Colombia desde hace más
de una década tiene un privilegiado grupo de escritores que viven del oficio
con dignidad, de igual manera a un buen número de críticos en tal condición, se
deben a su trabajo, algo que no sucedía en nuestra literatura, los escritores
eran una especie de rebuscadores, con contadas excepciones, hacían de todo para
poder escribir y por su puesto sobrevivir. Esto ha permitido que los lectores gocemos de buenos libros por su puesto.
Este cambio ha
permitido el aumento de obras y novelas en el espectro nacional, muchas de
calidad y buena factura, aspecto que no les garantiza su perdurabilidad, pues,
a una falta de crítica seria, que se aleje de los lugares comunes,
especializada y que de verdad estudie a profundidad autores y obras, con la
excepción de la academia que paradójicamente nadie lee, falta la gran novela, aquella
que nos permita hablar del gran escritor colombiano de estos tiempos. Tal vez
esa especie de profesionalización ha hecho, que el compromiso con las
editoriales le esté generando la obligación de publicaciones anuales, que al
final sean más de lo mismo, no veo la novela que rompa el jarrón, a las
editoriales les importa la resonancia del escritor, las ventas y no la obra, el
mercado prevalece sobre la exigencia de calidad.
Pablo Montoya, que me parece un escritor de muchos
quilates, se sale del molde. Fernando Vallejo realmente es un escritor muy
popular en Hispanoamérica y de gran trabajo, Hector Abad Facio Lince, Gabriel Vasquez, William Ospina, Santiago Gamboa, Jorge Franco, Tomas Gonzalez, Evelio Rosero para tan solo nombrar algunos de los buenos escritores colombianos . La mayoría de novelas publicadas
en los últimos diez años, son más de lo
mismo, sin querer decir que son malas. Las técnicas de la novela se han vuelto
imperativas, se pregunta uno, donde está el talento, se repiten, no importan
que la historia cambie, esa especie de narración personal, frente a un hecho
del pasado, utilizando la auto ficción como vehículo conductor, intercalada con
algunos temas de enlace; Santiago Gamboa para dar un ejemplo, en su última novela,
intercala la historia con una escrutación del poeta Arthur Rimbaud en su
encuentro con París, la oculta de Héctor Abad Facio Lince, desde una historia
familiar, le permite narrar apartes de la historia atribulada y trágica de este
país, Burgos cantor con Cartagena hace lo mismo. Cada novela de estas se deja
leer, pero ninguna es la gran novela, menos han tenido la resonancia
internacional que esperábamos.
Son autores serios, comprometidos,
con obra de importancia, pero lejos de lo
que significaron algunas novelas nuestras. Uno se pregunta, después de “La
María”, “La vorágine, “Cuatro años a bordo de sí mismo”, “Cien años de soledad” y “La tejedora de coronas”, cual es la gran novela. Ronald Bermúdez Rojas, en una tesis sobre la crisis dela novela en la narrativa Colombiana, empezaba aludiendo al tema: "En primer momento abordamos una pregunta obligatoria: ¿qué debe entenderse por crisis de la novela? No es una problemática nueva esta, lo cierto es que la versión actual de dicha crisis consiste en la reedición de un mal anterior del cual ya hablaran Calvino (1959), Sábato (1963), Vila Matas (2003), Bolaño (2004) o Todorov (2008), entre otros. En sus respectivas radiografías de la crisis universal de la novela se reeditan causas, síntomas y secuelas". Adelante enfatiza el autor: “A pesar del margen temporal existente entre la formulación de una y otra, ambas teorías coinciden en que la crítica literaria concibe el texto en su filogénesis cultural, a través de su implicación en dinámicas discursivas universales y, desde los modos en que cada obra deconstruye la relación cultura local/cultura global. Aceptada dicha postura, se deduce que creación y crítica parten de un mismo principio: el grado de relevancia alcanzado por la literatura en su papel de interlocutor frente a la cultura define su cualidad estética”. “El olvido que seremos” de Héctor Abad Facio Lince, es un buen ejemplo de una obra, que representa estéticamente un valor relevante, es un excelente texto, no solo por la calidad narrativa sino por los vínculos que genera el argumento como intérprete de una realidad, su relato realmente parte de la memoria a partir del asesinato de su padre, escribe desde los recuerdos más puntuales del autor; desde estos, reconstruye una parte de la historia de este país, en todo caso con el tiempo se leerá como una obra de ficción. “Su literatura se opone al olvido impuesto, a la impasibilidad resignada de quien acepta la actualización de estos procesos sin notar la naturaleza real de los móviles que justifican tales acciones. Pese a ser muy leída en España y Latinoamérica, es difícil categorizar que la misma ha tenido una recepción del calibre de las citadas aquí. Los niveles de lectura siguen siendo muy bajos en Colombia, al tiempo se devela una crisis de la crítica, donde están los buenos críticos.
María”, “La vorágine, “Cuatro años a bordo de sí mismo”, “Cien años de soledad” y “La tejedora de coronas”, cual es la gran novela. Ronald Bermúdez Rojas, en una tesis sobre la crisis dela novela en la narrativa Colombiana, empezaba aludiendo al tema: "En primer momento abordamos una pregunta obligatoria: ¿qué debe entenderse por crisis de la novela? No es una problemática nueva esta, lo cierto es que la versión actual de dicha crisis consiste en la reedición de un mal anterior del cual ya hablaran Calvino (1959), Sábato (1963), Vila Matas (2003), Bolaño (2004) o Todorov (2008), entre otros. En sus respectivas radiografías de la crisis universal de la novela se reeditan causas, síntomas y secuelas". Adelante enfatiza el autor: “A pesar del margen temporal existente entre la formulación de una y otra, ambas teorías coinciden en que la crítica literaria concibe el texto en su filogénesis cultural, a través de su implicación en dinámicas discursivas universales y, desde los modos en que cada obra deconstruye la relación cultura local/cultura global. Aceptada dicha postura, se deduce que creación y crítica parten de un mismo principio: el grado de relevancia alcanzado por la literatura en su papel de interlocutor frente a la cultura define su cualidad estética”. “El olvido que seremos” de Héctor Abad Facio Lince, es un buen ejemplo de una obra, que representa estéticamente un valor relevante, es un excelente texto, no solo por la calidad narrativa sino por los vínculos que genera el argumento como intérprete de una realidad, su relato realmente parte de la memoria a partir del asesinato de su padre, escribe desde los recuerdos más puntuales del autor; desde estos, reconstruye una parte de la historia de este país, en todo caso con el tiempo se leerá como una obra de ficción. “Su literatura se opone al olvido impuesto, a la impasibilidad resignada de quien acepta la actualización de estos procesos sin notar la naturaleza real de los móviles que justifican tales acciones. Pese a ser muy leída en España y Latinoamérica, es difícil categorizar que la misma ha tenido una recepción del calibre de las citadas aquí. Los niveles de lectura siguen siendo muy bajos en Colombia, al tiempo se devela una crisis de la crítica, donde están los buenos críticos.
Una cosa es la novela
de la crisis y otra la crisis de la novela. La primera “en Colombia como
respuesta a la banalización inminente de la literatura. Para tal efecto se
define el modo específico en que la realidad social de la época en curso afecta
procesos de creación y recepción de la novela”. La segunda, tiene que ver, con
los procesos de creación, cual es la importancia de la narrativa colombiana,
que momento estamos viviendo, cual es el escritor y la novela de las dos últimas
décadas, eso que hace que una novela genere un paradigma, se convierta en una línea
divisoria, ejemplo, antes y después de “Cien años de soledad”.
Que obra de esta época perdurará.
En cincuenta años, que estarán leyendo los Colombianos. Hoy se lee aún “La María”, y “La vorágine” con
avidez, cuando uno recorre algunas librerías de Hispanoamérica, siempre se
encuentra con Gabo, Rivera y Jorge Isaac, que obras de Gamboa, Fernando
vallejo, Santiago Gamboa, Gabriel Vásquez, para solo citar algunos, pasarán la brecha.
Digo, se leerán en cincuenta años. La pregunta nos pone a pensar.
Uno, como lector
anodino, se hace preguntas. Por qué no es más relevante German Espinoza. ”La
Ceiba de la memoria” de Burgos Cantor, siendo una gran novela, debería leerse más y
estudiarse, fuera de la academia que lo hace con mucho tino, fuera de esta excepción, no veo la crítica seria. Tal vez
el momento de la novela colombiana sea mejor de lo que imagino. Me encantan los
ensayos de Gabriel Vásquez, la obra critica de William Ospina, las biografías de
Fernando Vallejo y sus estudios críticos, la obra critica de Pablo Montoya. De la biblioteca “La floresta” de Medellín tome la obra crítica
de Fernando Charry Lara publicada por el Caro y Cuervo, la verdad, excelente,
no se entiende la falta de divulgación de la misma. Estas consideraciones están
por fuera de cualquier dogmatismo y espero abran algún debate al respecto.
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