Dos personajes históricos (Nietzsche y José Eusebio Caro) de suma importancia para las letras y la
filosofía, cada uno en espacios muy específicos, me han acercado
ineludiblemente al tema de la filología. En estos días, gracias a una
conversación casual con María Paula, una prima encantadora quien estudió
filología inglesa, volví a escrutar y a
revivir el entusiasmo por una ciencia que en estas dos últimas décadas amplió
el espectro de sus competencias con la revolución de las tecnologías de la
información y el conocimiento. Hoy, para la investigación académica, Las
ciencias humanas, la lingüística, el derecho, la filosofía, la filología
constituye un saber imprescindible. Dónde están los filólogos y que hacen en
estos tiempos es una pregunta ineludible. Admiro el trabajo silencioso que se lleva a cabo en
el instituto Caro y Cuervo de Bogotá, la mayoría de veces se queda en manos de
los especialistas, no tienen la divulgación que merecen tales esfuerzos. Leyendo a George Steiner, los trabajos publicados
sobre Nietzsche en su aniversario, variopintos y muy interesantes, la biografía
de José Eusebio Caro de Fernando Vallejo y algunos ensayos sobre Andrés Bello
corroboré como esta ciencia está imbricada en todo lo que hacemos y decimos.
Ahora que Colombia se bate en un proceso de paz he ratificado hasta la saciedad
como las palabras son vehículos cargados de significados, con ellas se encubren
muchos intereses, se manipula y se miente en nombre de la verdad. La filología,
que no es otra cosa que la comprensión genealógica de los textos, la búsqueda
de su origen, el desciframiento de su armadura, la escoriación histórica de las
palabras y su evolución, para poder entenderlas en un contexto determinado, se
ha convertido en una ciencia necesaria en esta era de la información. No solo
para los estudios especializados de literatura, para la elucidación sobre los
grandes textos de filosofía, para entender cómo evolucionan los idiomas, sino
en el decir de Habermas, en el marco de una teoría de la comunicación de las
sociedad: Eso que él llama, teoría de la acción comunicativa. Foucault, trabajó
en todos los textos sobre poder y saber, la evolución de las palabras en las legislaciones,
como se expresa el poder en diferentes épocas. Me pregunto por ejemplo por un
solo término muy manoseado en estos años: “La seguridad”, expresión muy usada por los gobernantes y los políticos,
con ella se encubren todo tipo de políticas y acciones, la mayoría de veces perversas.
En “Vigilar y castigar” de Foucault hay una escrutación de la acción penal
desde la ley, atendiendo a la evolución histórica de algunas palabras con las
que se solía castigar. Hay mucha
filología en este texto.
Mi prima viaja a Inglaterra a realizar una especialización. Hablé muy
poco con ella, recordé los textos de Borges sobre la literatura inglesa. Los filólogos
y críticos especializados siguen trabajando los escritos de Shakespeare en su
versión original. No me imagino el
efecto en un lector ávido de descubrimientos al tener contacto con estos textos,
el hecho de poderlos trabajar abiertamente. Recuerdo la tarea maratónica de
Harold Bloom con el texto extenso “La invención humana”, “revisar las 38 obras
teatrales de William Shakespeare, para sustentar la hiperbólica afirmación de
que el dramaturgo inventó nada menos que la personalidad humana”. Le deseo la mejor suerte a mi prima y me
depara una envidia de las buenas.