La
filosofía es y será siempre materia imprescindible de mis lecturas, pasión
desmedida por el saber y por su puesto búsqueda: de la verdad, de
la intrincada naturaleza del ser, de respuestas a las preguntas más simples, del uno y el todo en un ambición imposible de abarcar, de
aquellos interrogantes que nacen entre el sujeto y su entorno, intento comprender esta relación con un ansiedad inenarrable, para aceptar la
finitud, búsquedas que muchas veces no me llevan a ningún lugar ni certeza en lo más más esenciales aspectos. En este trasegar, siempre he tenido lecturas de esta índole y he estudiado filósofos sin ninguna pretensión, enamorado simplemente de la hondura de los textos. Grecia sigue y seguirá
siendo el cántaro de mis autores preferidos. Aun así, filósofos como Descartes,
Hegel, Kant, en muchas lecturas desprevenidas y sin ninguna pretensión académica me han
dado gratos momentos de reflexión y estupefacción, estos son monumentos de inconmensurable
valor, de hecho son ejercicios de creación y búsqueda de suma importancia
en la historia del pensamiento. He sido un fervoroso lector de la filosofía después
de Nietzsche. Todo lo de este autor
Alemán me apasiona. En adelante el itinerario de mis lecturas de la filosofía
del siglo XX en un desorden imperdonable, hasta llegar a Foucault, constituye
una búsqueda y un deleite permanente. Trabaje con devoción el estructuralismo,
el existencialismo, la vida de Sartre y Simón de Beauvoir, de vida intensa y conflictiva, llenos de
encanto, de universos literarios paralelos, a quienes acompañaron siempre el deseo
incontenible de cambiar el mundo. Por este camino me encontré con Foucault, uno
de los filósofos más lúcidos e
inteligentes en esta vasta cartografía del pensamiento. Durante muchos años he
sido lector impenitente de su obra. En este itinerario también he hallado
autores especiales y serios dedicados a
su obra. Esther Díaz es uno de ellos[1],
absolutamente rigurosa, puntual, excepcional hace lo difícil fácil y
nos lo entrega con una capacidad de síntesis absoluta, además de siempre
integrar sus estudios a la comprensión del ser con su entorno, en este siglo de
tantos cambios que convierten cada vez al hombre en un ser frágil, vulnerable y manipulador. Toda su obra
es importante, Esther, Hegeliana en principio, tiene innumerables textos. Su
mayor virtud, la calidad de su prosa, el hecho de poder leerse como si fueran
obras de ficción, al igual que Foucault, en ella hay mucho talento, literatura encubierta
en grandes elucubraciones filosóficas. El texto “La filosofía de Michel Foucault" es un libro
con estas cualidades. Miremos como comienza:
“La vida es una
continua resistencia al vacio de la muerte. Vivir es resistir. Si lo otro de la vida es la muerte, cada
fragmento de la vida es una batalla ganada a la muerte. Nuestra singularidad
surge de la multiplicad de nuestras muertes. Vencemos la muerte del niño que
fuimos. De las relaciones que ya no son,
de la lozanía, de la belleza, de la plenitud. El negativo de mi vida es todas
mis muertes. Existen maneras de resistir. Foucault resistió pensando. A partir de una educación rica, coercitiva y
conflictiva, pensó el saber. De una sociedad convulsionada por respuestas
contradictorias, pensó el poder.
Finalmente a partir de su propia problemática sexual, pensó el deseo. Y
por último, enfrentado a la muerte a corto plazo, pensó la ética”.
Este es el tono y la
prosa rica y plena de un texto de filosofía. Borges decía que la filosofía hace
parte de la literatura fantástica. Tal vez tenga razón. En todo caso hay textos en esta materia que leemos desde un ámbito
literario, más que formativo o académico, nos lleva el placer de la lectura sin
mayores pretensiones. Esther Díaz es una autora con una pluma exquisita, para
no ahondar en su obra filosófica, que es tan seria y rigurosa como su prosa.
[1]
Esther
Díaz (Ituzaingó, provincia de Buenos Aires, 1 de
diciembre de 1939) es una epistemóloga y ensayista
argentina. Cursó sus estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad
de Buenos Aires, en donde también obtuvo un doctorado en Filosofía. Fue
profesora en el Ciclo Básico Común de la misma Universidad entre los años 1985
y 2005. Dictó seminarios de posgrado sobre Metodología de la Ciencia y
Epistemología en las Universidades Nacionales de Entre Ríos, Tucumán y del
Nordeste. Ha realizado numerosas conferencias en diversas universidades
latinoamericanas. Desde 1998, dirige la Maestría en Metodología de la
Investigación Científica impartida en la Universidad Nacional de Lanús. Allí
también se desempeña como profesora e investigadora.
Se
le atribuye el haber realizado una importante contribución en lo que respecta a
la introducción de la filosofía de Michel Foucault en el ambiente académico
argentino. En tal sentido, su tesis de doctorado, redactada durante los
años 80’, se tituló: “La ontología histórica en la temática filosófica
contemporánea. Comunicación, poder y ética en la obra de Michel Foucault”.
Entre sus aportes al campo de la epistemología, sobresale la elaboración del
concepto de “epistemología ampliada”, al cual presenta del siguiente modo:
Me guía
la premisa de que la racionalidad del conocimiento, aun la más estricta y
rigurosa, hunde sus raíces en luchas de poder, factores económicos,
connotaciones éticas, afecciones, pasiones, idearios colectivos, intereses
personales y pluralidad de nutriciones que no están ausentes, por cierto, en el
éxito o el fracaso de las teorías. Creo que la rampa de lanzamiento hacia esta
“epistemología ampliada a lo político-social” no ha de perder de vista ni los
antecedentes históricos de la disciplina, ni los conceptos de los pioneros de
la filosofía de la ciencia.1
Su
obra incluye estudios y ensayos sobre los discursos y las prácticas sexuales
contemporáneas. También ha publicado libros y artículos en donde indaga al
problema de la Posmodernidad y las expresiones de esta última tanto en la
ciencia como en la vida cotidiana de los individuos. En varias ocasiones, ha
expresado que los problemas filosóficos no sólo inspiran y orientan a su obra y
a su actividad docente, sino que también la filosofía misma es su modo de
vida: no tengo una vida al margen de la filosofía. Mi modo de vida es
la filosofía.
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