luis Fernando Zuluaga.
Daniel Barenboim ha
demostrado que la música puede traspasar todas las fronteras. Como ciudadano
del mundo, el artista puede derribar prejuicios y construir puentes entre los
pueblos, sin pretender con ello, convertirse en político.
Barenboim siempre se
ha interesado por lo humano. Con la música ha creado canales de entendimiento y
reconciliación en Oriente Medio. La esencia humana es igual en todos, más allá
de credos y razas. Hay una sola nación, la humanidad, y el ideal de Beethoven
en el Himno a la alegría es la fraternidad, la unión entre la gente; así las
guerras se creen por los tiranos, con la dominación a la fuerza, contra la vida
y la sensatez.
Argentino de abuelos
rusos, toca el piano desde los cinco años, es considerado un fenómeno
trascendental en la pianística contemporánea, además de excelso director de
orquesta.
Guiado mentalmente
por Spinoza, siempre busca nuevos caminos, recrear cada vez más los intensos
sentimientos de los compositores, contagiar, ser guía, maestro. Y lo ha logrado
con creces, ejecutando con lujo de detalles su misión.
Conoció a
Furtwrangler en Austria para estudiar dirección. Ha estado en el podio de las
mejores orquestas del mundo. En Bayreuth, templo wagneriano, condujo por
primera vez en 1981. En 2011 funge como director de orquesta en la Scala de
Milan. En la entrega del Premio Wolf en 2004, fue controversial en su discurso,
cuestionando la acción de Israel contra los palestinos.
La orquesta Divan de
Oriente y Occidente creada por él conjuntamente con el intelectual palestino Edward
Said, para unir naciones en conflicto, para formar artistas altamente
sensibles. Es una orquesta multinacional.
La música transforma
los seres, la violencia es miedo, es opresión; el arte es libertad, elección,
sentimientos sin discriminación.
El magnetismo y
fortaleza de Barenboim son fruto de un trabajo consagrado, concienzudo,
amoroso, de espíritu.
La música es una
revolución que une la gente, la libera, es un tesoro invaluable. “La tierra es suficiente para que todos
vivamos en armonía”, pregona él con gran optimismo. Dice que Wagner fue
uncido por los nazis como un profeta, todos lo sabemos, pero es inocultable que
fue un gran genio y vidente del arte.
Con respecto a la
ética y la estética del creador, nunca deben separarse, es otra de sus afirmaciones.
¿Cómo es posible que
alguien como Hitler llorase escuchando Lohengrin? ¡Qué hombre extraño!
La educación musical
debe tocar el alma, es una expresión de ella, es también algo físico, sigue
afirmando.
Cuando se olvide
educar a la gente, los valores más preciados quedan en la oscuridad, como
enterrados y se vive de cualquier manera, exponiéndonos a la toxinas del
consumismo.
Dice que el ser
humano ha hecho que el mundo cambie, y él no ha cambiado. Como pensador Barenboim,
no desconoce que el arte puede hermanarse con la filosofía, e incluso con la
religión como actitud libre en busca del Creador, ese ser que es la fuente de
todo lo que existe y que debemos hacerlo conocido en nuestra vida y en nuestros
actos.
Este artista nunca
ha sido ajeno a la problemática de nuestro tiempo, cuestionando como ninguno
todas las aberraciones que dividen, que alienan.
El piano nos da un
contacto físico con el sonido, enfatiza Barenboim, además hay un placer sensual
y digital. El mensaje espiritual de la música es lo que se debe transmitir, su
esencia es lo que debe impregnarse, lo que debe quedar en la memoria del
oyente, es otra de sus sentencias.
La rutina es enemiga
del músico; por ello debe propender por descubrir nuevas conexiones que hagan
irrepetible la música. El goce del intérprete es sentirse siempre nuevo,
fresco, vital.
Cuando Barenboim
dice que la creatividad, la perspicacia y la curiosidad son el secreto de todo,
está reafirmando la necesidad de no cesar nunca en las inquietudes, y ser
constantes en la búsqueda de la excelencia, de la superación de lo conocido.
La música se
presiente, se respira, está en el espacio, en el silencio, en el gesto, en la
actitud. El ritmo secreto de la vida, es música es un sonido que se expande o
se comprende de acuerdo a nuestro entendimiento.
Liberar para
expresar es vivir con intensidad, la música verdadera es intensidad, anhelos de
trascendencia, contacto intuitivo con todos los planos de la existencia,
conciliando los opuestos, modelando el sentir, cohesionando, activando la
búsqueda.
A Barenboim le cabe
la frase: “el oficio es un modo de pensar la vida”, porque él vive, piensa y se
relaciona con el mundo desde la música. La vida tiene mucho que aprender de la
música, porque a través de ella descubrimos sentidos no conocidos, descubrimos
la emoción como una llave de elevación.
Para este músico
argentino-israelí su vida no ha sido sólo tocar música, sino proyectarla
existencial y socialmente, intentando ver el vínculo entre obra y pensamiento.
Su búsqueda incansable
lo ha llevado a interpretar un amplio repertorio musical, hace énfasis en
desarrollar una idea de continuidad: en el estilo, las ideas, y las búsquedas
estéticas. Su convicción profunda en el poder universal de comunicación de la
música, tiene cuatro vertientes que se entrelazan para verificar ese credo: sus
especulaciones filosóficas, la polémica con el historicismo, su entrada a la
música contemporánea de la mano de Pierre Boulez, y la iniciativa de la
orquesta Divan de Oriente y Occidente.
Barenboim se apropia
de la fenomenología del sonido, porque éste se desplaza en una multiplicidad de
dimensiones, desde lo más simple y elemental, como son las propiedades
acústicas del sonido y la representación cerebral de un motivo melódico
escuchado, hasta los aspectos más sutiles y abstractos que conciernen a la
interpretación musical.
Con respecto a la
tonalidad, este inteligentísimo músico ejemplifica, que todo parte de las
contradicciones de la naturaleza humana. Una parte de la psique lucha por la
libertad y la independencia sin tener en cuenta las consecuencias, tal como se
demuestra en la lucha constante por alejarse de dicha tonalidad; mientras la
otra sigue buscando la seguridad de la jerarquía y la autoridad, lo familiar.
Algunos rasgos de
Barenboim al interpretar Beethoven, serían: limpidez de sonido, fluidez de
frases, ardiente pasión, sublime inspiración.
Este maestro ha
abordado en su singular trabajo musical, una profundización en el silencio, no
sólo como parte integral de la música, sino como la dimensión metafísica desde
donde se piensa el surgimiento del sonido.
LUIS
FERNANDO ZULUAGA P.
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