodístico: uno en colaboración con el cantante y compositor argentino Luis Alberto Spinetta, y otro (Rockología) dedicado a analizar la evolución y las característica del llamado “rock argentino”.
Colaboró y lo sigue haciendo con los principales diarios de Buenos Aires: La Nación, Clarín, Página/12. Formó parte de la redacción cooperativa de la revista “El Porteño” durante los años ochenta y asimismo ha escrito en “Letra Internacional” (ediciones de España, Alemania, Rumania o Dinamarca) y en “Letras Libres” (México y España), entre diversos medios.
Con respecto a sus últimas obras literarias, en 2007 editó un cuento largo (“Retrospectiva de Bernabé Lofeudo”) dentro de la colección “Un endroit où aller” que en Francia dirige y coordina Hubert Nysen, fundador del sello Actes Sud.
Ese mismo año, mientras Actes Sud editaba en bolsillo (colección Babel) Madame Wakefield, también dio a conocer su primer libro no narrativo. Mezcla de prosa poética con “greguerías” en claro homenaje a Ramón Gómez de la Serna (“ramonerías”, las llama Berti) fue publicado en Francia, en edición bilingüe, por Editions Meet, y lleva por título Los pequeños espejos/Les petits miroirs.
Marzo de 2008 fue la fecha de salida de su cuarta novela, La sombra del púgil, editada por Norma (en Argentina y Colombia), La Otra Orilla (España) y nuevamente por Actes Sud (Francia).
Noviembre de 2010 fue la fecha en que apareció su último libro de cuentos: Lo inolvidable, editado en España y Argentina por Páginas de Espuma y en Francia por Actes Sud.
Sobre el escritor Eduardo Berti y su obra se ha escrito:
"Un verdadero talento innovador" (Paul Bailey, Daily Telegraph, Londres)
"Una nueva y eficaz forma de narrar." (Rodrigo Fresán)

"Una literatura muy personal e innovadora que proporciona al lector un formidable placer" (Gérard de Cortanze, Le Figaro, París)
"Una prosa fluida, precisa y vigorosa" (Ernesto Schoo, La Nación)
"El talento y la gracia de Eduardo Berti resultan totalmente indiscutibles" (Antón Castro, Abc,

Madridn gran escritor" (Eva Grinstein, El Cronista, Buenos Aires)
"Uno de los novelistas más originales y más dotados de todos cuantos hoy escriben en español" (Alberto Manguel)
"Un escritor inclasificable, es decir, precioso" (Frédéric Vitoux, Le Nouvel Observateur, París)

sábado, 19 de noviembre de 2011

LAS NOVELAS QUE DEBERIAMOS LEER INDEFECTIBLEMENTE II


Existe otro grupo de novelas para esta antología, importantes para la literatura, pero significativas en lo personal, por la experiencia que constituyó su lectura, por el impacto y la alucinación que me produjo en su momento y por el hecho que, sus relecturas siempre son frescas y deparan gratas sorpresas. Su valor  está descontado, así lo ratifican innumerables estudios. Hablare de los aspectos más relevantes desde un perspectiva hedónica y estética.  La lista es la siguiente:


1.- El viejo y el mar de Ernest Hemingway.


2.- El sonido y la furia de de William Faulkner


3. -Auto de fe de Elías Canetti


4.- El proceso de Franz Kafka


5.- la nausea de Sartre


La novela de Hemingway, fue una de las experiencias más inolvidables como lector.  Este pequeño libro,  es criticado por los expertos por su frágil estructura, en lo personal, creo que esta es una de sus mayor virtudes, porque esta relatado con todas las armaduras del buen periodista, con la lógica de un cronista, para atrapar al lector desde el inicio. Esto no le quita su valor literario. A la fecha de su aparición ya se  habían publicado sus grandes novelas: “Por quién doblan las campanas” y “Adiós a las armas”. Que impacta en este libro: Su historia, nos cautiva desde el principio, nos atrapa, para decirlo en términos coloquiales, no queremos soltar el libro nunca, cuando esto sucede, no cabe duda, que se vive como lector una experiencia inigualable. Después, su protagonista, nunca se nos olvidará, este personaje de ficción nos acompañará toda la vida, la novela gravita alrededor de su personalidad, excepcional, sin par,  está perfectamente descrita. Es un viejo marinero en la última etapa de su vida, desprestigiado por el hecho de llevar 84 días de pesca sin ningún resultado,” aparentemente  sin nada que ganar o perder”, pero que en todo caso, no enseña como la lucha por la vida debe emprenderse todos los días con el mismo valor y de manera irrenunciable. Estas 120 páginas, son  un ejemplo de buena literatura, de esos libros de referencia permanente y que no dudo en aconsejar. Tiene valores literarios incuestionables.  Es una historia vigorosa, de una factura impecable, en su última parte la naturaleza le infringe al pescador una derrota que se constituye en su mayor triunfo, pero este hecho desde la perspectiva narrativa, es una virtud del escritor, quien cierra la obra de manera perfecta, las dotes del periodista quedan expuestas.


El “Sonido y la furia” de Faulkner. El título de la novela alude a un soliloquio del acto 5, escena 5 del Macbeth de Shakespeare. La descripción de la novela hecha por Wilquipedia es muy buena: “Novela influida por el Ulises de Joyce, narra la decadencia y destrucción final de un viejo linaje del tradicionalista sur de Estados Unidos (el famoso Deep South) o sur profundo, desde el punto de vista de los últimos sobrevivientes degenerados de dicha familia. Los Compson, protagonistas de la decadencia familiar son presentados en las voces de tres de sus miembros y de Dilsey, la sirvienta negra, considerada como de la familia por la cantidad de años que lleva al lado de ellos. De este modo, cada una de las secciones del libro es algo así como el testimonio de uno de los Compson. Está narrada por varios personajes. La primera sección es la relatada por Benjy, un débil mental para quien el mundo, su mundo, se basa más en percepciones que personas y objetos. La segunda sección es la relatada por Quentin Compson, hermano del anterior, poco antes de suicidarse en Harvard, Massachussets. La tercera parte es relatada por Jason, también hermano de los anteriores. La cuarta parte, según el propio Faulkner es la única que no es relatada por un miembro del clan Compson, sino por él mismo. Esta última parte, sin embargo, está construida como un punto de vista de tercera persona focalizada en Dilsey, la sirviente negra de la familia Compson. Esta sección permite reordenar y dar sentido a las acciones y pensamientos de los demás personajes. Existe un personaje Compson que no relata, Candace (Caddy), la hermana de los otros tres Compson. Esta estructura narrativa dota a la novela de una sensación polifónica, en la cual los hechos son presentados bajo el punto de vista de distintos narradores con su peculiar manera de ver los mismos hechos que se narran en el fondo.” Que me impacto de su lectura. Fue como entrar a las grandes ligas de la literatura. Reconocer, todo lo que se puede hacer desde la novela. Disfrute, si se puede llamar, las alucinaciones del monologo interior. No es fácil leerlo, pero una vez la narrativa se sobrepone a los intrincados laberintos verbales, el libro resulta ser un encanto e inolvidable. Faulkner es el escritor de los escritores. Influyó en todos los novelistas grandes del Boom Latinoamericano y existen alusiones de Gabo y fuentes sobre su obra y personalidad excepcionales. He dicho siempre, quien tenga pretensiones como escritor debe leer a Faulkner.


“Auto de fe” de Elías Canetti,  en medio de la pasión que representaba para mí la lectura,  el universo fascinante de la escritura y los libro, con tan solo quince años,  fue un descubrimiento total, por ser una novela excepcional para los lectores compulsivos, si se atiende a la trama. Narra la vida de un sinólogo, un intelectual a carta cabal, que vivía solo entre libros y quien sobrevive una historia siniestra de la mano de una mujer.  Estos  personajes y  el tema estaban por fuera de todo lo que yo había leído hasta la fecha y  reflejaba toda la hondura intelectual, de este excelente escritor, que descifró el fascismo y las tramas del poder, para someter al hombre en todas sus dimensiones. Después leí, “Masa y Poder”, el otro proceso de Kafka y sus memorias, que siempre están en mi mesa de noche.  Auto de fe, Canetti cuenta en sus memorias,  nació de una imagen que, como un pequeño demonio pertinaz, lo obsesionaba: un hombre que prende fuego a su biblioteca y arde junto con sus libros. Mario Vargas Llosa, escribió sobre esta novela, con absoluta lucidez: La dificultad mayor que ofrece no es entender lo que en ella sucede sino, más bien, hacerse una idea coherente del conjunto de episodios que la componen. Éstos, aislados, son muy claros: hechos triviales o truculentos; banalidades domésticas y desmesuras visionarias; los estereotipos y clisés pequeño burgueses que surten sin tregua de la boca y la mente de un ama de llaves y las reflexiones extravagantes de un orientalista neurótico; las sórdidas brutalidades de un portero matón y las hazañas delincuentes de un enano jorobado salido del hampa; complicaciones callejeras de una absurdidad demencial, enredos burocráticos, crímenes y violencias de todo orden. Cada uno por separado, todos estos sucesos son inteligibles y están dotados de poder persuasivo. Por su concatenación, en cambio, es difícil de establecer; la relación de causa a efecto que los vincula o debería vincularlos es tan soterrada que, con frecuencia, se eclipsa. Las bruscas mudas de tono, contenido, humor y sentido entre episodio y episodio resultan a veces desconcertantes. También a este respecto es instructivo el testimonio de Canetti: «Un día se me ocurrió que el mundo no podía ya ser recreado como en las novelas de antes, es decir, desde la perspectiva de un escritor; el mundo estaba desintegrado, y sólo si se tenía el valor de mostrarlo en su desintegración era posible ofrecer de él una imagen verosímil.» Para mí, significo descubrir las trampas de la razón, la relación intima entre poder y saber y el descubrimiento de la pervertida naturaleza humana que todo lo puede”.  Al principio de la novela, me sorprendió que un personaje pudiese leerlo todo, conocerlo. Después comprobé con Borges, muchas de las realidades descritas con este personaje.


De Franz Kafka, había leído la “Metamorfosis “, una obra que significó el abre te sésamo de la literatura.  Aprendí, En una novela cabe todo. Vargas Llosa en el prologo de su excelente libro la verdad de las mentiras decía: “En efecto, las novelas mienten —no pueden hacer otra cosa— pero ésa es sólo una parte de la historia. La otra es que, mintiendo, expresan una curiosa verdad, que sólo puede expresarse encubierta, disfrazada de lo que no es. Dicho así, esto tiene el semblante de un galimatías. Pero, en realidad, se trata de algo muy sencillo. Los hombres no están contentos con su suerte y casi todos —ricos o pobres, geniales o mediocres, célebres u oscuros— quisieran una vida distinta de la que viven”. El proceso develo las tramas del poder y la  burocracia desde la perspectiva del sujeto, de quien la padece, que parece nunca comprender que es lo que está sucediendo. En muchas novelas intuimos que va a pasar, con el proceso, quedamos lelos, no sabemos nada, como el protagonista, vivimos una ansiedad inexplicable frente a los hechos.  “En el relato, Josef K. es arrestado una mañana por una razón que desconoce. Desde este momento, el protagonista se adentra en una pesadilla para defenderse de algo que nunca se sabe qué es y con argumentos aún menos concretos, tan solo para encontrar, una y otra vez, que las más altas instancias a las que pretende apelar no son sino las más humildes y limitadas, creándose así un clima de inaccesibilidad a la 'justicia' y a la 'ley'. “Alguien debió de haber calumniado a Josef K., porque sin haber hecho nada malo, fueron a detenerlo una mañana". Un par de funcionarios detienen al gerente bancario Josef K., limitándose a decirle que se encuentra procesado. Desde ese momento Josef K. es sujeto de un asfixiante procedimiento judicial que poco a poco se apodera de su vida; es interrogado en infectas dependencias de tribunales decadentes, instalados en buhardillas de la periferia; es espectador de extrañas situaciones relacionadas a los burócratas que lo rodean y conoce a personajes que parecen querer ayudarlo, pero son tan impotentes como él frente a las muchas instancias y niveles del poder judiciales. Todos, como señala Titorelli el pintor, son parte del tribunal.  Nadie había descifrado el poder con tanta perfección. Ahora que vivimos inmersos entre sus telarañas, comprendemos la grandeza de este excelente novelista.  Es acertado la frase del  escritor Peruano Mario Vargas Llosa: ?Los hombres no están contentos con su suerte, y casi todos, ricos y pobres, geniales o mediocres, célebres u oscuros; quisieran una vida diferente a la que viven, y para aplacar tramposamente ese apetito, nacieron las ficciones?.


La Nausea de Sartre, marco un hito para la juventud. Esta es la novela filosófica por antonomasia. Nosotros que fuimos ídolos del pensador Francés, encontramos en esta novela, el debate del ser en el marco de la sociedad moderna, cifrado en una excelente narración y un argumento difícil, pero servil al propósito del escritor, que no era otro que, declarar la existencia un absurdo. “Toda la novela surge del diario personal que lleva minuciosamente, y fechado, Roquentin. Con detalle estampa sus impresiones cotidianas, con una lenta morosidad que mucho tiene que ver con ese mundo absurdo y solitario en que está inserto. El acercamiento a los descubrimientos filosóficos fundamentales, se va dando de a poco, como la aproximación al clímax de una revelación mística”. “Roquentin vive en un mundo sin sentido. Lo asombra comprobar que los buenos burgueses de la ciudad, no adviertan estos aspectos de la realidad, que para él son tan evidentes. Un alejamiento profundo lo distancia de todo lo que lo rodea, y, finalmente, lo distanciará de la obra misma en que está trabajando. El Marqués de Rollebon dejará de interesarle y abandonará su ficticia o engañosa vocación de historiador”. Esta novela ahora tiene más vigencia que nunca. Su relectura me produce una ansiedad, que no es otra cosa que la confirmación de los buenos dotes del escritor.


Estas novelas en lo personal han marcado mi vida y constituyen para el siglo veinte una muestra representativa del género. Así lo ha ratificado la crítica especializada. Sobra decir, que deberán ser leídas, para poder conocer su magia. Amanecerá y veremos.

domingo, 13 de noviembre de 2011

LAS NOVELAS QUE DEBERIAMOS LEER INDEFECTIBLEMENTE


Asumo que escribo este artículo para lectores consumados. Hablare de un género específico: la novela. Hare una reflexión sobre aquellas novelas imprescindibles  del siglo veinte, según la crítica,  el canon y la propia experiencia. El tema será asumido desde un punto de vista absolutamente personal, queda descontado que faltarán muchas novelas y por su puesto novelistas. El artículo nace de sendas antologías y listas publicadas en este mes por la revista Arcadia y por un periodista cultural de la revista Semana. Solo empezaremos con las primeras cinco novelas de un total de veinte en el plano universal. Después hablaremos de aquellas novelas hispanoamericanas del siglo veinte y por último  de las novelas Colombianas del mismo periodo.


Seguimos pensando, que es imprescindible incluir en esta lista, lo monumental:


1.- El Ulises de Joyce.


 2.-La montaña Mágica y José y sus hermanos de Thomas Mann.


3.- En busca el tiempo perdido de Marcel Proust.


4.-El cuarteto de Alejandría Lawrence Durreal.


5.- El hombre sin atributos. De Robert Musil.


Qué hace de estas novelas iconos emblemáticos ?. La perfección lograda de acuerdo a las condiciones del género hasta la fecha de su publicación, los cambios sustanciales propugnados y la revolución estética producida para la literatura en general. Estas obras sobreviven a sus autores y se han convertido en universos suficientes a los que se recurre y se cita cotidianamente, como realidades por encima de su condición metafórica. Estas obras  hacen parte del patrimonio estético de la humanidad y la memoria de un siglo, con un  ítem: están siempre abiertas, viven, se renuevan, gracias a sus lectores e interpretaciones múltiples, hay un dialogo permanente con ellas.


Ulises incorpora el monologo interior a la novela y constituye una revolución lingüística para la lengua inglesa. Esta obra cambia totalmente la estructura de la novela. Con su publicación se produce una revolución, lenta de comprender, pues los avatares de su edición y publicación dan para otra novela, pero consolidada en el tiempo. “El MONÓLOGO INTERIOR o «fluir de la conciencia» (el narrador narra impresiones fugaces en forma delirante, sin orden temporal. Su conciencia fluye y se exponen los sentimientos más íntimos sin organización lógica tal y como vienen a la mente. A veces se eliminan los signos de puntuación y las estructuras gramaticales. Este discurso refleja el caos interno del personaje”. Otras muy serias connotaciones aporto la obra, pero sustancialmente esta es una de las más importantes.


Thomas, Mann, es un novelista a carta cabal, por sus obsesiones frente al género y los temas que pretendió abarcar. Busco eso que llamamos la novela total y por lo tanto a través de la ficción, describir al hombre en toda su dimensión. La montaña mágica y José y sus hermanos, constituyen verdaderos monumentos.
Proust, con la publicación de su extensa saga de siete novelas, junto con Joyce, deslumbra, por la perfección de su obra, por las connotaciones particulares,  excepcionales y por los cambios introducidos. Cuando se lee, se asiste a una ópera prima de tipo lingüístico: “Su estilo es muy especial y se compone de frases muy largas que resultan extrañas, y para las que es necesario tomar aliento si se quiere llegar al punto sin ahogarse. Sus contemporáneos aseguran que de hecho, se trataba prácticamente del modo en el que el autor hablaba, lo que también resulta paradójico si se tiene en cuenta que Proust era asmático. No obstante, al igual que el escritor cubano José Lezama Lima, la redacción de sus extensas frases recuerdan el ritmo lento de la respiración del asmático. Se cuenta, además, cómo solía hacer innumerables adiciones a los textos en las galeradas previas a la edición final, hasta agregar folios e incluso tomos completamente nuevos. Este ritmo, podría decirse «ahogado», que alarga sus frases, sumado al ímpetu frenético de su escritura, se pueden entender más claramente a partir de ciertas observaciones: algunos de sus amigos y conocidos más cercanos sospechaban en Proust los rasgos del hipocondríaco.” La visión sujetica del tiempo, Bergson, es aplicada aquí en toda su dimensión. Estas largas ensoñaciones, del tiempo recobrado, de una poética sin igual y cargadas de citas sobre la pintura, la sociedad Francesa y el arte en general, en un ambiente burgués en absoluta decadencia, son un bocado para el lector y constituyeron una verdadera revolución para la literatura. 


‘El cuarteto de Alejandría’ es una tetralogía escrita por Lawrence Durrell a finales de la década de los cincuenta del siglo pasado. La intención del autor, como explica en la nota que abre “Balthazar”, el segundo de los libros, es construir una serie de novela que se desplieguen en el espacio sin constituir una serie; obras que se complementen unas a otras, entretejiéndose en una relación puramente espacial, sin referencia temporal alguna. Eso es lo que Durrell hace con los tres primeros volúmenes, mientras que el último sí que se revela como un sucesor de los anteriores y utiliza el tiempo (narrando hechos posteriores a los ya mostrados) para tejer una imagen última —que no definitiva— de los protagonistas ( Solodelibros). Existe una experimentación en los aspectos formales de la novela, sobre todo en el manejo del tiempo y el espacio. Estas obras se refieren a los acontecimientos en Alejandría justo antes y durante la segunda guerra mundial. Los primeros tres libros cuentan en esencia la misma historia, pero desde diferentes perspectivas, una técnica que Durrell describió en su nota introductoria a "Balthazar" como "relativista". Sólo en la parte final, "Clea", la historia avanza en el tiempo y alcanza un desenlace. En estas novelas investiga el amor en todas sus formas, y pasajes de gran belleza se mezclan con estudios sobre la corrupción y con una compleja investigación sensual.


El hombre sin atributos de Musil, inacabado por la muerte del autor, se resume en estos hechos: obra escrita entre 1930 y 1942.  Los actores principales de esta tragicomedia monumental son: Ulrich, el hombre sin atributos, el matemático idealista, el sarcástico espectador; Leona y Bonadea, las dos amadas del matemático, desbancadas por Diotima, cerebro dirigente de la "Acción Paralela" y mujer cuya estupidez sólo es comparable a su hermosura; y Arnheim, el hombre con atributos, un millonario prusiano cuya conversación fluctúa entre las modernas técnicas de la inseminación artificial y las tallas medievales búlgaras. Alrededor de ellos se mueve, como en un esperpéntico vodevil, la digna, honrada, aristocrática sociedad de Kakania (el imperio austro-húngaro), que vive los últimos momentos de su vacía decadencia antes de sucumbir a la hecatombe de la Gran Guerra. “La perspectiva de Musil tiene trescientos sesenta grados y abarca la gama entera de lo real, como un diccionario universal que incluye todas las voces del mundo y toda inteligencia, desde el principio de razón suficiente al gran amor vagabundo, desde el capitalismo a la nieve, desde una media femenina que se deshilacha en una pierna, a las mejillas de Agathe que arden como rosas en la sombra. Musil sabe mirar al mundo con los ojos apagadamente melancólicos de su Leo Fischel, como con los amablemente estúpidos del conde Leinsdorf o los alucinados de Clarisse.” Se ha reeditado en Español. La lectura de los diarios de este autor, es absolutamente exquisita.
Siempre hablamos de los libros que nos gustan con  sentido hedónico, como lectores sin ninguna pretensión academica. Estamos convencidos, que es mucho mejor releer que arriesgar con títulos nuevos. Pero es imprescindible estar en todo en materia narrativa, tan solo como lectores impenitentes. La curiosidad frente a los nuevos autores, nos hace tomar los riesgos consabidos, muchas veces con  gratas sorpresas. Seguiremos en la tarea en todo caso.









martes, 1 de noviembre de 2011

PETER SLOTERDIJK

La obra de este filósofo tiene la virtud de despertar controversias muy fuertes, en un mundo caracterizado por la estandarización del pensamiento y el ocaso de los grandes filósofos. Alemania se caracteriza por dar pensadores fuera de serie y este escritor confirma esta tradición. Desde Kant, Schopenhauer, Hegel, Nietzsche, Heidegger, Habermas, Adorno, Jaspers y por su puesto Sloterdijk, los grandes temas, están a la mano. Estoy estudiando esferas y de hecho quiero comentar, no sobre los presupuestos argumentativos, que representan el sumo de su pensamiento, sino sobre los valores literarios de estos textos.
Fernando de Soto, en su blog escribe con mucha lucidez sobre este pensador: “De vastísima cultura filosófica, mimada elocuencia e intención polémica, la notable prosa de Sloterdijk ha sabido suscitar no pocas controversias (cuyo trasfondo supieron algunos captar con malevolencia) en el horizonte político, estético, sociológico y filosófico de Alemania tras la caída del muro de Berlín. Su escritura muy estilizada, voluntariamente elegante, retórica incluso, que ha conferido un notable valor a cada uno de sus textos, procede en el presente volumen por condensación, con pincelada expresionista, a todo punto carente de sistematicidad, pero incisiva y certera. A tal fin, son ciertas elongaciones metafóricas las que provocan, en la mayoría de los casos, el efecto supremo de la belleza descriptiva que consigue Sloterdijk de esos temperamentos (cuya magnífica versión castellana debemos agradecer a Jorge Seca). Así, la metáfora bursátil cartesiana, la crematística kantiana, la terapéutica husserliana, persiguen aprehender el rasgo figurado de toda una filosofía retrotrayéndolo al término propio del carácter que la sostiene”.

Borges escribió sobre el Zaratrusta de Nietzsche, un texto que paradojicamente explica a Sloterjijk: Muchas contrariedades presenta Así habló Zarathustra: “una sintaxis de aficiones arcaicas y un vocabulario neológico, la máxima energía y la máxima vaguedad, la inextricable ambigüedad del sentido y la pompa de la dicción.” Los pensadores Alemanes escriben en metáforas canonícas, abiertas a múltiples interpretaciones, como odas vivas, en permanente dialogo. Su prosa, para el caso de este pensador, es de una factura perfecta, atiende a los fines de un pensamiento, siempre en la búsqueda de los desciframientos. La trilogía esferas, según su mayor estudioso en Latinoamérica, el filosofo Vásquez Rocca, quien sintetiza magistralmente el propósito de la misma, expone una teoría de la intimidad, una ontogénesis del espacio interior, para explicar la concepción general del mundo y de la historia. El problema fundamental de la filosofía no es el tiempo, sino el espacio. El quienes somos, es remplazado por el donde estamos. La teoría de las esferas es un instrumento morfológico que permite reconstruir el éxodo del ser humano de la simbiosis primitiva al tráfico histórico-universal en imperios y sistema globales, como una historia coherente de extraversiones, ella reconstruye el fenómeno de la gran cultura como la novela de la transferencia de esferas de lo mínimo intimo, el de la burbuja dual, hasta el máximo imperial.

La influencia de spengler se percibe en sus textos. Su prosa sobrepone el estilo al sentido, dándole a sus escritos un valor estético y literario incuestionable. Es una experiencia literaria por fuera del canon. Como todas las grandes obras no son fáciles al principio, pero después, la fuerza narrativa se va sobreponiendo y la lectura se convierte en una experiencia irrepetible.

El instrumento literario especifico, como en los textos biblicos, es la alegoria. "Esta es una representación más o menos artificial de generalidades y abstracciones perfectamente cognoscibles y expresables por otras vías. El símbolo es la única expresión posible de lo simbolizado, es decir, del significado con aquello que simboliza. Nunca se descifra por completo. La percepción simbólica opera una transmutación de los datos inmediatos (sensible, literales), los vuelve transparentes. Sin esta transparencia resulta imposible pasar de un plano al otro. Recíprocamente sin una pluralidad de sentidos escalonados en perspectiva ascendente, la exégesis simbólica desaparece, carente de función y de sentido ( Henri Corbin)». Esta es la cualidad maxima de la narrativa de esferas: la multiplicidad.




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