No
estaba dentro de mis candidatos, hablando del premio desde la perspectiva de
quien fuera según mis cálculos, el galardonado de este año. He sido su lector
desde hace más de veinte años y aún más, escribo relatos cortos, como lo hace
magistralmente ella, donde intentó que se revele la condición humana en toda su
esencia. Esta es la mayor virtud de la escritora Canadiense, realmente me
siento orgulloso de ser un lector asiduo de su obra y espero que la cantera de
lectores aumente gracias a las virtudes publicitarias del premio, pues la
calidad de la misma amerita que sea leída masivamente.
Escribe
con una claridad y belleza aterradora. Al principio tenemos la sensación
de que es muy simplista y después descubrimos la profundidad de sus relatos: el
alma, la soledad, la feminidad, se revelan en toda su dimensión en una prosa
decantada, directa, que nos va atrapando con una sutiliza y delicadeza
sorprendente.
“Ella es
fundamentalmente una cuentista, pues de los 14 libros que ha escrito 12 son de
ese género, y así lo reconoció la Academia Sueca al declarar en su
fallo que estaba premiando a “una maestra del relato contemporáneo” ”.
No me
acomplejo al expresar que cuando escribo, me siento muy influenciado por su
prosa. Ella, reconociendo la ligereza de estos tiempos, ha encontrado en el
relato corto, el estilo perfecto para sus historias, que siempre son bien
hilvanadas y las cuales expresan la trágica condición humana.
Rodrigo
Fresan en letras libres expresa que incluso tiene como sus más fervientes
lectores, al Messi de la literatura americana, el escritor Jonathan Franzen,
quien señaló, que es la más importante escritora de la lengua inglesa y se
declaro su fans.
Ha
expresado varias veces que no volverá a escribir, para fortuna nuestra, no ha
sido así y ha seguido publicando. Sus memorias o autobiografía, “La vida
desde”, es una muestra de esta contradicción al asilo que se ha propuesto.
Después se editaron: “Demasiada felicidad” y “Mi vida querida”.
Su hija
escribió una especie de memorias: “Vida de madre e hijas, creciendo con Alice
Munro” donde cuenta cosas muy bellas sobre el proceso de formación como
creadora, en una edad, que para estos tiempos, los treinta años, puede mirarse
como tardía, pero que constituye el principio de un proceso de maduración, que
dio frutos muy importantes y que terminó convirtiéndola en la
escritora que hoy se lleva el nobel con toda justicia. Alice, escribía a mano,
en cuadernos, entre los avatares propios de una ama de casa con dos hijas
en pleno crecimiento. Su niñez en la rural Ontario Canadá, sería el caldo de
cultivo, para sus mejores relatos. Creció en medio de una familia
Presbiteriana, pero sin los excesos propios de los radicalismos religiosos de
estos tiempos, con una moral firme, que ha sido un instrumento un instrumento
para llevar una vida sin sobre saltos, acorde a una ética sin
ambiciones de dinero, sin la locura propia del arribismo actual. Estos
principios morales resaltan en sus relatos.
Su
biógrafa es Catherine Sheldrick. Creo que no se ha publicado en español el
texto aún, este sería un buen regalo para sus lectores, que entenderían la
genealogía de muchos de sus relatos.
El
reconocimiento del nobel es justo y agrega a este galardón un acierto más.
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