Desde hacía mucho tiempo
tenía este libro en espera y después de su lectura volví a ratificar la
admiración por la obra de este gran escritor Argentino. Sus cuentos, me parece
que con Rybeiro, Gabriel García Márquez,
Borges, Onetti y Rulfo, para sólo citar algunos, constituyen algo
especial, son textos fuera de serie, con una estructura rigurosa, pues eso que
llamamos literatura fantástica, comenzó configurándose desde estos relatos, cada
palabra responde a un propósito: Ritmo, sonoridad, línea argumentativa; confirman
la tradición del género en Latinoamérica, realmente hemos tenido grandes
cuentistas: Machado De Asis, Horacio Quiroga, Tomas Carrasquilla. Estas clases,
dadas en la universidad de Berkeley en 1989, son una especie de confesión: “Tienen
que saber que estos cursos los estoy improvisando muy poco antes de que ustedes
vengan aquí: No soy sistemático, no soy ni un crítico ni un teórico, de modo
que a medida que se me van planteando los problemas de trabajo, busco
soluciones”. Fueron impartidas a partir de sus experiencias personales como
escritor, hay un develamiento de las claves creativas, del recorrido de sus
lecturas y por su puesto de los autores de su preferencia.
Me sorprendió el tono de
las mismas, sin arrogancia alguna, profundamente sinceras, por eso hablo de
confesiones, pero todos sabemos el lector que fue Cortázar, con un ítem, sus
lecturas, todas en absoluto, fueron
hechas para construir su obra, nunca desfalleció en este propósito. Por ello el
habla en estas clases de “Los caminos de un escritor”. “Hace algunos años me
planteé el problema de cuál había sido finalmente mi camino dentro Clases de
literatura (decir “literatura” y “vida” para mí es siempre lo mismo, pero en
este caso nos estamos concentrando en la literatura). Puede ser útil que reseñe
hoy brevemente ese camino o caminos de un escritor porque luego se verá que
señalan algunas constantes, algunas tendencias que están marcando de una manera
significativa y definitoria la literatura latinoamericana importante de nuestro
tiempo”. Por esto como un a priori explica sus fases creativas: “Creo que a lo
largo de mi camino de escritor he pasado por tres etapas bastante bien
definidas: una primera etapa que llamaría estética (ésa es la primera palabra),
una segunda etapa que llamaría metafísica y una tercera etapa, que llega hasta
el día de hoy, que podría llamar histórica. En lo que voy a decir a
continuación sobre esos tres momentos de mi trabajo de escritor va a surgir por
qué utilizo estas palabras, que son para entendernos y que no hay que tomar con
la gravedad que utiliza un filósofo cuando habla por ejemplo de metafísica”. En
la primera parte del texto hace tres referencias muy puntuales en la
construcción de tres grandes textos: “El perseguidor”, la novela “Los premios”
y “Rayuela”, en esta última habla de su personaje principal, Oliveira. “En esos
años escribí un cuento muy largo, quizá el más largo que he escrito, “El
perseguidor” —del que hablaremos más en detalle llegado el momento—, que en sí
mismo no tiene nada de fantástico pero en cambio tiene algo que se convertía en
importante para mí: una presencia humana, un personaje de carne y hueso, un
músico de jazz que sufre, sueña, lucha por expresarse y sucumbe aplastado por
una fatalidad que lo persiguió toda su vida. (Los que lo han leído saben que
estoy hablando de Charlie Parker, que en el cuento se llama Johnny Carter.)
Cuando terminé ese cuento y fui su primer lector, advertí que de alguna manera
había salido de una órbita y estaba tratando de entrar en otra. Ahora el
personaje se convertía en el centro de mi interés mientras que en los cuentos
que había escrito en Buenos Aires los personajes estaban al servicio de lo
fantástico como figuras para que lo fantástico pudiera irrumpir; aunque pudiera
tener simpatía o cariño por determinados personajes de esos cuentos, era muy
relativo: lo que verdaderamente me importaba era el mecanismo del cuento, sus
elementos finalmente estéticos, su combinatoria literaria con todo lo que puede
tener de hermoso, de maravilloso y de positivo. En la gran soledad en que vivía
en París de golpe fue como estar empezando a descubrir a mi prójimo en la
figura de Johnny Carter, ese músico negro perseguido por la desgracia cuyos
balbuceos, monólogos y tentativas inventaba a lo largo de ese cuento”.
Después se refiere a “Los
premios”: “Esta etapa que llamo metafísica a falta de mejor nombre se fue
cumpliendo sobre todo a lo largo de dos novelas. La primera, que se llama Los
premios, es una especie de divertimento; la segunda quiso ser algo más que un
divertimento y se llama Rayuela”. Que quiero evidenciar, como cada texto
responde a un trabajo especifico, con problemas creativos que casi siempre
tienen que ver con la concepción de la vida y el destino del hombre y del
propio escritor, pero plasmados desde una condición estética que lo hace
diferente a todo. En el caso de Cortázar y en estas clases, nos va contando los
problemas puntuales del escritor frente al texto. “Los premios me pregunté si
dentro de un libro de las dimensiones habituales de una novela sería capaz de
presentar y tener un poco las riendas mentales y sentimentales de un número de
personajes que al final, cuando los conté, resultaron ser dieciocho. ¡Ya es
algo! Fue, si ustedes quieren, un ejercicio de estilo, una manera de demostrarme
a mí mismo si podía o no pasar a la novela como género. Bueno, me aprobé; con
una nota no muy alta pero me aprobé en ese examen. Pensé que la novela tenía
los suficientes elementos como para darle atracción y sentido, y allí, en muy pequeña
escala todavía, ejercité esa nueva sed que se había posesionado de mí, esa sed
de no quedarme solamente en la psicología exterior de la gente y de los
personajes de los libros sino ir a una indagación más profunda del hombre como
ser humano, como ente, como destino. En Los premios eso se esboza apenas en
algunas reflexiones de uno o dos personajes”. Como se ve, no solo hay un
trabajo estético, la escritura del texto, literatura en el amplio sentido de la
palabra, sino una concepción filosófica de la vida expresada a través de los
personajes. “A lo largo de unos cuantos años escribí Rayuela y en esa novela
puse directamente todo lo que en ese momento podía poner en ese campo de
búsqueda e interrogación. El personaje central es un hombre como cualquiera de
todos nosotros, realmente un hombre muy común, no mediocre pero sin nada que lo
destaque especialmente; sin embargo, ese hombre tiene —como ya había tenido
Johnny Carter en “El perseguidor”— una especie de angustia permanente que lo
obliga a interrogarse sobre algo más que su vida cotidiana y sus problemas
cotidianos. Horacio Oliveira, el personaje de Rayuela, es un hombre que está
asistiendo a la historia que lo rodea, a los fenómenos cotidianos de luchas
políticas, guerras, injusticias, opresiones y quisiera llegar a conocer lo que
llama a veces “la clave central”, el centro que ya no sólo es histórico sino
filosófico, metafísico, y que ha llevado al ser humano por el camino de la
historia que está atravesando, del cual nosotros somos el último y presente eslabón.
Horacio Oliveira no tiene ninguna cultura filosófica —como su padre— y
simplemente se hace las preguntas que nacen de lo más hondo de la angustia. Se
pregunta muchas veces cómo es posible que el hombre como género, como especie, como
conjunto de civilizaciones, haya llegado a los tiempos actuales siguiendo un
camino que no le garantiza en absoluto el alcance definitivo de la paz, la
justicia y la felicidad, por un camino lleno de azares, injusticias y
catástrofes en que el hombre es el lobo del hombre, en que unos hombres atacan
y destrozan a otros, en que justicia e injusticia se manejan muchas veces como
cartas de póquer. Horacio Oliveira es el hombre preocupado por elementos
ontológicos que tocan al ser profundo del hombre: ¿Por qué ese ser preparado
teóricamente para crear sociedades positivas por su inteligencia, su capacidad,
por todo lo que tiene de positivo, no lo consigue finalmente o lo consigue a medias,
o avanza y luego retrocede? (Hay un momento en que la civilización progresa y
luego cae bruscamente, y basta con hojear el Libro de la Historia para asistir
a la decadencia y a la ruina de civilizaciones que fueron maravillosas en la
Antigüedad.) Horacio Oliveira no se conforma con estar metido en un mundo que le
ha sido dado prefabricado y condicionado; pone en tela de juicio cualquier
cosa, no acepta las respuestas habitualmente dadas, las respuestas de la
sociedad x o de la sociedad z, de la ideología a o de la ideología b”.
Este texto de Cortázar es fascinante,
muestra el lado más humano de este escritor y nos entrega parte de las claves
creativas de una obra que crece todos los días. Los invito a leerla.
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