La rutina también genera trascendencia, esta no se crea sólo desde lo que reconocemos como grandes acontecimientos, solemos medirla casi siempre por logros y resultados que consideramos de suma importancia en nuestra escala de ascenso: El nacimiento, nuestros estudios, la graduación, la boda etc...etc., siendo fundamentales, no son los únicos, pareciera que el día a día no vale. Lo mismo pasa con los espacios, aquellos lugares donde transcurre la mayor parte de nuestra vida, algunos muy especiales parecen no contar dentro de nuestros recuerdos, curiosamente los traemos muy poco a nuestra mente, bastante etéreos por cierto: La ciudad, el colegio, la universidad. Siempre existen espacios entrañables, con un sabor a permanencia único, tienen imán y son inclasificables. En la floresta un barrio tradicional de Medellín Colombia, ciudad todavía con grandes manzanas al viejo estilo del cuadrante que nos dejaron los españoles, en una esquina, se encuentra la tienda del amigo Jhony. Es especial por todo: Su ubicación, mantiene un fresco gracias a unas corrientes de aire que la privilegian; tiene una terraza que le da un aire mediterráneo, y es el punto de encuentro de un grupo de gente heterogéneo, de clase media, que la ve como su segundo hogar, cuando llegan a este lugar encuentran una atmósfera de cofradía única, tal vez por la renuncia espontanea a los egos, de hecho se comportan con sentido de gratitud y amistad, extraño en esta época llena de intereses y egoísmos, aquí no hay diferencias que ofendan, pese a que se dan debates de toda índole, hay dialéctica. Cuando conocí el sitio me pareció en principio una tienda como todas. Con el tiempo empecé a ver el sentido de pertenencia de sus clientes, eso que los reyes del mercadeo llaman fidelización, pero con una diferencia absoluta, la gente se siente como en su casa, se comporta con sentido de congregación, la libertad es el eje que los une: Para comprar, para ver el fútbol, para beber, siempre con cierto toque de importaculísmo. Cuando se encuentram, saludan con sentido familiar, sin ataduras, se sienten como en casa, con una excepción, aquí nadie regaña, nadie cohíbe.
Su dueño Jhony, es un ser igualmente excepcional, frentero,
perdió la pena hace mucho tiempo, sincero, no tiene problema para decir algo por feo que parezca; guarda una amabilidad inenarrable, mucha calidad y un sentido
humano sin igual. Es un Antioqueño a carta cabal, padre de una hermosa hija y con
una esposa que le ayuda de sobremanera, leal y siempre en su lugar. Esta tienda me recuerda la cueva de
Barranquilla, el lugar que se hizo famoso por ser el punto de reunión de un
grupo de escritores en los años cincuenta del siglo pasado, que engalanaría las
letras colombianas años después: Gabo, Cepeda Samudio,
Fuemayor, German Vargas, el sabio catalán, no por ser esta esquina un punto de encuentro
propiamente de intelectuales, sino por el sentido de la amistad entre lo
cotidiano, una especie de vecindad bien construida, capacidad de asociación sin miserablesas,
sin arribísmos. En los últimos días hemos compartido el mundial de futbol,
posamos de comentaristas doctos, aquí a nadie se le indilga nada, la democracia
es total. Este lugar, es un remanso….difícil encontrar sitios que nos llenen
tanto. Los espacios también desaparecen, se vuelven recuerdos que se van
diluyendo. Espero este nos acompañe por mucho tiempo.
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