No trato de sumar un escrito más sobre un autor de sobrados reconocimientos, estudiado por muchos, con excelentes publicaciones al respecto y quien continúa siendo un faro indiscutible para muchos intelectuales latinoamericanos. Escribire sobre un ensayo suyo muy particular. Me encontré con este texto por coincidencias de la vida, por esa pasión por las relecturas y por aquella indomable costumbre de visitar bibliotecas para husmear en ediciones viejas. Me refiero al prologo hecho a los ensayos de Montaigne de la colección “Jackson”.
El prologo empieza con un disertación muy lucida sobre el ensayo, que tanto he abordado en las ultimas lecturas. Dice: “el ensayo tal como lo concebimos hoy, está en Montaigne acabado en punto de perfección”. Pero este prologo es una muestra excelsa de lo que debe ser un ensayo. Evoca la génesis del género, si es que se puede hablar de género, en el estilo epistolar de Cicerón y Horacio. Cita a Petronio, Luciano, para terminar en aquellos que le dieron su forma actual de manera magistral “a través de sus diferentes estilos”: Coleridge, De Quincey, Hazlitt, Arnol y Ruskin.
En este prologo, Ezequiel Martínez refleja un condición que brilla por su ausencia en los actuales escritores: La pasión por lo que hacen, el conocimiento, son grandes lectores antes que nada. El escrito, que como lo dije empieza con una disertación sobre el ensayo, va ahondando en la vida y obra de Montaigne, que recuerda las mejores biografías de Swift, hasta exponer magistralmente los enlaces entre vida y obra. Dice el escritor Argentino sobre los ensayos de Montaigne: “El conjunto de ensayos parciales tiene técnicamente la unidad que les da la personalidad del autor. Es el documento más completo de la vida intelectual del hombre y, como obra, según la opinión de Beunschicg, el libro más original del mundo”.
Todos sabemos que Ezequiel Martinez tuvo como máxima obsesión, la visión de la Argentina y Latinoamérica en el contexto mundial. Quiero, simplemente traer a colación este texto por la calidad de su composición, por la hondura que refleja muchas lecturas y por ese dejo de universalismo que tiene su obra, inexistente en los autores contemporaneos. Nuestros escritores ya no tienen tiempo para visitar bibliotecas, para estudiar, para rumiar, para leer. Que bueno, leer este pequeño prologo.
ADDENDUM: Grata sorpresa me ha llevado con la lectura de la novela de Antonio Ungar, “ Tres ataúdes Blancos”, premio Herralde, publicada por Amagrama.
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