Marguerite Yourcenar es
una escritora a la que siempre vuelvo, me deleita su prosa excepcional,
perfecta, su obsesión por lo clásico, en general la excelencia de sus textos, su
escritura alcanza niveles inigualables, su vida y por lo tanto su biografía es a todas luces
atractiva, fue una trotamundo, recibió una herencia cultural muy rica, la pasión desmedida
por la lectura, su existencia definitivamente fue diferente a todo lo que
he visto, más siendo una mujer que se enfrento a las imposturas de una sociedad
ortodoxa e iconoclasta. Sus memorias
publicadas en un solo tomo por la editorial Alfagura resultan ser un bocado de
cardenal. Está compuesta por “Recordatorios”
“Archivos del norte” y “Que la eternidad”. La reseña del texto es explicita y expresa con
todo rigor el contexto de estas memorias: “En este ambicioso proyecto, escrito
desde 1972 hasta su muerte en 1987, la Yourcenar evoca a los abuelos, a su
padre, y también a su propia infancia y juventud. “Los retazos de una vida son
tan complejos como la imagen de una galaxia, escribe la autora de memorias de
Adriano, “Como sería su rostro antes de que tu padre y tu madre te encontraran”[1]. Termina diciendo: "A la manera renacentista, Yourcenar
se sirve del pasado para hablar del presente. Es una moralista que nunca da
lecciones de moral". Patricia Daumas y Silvia Molina en un trabajo introductoria
a unos textos suyos para la UNAN, la define con mucha lucidez: “A
simple vista, lo primero que resalta de la obra de Marguerite Yourcenar,
cimentada en una vasta cultura clásica, es una aparente diversidad de temas,
épocas, personajes y lugares: la Grecia Antigua de Fuegos, el Oriente de los
Cuentos orientales, los Países Bálticos de El tiro de gracia, el paisaje
austro-húngaro de Alexis, la Italia de Mussolini de Denario del sueño, la Roma
Imperial de Adriano, el Flandes del siglo XVI de El alquimista... Su escritura
no se basa directamente ni en la experiencia ni en el recuerdo sino en el
rescate de los momentos esenciales de la historia; pero su talento está al
servicio de la literatura, y el hilo que une toda su obra es la recuperación de
una memoria colectiva y de la sustancia del hombre y su pasado”[2].
Estoy releyendo recordatorios, definitivamente es una experiencia como lector
extraordinaria. A la vez, leo de ella “Una
vuelta a la cárcel”, es un texto sobre el Japon, habla por ejemplo de
Basho un monje Girovago que vivió en el siglo XVII, el libro marra en esencia muchos viajes por este país, incluye los escritos sobre Mischima. Es un mirada llena de
asombro y admiración por una cultura que siempre la cautivo.
Me le he metido a un
texto de Enrique Serrano, novelista e historiador, es un análisis de nuestro
pasado, hablo por supuesto de mi país, Colombia, controvirtiendo
ciertas verdades que no son tan ciertas como parece y dándole al pasado nuevas interpretaciones que
nos ayudan a comprender la tragedia que siempre nos rodea. Expresa el autor en libro: “Intentaré desterrar esa idea y, a cambio, preguntaré por qué al pueblo
colombiano parece importarle tan poco su pasado, mientras que otras naciones,
incluso algunas hacen de su historia un solemne edificio —así su pasado sea
espurio y esté edificado sobre algún mito— en el cual fundamentar el presente y
sus aspiraciones, consolidar sus grandes proyectos o irlos realizando a partir
de lo que creían ser, aquello que creían propio de sí mismos, ya sea que ello
resulte muy glorioso o, por el contrario, sea producto exclusivo de la
humillación y la derrota[3]”.
Constituye una mirada novedosa, por su puesto generará muchos debates, de eso
se trata.
[1]
Reseña del texto. Alfagura. El laberinto del mundo.
[3]
Colombia historia de un olvido. Enrique Serrano. Pagina 11
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