miércoles, 13 de septiembre de 2017

MI MADRE ESTA MUY GRAVE ( RELATO)

Toda relación con la madre es de dependencia, de hecho no importa cuánto crezcamos, no cambia, siempre será complicada lo que no quiere decir que no pueda ser feliz. Cuando vi a mi mamá en cuidados intensivos de la clínica Shaio de Bogotá después de un viaje intempestivo desde Medellín, conectada a todo tipo de aparatos, disminuida físicamente, postrada diría, confirmé que las llamadas de urgencia no eran exageraciones y que realmente estaba muy mal. A las ocho de la mañana de un sábado de septiembre de dos mil diez y siete (2017), empezó esta reflexión que me llevó a escribir este relato por  los sucesos que tanto me afectan. Un día después de mi llegada, estuve  cuarenta y cinco (45) minutos con ella en cuidados intensivos, a solas, en un silencio cómplice, expectante y misterioso, estaba completamente sedada. Realizaba movimientos bruscos, involuntarios, efecto de una lucha interna inexplicable. Me impresionó como en estos eventos está uno a merced de los médicos, inerme, nadie en el fondo sabe que pasa en el cuerpo, ellos están en una búsqueda tenaz por entenderlo, leyendo los síntomas, analizando las reacciones, basados en la infinidad de datos vitales con los que se evalúa el estado de la persona, oteando para poder proceder. Se parece a esas novelas policíacas donde se busca entender todo alrededor de un evento específico. Mi madre tiene 80 años, su vida no ha sido para nada fácil,  ha sido una guerrera y siempre ha resuelto cada problema que se le presenta con una tenacidad admirable. La tragedia fue y continúa siendo una constante en su vida,  es complicado entender como ha resistido  a tanta pérdida y dolor. A las familias siempre las unen estos hechos. Cuando me llamaron me dijeron está muy grave, en un tono cómo queriendo decir, de esta no va a pasar. Hace casi un mes y medio habíamos estado en el matrimonio de uno de sus nietos, Camilo, en una fiesta inolvidable que nos congregó después de muchos años. Hoy paradójicamente, nos reuniremos muchas personas, gracias a este triste suceso, vendrán a la clínica personas que no veía desde hace más de veinte (20) años y paradójicamente cada una de ellas tiene una relación especial con mi madre.  Miraba su rostro en la soledad de de una habitación de urgencia en medio de mil aparatos y no asimilaba el momento, tal vez lo entendía  prefigurando conceptos de sentido común: la edad, ya no puede más, sería un pre-infarto, en últimas me preguntaba, cómo ese cuerpo que alguna vez fue bello, lleno de vida, alegre, resuelto, vital en todo, terminó en un estado de vulneralidad tan desmesurado, lacerante y difícil de manejar. Nunca a pesar de lo inexorable imaginamos que todos somos candidatos fijos a estos estados. Pensaba de nuevo en los límites. En nuestra existencia se nos dificultad entender los limites. La vida es un tránsito hacía la muerte, a la vejez. Nacemos y empezamos a morir.
Mi madre vive hace mucho  tiempo con mi hermana Nayibe,  ella tiene dos hijos, han compartido su vida en una buena convivencia, sus nietos son una de las alegrías más grandes. Mi cuñado Rubén de igual manera tiene una relación  especial con mi madre y nunca ha tenido resistencia a su estadía en su casa. Son más de veinte (20) años de una convivencia total con acuerdos tácitos muy bien resguardados. De hecho el día de la crisis se encontraban Iván y Rubén, ellos cumplían con sus rutinas habituales. En este apartamento las rutinas son muy marcadas, todos tienen un trabajo y unos cronogramas muy puntuales. Curiosamente  pasa lo mismo con Nayron el perro consentido de ellos, sabe cuándo se van a ir, a qué hora se arreglan, los siente llegar a metros, en fin, es plena compañía, incondicional, pero sometido a rutinas como a todos y por su puesto consentido por la familia en pleno, especialmente por mi madre. Estoy convencido que la felicidad de una familia se le debe más a las alegrías pequeñas que se van juntando con los días, que a los  hechos de trascendencia que consideramos sustanciales,  casi nunca valoramos nuestras rutinas que son la constante. De pronto Iván, desde su pieza contigua a la de mi madre, sintió un toser raro y como un atoramiento. Se acercó y lo que encontró fue una persona desgonzada, morada y colapsando, casi sin signos vitales. Con mi cuñado en una actitud lúcida, pese al evento tan grave e intimidante,  la llevaron de inmediato alzada al carro y la trasladaron a la clínica. La evaluación de los médicos fue que este acto de alguna manera le salvó la vida.  Pensaba ahora viéndola dormida que no he sido un buen hijo,  en momentos como este es imposible evadir las culpas remozadas, des-hacer lo vivido. Siempre le he agradecido a mi hermana la constancia y perseverancia en sus cuidados con mi madre, su atención, el estar ahí siempre. Suplió mi ausencia y como dice Freud, los actos fallidos que hoy no me enaltecen. La síntesis del sentido de la existencia es perversa. Tengo la certeza por hechos como este, que no hemos entendido el verdadero sentido de la vida. Nos batimos y amargamos en cosas que al final no tienen importancia. Olvidamos lo esencial.
A las diez de la mañana después de verla, de hablar con la enfermera jefe, de tomarme un tinto, pensé que lo único que tenemos es tiempo, pese a que es  poco, realmente no le damos la importancia que tiene esta realidad Es un hecho después de la muerte inexorablemente nos vamos diluyendo en la memoria de todos los seres que nos conocieron, incluso de las personas más cercanas. Después de irnos seremos un vano recuerdo, una cita apenas, una anécdota, una nostalgia, el peso de una ausencia que se desvanecerá. La sumatoria de las pérdidas de mi madre son muchas. Las tragedias incontables y sus resistencias aún más memorables.
A las diez de la mañana comenzaron a llegar  los parientes más cercanos y las personas que de alguna manera tuvieron una relación vital con ella. Después de ver semejante romería entendí que con cada una tuvo una relación muy especial. Detrás de cada persona hay una historia. Hay una constante en todas estas historias particulares. Ella siempre sirvió en el momento preciso y con cada persona que convivió  tuvo una relación vital, la vida les cambió a partir de algunos hechos muy especiales. No hablo de dinero, me refiero a esa persona que resulta ser fundamental para uno en la existencia, después de ella, la vida será otra cosa. Miryan, como se llama mi madre, lo fue para cada una de ellas.






No hay comentarios: