sábado, 22 de febrero de 2020

LA CRONICA


He sido un lector compulsivo de la crónica latinoamericana, no solo por la importancia histórica y el hecho que los escritores del Boom en su mayoría fueron primero grandes cronistas, sino por la calidad de las mismas, nuestra narrativa y literatura nació con los grandes cronistas. Estoy leyendo dos excelentes libros. “Antología de la crónica latinoamericana actual” con prólogo de Darío Jaramillo Agudelo, quien fue el compilador y los “Malditos” de Leila Guerrero.
Recuerdo la antología en dos tomos de “La crónica colombiana” de Daniel Samper Pizano. La traigo a colación por la importancia de la misma y el trabajo investigativo que implicó este texto para Daniel, quien es uno de los grandes cronistas y por el hecho que su lectura fue un deleite.
El prólogo de Darío Jaramillo es un excelente ensayo sobre la crónica como género, no solo la define y la contextualiza, sino hace énfasis en lo que ha representado para la narrativa latinoamericana.
La mayoría de los grandes novelistas del Boom latinoamericano fueron grandes cronistas. Gabo decía que nuestra realidad supera cualquier ficción. Darío Jaramillo lo expresa de otra manera: “Los cronistas latinoamericanos de hoy encontraron la manera de hacer arte sin necesidad de inventar nada, simplemente contando en primera persona las realidades en las que se sumergen sin la urgencia de producir noticias”.
Cita Monsiváis, precursor del género en Latinoamérica: “Carlos Monsiváis define la crónica como la «reconstrucción literaria de sucesos o figuras, género donde el empeño formal domina sobre las urgencias informativas». Me gusta comenzar con el nombre de Monsiváis. Es empezar con la invocación de uno de los padres fundadores del periodismo narrativo latinoamericano del siglo veintiuno. De encima, es él uno de los historiadores de un cuento que comienza con las crónicas de los conquistadores españoles, un cuento que tiene sus alzas y sus caídas”. Desde la conquista el género define a esta parte del mundo. “Después de las crónicas de los conquistadores, la siguiente cima de esta historia se encuentra en los cuadros de costumbres que pueblan buena parte del siglo diecinueve. Y enseguida están las crónicas de los modernistas. Anota Daniel Samper Pizano que «la crónica modernista es muy, pero muy distinta a la crónica narrativa. Aquélla está representada por notas de corte poético-filosófico-humorístico-literario, rara vez más extensas que una cuartilla o una cuartilla y media, y ésta corresponde al relato tipo reportaje. La diferencia es la misma que separa a Luis Tejada y Alberto Salcedo, o a Amado Nervo y Villoro».
Para mí las crónicas de Gabo constituyen para Colombia y Latinoamérica un muestra precoz y lúcida de lo que será este género. Las leí muy joven y revisando la historia de las mismas, cuando fue reportero del periódico “El espectador” en muchas de sus publicaciones mantuvo en vilo al país.
Tenemos excelentes cronistas. “García Márquez, Tomás Eloy Martínez, Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis forman parte de ese parnaso de padres (¡y madres!) fundadores reconocidos en todo el continente, para no hablar de pequeños dioses locales que escribieron excelsas crónicas durante la segunda mitad del siglo veinte, como Homero Alsina Thevenet y Enrique Raab en el Río de la Plata o Germán Castro Caycedo, Daniel Samper Pizano y Alfredo Molano Bravo en Colombia o los simpares Ana Lydia Vega y Luis Rafael Sánchez en Puerto Rico. Esos dioses locales han sido importantes siempre: cada país tiene sus propios autores de cuadros de costumbres durante el siglo diecinueve y sus celebridades locales durante el modernismo”.
Esta es una excelente antología de las mejores crónicas en Latinoamérica. Claro, en el prólogo Darío Jaramillo no se olvida de las grandes influencias: “La fundación también ocurre desde fuera del idioma, con los nombres santos del nuevo periodismo norteamericano, como Capote, Mailer, Talese, Thomas Wolfe, desde antes, el padre reconocido de la crónica narrativa en Estados Unidos, John Hersey, con su Hiroshima, que aparece en agosto de 1946 en The New Yorker; con algunos ejemplares cronistas europeos, como Oriana Fallaci, Günther Walraff y Ryszard Kapuchinski; con una latinoamericana que escribe en inglés, Alma Guillermoprieto. Y, desde siglos antes, la presencia del Daniel Defoe de Diario del año de la peste”.
Aquí se incluyen: Juan José Hoyos, Martín Caparros, Leila Guerrero, Juan Villoro, Pedro Lemebel, Alberto Salcedo Ramos, Juan Villoro, Laura Castellanos, entre otros. La segunda parte es un capítulo sobre los cronistas que escriben sobre la crónica con crónicas de Villoro, Julio Villanueva Chang, Martín Caparros, Leila Guerriero y Alberto Salcedo Ramos.
El texto “Los malditos” de Leila Guerriero está estructurado por 17 perfiles de escritores y personajes con un sino trágico, pese a ser especiales y superdotados en lo que hacen, cada uno con un don especifico. “Todos los escritores cuyos perfiles integran este libro son latinoamericanos (excepto dos, uno nacido en Estados Unidos y otro en Polonia, que desarrollaron su obra en Latinoamérica); están muertos (no antes del siglo XX pero sí después: uno se arrojó al vacío en 2001, otro murió por sobredosis en 2010); tienen una obra contundente (que, en la mayoría de los casos, aunque con notorias excepciones, está olvidada y/o es inconseguible), y padecieron diversos grados de desdicha y de devastación, ya sea por ejercer el sexo a contrapelo en el momento y el lugar equivocados,   por   escribir   en   contra   (de   su   época,   de   su   circunstancia,   de   su entorno), por vivir en contra (de su época, de su circunstancia, de su entorno), por haber enfermado cuando no había cura, por no tener amor ni patria ni padres ni hermanos ni casa ni rumbo ni consuelo. Vivieron en un mundo que les resultaba demasiado   incomprensible   o   demasiado   despreciable   o   demasiado   hostil, y   se enfrentaron a él con hostilidad, con desprecio, con fragmentación, con fragilidad, con espanto”. Excelentes libros, no me queda más que aconsejar su lectura. En el primero hable sólo del prólogo, caso especial,  son las crónicas de la antología que son un bocado de cardenal.