Borges nos
enseñó que la mirada tradicional en esta relación hay que hacerla de otra manera. No debemos ver
lo que hay de realidad en la ficción sino como está última termina afectando la
realidad. Recordé los escritos de Paul Ricaeur en “Historia y verdad” que
empieza por elucidar la relación entre subjetividad y objetividad en la
historia, trata tangencialmente este tema, basado en el interés,
establece que en la historia no cuenta solamente los hechos sino lo que puede interpretarse de estos hechos desde la perspectiva del presente, las narrativas son
reconstrucciones, la historia también es una invención. Piglia en su
conferencia sobre Borges hecha para la televisión pública en Argentina explica
muy bien esta intrincada relación. Habla de la literatura fantástica, que la
llama literatura conceptual. Mario Mendoza en una excelente conferencia en la
presentación de su última novela: “El aquelarre” en el 2019 en el Filbo, toca igualmente el tema, hace una genealogía
sobre las narrativas de la novela policiaca desde el aparecimiento de la ciudad gótica, la ciudad moderna, se refiere por
supuesto a Londres del siglo XVII y
XVIII, después será París y hoy Nueva York.
Mendoza al tratar
definir que es ciudad Gotica, de construir el arquetipo del gótico, se obliga a
indagar la ciudad gótica por excelencia, que es Londres y su relación con los
autores de la época y cómo la asimilan en sus narrativas. En este siglo entran
en esta lista las grandes megalópolis latinoamericanas. Estas son ciudades caóticas,
desenfrenadas. Londres para el siglo XVII y XVIII es inmunda, con grandes
problemas de saneamiento. Es la ciudad de las grandes enfermedades, del gran
hedor, de la inmundicia, del crimen, de la trampa. Cita a Thomas De Quincy y
Coleridge. Estos escritores, gracias al intercambio con el oriente, empiezan a
experimentar con el opio el descubrimiento del inconsciente, hablamos de la aventura que produce su consumo, desde ahí, la mirada desde la
narrativa es otra, hay una búsqueda novedosa entre la relación del autor con
sus nexos de interés, siempre parten del entorno. Este entorno se va ampliando a lo largo de esos dos siglos, en el siglo XX se reduce a uno solo gracias a la globalización, hoy estamos conectados siempre.
“El estatuto
de ficcionalidad de una novela (y por ende, en los relatos), es una de las
cuestiones más debatidas por la crítica y por las modernas teorías de la
literatura. Precisamente uno de los casos más polémicos fue el que hace ya
varios años protagonizó Javier Marías con su novela "Todas las
almas", que levantó tal revuelo en la crítica a la sazón sobre su
ficcionalidad o su calidad de realidad (el protagonista coincidía sobremanera
con el autor), que éste se vio obligado a publicar una "novela explicativa"
a la anterior, a la que tituló "Negra espalda del tiempo", en la que,
aparte de autoproclamarse rey de la "isla" de Redonda,, justifica
todos los aspectos más pretenciosos de ser reales en la novela anterior”[1].
La
importancia del Quijote en este tópico está descontada. No solo crea la novela
moderna, sino que su novela, define desde la historia del señor Quijano y su
locura, las relaciones entre la ficción y la realidad. Ha esto se refiere el
escritor Mendoza en su excelente conferencia: Como los ´poetas Franceses, los
poetas malditos, Rembrand, Verlaine, después
de haberlo hecho el inglés Charles Dickens, Thomas De Quincy contribuyen desde
su esclerótica narrativa a descifrar los intrincados laberintos del inconsciente,
la relación entre la ficción y la realidad en términos de esta búsqueda. Hablo
de articular la realidad a través de la ficción desde los vericuetos del inconsciente.
“la ficcionalización empieza donde el conocimiento termina. La dificultad, o
será imposibilidad, de conocer excita curiosidad y quien curiosea inventa. En
las narraciones coexisten lo real y lo posible, en las vidas coexisten verdades
y ficciones, gratuitas o no”.
Paul Auster
trabaja el tema desde sus novelas. Lo mismo hace Martin Amis y Juan José
Millas. La novela policiaca que nació con Poe, es un buen ejemplo de como la ficción
afecta la realidad y como esta nace del estudio de las grandes megalópolis desde
el crimen. José Maria Guelbenzu en un artículo
para el periódico “El país” de España, escribía al respecto: “Cualquier
narrador exigente reconocerá que la realidad va por delante de la ficción, sin
duda alguna. De hecho, habrá dudado en más de una ocasión sobre la conveniencia
de introducir en su novela una escena tomada de la realidad, de un suceso real,
porque le parece que el lector no la creerá. De este tipo de sucesos reales que
no admiten, por exagerados, su entrada en una novela es de los que se comenta
que, en ellos, 'la realidad supera a la ficción', porque el modo y las
características del suceso son extraordinarias. Tan extraordinarias que, valga
la paradoja, el suceso parece ficticio, propio de una elaboración de la
imaginación desatada. Y, paradoja de paradojas, por eso mismo no tienen cabida
en la novela, porque el autor piensa que, debido a su carácter, no serán
creíbles, parecerán inverosímiles. Total: ¿qué hacemos con ese suceso real que
ni parece real ni parece ficticio? ¿Lo suprimimos? Pero cuando alguien cuenta
una vida enredada, compleja, llena de acontecimientos emocionantes, también se
suele decir de él que 'ha tenido una vida de novela'. ¿En qué quedamos? ¿Dónde
colocamos a la realidad y dónde a la ficción?”. Adelante categoriza: “Yo creo que la ficción
es superior a la realidad, pero no creo que sea más poderosa que ella. Me
explicaré: si hay una fuerza vital en este mundo, ésa es la vida. La realidad
es algo así como la constatación de la vida”[2].
Vargas Llosa
en la verdad de las mentiras empieza con esta pregunta: “Desde que escribí mi
primer cuento me han preguntado si lo que escribía «era verdad». Aunque mis
respuestas satisfacen a veces a los curiosos, a mí me queda rondando, vez que contesto
a esa pregunta, no importa cuán sincero sea, la incómoda sensación de haber
dicho algo que nunca da en el centro del blanco”. Jose Maria Guelbenzu nos
dice: “La ficción es un producto vicario de la realidad: se limita a observarla
y formular variantes que, de un modo u otro, imitan a la vida. En todo caso,
queda claro que la ficción sin la realidad no es nada. Vargas Llosa agrega: “Si
las novelas son ciertas o falsas importa a cierta gente tanto como que sean
buenas o malas y muchos lectores, consciente o inconscientemente, hacen
depender lo segundo de lo primero. Los inquisidores españoles, por ejemplo,
prohibieron que se publicaran o importaran novelas en las colonias
hispanoamericanas con el argumento de que esos libros disparatados y absurdos
—es decir, mentirosos— podían ser perjudiciales para la salud espiritual de los
indios”. Agrega: “En efecto, las novelas mienten —no pueden hacer otra cosa—
pero ésa es sólo una parte de la historia. La otra es que, mintiendo, expresan
una curiosa verdad, que sólo puede expresarse disimulada y encubierta,
disfrazada de lo que no es. Dicho así, esto tiene el semblante de un galimatías”.
Expresa Ruben
Dellacirprete en referencia a Barthe con referencia a lo histórico que es un
eje que siempre se deberá tener en cuenta: La comparación por contraste entre
el discurso literario y el histórico permite analizar metodológicamente tanto
los préstamos entre ambos discursos como la verificación de una posible
especificidad inherente a cada uno de ellos. Ambos ofrecen una representación
lingüística de la realidad; la historiografía, por su parte, y para algunos
pensadores, no se pronuncia sobre los acontecimientos del pasado o del presente
sino sobre su sustituto figurado; y la literatura, con el “pacto de ficción”,
pone de relieve el artificio. Sin embargo, no por esto la última renuncia a la
verdad o a la referencialidad, así como el discurso histórico no desarticula
por completo su fundamento cognoscitivo sobre la verdad histórica, aunque sea,
en ocasiones, sesgada”[3].
“Foucault considera que el vacío del
lenguaje es una prueba de la ausencia del ser y por ello se hace necesario
invertir, dominar y llenar “mediante la pura invención”.
En Colombia
la violencia ha sido narrada desde la novela de mil maneras. Tomas González es
un autor que ha logrado desde la ficción entregarnos con cierta fidelidad lo
que han vivido nuestros campesinos. De hecho, la singularidad de sus novelas
constituye una interpretación subjetiva de lo que nos ha pasado en el sector
rural. Este que es un país centralista encuentra en la novela un acercamiento a
nuestra realidad. Estas correspondencias no siempre son aceptadas por los teóricos:
“Foucault desconfía de que las palabras representen pensamientos, y mucho más
de que exista una realidad que las preceda. La enunciación es lo que constituye
un “contenido, un referente o un objeto” del discurso. Nunca el discurso saldría
del ámbito de lo discursivo y, por lo tanto, la ruptura entre el discurso y la
realidad, entre las palabras y las cosas, es incontrastable”.
Lógicamente este
tema es aún más extenso. Espero en otra entrega terminarlo.
[1] https://www.monografias.com/trabajos13/reayficc/reayficc.shtml
[2] https://elpais.com/diario/2002/07/01/cultura/1025474405_850215.html
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