Se confirma la crisis de la poesía, la muerte de este gran
poeta Colombiano no ha suscitado los homenajes acordes a una obra importante,
remozada, de una calidad indiscutible:
El transeúnte
Todas las
calles que conozco
son un largo monólogo mío
llenas de gentes como árboles
son un largo monólogo mío
llenas de gentes como árboles
batidos por
oscura batahola.
O si el sol florece en los balcones
y siembra su calor en el polvo movedizo
las gentes que hallo son simples piedras
O si el sol florece en los balcones
y siembra su calor en el polvo movedizo
las gentes que hallo son simples piedras
que no sé
por qué viven rodando.
Bajo sus ojos que me miran hostiles
como si yo fuera enemigo de todos
no puedo descubrir una conciencia libre
de criminal o de artista
pero sé que todos luchan solos
por lo que buscan todos juntos
son un largo gemido
todas las calles que conozco.
Bajo sus ojos que me miran hostiles
como si yo fuera enemigo de todos
no puedo descubrir una conciencia libre
de criminal o de artista
pero sé que todos luchan solos
por lo que buscan todos juntos
son un largo gemido
todas las calles que conozco.
Fue un periodista de carrera, un hombre culto, sin
arrogancias, la soledad de la capital, como alguna vez lo dijo en una de tantas
entrevista, lo llevó a escribir poesía, con los años se convertirían en los
versos de:” El transeúnte”. Nació en Santa Rosa de Osos, igual que Porfirio
Barba Jacob su mayor influencia. La muerte fue su obsesión, le compuso a esta inexorable
presencia, a esa silenciosa compañía, lloraba cuando leía a Epifanio Mejía, a
Zaid. Su labor crítica es de suma importancia, las antologías de la poesía
colombiana suyas son memorables, didácticas y constituyen una verdadera guía de la
geografía poética nuestra. “Se le asoció en un principio con el grupo
literario "Cuadernícolas" y más tarde con la generación de
"Mito". No obstante, su obra permanece casi insular dada su
sencillez, brevedad y hondura existencial”.
La Muerte me coge el pie,
yo la cojo del cabello;
si se queda con mi pie,
me quedo con su cabeza.
La Muerte me coge un brazo,
yo la agarro con el otro;
cuando amanezca estaremos
dando vueltas en redondo.
Un prologo al transeúnte expresaba con sabiduría sobre
su poesía: “En la poesía de Rogelio Echavarría hay humor. Ligereza de baile y
música, juego verbal. Un humor tenue, que podríamos llamar metafísico. Como en
esta "Biografía":
Ayer, sueño.
Hoy, recuerdo.
¿Cuándo realidad?
Se nos ha ido un cultor de la buena poesía, un
estudioso, un divulgador y un gran ser. No lo digo yo, lo dicen sus amigos.
1 comentario:
Amar la poesía como lo hizo Barba Jacob o Ruben Dario o Jesús María Peman o Guillermo Valencia o cualquiera antiguo o contemporáneo o el finado Rogelio Echavarria, es caminar la insondable vida de una paz interna en donde la Divina Providencia dotó de inspiración para delinear en papel aquel pensamiento virtuoso por cierto.
Nunca encontraras a un poeta temerle a la muerte, ella es su amiga, como también lo es el proceso de vida, aquella experiencia que se vierte con figuras literarias dentro del corazón de cada admirador o admiradora.
Rogelio, que esa eternidad sea propicia, para tu éxito final. Llamo final a la vida terrena, porque la otra es infinita.
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