Cuando uno se encuentra
con un escritor que interpreta un momento histórico a cabalidad desde la
perspectiva subjetiva, la soledad del ser, con trasposiciones ficcionales que
nos ayudan a entender la atribulada realidad que nos avasalla, esa
incomprendida manera de vivir que nos toca asumir frente a los poderes
imbatibles, la vida en el corolario de compromisos ineludibles y los que no
hemos tenido la opción de evadir, siente que alguien al fin nos ayuda en este
trasegar infame, ayudándonos a descifrar aspectos que de antemano no entendemos
y menos, aceptamos .
He vuelto a leer “La ridícula
idea de no volver” una obra que nace de una tarea específica encomendada a la
escritora: escribir sobre lo que significó para Marie Curie la muerte de su esposo a partir de sus diarios, al
final termino en este excelente libro, texto que describe el dolor lacerante que
sentimos por el compañero que se ha ido de nuestro lado quien no volverá jamás,
pero el que solemos esperar siempre, el valor de la ausencia, lo que significa vivir
sin alguien que lo fue todo en nuestras vidas. La reseña del texto es una de las
más lúcidas y perfectas que he leído, lo
que es muy raro, pues la mayoría parecen ser escritas por personas que dan la impresión
de no saber de lo que hablan:
“Cuando Rosa Montero
leyó el maravilloso diario que Marie Curie comenzó tras la muerte de su esposo,
y que se incluye al final de este libro, sintió que la historia de esa mujer
fascinante que se enfrentó a su época le llenaba la cabeza de ideas y
emociones. La ridícula idea de no volver a verte nació de ese incendio de
palabras, de ese vertiginoso torbellino. Al hilo de la extraordinaria
trayectoria de Curie, Rosa Montero construye una narración a medio camino entre
el recuerdo personal y la memoria de todos, entre el análisis de nuestra época
y la evocación íntima. Son páginas que hablan de la superación del dolor, de
las relaciones entre hombres y mujeres, del esplendor del sexo, de la buena
muerte y de la bella vida, de la ciencia y de la ignorancia, de la fuerza
salvadora de la literatura y de la sabiduría de quienes aprenden a disfrutar de
la existencia con plenitud y con ligereza. Vivo, libérrimo y original, este
libro inclasificable incluye fotos, remembranzas, amistades y anécdotas que
transmiten el primitivo placer de escuchar buenas historias. Un texto
auténtico, emocionante y cómplice que te atrapará desde sus primeras páginas”.
En la primera parte
escribe:
“Pero este no es un
libro sobre la muerte.
En realidad no sé bien
qué es, o qué será. Aquí lo tengo ahora, en la punta de mis dedos, apenas unas
líneas en una tableta, un cúmulo de células electrónicas aún indeterminadas que
podrían ser abortadas muy fácilmente. Los libros nacen de un germen ínfimo, un
huevecillo minúsculo, una frase, una imagen, una intuición; y crecen como
zigotos, orgánicamente, célula a célula, diferenciándose en tejidos y
estructuras cada vez más complejas, hasta llegar a convertirse en una criatura
completa y a menudo inesperada. Te confieso que tengo una idea de lo que quiero
hacer con este texto, pero ¿se mantendrá el proyecto
hasta el final o aparecerá cualquier otra cosa? Me siento como ese pastor del
viejo chiste que está tallando distraídamente un trozo de madera con su navaja,
y que cuando un paseante le pregunta, « ¿Qué figura está
haciendo?» , contesta: « Pues, si sale con barbas, san Antón; y, si no, la Purísima
Concepción» .
Una imagen sagrada, en
cualquier caso.
La santa de este libro
es Marie Curie. Siempre me resultó una mujer fascinante, cosa que por otra
parte le ocurre a casi todo el mundo, porque es un personaje anómalo y romántico
que parece más grande que la vida. Una polaca espectacular que fue capaz de
ganar dos premios Nobel, uno de Física en 1903 junto con su marido, Pierre
Curie, y otro de Química, en 1911, en solitario. De hecho, en toda la historia
de los Nobel sólo ha habido otras tres personas que obtuvieron dos galardones,
Linus Pauling, Frederick Sanger y John Bardeen, y sólo Pauling lo hizo en dos
categorías distintas, como Marie. Pero Linus se llevó un premio de Química y
otro de la Paz, y hay que reconocer que este último vale bastante menos (como
es sabido, hasta se lo dieron a Kissinger). O sea que Madame Curie permanece
imbatible”.
El tomo de este libro, que
parece en ocasiones una crónica, por la forma como aborda la historia para
develar aspectos desconocidos de esta gran científica a partir de sus diarios y
desde un hecho concreto, nos lleva de la
mano para presenciar hechos inenarrables, la magistral manera para describir lo
que significa la ausencia y el dolor en medio de una soledad incomprendida, la
labor como científica desde su condición de mujer, hacen de su lectura un
verdadero placer, un revelamiento excepcional de la naturaleza humana.
Rosa no es solo una
gran escritora, es una intérprete lucida de la historia. Este texto, como la mayoría
de los suyos me tiene impactado, solo espero que mis lectores lo aborden.
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