Estamos ante un escritor consumado, está descontado, la biografía es
narrada con una excelente prosa, con el orden y el cuidado que la misma exige.
El texto es claro, directo, sin arabescos, sin florituras.
Siempre me había preguntado quién se le va medir a la biografía de
Álvaro Gómez Hurtado. La inteligencia y lucidez de este hombre es indiscutible.
Vivió inmerso en los principales hechos de la vida colombiana desde el año 40 del siglo XX hasta prácticamente el final del mismo, fue protagonista de cargo, adentro y fuera del régimen,
como solía decir, su vida constituye un verdadero reto en materia de
investigación.
He tenido pasión por las grandes biografías, de hecho, estoy leyendo la
biografía de Keynes escrita por Robert Skidelski. Personajes como Álvaro Gómez
son difíciles de atrapar, de contar y estudiar para una biografía, más con los
radicalismos en que vivimos, nuestra historia siempre es confusa. Recuerdo los
retos de Gabriel García Márquez para escribir “El general en su laberinto”, no
solo frente al cumulo de textos sobre el libertador, sino el hallazgo de un
país con la capacidad de tergiversar cualquier hecho, por claro que parezca.
Hay una etapa de formación, incluye la estadía en Buenos Aires, en plena
caída del conservatismo en el año 28, el periplo por Europa, Paris, España,
Berlín y por su puesto los estudios de Derecho en Bogotá. Los autores donde
abreva el Doctor Avaro Gómez son muchos, desde Spengler, Nicolai Berdiaaeff,
Ortega y Gasset, Charles Maurras, Leon Daudet, Dostoyevski, Plutarco, para sólo
citar los más emblemáticos. En estos dos
capítulos asistimos a la formación canónica de un hombre que vivió y se formó
en medio de las luchas ideológicas enconadas de su padre. Hay un hecho que desconocía, la creación de
la revista la Unidad y revivir la Academia caro, confirma la tradición de
gramáticos y filólogos, en Colombia siempre estuvieron cercanos al poder y al
talante tradicional del partido conservador. Estas empresas las llevó a cabo al
lado Guillermo Camacho Montoya y Francisco Fandiño. Constain narra con lujos
estos detalles, en medio de la consolidación del franquismo en España y los hechos
que dieron inicio a la primera guerra mundial los que incidieron de manera
grave en nuestra historia.
La vida de Alvaro, la del siglo veinte de Colombia, gracias a los hechos
atribulados del país, terminaron convirtiéndolo en un hombre reflexivo, profundo, mantuvo una preocupación
por el país desde una actitud y mentalidad excepcional, entre el 40 y el gobierno de su padre, a partir de este momento fue marcado por un INRI que lo persiguió, se le atribuían instigaciones y hechos sin que haya participado. Le cabía el país en la cabeza como solían decir,
por su cultura y gracias a las experiencias trágicas en las que tuvo inmerso, siempre actualizado. Pública por esta época su primer libro: “El
paraíso perdido de los sóviet”, su tesis de derecho se llamó “La influencia del
estoicismo en el derecho civil”. Estaba en el extranjero para el asesinato de Gaitán en pleno gobierno d su padre. La historia no ha podido dilucidar, a
pesar de la infinidad de estudios, las responsabilidades de la clase dirigente
de manera clara, lo que no los exime. Los dirigentes liberales y los líderes
conservadores fustigaron una guerra civil, su responsabilidad es absoluta, siempre fomentaron el enfrentamiento con cizañas desde un apasionamiento sin parangón. Nuestro conflicto lleva más de cincuenta años, nuestra clase dirigente y política
aún no se deslinda del todo de estos fanatismos, los ejerce sin recato, a ello se les
suma el problema histórico de la tenencia de la tierra y las ambiciones de una élite por
perpetuarse en el poder, hechos que nos han dejado asesinatos, masacres y por
su puesto una corrupción enconada.
La violencia en Colombia no tiene comparación en latinoamérica, ha sido cruel, afectó y sigue afectando a la población más vulnerable. Desde el
cincuenta hasta el día de hoy nunca hemos dejado de matarnos. El narcotráfico
es ahora el problema más grave del país, pero los factores que erigieron nuestro conflicto, mantienen una huella muy grande.
Los capítulos 7, 8 y 9 son fundamentales para entender ciertas prejuicios
conceptuales, se asumen siempre como ciertos, categorías que se nos imponen sobre Laureano y Álvaro frente a muchos
hechos, que curiosamente siempre prevalecen en cualquier análisis, por lo menos en la mayoría, sobre todo en los estudios sobre el conflicto entre el 46 y el frente nacional, categorías sesgadas, el autor aclara que no es una
defensa, simplemente que hay factores críticos que no se han tenido en cuenta, en todo caso no los exime de las responsabilidades que tuvieron lugar, tampoco cae en las trampas partidista en este tipo de análisis, deja en
claro estos errores históricos que se traen siempre como verdades. Es un hecho, nuestra clase dirigente tiene responsabilidades incuestionables en la
violencia que nos ha tocado vivir, por atizar, promoverla, fue la constante partidista de una clase radical y entronizada en el poder. nunca nos preocupamos por resolver nuestras diferencias de buena manera, no aprendimos. En el texto, se transcribe el “Discurso del
silencio” de Jorge Eliécer Gaitán pronunciado en febrero del 48 en Bogotá. Siempre asumimos que el asesinato del líder liberal fue el único factor que inició la violencia, cuando veníamos matándonos desde el año 30. Esto no quiere decir que haya sido un hecho grave y el cual constituye una frontera siempre a tener en cuenta. Los historiadores tienen
aún una tarea muy grande en muchos hechos no esclarecidos del todo. El autor habla a
partir de los documentos y los hechos que tiene a la mano y que curiosamente no habían sido atendidos Las responsabilidades de los partidos en nuestra violencia no tiene
duda alguna, pero no es como no la cuentan la mayoría de estudios.
Transcribo el inicio del capítulo IX que es magistral en mi criterio:
“cómo había de juzgarse el gobierno de Laureano Gómez? La verda es que
es muy difícil porque por lo general, al menos en la historiografía colombiana,
ese juicio se ha hecho desde una perspectiva partidista o tendenciosa, con un
claro interés aplogetico o hagiográfico o difamatorrio o destructivo: para
amarlo o odiarlo, como dijo Guillermo Valencia; para quemarlo con el incienso
de los Santos o hacerlo arder en la hoguera de hielo del infierno. Como si
las mismas categorías que sirvieron para
aproximarse a su compleja figura en vida, se hubieran perpetuado en el tiempo
para estuiar su legado. Eso es un poco también, por otro lado, y creo que ya lo
había dicho aquí, la suerte historiográfica en términos muy amplios al periodo
que llamamos la violencia, sobre el que muchas veces se aplican categorías de
análisis que nacieron en su propio seno y adolecen de sus mismo defectos y sus
ismas pasones y prejuicios: Dogmas y sesgos que se asumen como verdades
científicas cuando no lo son, ideas heredadas que cada generación asienta y
repite sin beneficio de inventario (Pág 245 Jusn Esteban constaín,. Randon
Hause Literatura).
Tenía muchas dudas sobre la biografía, es un excelente texto. Su lectura es igualmente agradable, revivimos momentos de nuestra
historia bastante olvidados, pese a que la academia los ha estudiado con juicio y están a la mano.
Poco a poco vamos entrando en la vida de un hombre de suma importancia para la
vida nacional, hasta llegar al asesinato no esclarecido y donde están
comprometidos muchos personajes de la élite, una parte del narcotráfico, el
propio gobierno de turno y estamentos militares.
Despues del capitulo IX, se narra los hechos de la dictadura, el frente
nacional, su candidatura y el periodo entre el 74 y su muerte. Con esta biografía recordamos apartes de suma importancia en la historia de Colombia. Quiero dejar inquietos a mis lectores.
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