domingo, 15 de marzo de 2015

ALGUNOS RECUERDOS DE MI PADRE RELATO 2

Hoy se cumplen 24 años de la muerte de mi padre en un accidente absurdo a la edad de 64 años. Estoy curiosamente leyendo una novela de Paul Auster o una especie de relato, así son los textos de este grande de las letras americanas, sobre la muerte de su padre. Empieza narrando, como recibió la noticia y como al recoger sus cosas y visitar su casa, se fue encontrando con un ser extraño, además, por lo que habían compartido en sus últimos años, llevaba una existencia en apariencia, sin sentido.
He lamentado profundamente los últimos años de la relación con mi padre. El vivía en la costa Colombiana  y por razones de mi matrimonio y traslado a Bogotá estuve muy alejado en los momentos en que más necesitaba de mí, pues vivía en medio de muchos problemas que no cabe la pena enunciar. Compartimos mucho y de pronto las circunstancias de la vida nos alejaron.
Los hijos tenemos un momento en la vida en que hay una comunicación muy especial con nuestros padres. Procede en esos años, en que empezamos a ser mayores y vamos descubriendo al ser que nos dio la vida en medio de las tribulaciones propias de la vida, más humanas, menos heroicas, sentimos la grandeza de un ser muy real, de un amigo.
En estos tiempos, los hijos se alejan de los padres muy pronto, la tecnología tiene responsabilidades muy serias al respecto, de hecho las cosas han cambiado sustancialmente. Con mi padre podríamos conversar por horas, difícilmente pasa hoy, además compartimos el gusto por la lectura, que nos unió profundamente.
Mi padre era un ser político por naturaleza, en el concepto más Aristotélico posible. Se levantaba a leer los periódicos, tenía el país en la cabeza siempre y sus análisis no tenían que envidiarle nada a cualquier politólogo serio. Vivía inmerso en todas las discusiones de actualidad.
Mi generación hoy cuenta entre 54 y 60 años. Ahora que nadie recuerda a mi padre, que se ha diluido para muchos, me pregunto cuál fue su capacidad de trascender y cuál será la nuestra. Mis sobrinos tienen un recuerdo muy vago de su vida, el viejo no representa nada para ellos. Nosotros, en un mundo mediático, después de nuestra muerte también caeremos en el olvido, ningún recuerdo serio fungiría como ejemplo, para los nietos seremos remotos recuerdos, no habrá ni siquiera una imagen, posiblemente seremos simples alusiones, después nada.
En la edad que tengo, 54 años, ahora que me preocupo por conservar algunos recuerdos, en medio de un mundo gaseoso, de relaciones muy frágiles, me pregunto cómo terminara la institución familiar, hoy los hijos están alejados gravemente desde que les compramos un celular, en adelante estarán siempre en otro lado. Como hacer para no solamente estar cerca, sino para compartir. Como aprovechar esos escasos momentos que la vida nos regala estar cerca de ellos. Con los años las cosas cambiarán sustancialmente y al final caeremos en el olvido.

La soledad y la depresión son las enfermedades de este tiempo. El teléfono y el televisor se convirtieron en la única compañía. Volver a buscar el lado más humano de nuestra existencia deber ser la mayor responsabilidad en las actuales circunstancias. Por ahora, me basta saber que las pocas cosas buenas que tengo se las debo a mi padre y a mi madre por su puesto. Estuvieron ahí, cuando más los necesite. 






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