Siempre me ha impresionado
el tono, la seguridad y el orgullo cuando le preguntan a mi madre el nombre y
contesta: MHDB, con una altivez sin precedentes.
Con mi madre parto de un
principio Freudiano: “Según este pensador Vienes, cada persona hereda una serie
de conflictos infantiles junto con formas de enfrentarnos a ellas. Si estas son
buenas experiencias somos personas capaces de superar conflictos, determinadas
situaciones. Si por el contrario, son experiencias traumáticas no sabremos
afrontar determinadas situaciones, tendremos un yo débil”. Sartre dice: “Somos
lo que otros hicieron de nosotros”.
Mis hermanos y quien esto
escribe, somos decentes, nobles, poco problemáticos, para no decir que nunca problematizamos; esto habla bien de mi madre de antemano. Ahora
miremos cómo ha sido su vida.
Lo primero, mi madre hasta
los 18 años, nos dio sólo felicidad y provisión a pesar de las dificultades,
que fueron muchas, solo la providencia lo sabe a cabalidad. Esto quiere decir,
que en esencia fue una mujer que les entregó todo a sus hijos.
Mi madre es una morena, bajita,
con un cuerpo de reina y una cintura envidiable, absolutamente hermosa, aún
incluso a la edad que tiene trascienden sus rasgos al implacable azote del
tiempo, son finos, de nariz aguileña, un pelo muy liso y siempre
cuidado, bien peinado se diría, en ocasiones lo llevó
muy largo, pero si pensara en esta característica diría que ha sido de pelo corto, ágil en su andar, con una sonrisa estridente, pegajosa y una habilidad para el detalle y las cosas
propias de la mujer excepcional: Tejer, coser, hacer arreglos, impresionante. Esto quiere
decir que mi mami es una persona talentosa.
Las mujeres nunca dicen la
edad. Esto es una norma. Supongo que tiene unos 76 años. Nació en Puerto Salgar
Cundinamarca. Sus hermanos fueron: Héctor, Hugo, Ludjerio, Fabiola,
Pedro, Eduardo y Jaime. Pocas cosas se de esta época, pero puedo recordar algunas que
escuche de niño oteando y escuchando conversaciones informales en las grandes
reuniones que alrededor del abuelo Pedro hacíamos en Aguachica, un pueblo en
las sabanas del departamento del Cesar, donde hace un calor infernal.
Mi madre estudió en algunos
pueblos de Cundinamarca. Nunca he sabido hasta que año, pero de su educación
puedo hablar por sus efectos: Su caligrafía es perfecta, su letra es elegante,
de formas barrocas y siempre conservan la impostura y elegancia de los viejos
textos notariales escritos a mano. Hacía muchos crucigramas, leía la prensa,
tiene una conversación inteligente, nunca le oído decir alguna ridiculez y en la vida no le he visto decir
una cosa fuera de contexto, con cierto orgullo decía: No sé ni mierda de eso,
pero para ello tengo a mis hijos y marido.
Sé que se casó muy joven.
Mi padre Hernando, era un militar de la base aérea de Palanquero, que queda en Salgar, absolutamente exitoso. Si mis cálculos no me fallan, lo hizo a los catorce o quince años. Creo que el amor de
mi madre toda la vida, irrenunciable además, fue HERNANDO BUSTAMANTE GONZALEZ. Fue la brújula que la llevó a la mayoría de sus decisiones y actos, el motivo de muchas felicidades, quien le regaló lo que más adora, sus hijos y
el producto de sus mayores tragedias, de las cuales nunca se quejó y siempre
encubrió en una solidaridad en ocasiones inexplicable.
Mi madre vivió, cuando digo
esto me refiero que se estableció por años en Salgar, Bogotá, Bucaramanga por
muchos años, Barranquilla y Bogotá.
Cada ciudad constituye una
historia. Ahora que se murió la gran escritora Doris Lessing, recordé que su técnica
novelística sería perfecta para hablar de mi madre. Cada sitio representa una
historia propia. En salgar está la niñez y las etapas de noviazgo con mi padre
y su primer época de casada. Allí vivió en la base aérea, con un hombre en la
mejor etapa de su vida, militar excelso, respetado, con dinero, con
conocimiento reconocido y en una juventud de talante olímpico, como dicen, lo tenían
todo y no reconocían nada, estaban en la gloria. Siempre me he imaginado esta
pareja. Digo que uno debe enorgullecerse de los momentos grandes de la vida,
como debe olvidar aquellos que le hacen daño.
Bogotá, después de dejar la
vida militar, mi padre emprendió la vida civil. Mi madre vivió en el Barrio la
soledad, en esa época el mejor barrio de Bogotá, vida llena de seguridad,
buenos momentos y donde nació el último de sus cuatro hijos.
Bucaramanga es su ciudad.
Realmente ella se siente Santandereana a carta cabal. Allí crió y formó a sus
cuatro hijos: Edgar, Nayibe, Erwin y Cesar.
Bucaramanga es el centro de
la vida de mi madre. La carpa de un circo, está sostenida en una vara larga que
es su punto de gravedad. Eso fue Bucaramanga para mi madre.
Bucaramanga lo es todo.
Allí se sufrió, se gozo, creció con su familia, vio a sus hijos salir del
cascaron, ser jóvenes y compartió con ellos cosas que hoy recuerda con una nostalgia
que trata de amainar tanta tragedia junta que ha tenido que vivir y que nadie
explica porque aun las padece. Sus hijos han sido buenos, pero nada de lo que
ella esperaba de ellos se ha dado como lo soñó, esto da para una novela completa. Bucaramanga, sería el
capitulo central de esta novela.
Después sigue Barranquilla
que es el comienzo de un ocaso, como cuando la tarde cae y no hay nada que
hacer. Recuerdo la definición de tragedia: Hay cosas que pese a lo que haga para
que no pase, la tragedia es inevitable. Así se montaron todas las tragedias
Griegas escritas por Sófocles, Esquilo y la gran novela corta de Gabriel García Marqués “Crónica de una muerte anunciada”.
La última ciudad es Bogotá,
este sería el capítulo final de sus días. Aquí se dieron y se siguen dando, sus
peores derrotas y la impotencia de su carácter ha sido reducida a cero. Lo digo
porque mi madre siempre fue independiente, nunca admitió vivir en casa ajena y
no le pregunto a nadie para tomar una decisión. Ahora vive en mundo, donde la
atienden como reina, pero no es su casa, no toma decisiones y la autonomía la
perdió completamente. Por ello vive una tristeza dolorosa.
Su hijo consentido fue
Erwin, quien murió en un accidente absurdo en la flor innata de su juventud. Era un
hombre hermoso, con una mirada fija, serio, absolutamente cumplido, lector
infatigable, enamorado de la historia, arquero arriesgado, esclavo de los
carros, un señor en todo el sentido amplio de la palabra, las ocho de la mañana para él, eran las ocho, no las ocho y
cinco, ni faltando cinco para las ocho, no: las ocho. Muy joven era su mano derecha
y de un día a otro el la vida se lo arrebató por esas decisiones implacables del
destino. Con Nayibe mantiene una relación especial, mi hermana lo ha sido todo para mi madre y gracias a ella vive con todos sus necesidades al día, no sólo en dinero, sino en comprensión y compañía, en la vejez, un día con los personas que amamos, vale por diez de los otros días normales con la gente del común; con mi hermano mayor ha compartido mucho de sus últimos años y guarda un acercamiento hermoso, lleno de solidaridades encubiertas que los une mucho. El bálsamo a las tristezas categóricas, se los darán sus nietos, esta será la generación triunfante, osea aquella que cumplirá mucho de nuestros sueños aplazados en lo que respecta a sus triunfos materiales y la satisfacción propia de sus metas. Sólo espero que les enseñemos un poco más de solidaridad con su familia más cercana, hoy son simple veletas, cada quien piensa: En su propio destino, con mucho egoísmo, solo yo, por culpa del paternalismo excesivo . Les metimos la competitividad y les castramos el corazón, condenable a todas luces. Mis hijos no conocen a sus primos y estos parece importarles poco, en Medellín no hemos hecho lo suficiente por acercarlos, no me explico el por qué, pero se la gravedad.
Adoró a partir de ahí al
suscrito, al hombre que escribe esta humilde fotografía. Le di los peores
sufrimientos que nunca podre dirimir, menos reparar. Pero estoy seguro que
nadie le ha dado la felicidad que yo le he aportado, la cual hemos compartido secretamente. Hoy estoy trabajando a toda marcha para que la fe puesta en mi, que evite lo que le sucedió al viejo Moisés y su tierra prometida, sólo espero que se la goce. En enero se pública el libro, para hablar tan sólo de una. Con mi madre
tenemos un cordón umbilical que solo ella y yo entendemos.
En la próxima entrega
hablare de otras cosas.
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