Tomo este artículo de "Letras libres" a propósito del premio cervantes de literatura
Por Analhi Aguirre12 de noviembre del 2021
El premio Cervantes a la escritora uruguaya abre la puerta a
que su obra sea valorada como se lo merece, por su sincronía literaria y vital
en nuestra época.
En el enorme poema “Mi casa es la escritura” (2006), Cristina
Peri Rossi narra que está en un fluir constante, un ir y venir, en el que no le
creció una planta, no le creció un perro. Solo, aclara, le crecen los años y
los libros que deja “abandonados por cualquier parte para que otro, otra los
lea sueñe con ellos”. Esos años, esos libros, ahora, le hicieron crecer un
Cervantes.
Dicen que hay escritores, escritoras, que se atreven a
ostentar temas, a hablar de ciertos asuntos que, por alguna razón, parecieran
no tener cabida en el inmenso tesoro, grandilocuente casa, que es la escritura.
Y es que se trata de una escritura distinta. Es decir, no se
trata de escribir, de dejar escrito, de hacer libros, textos, oraciones, versos
memorables, donde se departa sobre tramas que provoquen la censura de la
escritura del incesto, la homosexualidad, el aborto, el feminismo, el poco
reconocimiento a una labor escritora, el exilio de una mujer, la dificultad de
vivir de la literatura. No. Se trata de la obra, y no de unas cuantas
ediciones. De un tiempo entero que acarrea y crea todo un estar en el mundo
literario, de una morada insumisa, rebelde (hasta cuando mira), una obra
grande, como el laberinto de Asterión o más. Así es la gigante trayectoria de
Cristina Peri Rossi, quien acaba de ganar el premio Cervantes.
Nos estábamos refiriendo a una escritura distinta. Porque la
escritura de Peri Rossi no son solo los asuntos espinosos, difíciles de leer,
inadmisibles de dejar pasar, ineludibles de instaurar en la historia de la
literatura (de toda, no solamente la escrita en español). La narrativa, la
poesía, los ensayos de la escritora uruguaya no hay que mirarlos hacia un qué,
sino hacia un cómo. Ahí está la trascendencia de quienes escriben y nos dejan
sus libros, sus años.
Cristina Peri Rossi publicó su primer libro de cuentos en
1963, cuando tenía 22 años. El volumen se llama Viviendo y es una exquisita
colección de relatos que se encontraban justo ahí, en la corriente fluvial
literaria donde tenía que estar, que revelarse. Ese libro es tan difícil de
conseguir como casi todos los de Peri Rossi.
Se asoma una anécdota en este escrito. Una estudiante viaja a
Montevideo para poder desenterrar aquellas publicaciones de la escritora que le
interesa revisar, conocer, admirarla más. Sin embargo, hay una sorpresa: ni
siquiera en su ciudad natal existen esos libros de Peri Rossi que está
buscando. Encuentra algunos en el mercado de pulgas uruguayo por excelencia, la
denominada y archifamosa Feria de Tristán Narvaja. En sus calles emergen, como
después de una inundación, juguetes viejos, vajillas usadas, curiosidades
escudriñadas, libros. Brota, como los árboles, que Peri Rossi asegura que le
salen a ella, su primera novela, la dejada de lado, pasada por alto, en pleno
boom latinoamericano, El libro de mis primos (1968). En Uruguay, con el
distinguido Juan Carlos Onetti –compañero de cafés de una Cristina veinteañera–
a la cabeza de la medusa intelectual porteña, la joven escritora, ya promesa
nacional, gana el Premio Marcha, con una novela que ofrece una casa con
espacios designados, según los géneros, una cabal descripción de una casa
latinoamericana que roza lo siniestro, una familia que se mecanografía desde un
patriarcado atroz.
Entonces, nuestra escriba se lanza y traza los versos del
repertorio único de poesías de amor entre mujeres, Evohé (1971). A esta altura,
ya los tiempos se han puesto álgidos, terroríficos y funestos en Uruguay. Y que
no se nos pase: Peri Rossi lo había ya ilustrado con una prosa impecable en Los
museos abandonados (1968), donde las personas huían de la muerte, de esa muerte
que estaba desapareciendo gente.
El mismo año que publica Evohé, a Peri Rossi le avisan que
muy pronto irán a buscarla los militares para llevársela a donde ellos saben
que podrán o harán al menos el intento de controlarla. Peri Rossi logra un
pasaje en barco y huye. Es inminente, pues debe considerarse un recuerdo
cristalizado y roto, por supuesto, punzante, fijo, contar que la escritora
siempre trae el extraordinario dolor de tener que renunciar a sus libros y
escapar.
Pasan algunos años, y la supervivencia se pone ruda en una
España franquista que continuaba atrasándolo, quitándolo todo. A pesar de las
barricadas de la censura que la perseguían, Peri Rossi escribe poemas, relatos,
novelas. Traduce, habla en la radio española, vive como puede. El barco que la
trajo al viejo mundo le hace crecer Descripción de un naufragio (1976), en
donde se declara pertenecer “a un mar en fugitiva”. La expulsión de su país
será siempre una de sus constantes literarias. La nave de los locos (1984), sin
duda una de las mejores novelas escritas en español, narra dos historias
contrapuestas, que zozobran entre el caos y el cosmos: un tapiz que se
interpone corajudamente en la lectura y un tal X que ha sido desterrado,
extrañado de su tierra.
Igualmente, la prosa enorme, certera, vehemente, surge al
mismo tiempo que una poesía insuperable. Algunos títulos narrativos serán El
museo de los esfuerzos inútiles (1983), Cosmoagonías (1988), conviviendo junto
a la lírica que la ha posicionado como una de las mejores: Diáspora (1976),
Lingüística general (1979), Europa después de la lluvia (1987). Este último
libro es fundante para su literatura, o, mejor dicho, se torna contundente en
su producción porque el arte, que ya había aparecido de manera protagónica en
el tapiz de la creación en La nave de los locos, se redime aquí con versos
inspirados en la inefable pintura de Max Ernst que tiene el mismo rótulo. Babel
bárbara (1990) inaugura los años noventa, década que tendrá la fortuna de que a
Peri Rossi le nazcan tres libros magníficos. Uno, lleno de ensayos tan cultos
como voraces, donde el deseo ya es su variable provocadora, Fantasías eróticas
(1991). Luego brilla Desastres íntimos (1997) por la forma que toma para discursear
sobre machismos, lesbianismos y otras yerbas. Pero la prosa es lo que luce. El
cómo más que el qué, un cómo que se abre en Las musas inquietantes (1999) y que
pone, ahora, o nuevamente, a sus versos hablando, criticando, admirando su
propio museo, hecho en paredes de papel que fluyen, a la vez que disertan sobre
el deseo de no ser mujer, de no continuar la “presarosa saga” de la sumisión.
El 2003 se congratula con Estado de exilio, donde asevera que
“Lo mejor es no nacer, / pero en caso de nacer, / lo mejor es no ser exiliado.”
El desarraigo, la escritora ida vuelve como un deseo de no serlo. Mi casa es la
escritura (2006), cuyos versos se pueden escuchar de la propia voz y cuerpo de
Peri Rossi en YouTube, se asigna como una de las cumbres de sus palabras,
cuestión que se ata esplendorosamente con Playstation (2009). Aquí se traza un
poema impar, uno que tiene el mismo título que su libro de poemas de 2006:
“Estado de exilio”. Estas estrofas se asemejan a las relaciones que hacían los
juglares, que hoy en día se podrían llevar, sin ningún lugar a dudas, al cine
(otro de las lúcidas imbricaciones en la literatura de Peri Rossi). Relata aquí
la crónica de una traducción que hizo una presa en Texas del libro Estado de
exilio. Nos avienta, como solo una escritora como ella puede hacerlo, que el
acto poético había sucedido cuando una mujer blanca, que había sido encarcelada
por ayudar a salir de la cárcel a una presa negra, había aprendido español para
traducirla.
El impacto novelístico también se había vuelto una presencia
magnífica: Solitario de amor (1988), La última noche de Dostoievski (1992), El
amor es una droga dura (1999), todas narraciones que dialogan con el deseo de
un modo visceral, poético, trágico, irreverente, feminista.
Recientemente, Peri Rossi publicó otros poemas, Las
replicantes (2016) que se imprimen en su recepción, otra vez, como esa idea de
casa, de escritura, de tránsito que crece, que le crece. Eso indica ella, igual
que lo hace en las dos últimas novelas imposibles de no leer: Todo lo que no te
pude decir (2017) y La insumisa (2020), donde se echa en una suerte de
biografía construida por una Peri Rossi que escribe a sabiendas de que nos
hagamos cargo de que tiene ganas (siempre) de que eviten etiquetarla, de que la
salven de quedarse perpetuamente en la historia de la literatura en español y
del mundo.
¿Por qué es relevante que le hayan dado el premio Cervantes a
Cristina Peri Rossi? La respuesta es unánime: porque su cómo ha superado al
qué, y ese cómo se manifiesta en una poiesis que ahora, y más que nunca y que
siempre, hay que leer. Es forzoso grabar en piedra que ella es la sexta
escritora, entre una cuarentena de escritores. Esta es una de las razones por
las que es transcendental que haya ganado tremendo galardón.
Pero hay otro argumento aún mayor. Que al fin –o por lo
menos, esa es la gran expectativa (la más coherente, frente a tanta frivolidad
mercantil)– Cristina Peri Rossi sea leída, y para ello reeditada y, por
consiguiente, valorada como se lo merece, por su sincronía literaria y vital en
nuestra época, por darnos placer de literatura, sabor exquisito de la lengua,
amor por la escritura, que, seguramente, para quienes están leyendo esto,
también es su casa, nuestra casa. La obra de Cristina Peri Rossi es una de las casas
más destacadas de la literatura en español. Para quienes no la han habitado, ya
es hora de hacerlo; quienes la habitamos, sigamos allí felices, conociendo una
parte fundamental de nuestra historia literaria relatada por una mujer que ha
vivido, que vive, finalmente, de su escritura.
Pd. Hoy, en la plataforma de Amazon, se puede encontrar
Evohé, antes censurado e inconseguible hasta hace muy poco tiempo, a un costo
de 150 dólares. Años atrás, yo pude leerlo gracias a la generosidad de un
profesor que había guardado algunos ejemplares antes de que los desaparecieran
de Uruguay. Afortunadamente, ya no pasará lo mismo con la última recopilación
de sus poemas, Detente, instante, eres tan bello (2021), que inaugura la
primera publicación de Cristina Peri Rossi en Argentina…