Este es el evento que
define la existencia en lo esencial, la finitud. La vida no es más que una
resistencia a este presupuesto inexorable e implacable, una oposición, unas
veces frentera, sin cortapisas, otras por evasión. “Platón afirmó que la
filosofía es una meditación de la muerte. Toda vida filosófica, escribió
después Cicerón, es una commentatio mortis.” El diccionario de Ferrater Mora realiza algunas elucidaciones de
considerable importancia: “Por otro lado, la muerte puede ser entendida de dos
maneras. Ante todo, de un modo ambiguo, luego, de una manera restringida.
Ampliamente entendida, la muerte es la designación de todo fenómeno en el que
se produce una cesación. En sentido restringido, en cambio, la muerte es
considerada exclusivamente como la muerte humana. Lo habitual ha sido atenerse
a este último significado, a veces por una razón puramente terminológica y a
veces porque se ha considerado que sólo en la muerte humana adquiere plena
significación el hecho de morir”. En este mismo texto se establece que es
fenómeno social y un fenómeno natural. Cuando nos enteramos de nuestra
transitoriedad, de la muerte como hecho al que no escaparemos, como asechanza,
sembramos una especie de angustia, latente, aparece cada vez que se nos vienen los miedos más profundos, aquellos que tocan nuestra naturaleza más intima. “Para Freud la muerte propia no se puede concebir.
Cuando intentamos hacerlo, en verdad sobrevivimos como observadores. La
experiencia psicoanalítica nos enseña que "nuestro inconsciente no cree en
la muerte propia, se conduce como si fuera inmortal". Admite la muerte y
al mismo tiempo la desmiente como irreal. No hay inscripción de la muerte
propia, no hay simbolización de ella, no se sabe qué es”. Este año me
enfrentado a la muerte por varios hechos. El primero la muerte de mi esposa Ana
Isabel, la más dura de aceptar para mí, la de Nestor un amigo y pariente muy cercano, murió de un ataque cardiaco, de pronto ya no estaba,
no va más, como los arbitros cuando tocan el pitazo final. Ayer me entere de la enfermedad del padre de Ana por gracia de una
aneurisma que lo tiene cercano a la muerte, muerto en vida suelen decir los
médicos con la crueldad profesional que los caracteriza, en medio de una
tristeza sin tregua por la muerte de su hija, que fue una especie de culpa
anestesiada por silencios poco eficientes a la horade aliviar el dolor, tristeza sin ninguna salida, cierto sentimiento de lo inútil, la de un hombre que perdió todas sus
batallas al final, aquellas que lo hicieron grande, con una impotencia lacerante que le
quito las ganas de vivir.
La muerte de los otros nos
afecta según el grado de compenetración que tengamos con las personas que se
nos van yendo. Pienso que la existencia en estos tiempos, evade la muerte en el sentido amplio del verbo evadir, eludir, no entendemos el sentido, menos su relación con la vida. Hoy más
que nunca actuamos como si fuéramos eternos, esa especie de auto-ficcion a que
nos sometió la revolución de la TIC, el mundo del espectáculo, la sociedad de
consumo con sus paraísos mutantes, parecemos tener dos existencias alternas, la propia,
la natural y aquella que imaginamos a través de las redes, de una virtualidad
sin personas, de una vida paralela incorporada por los flujos de información, del imaginario que
significa la existencia de acuerdo a modelos que señalan quienes debemos ser,
ser lo que otros quieren que seamos por gracia de los estereotipos
implementados.
Hable con una buena amiga
psicoanalista y me dijo, lo importante es el acto, la existencia concreta,
resolver de acuerdo a nuestras circunstancias sin falsear la vida. Lo peor es
el autoengaño. La muerte, marca la
existencia, la determina y crea el sentido de trascendencia, los actos y
huellas que nos obligan a intentar ser eternos, eso que llaman el legado. “Cuando
otro muere suele destacarse el carácter contingente de la muerte traslucir
"nuestro afán de rebajar la muerte de necesidad a contingencia". Así,
se la piensa como un accidente que podría haberse evitado. Pero la muerte de
una persona querida y el dolor que conlleva produce un descalabro en la actitud
convencional y nos confronta de golpe con lo real de la muerte, haciéndonos
tomar conciencia de ella como algo cercano y posible. También la guerra barre
con el tratamiento convencional de la muerte, que entonces se vuelve real”[1].
Ya se va a cumplir el
primer aniversario de la muerte de Ana Isabel. El dolor crece, no se apacigua,
la tristeza tiene que ver con cierto egoísmo, me duele pensar y sentir que la
muerte llega y nada cambia, quisiera perpetuar el duelo, hacer temblar a la
humanidad, por qué no les duele a los
otros como a mí. Estas cargas no se ceden, cada quien las padece de acuerdo a su nivel de compromiso y la impotencia de los otros es igual a la nuestra. Es mejor en este caso la levedad que el peso. La vida es
sabia, como lo expresa el poema “La recoleta” de Borges, "Sólo la vida existe". La
existencia concreta es lo real, el acto, la conciencia de ser, el ser ahí decía Heidegger. La felicidad depende
de lo que nos prodiguemos para obtenerla, de la actitud que tengamos, lo bello que le demos a la vida depende de nosotros, aquello que nos haga sentir de acuerdo a nuestras potencialidades, es necesario
que todo esto prevalezca. Esto quiere decir que el poder de la voluntad no debe ceder a las contingencias
propias de la finitud, constituye más
bien un don que no hace inigualables, la conciencia de nuestra mortalidad, del limite, constituye un item que nos marca, siempre debemos tenerlo en cuenta,
los limites, significan que debemos ser conscientes hasta donde podemos llegar,
quienes somos y como debemos actuar. Ana se fue, debo aceptarlo sin culpas, sin
regodearme en la tragedia, no hay nada que se pueda hacerr con respecto a ese
hecho contundente, debo respetar su espíritu, su ejemplo, en este sentido siento que siempre está con nosotros,
permanece, el derrotero de sus
enseñanzas se refleja en sus hijos que son su hechura. Ana partió, ya no está conmigo, debo
aceptarlo con resignación, se adelantó, quien se atreve a decir que no está
mejor ahora. Es indudable que fue un ser
único, irrepetible, mucho más para mí. Siempre estará conmigo, ahora más que
nunca, pero debe ser un hecho lleno de felicidad y no de tristeza. Así debe ser
hasta el final de mis días.
[1]
Morir no es para tanto. Blog.
http://morirnoesparatanto.blogspot.com.co/2010/03/la-muerte-segun-freud.htm
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