Paula Andrea
Marin colorado, académica excepcional, nos trae en uno de sus textos una
definición de la teoría de los campos de Pierre Bourdieu: “Este enfoque, hoy
dominante en los estudios sociales de la literatura, postula que un «campo» es
un espacio relativamente autónomo de relaciones específicas dentro del espacio
social. En cada campo (literario, económico, político, etc.), una variedad de actores
e instituciones ocupan diferentes posiciones de poder y luchan por apropiarse de
sus formas específicas de capital. La lucha consiste también en apropiarse del
poder de definición de los límites del campo y de sus formas legítimas de
capital. Cada campo posee, entonces, sus intereses específicos, no equiparables
a intereses económicos”. Categoriza después: “Un «campo literario» es un
espacio social de relaciones donde se produce aquello que una sociedad define
como literatura. En ese espacio participan los escritores, pero también las
casas editoriales, las revistas de crítica, las instituciones públicas y
privadas de apoyo a la creación, los grupos literarios y los lectores”[1].
Qué
entendemos por tradición literaria en el corpus narrativo del siglo XIX, desde
lo específicamente literario de la nación colombiana. Hay una literatura de la
conquista, de la colonia y la república. En el siglo XIX, nacimos como nación soberana,
autónomos políticamente hablando, “Con un ADN de amplias influencias
hispánicas, donde lo religioso y político aún prevalece en la mayoría de
conceptos fundamentales que dominan el que-hacer de la sociedad emancipada”.
Cuáles son los autores y con qué criterios se estudiarán. Sobre abundaron las
proclamas, los textos políticos, las constituciones que es la manera de
fundamentar la nación desde la política y el derecho internacional, fue época
de grandes discursos y una disputa enconada por el poder entre la élite,
existía una literatura incipiente, éramos un país de poetas.
Empezare con
aquellos textos que antecedieron al siglo XIX relevantes por ser precursoras de
una tradición narrativa. Las grandes crónicas de la conquista, sobre todo, la
obra monumental de Juan De Castellanos, “El Carnero”, de Juan Rodríguez Fraile,
“El desierto prodigioso y el prodigio del desierto” de Pedro Solís Y Valenzuela.
María Rodríguez Arenas expresa con respecto a esta última: “la obra del
neogranadino Pedro de Solís y Valenzuela presenta un claro ejemplo de
coexistencia de los aspectos ambiguos antes mencionados para los textos
coloniales, su obra, escrita hacia 1650, además de producida en el momento histórico
de disolución de las formas novelescas españolas, es una obra de ficción,
elaborada no por un letrado seglar, sino por un religioso, quien a su vez fue
miembro de los Tribunales de la Inquisición. La estructura de su narrativa presenta
imbricación de realidad y ficción/ilusión, coexistencia y confluencia de
escritura y oralidad a nivel de su historia, y subversión de la oralidad en la
escritura a nivel de su discurso”. La expedición botánica, con Humboldt, Mutis y
el sabio Caldas fue la primera escrutación científica de nuestra riqueza
natural con la producción de estudios y textos científicos de nuestra geografía
y botánica. Después de la independencia una elite se dedicó al mundo de las
letras, aparecieron las ediciones y el corpus de una literatura nacional,
revistas y seminarios literarios, pese a la temporalidad de los mismos, hacen
parte de la historia literaria. Londres ejerce
alta influencia sobre Hispanoamérica, igualmente de España. Después de 1810,
este fue el centro más influyente de nuestra literatura, el romanticismo inglés.
El papel de la crítica igualmente es incipiente, corresponden a una evolución,
a nuevas formas y reconocimientos de lo literario como herramienta de análisis
de la producción intelectual en el contexto social. Pese a que este era un país
de poetas, la novela se fue consolidando, para ser plenamente desarrollada en
el siglo XX.“En la medida en que la novela se iba afianzando como género
autónomo en el campo literario colombiano, sus agentes se vieron en la
obligación de ir transformando el paradigma estético desde el cual se juzgaban
las obras literarias, pues este género literario iba absorbiendo y haciendo
evidentes los numerosos cambios estéticos y sociales, y difícilmente se
adecuaba ya a las reglas con las cuales era evaluado, provenientes de la poesía”.
Hoy Prevalecen algunos autores: Soledad Acosta de Samper, Rafael Pombo, Jorge
Isaacs, José Eugenio Díaz Castro, José Asunción Silva, José Caicedo Rojas,
Eustaquio Palacios, entre otros. En pleno siglo XX, en mi colegio recitábamos a
Gregorio Gutiérrez González, “Memoria sobre el cultivo del maíz”. Leímos en los años 70 del siglo XX en nuestros
colegios las Fabulas de Rafael Pombo, en Antioquia Epifanio Mejía era el
patriarca de las letras, entre otras compuso el himno de Antioquía. Julio
Flórez fue el poeta popular por antonomasia. Candelario Obeso, fue un poeta
excepcional de las negritudes y por su puesto José Asunción Silva, el gran
adelantado del siglo XIX.
Qué novelas se
leen aún del siglo XIX: Manuela, considerada la obra literaria más importante antes
de la “Maria”. Por supuesto “María” de Jorge Isaac, Aura y las violetas de José
María Vargas Vila y “Sobremesa” de José Asunción Silva. Es un hecho que hay un
cumulo de libros que no se leen. Sergio Chejfe en un comentario lúcido Expresa:
“Hay también otra forma del tiempo, semejante a la del silencio. El tiempo que
no transcurre. Me refiero al tiempo inerte que rodea los libros olvidados, no vigentes,
no leídos, descatalogados, los del cementerio o como se los quiera llamar; la
abrumadora mayoría de los libros. En cierto modo es un tiempo definitivo,
libros en el limbo o en el purgatorio, del cual improbablemente serán
rescatados”[2]. Deben ser muchos.
En un siglo,
pese a las muchas publicaciones sobreviven muy pocas obras. La obra solo existe
cuando el lector llega a ella. El crítico Älvaro Pineda Botero expresa: “Con
excepción de El desierto prodigioso y prodigio del desierto (1650 - 1673)
publicada a partir de 1979, tal como vimos en la parte primera de este trabajo,
no se conocen otras novelas colombianas de la Colonia. Tampoco se conocen
novelas de la época de la Independencia: comenzaron a publicarse en la década
de 1840, ya en la República. En consideración a sus méritos literarios y a su
carácter auténticamente nacional, Manuela, escrita en 1856, es, sin duda, la
obra más acabada y de mayor importancia de estos primeros años fundadores”.
Pienso que así es. Este es la primera novela moderna en Colombia. Pienso que esta novela permite hacemos un corte con fines didácticos. Hay un antes y un después de la publicación de Manuela. Cual fue el impacto en la época de su publicación y su aporte desde la perspectiva de la critica literaria. José "María Vergara y Vergara fundó el periódico cultural "El mosaico". En este órgano apareció "Manuela" en varias entregas a partir del 24 de noviembre de 1858, precedida de un prologo de Vergara y Vergara. La segunda edición tuvo lugar en París, después de la muerte del autor (Garnier hermanos en dos volúmenes). Desde entonces se han públicado varias ediciones"(Raymonds L William, novel y poder en Colombia). Los lectores consolidaron esta novela, ha sobrevivido por sus propios méritos.
[1] Novela, autonomía literaria y
profesionalización del escritor en Colombia (1926-1970). Medellín: La Carreta
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