La relectura
del primer texto de este libro, hablo de los privilegios de la vista, que hace
parte de las obras completas de Octavio Paz, es un verdadero privilegio. Es un análisis de las relaciones entre las bellas artes desde la toma de conciencia del escritor, de su condición estética, dilucida las
relaciones de la poesía con la música, con la arquitectura, con la pintura, pretexto
para evocar cómo accedió a estos misterios de joven en su pueblo natal. Esta
mezcla entre biografía y ensayo hace de este texto una joya. Por supuesto que
toca recuerdos biográficos que son una exaltación a México, al muralismo y a
los primeros ensayistas. Me evocó
inmediatamente a George Steiner, muerto hace pocas semanas.
Los
privilegios de la vista comienzan haciendo una elucidación sobre las relaciones
de la poesía moderna y las otras artes. Empieza citando a Baudelaire, trae a
colación sus textos sobre pintura. De igual manera cita los ensayos de este
poeta sobre música, concretamente sobre Wagner, afición que también aparece con
Mallarme. Octavio nos recuerda cómo el simbolismo tuvo afinidades con la música,
la pintura para la época fue vista como música para los ojos. El texto cita a Stravinski,
Schomberg, al surrealismo, habla de la trinidad estética: Poesía, música y
pintura. El centro de estas revoluciones se dio primero en París y después en
Nueva York.
Octavio Paz
empieza por esta vía a contarnos lo que pasó en México de su niñez y
adolescencia. Expresa: Nuestro primer
poeta fue José Jesús Tablada. Este es el autor de la historia del arte en
México. Tablada exalta todo el muralismo de México, a Orozco, Rivera, Tamayo y Covarrubias.
Estas relaciones imbricadas en el texto es lo que lo hace tan brillante, tan
riguroso y tan hermoso, va dándonos datos de su entrada a los temas del arte y
su interés precoz por el mismo, su nacimiento como escritor. Cita a los poetas
modernos de México: Gorostiza, Villaurrutia y Cuesta. Me recordó a uno de los
escritores preferidos, al guatemalteco Luis Cardoza y Aragón. Dice el arte de
México es un capítulo del arte occidental. El texto evoca su interés por la
arquitectura, de tanta importancia para la capital. Cita a Valery: en “Eupalinos
o el arquitecto”. Lo más fantástico es como lo sitúa a uno, con tal sutiliza en
su pueblo natal: Yo crecí en Mixcoac, pueblo que fue un cacicazgo indígena, lo
describe con magisterio. De súbito saltan los datos biográficos, su bachillerato
en el colegio San Idelfonso (Escuela normal preparatoria). Creció entre las
riquezas arquitectónicas de ciudad de México, nunca en su vida abandona este
contexto, la conciencia histórica de su México querido.
Lo que quiero
resaltar de este texto es su relación con la historia del arte, con el desciframiento
de las relaciones íntimas de las diferentes artes, del sustrato de racionalidad
de los discursos, de las bellas artes, de la poesía, la narrativa, básicamente de
cualquier contenido y expresión, de los significantes de cada uno, los
movimientos que agrupan las tendencias y la relación del artista con el
entorno. Expresa el escritor: Mi relación con el arte moderna fue íntima y diaria.
Nos trae artistas que olvidamos inexplicablemente, los muralistas Fernando
Leal, Fermín revueltas, David Alfaro Siqueiros. En este texto hay una
descripción de la ciudad de México exuberante de la mano de sus recuerdos.
De ahí sale
el deseo de volver a leer apartes de “Presencias reales” de Steiner. Empiezo
por decir que la capacidad de volver la experiencia individual en universal, es
lo que hace de estos hombres algo distinto. El texto comienza de esta manera:
“Seguimos hablando de la salida y puesta del sol, y lo hacemos como si el
sistema Ptolemaico del sistema solar no hubiera sido sustituido de forma
irreversible por el copernicano”. Steiner primero nos sitúa. Categoriza sublimemente:
en nuestro vocabulario y nuestra gramática habitan metáforas vacías y gastadas
figuras retoricas que están firmemente atrapadas en los andamiajes y recovecos
del habla de cada día, donde erran como vagabundos o como fantasmas de desván”.
El autor deja ver que en os discursos de la modernidad Dios no existe, hasta
ahí Nietzsche, y expresa, este ensayo piensa lo contario. Cualquier explicación
sobre el habla es una garantía de la existencia de Dios. El estudio es una
apuesta del significado del significado. En favor de la percepción y respuesta
cuando una voz se dirige a otra, cuando enfrentamos al texto, la obra de arte o
la pieza musical, es decir cuando encontramos al otro en condición de libertad,
una apuesta en favor de la trascendencia. Este es un ensayo sobre la
interpretación en materia de artes, la relación el ser con la obra, la toma de
conciencia.
Estas lecturas
nos enseñan la grandeza de la escritura, del texto y la relación que tenemos
frente a los mismos. Leer no es un acto
simple. La obra y el texto son una apertura al reconocimiento del otro y a la
vez una interpretación del mundo. Estos textos le dan mucho sentido a la vida. La escritura es una toma de conciencia. Espero ampliar este artículo. Amanecerá y veremos.
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