sábado, 22 de julio de 2017

ESTHER DIAZ


La filosofía es y será siempre materia imprescindible de mis lecturas, pasión desmedida por el saber y por su puesto búsqueda: de la verdad,  de la intrincada naturaleza del ser, de respuestas a las preguntas más simples, del uno y el  todo en un ambición imposible de abarcar, de aquellos interrogantes que nacen entre el sujeto y su entorno, intento comprender esta relación con un ansiedad inenarrable, para aceptar la finitud, búsquedas  que muchas veces no me llevan a ningún lugar ni certeza en lo más más esenciales aspectos.  En este trasegar, siempre he tenido lecturas de esta índole y he estudiado filósofos sin ninguna pretensión, enamorado simplemente de la hondura de los textos. Grecia sigue y seguirá siendo el cántaro de mis autores preferidos. Aun así, filósofos como Descartes, Hegel, Kant, en muchas lecturas desprevenidas y sin ninguna pretensión académica me han dado gratos momentos de reflexión y estupefacción, estos son monumentos de inconmensurable valor, de hecho son ejercicios de creación y búsqueda de suma importancia en la historia del pensamiento. He sido un fervoroso lector de la filosofía después de Nietzsche.  Todo lo de este autor Alemán me apasiona. En adelante el itinerario de mis lecturas de la filosofía del siglo XX en un desorden imperdonable, hasta llegar a Foucault, constituye una búsqueda y un deleite permanente. Trabaje con devoción el estructuralismo, el existencialismo, la vida de Sartre y Simón de Beauvoir,  de vida intensa y conflictiva, llenos de encanto, de universos literarios paralelos, a quienes acompañaron siempre el deseo incontenible de cambiar el mundo. Por este camino me encontré con Foucault, uno de los filósofos más lúcidos  e inteligentes en esta vasta cartografía del pensamiento. Durante muchos años he sido lector impenitente de su obra. En este itinerario también he hallado autores  especiales y serios dedicados a su obra. Esther Díaz es uno de ellos[1], absolutamente rigurosa, puntual, excepcional hace lo difícil fácil y nos lo entrega con una capacidad de síntesis absoluta, además de siempre integrar sus estudios a la comprensión del ser con su entorno, en este siglo de tantos cambios que convierten cada vez al hombre en un ser  frágil, vulnerable y manipulador. Toda su obra es importante, Esther, Hegeliana en principio, tiene innumerables textos. Su mayor virtud, la calidad de su prosa, el hecho de poder leerse como si fueran obras de ficción, al igual que Foucault, en ella hay mucho talento, literatura encubierta en grandes elucubraciones filosóficas. El texto “La filosofía de Michel Foucault" es un libro con estas cualidades. Miremos como comienza:
“La vida es una continua resistencia al vacio de la muerte. Vivir es resistir.  Si lo otro de la vida es la muerte, cada fragmento de la vida es una batalla ganada a la muerte. Nuestra singularidad surge de la multiplicad de nuestras muertes. Vencemos la muerte del niño que fuimos.  De las relaciones que ya no son, de la lozanía, de la belleza, de la plenitud. El negativo de mi vida es todas mis muertes. Existen maneras de resistir. Foucault resistió pensando.  A partir de una educación rica, coercitiva y conflictiva, pensó el saber. De una sociedad convulsionada por respuestas contradictorias, pensó el poder.  Finalmente a partir de su propia problemática sexual, pensó el deseo. Y por último, enfrentado a la muerte a corto plazo, pensó la ética”.  
Este es el tono y la prosa rica y plena de un texto de filosofía. Borges decía que la filosofía hace parte de la literatura fantástica. Tal vez tenga razón. En todo caso hay textos en esta materia  que leemos desde un ámbito literario, más que formativo o académico, nos lleva el placer de la lectura sin mayores pretensiones. Esther Díaz es una autora con una pluma exquisita, para no ahondar en su obra filosófica, que es tan seria y rigurosa como su prosa.




[1] Esther Díaz (Ituzaingó, provincia de Buenos Aires, 1 de diciembre de 1939) es una epistemóloga y ensayista argentina. Cursó sus estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, en donde también obtuvo un doctorado en Filosofía. Fue profesora en el Ciclo Básico Común de la misma Universidad entre los años 1985 y 2005. Dictó seminarios de posgrado sobre Metodología de la Ciencia y Epistemología en las Universidades Nacionales de Entre Ríos, Tucumán y del Nordeste. Ha realizado numerosas conferencias en diversas universidades latinoamericanas. Desde 1998, dirige la Maestría en Metodología de la Investigación Científica impartida en la Universidad Nacional de Lanús. Allí también se desempeña como profesora e investigadora.
Se le atribuye el haber realizado una importante contribución en lo que respecta a la introducción de la filosofía de Michel Foucault en el ambiente académico argentino. En tal sentido, su tesis de doctorado, redactada durante los años 80’, se tituló: “La ontología histórica en la temática filosófica contemporánea. Comunicación, poder y ética en la obra de Michel Foucault”. Entre sus aportes al campo de la epistemología, sobresale la elaboración del concepto de “epistemología ampliada”, al cual presenta del siguiente modo:
Me guía la premisa de que la racionalidad del conocimiento, aun la más estricta y rigurosa, hunde sus raíces en luchas de poder, factores económicos, connotaciones éticas, afecciones, pasiones, idearios colectivos, intereses personales y pluralidad de nutriciones que no están ausentes, por cierto, en el éxito o el fracaso de las teorías. Creo que la rampa de lanzamiento hacia esta “epistemología ampliada a lo político-social” no ha de perder de vista ni los antecedentes históricos de la disciplina, ni los conceptos de los pioneros de la filosofía de la ciencia.1
Su obra incluye estudios y ensayos sobre los discursos y las prácticas sexuales contemporáneas. También ha publicado libros y artículos en donde indaga al problema de la Posmodernidad y las expresiones de esta última tanto en la ciencia como en la vida cotidiana de los individuos. En varias ocasiones, ha expresado que los problemas filosóficos no sólo inspiran y orientan a su obra y a su actividad docente, sino que también la filosofía misma es su modo de vida: no tengo una vida al margen de la filosofía. Mi modo de vida es la filosofía.






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