martes, 8 de junio de 2021

LA LECTURA

 



Quisiera consignar un milagro trivial, del que uno no se da cuenta hasta después que ha pasado: el descubrimiento de la lectura. El día en que los veintiséis signos del alfabeto dejan de ser trazos incomprensibles en fila sobre un fondo blanco, arbitrariamente agrupados, y se convierten en una puerta de entrada que da a otros siglos, a otros países, a multitud de seres más numerosos de los que veremos en toda nuestra vida, a veces a una idea que cambiará las nuestras, a una noción que nos hará un poco mejores o, al menos, un poco menos ignorantes que ayer.

MARGUERITE DE YOURCENAR,

¿Qué? La eternidad

Son muchos los estudios significativos sobre la lectura como proceso de aprehensión de la realidad. Es necesario establecer qué significa leer en términos físicos. “La lectura es el proceso de comprensión de algún tipo de información o ideas almacenadas en un soporte y transmitidas mediante algún tipo de código, usualmente un lenguaje, que puede ser visual o táctil (por ejemplo, el sistema braille)”. Goodman dice al respecto: “La lectura es un proceso cognoscitivo muy complejo porque involucra el conocimiento de la lengua, de la cultura y del mundo. “Toda lectura es interpretación y lo que el lector es capaz de comprender y de aprender a través de la lectura depende fuertemente de lo que el lector conoce y cree antes de la lectura”.  Hay autores que han ido mucho más allá del proceso físico, haciendo una escrutación ontológica y epistemológica al acto de leer y a la intrincada relación del lector con el texto.  En el prólogo del excelente libro de Louise Rosemblantt: ““La literatura como exploración” establece el a priori sobre el cual está autora estudia este proceso: “Rosemblantt no tiene la curiosidad del anatomista que busca conocer los músculos y movimientos, y la forma en que ellos construyen por medio de la alimentación, a través de la exhaustiva disección, sino del bailarín y el coreógrafo (Habla del lector) , o, sí se quiere, del terapeuta físico, quienes observan, y buscan comprender y desarrollar las potencialidades de la anatomía  humana ante diferentes estímulos y con diferentes propósitos”. Esta acción recíproca entre el lector y los signos que están en la página constituyen una transacción entre el texto y el lector. La escritura es uno de los soportes (Talvez el más importante) sobre el cual se construye el ser desde la perspectiva cognitiva.  Sobre-pasa la elucidación literal para constituir en un estímulo y una excursión a otras latitudes, es afectiva y emocional. Ósea la lectura no se reduce al texto, es modificada por el lector de acuerdo a un infinito de relaciones difícilmente cuantificables o claras, pero con efectos precisos sobre la realidad del lector que siempre tiende a modificarla. La complejidad a eso que llamamos lectura está descontada.

Estanislao Zuleta tomando a Nietzsche enfatiza: “Leer es trabajar, quiere decir ante todo que no hay un tal código común al que hayan sido “traducidas” las significaciones que luego vamos a descifrar. El texto produce su propio código por las relaciones que establece entre sus signos; genera, por decirlo así, un lenguaje interior en relación de afinidad, contradicción y diferencia con otros “lenguajes”, el trabajo consiste pues en determinar el valor que el texto asigna a cada uno de sus términos, valor que puede estar en contradicción con el que posee el mismo término en otros textos”. Adelante agrega: “Si nosotros no llegamos a definir qué significa para Kafka el alimento, entonces nunca podremos entender La metamorfosis, “Las investigaciones de un perro”, “El artista del hambre”, nunca los podremos leer; cuando nosotros vemos que alimento significa para Kafka motivos para vivir y que la falta de apetito significa falta de motivos para vivir y para luchar, entonces se nos va esclareciendo la cosa. Pero, al comienzo no tenemos un código común, ese es el problema de toda lectura seria, y ahora, ustedes pueden coger cualquier texto que sea verdaderamente una escritura, si no le logran dar una determinada asignación a cada una de las manifestaciones del autor, sino que le dan la que rige en la ideología dominante, no cogen nada. Por ejemplo, no cogen nada del Quijote si entienden por locura una oposición a la razón, no cogen ni una palabra, porque precisamente la maniobra de Cervantes es poner en boca de Don Quijote los pensamientos más razonables, su mensaje más íntimo y fundamental, su mensaje histórico, y no es por equivocación que a veces delira y a veces dice los pensamientos más cuerdos”.  Hay, como lo dice Rosemblantt una transacción entre el lector y el texto, una especie de re-elaboración, lo hace refiriéndose a la lectura de una obra de literaria y como esta es abordada en la docencia tradicional, la cual es nociva según la autora, ella la entiende desde un contexto mucho más amplio y real.

Lo dicho podría sintetizarse mejor: “Es claro que la actividad lectora exige una percepción de signos gráficos (ciclo óptico), una decodificación de esos signos (ciclo perceptual), una observación de la construcción o estructura del discurso (ciclo gramatical). Pero es cuando el lector utiliza estrategias de comprensión, de inferencia y de crítica del discurso –es decir, cuando tiene claridad acerca de los niveles de lectura y éstos son debidamente aplicados- que el estudiante cierra el proceso de lectura, logra llegar a la etapa de significado, el lector descubre y reconstruye el sentido del discurso”.

La lectura es entonces un viaje que desborda al texto. La suya no solamente es una re-elaboración desde la comprensión, es también una construcción de sentido. No solo interpretamos y comprendemos el texto, sino que pensamos a partir del mismo. Zuleta expresa: Estamos instalados en un lenguaje complejo y hay que aprender a leer; la primera fórmula es ésta: el código que producimos como lectores. Hay algunos autores que nos desafían desde la primera frase: Kafka, Musil, nos desafían a que produzcamos su código, que no es común”.

El libro de Louise M. Rosemblantt escrito en 1938 dirigido a los docentes y tendiente a cambiar la manera en que procede la enseñanza de la literatura, al final es una elucidación sobre la lectura, expresa categóricamente: “Cualquiera que sea su forma-poema, novela, drama, biografía o ensayo- La literatura vuelve comprensible las miradas de formas en las cuales los seres humanos hacen frente a las infinitas posibilidades que ofrece la vida.  Y Siempre buscamos algún contacto estrecho con una mente que exprese el sentido de la vida. Y también siempre en mayor o menor grado, el autor ha escrito a partir de un esquema de valores, de un marco social o incluso de un orden cósmico”. Esto quiere decir “que para los lectores la experiencia humana que muestra la literatura es fundamental”.

Ahora es un hecho que el texto siempre dice  cosas que se escapan al autor, a la intención del autor. Zuleta a partir de esta premisa genera una diatriba aún más interesante: “La escritura no tiene receptor controlable, porque su receptor, el lector, es virtual, aunque se trate de una carta, porque se puede leer una carta de buen genio, de mal genio, dentro de dos años, en otra situación, en otra relación; la palabra en acto es un intento de controlar al que oye; la escritura ya no se puede permitir eso, tiene que producir sus referencias y no la controla nadie; no es propiedad de nadie el sentido de lo escrito. “Este sentido es un efecto incontrolable de la economía interna del texto y de sus relaciones con otros textos; el autor puede ignorarlo por completo, puede verse asombrado por él y de hecho se le escapa siempre en algún grado: Escritura es aventura, el “sentido” es múltiple, irreductible a un querer decir, irrecuperable, inapropiable. “Lo anterior es suficiente para disipar la ilusión humanista, pedagógica, opresoramente generosa de una escritura que regale a un “Lector Ocioso” (Nietzsche) un saber que no posee y que va a adquirir.

A los libros se llega como a las islas mágicas de los cuentos, no porque alguien nos lleve de la mano, sino simplemente porque nos salen al paso. Eso es leer, llegar inesperadamente a un lugar nuevo. Un lugar que, como una isla perdida, no sabíamos que pudiera existir, y en el que tampoco podemos prever lo que nos aguarda. Un lugar en el que debemos entrar en silencio, con los ojos muy abiertos, como suelen hacer los niños cuando se adentran en una casa abandonada.

GUSTAVO MARTÍN GARZO,

Elogio de la fragilidad

 


 


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