A la realidad
se le apropia desde la literatura y es un hecho que la condición estética
constituye un bálsamo que nos permite sobrevivir al difícil trasegar. La biblioteca
la “Floresta” hace parte del sistema de bibliotecas del municipio de Medellín
Colombia. Es un espacio amplio, diseñado para los cometidos impuestos, entre
ellos, descentralizar la cultura. Responde a una agenda pública extensa e
intensa que les permite a sus usuarios integrarse desde varias actividades, el
club de lectura es una de ellas.
Un grupo de
treinta personas, sí mis cálculos no me fallan, se reúne todos los martes a
hablar de literatura. Es un taller dirigido por Andrés Delgado, no tiene otro
propósito que incentivar la lectura y generar conversatorios que les permitan a
los asistentes, en un divertimento, el desciframiento de la condición humana
desde los textos. He asistido tres veces y mi sorpresa ha sido mayor. Escuchar
lectores anodinos, ciudadanos del común, enamorados de la lectura, tratando de
discernir la condición humana desde los libros, es una experiencia inigualable sí pensamos por lo menos en la relación agenda pública-lectura, para citar una
variable de tantas. Sacar el texto del dogma, del academicismo, del canon ya es
una tarea loable. El grupo se autodenomina: “Tardes de café”.
Me quede gratamente
impresionado por los aportes. Lo hacen desde la condición de lectores comunes,
simplemente expresando lo que les deja un texto, una especie de desciframiento
existencial, guiados por el profesor Andrés, quien con su formación va dilucidando
y contextualizando los conceptos, cosas como la estructura del texto y su
ubicuidad en la literatura nacional y universal, la hermenéutica y por
supuesto, para qué nos puede servir en la vida, se va des-hilando el ovillo en
dos horas, siempre alrededor de un libro o un autor.
Se parte del
texto para llegar a la vida concreta. La discusión arranca simplemente con una
exposición de lo que dejó el libro encomendado a uno de los asistentes, habla
desde su experiencia personal. Como las buenas carreras de caballos, a partir
de este momento entramos en tierra de derecha. Cada jinete aporta, se cruzan
opiniones, se recita de súbito o se canta, se vibra, entonces el director, el
señor Andrés, como un excelente maestro de obra, va redireccionando la charla,
me imagino, para evitar dispersiones o simplemente para aportar desde su
experiencia.
Estos
ejercicios relevan una agenda pública importante, basada en estrategias específicas,
descentralizadas y palpables. En estos conversatorios hay un hábito, la biblioteca
se vuelve punto de encuentro y la literatura importante desde la perspectiva estética,
se convierte en un medio, no sólo como divertimiento, sino para entender lo que
nos pasa desde la óptica de lectores comunes.
Curiosidades:
Se despotrica también sin temores, se pontifica en otros casos, se expresa con
sinceridad cuando no se conoce una palabra o un autor, siempre en un ambiente
coloquial, constructivo.
No es el círculo de Bloomsbury[1],
ni el grupo Barranquilla, diferencia que
paradójicamente lo hace importante, pues el libro y la lectura en sus
desciframiento, dejan de ser privilegio de unos pocos intelectuales. Este
ejercicio desde la cotidianidad cumple con su tarea y se van sembrando y rescatando
aportes estéticos de suma importancia, sobre todo para la ampliación del
espectro cultural, es como una esponja, se recibe y se irradia, también para los
propios escritores (Se deben al lector) y por su puesto para la propia existencia de sus asistentes.
El compromiso
de estas personas es total. Son puntuales, hacen la tarea y convierten estas
dos horas en un ejercicio de interpretación. Dos hechos destaco: Cada quien va
develando su experiencia como lector, el itinerario de su vida en este tópico,
la relación que ha tenido con el libro y en esta revelación, desengranando la mazorca,
se produce el otro efecto, una articulación con los textos de su vida, genera y
siembra expectativa que incitan a otras lecturas.
El profesor Andrés,
quien es un cronista y escritor muy importante de la ciudad, enamorado del
libro, de la escritura y de la literatura, es un verdadero motivador, sabe
llegarle a este grupo, tiene esa cualidad de los culebreros, que es
enamorar y generar insumos y consumos, el producto: pura literatura.
No solo se
lee y se conversa, también se traen escritores, personajes de la cultura, lo
que le da al grupo nivel. Esto quiere decir que existe un verdadero
acercamiento entre el lector común y el creador. Los relevamientos son otros. Este
martes asiste el escritor y cineasta Andrés Burgos[2],
lo que habla por sí solo de la importancia de la dirección del grupo.
En otro
artículo hablaré del perfil de algunas personas que asisten al grupo,
Des-hojaré la margarita. De antemano sobra decir, que seguiré asistiendo.
[1] En el barrio londinense de
Bloomsbury, sitio de residencia de Virginia Wolf, que se convirtió en centro de
reunión de antiguos compañeros universitarios de su hermano mayor, entre los
que figuraban intelectuales de la talla del escritor E. M. Forster, el
economista J. M. Keynes y los filósofos Bertrand Russell y Ludwig Wittgenstein,
y que sería conocido como el grupo o círculo de Bloomsbury. Tras
estudios en King's College de Cambridge,14 y King's College de Londres, Woolf
conoció a Lytton Strachey, Clive Bell, Rupert Brooke, Saxon Sydney-Turner,
Duncan Grant y Leonard Woolf
[2] Director, Guion
ANDRÉS
BURGOS
pelucavieja@gmail.com
Nació en Medellín, el 30 de noviembre de 1973.
Periodista, escritor, libretista y guionista, que realizó su debut como
director de largometraje con la película Sofía y el terco, basada en el libro
homónimo de su autoría y que fue protagonizada por la española Carmen Maura y
el colombiano Gustavo Angarita. Su segundo largometraje Amalia la secretaria
fue protagonizada por dos pesos pesados de la televisión colombiana Marcela
Benjumea y Enrique Carriazo.
Comunicador social de la Universidad de
Antioquia y cineasta de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San
Antonio de los Baños, Cuba, con especialización en dirección. Fue participante
del taller “La Ficción en el Documental”, dictado por Gabriel García Márquez en
el verano de 2003 en la Escuela Internacional de Cine, de Cuba. Ha escrito
cuatro novelas Manual de pelea (Colección La otra orilla, Editorial Norma,
2004), Nunca en cines (Colección La Otra Orilla, Editorial Norma, 2005),
Mudanza (Alfaguara, 2008) y Sofía y el terco (Alfaguara, 2012); también hizo
parte de las antologías de cuentos Una ciudad partida por un río (Planeta,
Instituto Cervantes, 2007) y Calibre 39 (Villegas Editores, 2007); y como parte
de este ejercicio literario, fue nombrado entre “Los 25 secretos mejor
guardados de la literatura latinoamericana” en la Feria del libro de
Guadalajara 2011. También es colaborador permanente de la revista El
Malpensante a través de crónicas y artículos de todo tipo, con enfoque
particular en medios y cine, y desde 2007, colaborador ocasional de la revista
SoHo con crónicas y artículos humorísticos.
Última actualización: Abril, 2018.
Tomado de Proimagen de Colombia
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