Cuando empezamos
una novela en poco tiempo estamos inmersos en un universo nuevo, ajeno al nuestro, en una
historia, con personajes que nos tocan, la ficción adquiere para uno como
lector vida propia, el texto se sobrepone a nuestra realidad. Hay una lectura
de un pequeño ensayo que nos ayuda a entender esta relación tensa: Esta interacción fue sugerida en 1917 por
Edward Thorndike: “comprender un párrafo es como resolver un problema de
matemáticas. Consiste en seleccionar los elementos claves de la situación y en
relacionarlos correctamente con la cantidad exacta de peso, influencia o fuerza
para cada uno”. Años después, Goodman (1982) describió a la lectura como un
“juego psicolingüístico de adivinanzas” donde el lector, a partir de la
información visual y de la información no visual, va anticipando, prediciendo,
elaborando y corrigiendo hipótesis para comprender el texto”. Steiner dice: “La escritura dibuja un
archipiélago en las vastas aguas de la oralidad humana. La escritura, sin
detenerse siquiera ante los diferentes formatos de presentación del libro,
constituye un caso aparte, una técnica particular dentro de una totalidad
semiótica en buena medida oral”.
En el ensayo
es más directo, más fácil de conectarse con el texto. Cuando nos encontramos
con escritores como Borges las variables son impredecibles, la intertextualidad
a las que nos lleva con ejes sorprendentes, como si fueran universos paralelos,
son un verdadero avivamiento donde los autores de sus preferencias van creando
desde su punto de vista, en el texto, una interpretación novedosa, el ensayo se
vuelve a la vez una creación, para el lector este efecto se multiplica. Foucault en el prólogo a la última edición de historia de la locura en la época clásica plantea: "Quiero que este objeto-acontecimiento (se refiere al libro), casi imperceptible entre otros se recopie, se repita, se fragmente, se imite, se desdoble, y finalmente desaparezca sin que aquel que le tocó producirlo pueda jamás reivindicar el derecho de ser su amo, de imponer lo que debo decir, ni decir lo que debo ser. En suma, quiero un libro de así mismo, ese estatuto del texto, al cual sabrán reducirlo la pedagogía y la crítica, pero no tenga el desparpajo de presentarse como discurso: A la vez batalla y arma, estrategía y choque, lucha y trofeo o herida, coyuntura y vestigios, cita irregular, y escena respetable". Revindica que el autor desaparezca una vez sea publicado el texto y por ende no tenga ninguna soberanía sobre el mismo, siendo el lector el protagonista esencial del mismo.
Alejandra
Peliccer y Sofia a Vernon en un texto denominado “Entre el texto y el lector,
la creación de mundos posibles”,categorizan: “Goodman, como muchos otros
autores, ha tratado de descubrir los procesos cognoscitivos involucrados en la
lectura de textos completos (por oposición a otros autores que trabajan a nivel
infra-textual). Aunque los logros han sido significativos, está claro que el
problema de cómo los lectores abordan un texto como totalidad es sumamente
complejo y requiere de un trabajo de investigación más amplio. La lingüística
del texto, desde sus diferentes enfoques, ha dejado en claro que un texto no es
una yuxtaposición de palabras u oraciones (De Beaugrande, 1980; De Beaugrande y
Dressler, 1981; Halliday y Hasan, 1976; Van Dijk, 1983 y 1988; Koch, 1989). Un
texto es una unidad semántica que funciona como un todo ya que sus distintos elementos
están relacionados cohesivamente entre sí a través de varios mecanismos
(referencia, sustitución, elipsis, conjunción, cohesión léxica, etc.) Los
elementos presentes en el texto son tomados por el lector para darles una determinada
organización e interpretación. De esta
manera, el sujeto establece relaciones, categoriza, compara, busca semejanzas y
diferencias. Esta actividad conceptual, que implica una interacción entre
sujeto y texto, es necesaria para dar significado”.
Cuando se empieza la lectura de "La Guerra y la paz", en poco tiempo estamos en
la Rusia imperial, en medio de una historia de amor, tomando partido,
presenciando una sociedad monárquica, arribista, de la mano de un autor que
pretendía llevar hasta sus máximas consecuencias el papel de la novela como
representación, hablo de la novela total, en esta historia se describe el poder
en sus más nefastos efectos. Alejandra Peliccer y Sofia a Vernon expresan: “En
la literatura especializada parece haber un acuerdo general sobre el hecho de
que es el lector quien, en última instancia, provee significado a los textos a
partir de una serie de operaciones mentales. El problema central reside en
esclarecer cómo el sujeto relaciona todos los elementos del texto”. La magia
del escritor está en seducir al lector a través de una historia, desde una técnica.
Recuerdo la
experiencia que significó para mí la lectura de “Los miserables” de Víctor
Hugo. La relación del texto con el lector tiene connotaciones que van más allá
de la racionalidad y de hecho esa novela transformó mi vida, hay una conciencia
que nace, proviene del texto, por primera vez pensé en la justicia, en la
predestinación y en el poder de la divinidad y su incidencia en la vida, la historia es tan real como la vida y tuvo efectos reales sobre muchos
conceptos de mi vida. Esto confirma que “El lector usa una serie de estrategias
y reglas que le permiten estructurar y organizar el discurso de tal manera que
el resultado final es una transformación del texto original”. Igualmente, del
sentido.
Todo lo
nuestro está signado por el mundo griego. Desde la construcción del discurso
hasta la lógica del sentido, el logos que anticipa cualquier análisis es una
creación griega, Sócrates habló y no hemos podido salir de su mundo. Al
respecto del tema en la retórica de Aristóteles, en un prólogo encontré esta
elucidación pertinente al tema: “Desde hace algo más de medio siglo -en
particular, desde el encuentro entre las obras de W. Jaeger y los métodos de
análisis de la filosofía hermeneútida '- viene hablándose de la «escritura»
como de un problema fundamental de la interpretación de Aristóteles. Para
comprender este problema hay que partir de la base, según acaba de hacerlo E.
Lledó, de que «las palabras aristotélicas se han incorporado frecuentemente al
discurso de sus intérpretes y han formado con ellos una amalgama en la que
adquirían inesperadas, anacrónicas y sorprendentes resonancias”.
En “Carta
sobre el humanismo” Heidegger expresa: “El pensar lleva a cabo la relación del
ser con la esencia del hombre. No hace ni produce esta relación. El pensar se
limita a ofrecersela al ser como aquello que a él mismo le ha sido dado por el
ser. Este ofrecer consiste en que en el pensar el ser llega al lenguaje. El
lenguaje es la casa del ser. En su morada habita el hombre. Los pensadores y
poetas son los guardianes de esa morada. Su guarda consiste en llevar a cabo la
manifestación del ser, en la medida en que, mediante su decir, ellos la llevan
al lenguaje y allí la custodian. El pensar no se convierte en acción porque
salga de él un efecto o porque pueda ser utilizado. El pensar sólo actúa en la
medida en que piensa. El pensar sólo actúa en la medida en que piensa”. El problema
de la escritura y el texto precede al problema de la lectura. Interpretar y pensar es la esencia.
En el texto
de Borges “El idioma de los argentinos” hay una disgregación sobre la gramática,
las gramaterias dice, lo más humano. La cavilación es esta ¿Mediante qué
proceso psicológico entendemos una oración? Borges toma la frase: En un lugar
de la mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme. Explica cada palabra de
manera individual, parte del hecho que toda palabra aislada es un signo.
Expresa que las palabras no son la realidad del lenguaje, las palabras sueltas
no existen. Siguiendo la doctrina de Croce, que piensa que es la oración la que
le da sentido a cualquier construcción gramatical. Nuestro destino es hacernos
a la sintaxis dice Borges al final y piensa mucho en los factores psicológicos de
toda elaboración lingüística.
Este tema que
parece simple y no lo es, ahora que se habla de autoficcion que le da al autor
una libertad que antes no tenía y que ha transformado la relación entre el texto
y el lector, da para mucho. El último libro publicado por Acantilado sobre Nietzsche escrito por Dorian Astor, una verdadera joya, sobre el autor que más a tratado la condición del lector, el que más la exigido, siempre escrutó la relación del lector con texto, sobre la base, que escribe con aforismos, que paradójicamente se renuevan, no es lo mismo leer a este autor hoy que hace cincuenta años, curioso el sigue vigente. Astor comienza preguntándose en el prólogo de este excelente texto: "Hasta dónde llega, hoy en día, nuestra capacidad de oír a Nietzsche. ? hasta qué punto queremos podemos y queremos oírlo. Responde: Esta pregunta es casi el único objeto de este libro, que por lo tanto no va a limitarse a un mero comentario explicativo de la filosofía de N. N se explica muy bien sólo, cuando se explica. Se trata de medir entre sus textos y nuestra lectura, hasta donde alcanza su capacidad de decir y nuestra voluntad de leer, su voluntad de ser oído y nuestra capacidad de oír. La lectura de N plantea una doble exigencia, que es la de toda práctica filosófica: La de un arte de leer, ligado indefectiblemente a un arte de conocerse así mismo. Leer a N es al mismo tiempo interpelarnos a nosotros mismos como lectores, evaluar lo que somos, es decir el valor de lo que podemos y queremos ". "No hay que que ver ahí el efecto mágico de una fusión entre el circulo hermeneutico del autor y el lector, y menos aún el efecto soñado de la eterna identidad del hombre consigo mismo ( De hecho N se daba perfecta cuenta de que sus lectores no existen todavía, y acaso nosotros como lectores vivimos tan sólo del crédito que nos atribuimos), sino más bien la conclusión, tras la lectura, cuando interpela a sus lectores, N nos interpela todavía hoy a nosotros.
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