domingo, 8 de marzo de 2020

ENRIQUE VILA-MATAS



Estoy leyendo dos textos de este excelente escritor español, una novela: “Mac y su contratiempo” y un texto denominado: “Impón tu suerte”, una guía sobre lecturas sumergidas. Vila-Mata viene trabajando el cambio que viene fraguando la novela, en su estructuración, le asigna resignificaciones a la posición del escritor frente al texto.
Esta es la cita clave como apertura a mi disertación sobre estos dos textos: “Pensaba que en las novelas por venir no sería necesario dejar la aldea y salir al campo abierto porque la acción se difuminaría en favor del pensamiento. Con una confianza ingenua en la evolución de la exigencia de los lectores del nuevo siglo, creía que en el indescifrable la novela de formato decimoniaco-que había quebrado sus mejores piezas-iría cediendo su lugar a los ensayos narrativos, o las narraciones ensayísticas, y quizás incluso cedería el paso a una prosa brumosa y compacta, estilo Sebald(es decir, muy al modo en que Nietzsche hacía de la vida literaria) o estilo Sergio Pitol, el de: “El mago de Viena”, con ese tipo de prosa compacta en la que el autor disolvía la frontera entre los géneros, haciendo que desaparecieran los índices y los textos consistieran en fragmentos unidos por una estructura perfecta; una prosa a cuerpo descubierto, la prosa del nuevo siglo. Pensaba que en este siglo se cedería el paso a un tipo de novela ya felizmente instalada en la frontera; una novela que sin problemas se mezclaría lo autobiográfico con el ensayo, con el libro de viajes, con el diario, con la ficción pura, con la realidad traída al texto como tal”.
“Mac y su contratiempo” la novela que leo del autor responde a estos criterios. Bolaño, como lo recuerda Vila-Matas categorizaba: “Una novela que solo se sostiene por el argumento-con un formato más o menos archireconocido, pero no archireconocido en este siglo, sino en el siglo XIX- es un tipo de novela que se acabó”. Se habla de novela conceptual y se compara con la revolución de Marcel Duchamp en el arte. Un escritor es el que se atreve a todo, dice Vila-Matas.
Al principio del texto se cita a Robert Walser, no casualmente, sino para descifrar en su inercia y desánimo total, su posición frente a la novela. En un escrito hecho a tres manos se establece que su “obra estuvo dedicada a mostrar hechos simples de la vida diaria y transmitir la sensación de maravilla que éstos le producían. Esto lo hace en un estilo particular, lleno de una sutil ironía. Sin embargo, tras esta apariencia de sarcasmo, su obra refleja una angustia no reconocida que Elias Canetti describe así: "Durante toda su vida, niega lo esencial, lo más hondo: su propia angustia", apuntando a ese dolor esencial que sub-yace a la obra de Walser. Es posible observar que su aparente éxtasis de jovialidad se desintegra en un vacío, en una tremenda soledad. A su hermana le escribió "es mejor vivir enlodado que triste. Dios odia a los tristes", refiriéndose a la incomodidad del trabajo, a los esfuerzos que debían llevar a cabo por la necesidad de supervivencia, algo que siempre lo agobió. Tal vez, la inusual alegría, humor y la frecuente ironía de sus frases fueran su defensa frente a tanta adversidad”[1].  La alusión a este escritor se refiere a la escritura sin finalidad. De hecho, el nacimiento de la novela moderna con Cervantes, constituye un rompimiento con el mismo género que la anticipa, las novelas de caballería, pero es escrita con todas las características de lo que llamamos novela conceptual.
Este cambio se está produciendo con lentitud. La novela autoficción, que Vilas-Mata descarta de antemano, constituye otra característica de la nueva novela.
El tema es absolutamente cautivante. En este blog hay una conferencia de Mario Mendoza a propósito de su novela "Aquelarre" el nacimiento del gótico en la narrativa. Sería bueno volverlo a escuchar. 




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