Muchas veces encuentro paz oteando entre la biblioteca pública piloto de Medellín, acercándome a
los textos de mi predilección y aquellos autores de mi preferencia. Hans Meyer
es uno de ellos, no solo por la profundidad en los temas que aborda sino por la
perspectiva en que lo hace y esa prosa punzante, con un estilo directo, profano, como si llevara siempre una arco como catalizador de sus argumentos,
apuntando al centro. Luis Antonio De Villena escribía en el cultural de España
en 1999 con una claridad meridiana: ““Este estudio de Hans Mayer -intento de
tipificación de lo que pueda denominarse “literatura maldita”, con menos
profundidad pero más sistema que el famoso Bataille de La literatura y el mal-
se publicó en alemán en 1975 y fue ya editado en castellano, por la propia
Taurus (por cierto, con cubierta mucho más bonita) en 1977. Estas fechas no
son, en este caso, mero recuerdo, sino que como el texto no ha sufrido
modificación alguna desde entonces, el lector tiene que saber porqué casi todos
los temas -tan crecidos después- se paran en el entorno del fin de la 2ª Guerra
mundial, y hablan desde la plena vigencia represiva de la Unión Soviética”. Que
me conmovió de este texto que realmente no conocía: El tono del libro, las
referencias, que no son traídas a colación como simple soportes textuales,
hipótesis de sustentación, sino que se toman en el contexto de su
interpretación más intensa. Es un análisis del fracaso de la ilustración desde
sus marginados más emblemáticos: La mujer, el homosexual y el judío.
Desde hace tiempo he
pensado que textos de esta hondura no se escriben y es un hecho que la cultura sin contexto se ha tomado la mayoría de los espacios, inclusive el de la academia. El texto
aludido tiene el encanto de las buenas prosas, cada página guarda un imán, un
encanto, no se le quiere dejar nunca.
Luis Antonio Villena
remata su estudio con un análisis de la estructura de la obra que es muy
lúcido: Mayer distribuye su estudio en tres grandes secciones: “ “Judit y
Dalila, Sodoma y Shylok”, ideas mayores de las lecturas más negativas de
mujeres como seres perversos -castradoras del hombre-, homosexuales como
habitantes de las ciudades de la perdición, y el judío como avaro y siniestro.
Shylock -recordemos- es el judío rico y malvado del drama de Shakespeare, El
mercader de Venecia. Desde la Edad Media, la literatura europea (abierta o
sutilmente) abunda en estas marginaciones -en esos tratamientos de la
marginación- que culminan con los intentos liberadores (fracasados para Mayer)
en la medianería de este siglo. Los hombres siguen pintando “mujeres malas” (en
el “womens Liberation
Front”), homosexuales irredimibles -encumbrados por el glorioso Genet- o judíos
incómodos y egocéntricos, que ahora son “el Estado judío marginado” o que
margina. Pese a su abundancia, pese a los caminos
liberadores, pese a los avances, los marginados tradicionales de la sociedad
occidental siguen siendo marginados (piensa Mayer) pues como escribiera Adorno:
“La ilustración que se apoderó de sí misma y se transformó en poder fue capaz
de romper los límites de la Ilustración”. La Ilustración ha fracasado, en fin,
porque los eternos marginados (de muy diferentes modos) siguen siéndolo”.
Desde esta perspectiva
uno podría traer sobre el tapete marginados eternos, como el negro, que no sólo es un marginado sino un excluido,
la peor condición. Hoy, por ejemplo en la ciudad de Medellín hay un evento
mundial sobre el urbanismo y el desarrollo de la ciudad, la alcaldía en acto
perverso esconde los limosneros, los locos y los drogadictos; los guarda para
que los invitados internacionales no los vean. Esta es la actitud típica de la
racionalidad de la ilustración, que predica la igualdad, pero nunca cumple con
sus presupuestos, por eso el autor es contundente cuando habla del fracaso del
pensamiento de la ilustración y de sus dos más grandes frutos: El estado y el
marco ideológico de la sociedad moderna.
Quiero tener el estudio
de este grande de las letras sobre Doris Lessing. Espero conseguirlo en la red.
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