Hace poco en
una entrevista encontrada en la red, a una pregunta puntual al escritor Mario
Mendoza sobre qué pensaba de la crítica colombiana, respondió con una
decepción total, en este país, se reseña, pero hay muy pocos críticos, muchos de
ellos sin haber leído la novela completa, se atreven a comentarla.
La cita no es textual. Me he puesto a mirar sí este país tiene un crítico
de la altura de Pietro Cítate, para dar un ejemplo y la verdad que no lo he encontrado. Nos falta
rigor.
La crítica
debe por empezar a asumir su trabajo con la seriedad y responsabilidad que esta labor implica.
En la última crítica del texto de Santiago Gamboa, algunos lectores de mi blog señalaban que era muy extensa. Pienso que no solo debemos reseñar y
contextualizar los aspectos relevantes de la novela que estamos comentando, argumento,
personajes, la sensación que produjo en nuestra lectura, siempre desde una perspectiva
estética, sino además relevar cual ha sido la evolución del autor, lo que
implica conocer su obra.
Esto no
impide que hablemos de un texto en particular, sin haber leído la obra total
del autor, casi siempre pasa, hay escritores que por alguna razón no hemos
conocido, todos los días aparecen nuevos escritores o libros aclamados que nos
suscitan mucha curiosidad, lo que implica que hablaremos sólo del texto en mención en nuestra lectura, imposible abarcar más.
En un hermoso texto donde se recopilan ensayos sobre literatura, arte y cine de Peter Handke en el prólogo escrito por Matías Serra Bradfor expresaba algo que viene al
caso: Peter Handke y sus ensayo y textos ocasionales proponen una manera menos
convencional de acercarse a la intimidad de un escritor y a su modo de crear
intimidad, en este caso a través de los otros. Una parte central de esa
privacidad son sus obras como lector. (O
espectador de cine, o aficionado al arte, arte y cine que el medita como lector) y la lectura se ha constituido, de paso, en la tradición de lo visible e
invisible”.
Para el caso, partiendo del lector anodino que soy, sin cartones, más bien desconocido, solo me debo a mis lecturas y a la impresión que me producen, la crítica es
un ejercicio constante que muchas veces justifica mi vida, ejercicio
doble, el del escritor y el lector, buscan descifrar la naturaleza humana a
través de los prodigios que brinda la lectura, experiencia paralela entre ficción y la realidad. Cuando
trató de hacer crítica trato de hacerla con el mayor rigor.
Julio Cesar
Londoño excelente cuentista y ensayista colombiano, hablando de la crítica
colombiana, en un artículo del espectador expresaba: “ Algunos piensan que la
historia de la crítica en Colombia tiene tres hitos cosmopolitas: que empieza
con esa catedral de la lengua que Rufino José Cuervo erigió en París (El
diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana), se vuelve
sofisticada y mundana en Buenos Aires con Baldomero Sanín Cano (Divagaciones
filológicas) y toma la forma de una sinfonía babilónica en siete idiomas en
México D. F. a través de la bífida lengua de Fernando Vallejo (Logoi).”
Pienso que por mucho tiempo, recibimos mucha influencia de buena crítica de España y
Francia. Después con el nacimiento de las grandes tendencias, el funcionalismo,
el estructuralismo y la literatura del ensayo en Francia. Con la revista Mito apareció una
crítica de mucho calado, la que incorporó el que-hacer de la crítica y la conexión de nuestra literatura con la grandes corrientes de occidente. Colombia tiene periodos y personajes muy marcados: Eduardo Zalamea, Hernando Tellez, Alvaro Mutis, cobo borda, para nombrar tan solo algunos. Londoño en la misma columna aclara: “Yo creo que el
ensayo literario empieza en serio a principios del XIX con Luis Tejada; con El
humo, La nariz, La cola, El traje del hombre débil, Biografía de la corbata, La
canción de la bala… son piezas brevísimas publicadas primero como columnas de
periódico y compiladas luego bajo el rótulo de “crónicas” porque nadie sabía
cómo llamarlas”.
Londoño cita dos autores fundamentales,
el primero Valencia Goelkel y el otro R. H. Moreno-Durán, quien realizó esta
labor desde el Magazín dominical del” Espectador”. Volver a leerlos es un ejercicio muy grato.
Pablo Montoya
fue más contundente al respecto: “"No hay crítica literaria en
Colombia". Enfatizo: “"Hay una
gran influencia y un mercadeo literario que me parece que incide mucho en los
gustos de los lectores. De tal manera, los lectores quieren un cierto tipo de
literatura que está encajonada en lo que los grandes consorcios proponen".
Una cosa es lo que proponen la editoriales y otra la función de la crítica como
guía para los lectores.
Hay una
crítica que se hace en Colombia de mucho rigor y seriedad, los trabajos
publicados por la academia. Hablando de Mario Mendoza, encontré un trabajo
llamado: “La Poética de Mario Mendoza: Percepciones y Narrativas de la Ciudad
Moderna”, de autoría de Juan David Avendaño Amaya. Mario Armando Valencia, un
filósofo de Manizales a escrito sendos trabajos sobre literatura urbana. Hay un
trabajo suyo llamado “colonialidad y mimesis, arqueología y critica de la
representación occidental de la naturaleza”, que definitivamente aconsejo leer
a mis lectores. Estos ensayos por fuera
de la academia no tienen la resonancia que amerita y deberían.
Podría
concluir uno diciendo que no hay crítica literaria seria en los medios
corrientes de comunicación, que ella está por fuera de estos medios, además de
la academia, en los autodidactas y con contadas excepciones en trabajos
publicados por algunos escritores profesionales: William Ospina, German
Espinosa en su época…en fin.
La prensa debería ser más acuciosa al respecto. De hecho el periódico " El tiempo" nos sorprende de vez en vez con alguna crónicas sobre escritores u obras extraordinarias. La revista Arcadia del Grupo Semana igualmente una labor encomiable y de igual manera la revista "Malpensante". Cobo Borda, Pardo, Londoño, Fernando Vallejo, Pablo Montoya constituyen buena parte de la critica de este país. Aún nos falta, pero es un hecho que en colombia estamos lejos de ser buenos lectores y es emblemática la ausencia de una crítica rigurosa.
La prensa debería ser más acuciosa al respecto. De hecho el periódico " El tiempo" nos sorprende de vez en vez con alguna crónicas sobre escritores u obras extraordinarias. La revista Arcadia del Grupo Semana igualmente una labor encomiable y de igual manera la revista "Malpensante". Cobo Borda, Pardo, Londoño, Fernando Vallejo, Pablo Montoya constituyen buena parte de la critica de este país. Aún nos falta, pero es un hecho que en colombia estamos lejos de ser buenos lectores y es emblemática la ausencia de una crítica rigurosa.
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