Un libro vuelve a nacer cuando el lector lo toma, lo
selecciona y abre sus páginas para diluirse en su universo, llegamos a esa
prosa o al poema desde el texto, por una decisión contenida. Es un
ejercicio subliminal, bálsamo para la vida, océano de conocimiento. Siempre
tenemos lecturas aplazadas. En esos recorridos
por nuestros libros o por las extensas bibliotecas de la ciudad, hay una
especie de tensión encubierta con ciertos autores, con libros específicos que
por diversas razones vamos dejando en espera. Siempre prometemos volver.
Diferente al caso con ciertos textos y
autores que releemos constantemente, nuestros libros preferidos o lecturas
renuentes, hay con ellos una relación más bien apasionada, obsesiva, de redescubrimientos
infinitos. El efecto que se produce
cuando comenzamos una lectura: “Frente al pelotón de fusilamiento”…….., es inenarrable,
inconmensurable. Nos abrimos a otro mundo, de pronto estamos en otra parte. Lo
mismo pasa cuando leemos un ensayo. Es un dialogo noble con un autor, que nos
va entregando un trabajo especifico, no solo nos enseña, dialoga, nace de
nuevo, habla desde el texto, sino que nos lleva a su complejo entramado
referencial, a sus lecturas, a las concepciones que hicieron posible lo que
estamos leyendo. Cuando leo a Balzac, me parece estar totalmente en la Francia de
la época descrita magistralmente en sus novelas, imagino la sociedad que
intentó descifrar, disfruto con esa parte de la historia de esta nación contada desde personajes
imaginarios, los mensajes subliminales del texto, las tacitas invocaciones. Lo
mismo me pasa en mis relecturas de “Los Miserables” de Víctor Hugo.
Hace dos décadas, en un
contexto muy Borgeano, se estudió mucho la
lectura en el mundo occidental, su genealogía. La lectura es un acto
complejo. “La comprensión de lectura, como actividad intelectual, involucra
mucho más que la sola decodificación de unidades gráficas a sonoras y el
reconocimiento de letras, sílabas o palabras. Investigaciones que datan ya de
muchos años atrás han puesto de manifiesto que la lectura implica una constante
interacción entre texto y lector. Esta interacción fue sugerida en 1917 por
Edward Thorndike: “comprender un párrafo es como resolver un problema de
matemáticas. Consiste en seleccionar los elementos claves de la situación y en
relacionarlos correctamente con la cantidad exacta de peso, influencia o fuerza
para cada uno”. Años después, Goodman (1982) describió a la lectura como un
“juego psicolingüístico de adivinanzas” donde el lector, a partir de la
información visual y de la información no visual, va anticipando, prediciendo,
elaborando y corrigiendo hipótesis para comprender el texto”[1].
Steiner escribió un hermoso ensayo denominado: “Texto y contexto”, sobre la
naturaleza de los textos: “ El que el proceso de compresión, el acto de entendimiento
y respuesta- cuya fórmula imperfecta cubre supuestamente una dinámica o dialéctica
inmensamente compleja de impulso y
ordenamiento-sea también social, que haya una matriz socio-económico-política
de la lectura, así como la hay del libro en sentido material, es un
reconocimiento que aparece con Dilthey y que después Walter Benjamín depura. Sí existe una sociología del texto y de
nuestras relaciones con el texto, también existe una psicología. Las
estructuras de atención, de memorización, de verbalización entre las cuales y a
través de los cuales tiene lugar el acto de la lectura no son ni uniformes ni
estables.”[2].
Con los libros desde lo material, tenemos una relación compleja, no tan simple
como se cree en principio. Los miro en los anaqueles, a la espera, llenos de sabiduría, silenciosos, lo he adquirido por razones
diversas, pero en el marco de una expectativa, de una referencia, de suplir,
por curiosidad y parece muy cruel que no articulemos esa relación hasta que no
empecemos a leer.
Tengo “Las historia de amor
en Francia” de Guy Breton, me genera ansiedad no haberme metido en esta lectura,
conozco el valor de las misma y puedo anticipar que estos libros me encantan.
Algunos libros de Steiner, muchos textos de historia colombiana, dos novelas de
Piglia, infinidad de textos de Filosofía y una biografía de Nietzsche: “El águila
angustiada”….en fin. Son muchos. Miro mi biblioteca y pienso en la conferencia de Borges sobre el
libro: “En «César y Cleopatra» de Shaw, cuando se habla de la biblioteca de
Alejandría se dice que es la memoria de la humanidad. Eso es el libro y es algo
más también, la imaginación. Porque, ¿qué es nuestro pasado sino una serie de
sueños? ¿Qué diferencia puede haber entre recordar sueños y recordar el pasado?
Esa es la función que realiza el libro”.
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