Que se puede decir de este connotado poeta que no se haya dicho
antes. Chile nos ha regalado los mejores poetas de América, los más populares y
de suma importancia en el contexto de la literatura universal: Huidobro, Gabriela Mistral, Pablo Neruda. Oteando sobre la vida de Nicanor a proposito de ser un candidato firme al nobel de literatura, me encontre con un portal dedicado a su vida y obra, absolutamente bello y
muy completo para quien desee conocer
a este poeta y su obra de la A hasta la Z. Es casi imposible descifrar la obra de un poeta desde un perspectiva crítica sin conocer aspectos sustanciales de su vida. Leónidas Morales escribe sobre sus primeros años: “Junto a numerosos hermanos, Violeta Parra (V)
entre ellos, constituían una familia de clase media provinciana,
sometida a la incertidumbre de una crónica precariedad económica y de continuos
cambios de residencia, causados por los traslados, cesantías (en la época de la
dictadura del general Carlos Ibáñez) y la personalidad desaprensiva y errática
del padre, un bohemio incurable. Para los hijos, la certeza era la madre: poder
de convergencia, cohesión y estabilidad desde el punto de vista del orden de
las relaciones humanas.” Hijo de un maestro de primaria y una madre campesina,
su vida en los primeros años transcurrió entre Ancud, Lautaro y Santiago, los
años fundamentales “tienen como escenario los suburbios de la ciudad Chillán”. Remata hablando de su estilo:
“Los 29 poemas de su primer libro, Cancionero sin nombre, de
1937, representan el sistema poético al que había arribado. Algunos de sus
rasgos más visibles: la incorporación de la métrica del romance, el desarrollo
narrativo y la tendencia del que habla a realizar acciones a la manera de un
personaje, el uso constante de la personificación y la metáfora con términos
referidos a la naturaleza (la del campo chileno) o al mundo religioso (santos,
ángeles, sacerdotes), una atmósfera onírica con escasa densidad dramática y,
dentro de ella, objetos y espacios manejados como figuras de un juego poético
no tocado aún por las asperezas del tiempo histórico. Pero este sistema, al
que, descontando la métrica, pertenece asimismo el cuento "Gato en el
camino", publicado en 1935 en la Revista Nueva, tiene todas las
marcas de los que no han sido construidos sobre la base de premisas originales
de lenguaje y de visión, sino que se han generado por inducción de un sistema
previo que actúa como modelo absorbente. El modelo había sido el Romancero
gitano de García Lorca. En la sintonía de Parra con estos romances
seguramente operaba una predisposición, por su afinidad con la cultura
tradicional de donde provenía. Pero lo que importa es el escenario de la
recepción poética en Chile hacia fines de la década del 30 y en la del 40. Hay
entonces grupos de lectores y críticos con ideas dispares sobre el tipo de
poesía que deberá suceder a la de los poetas anteriores (Huidobro, De Rokha,
Neruda). En uno de esos grupos se cuestiona el hermetismo de la poesía
precedente, y se comparte la expectativa de otra poesía: una de claridad en las
formas y contenidos, con un lenguaje y una temática capaces de involucrar al
lector de un modo más directo y más amplio. Tomás Lago, un crítico literario e
intérprete de esta tendencia, la traducía en 1942 como una petición de
"luz en la poesía". El libro de Parra, que sintomáticamente había
ganado el Premio Municipal de Poesía, y la producción de otros poetas, como
Oscar Castro (V.), que también se acogieron al romance y al influjo de Federico
García Lorca, al parecer respondían a esa expectativa” (Leónidas Morales). sobre el periplo creativo nos dice: “Parra demoró sin duda en dar con su fórmula antipoética, pero una vez
que la descubre y que su recepción en Chile y Latinoamérica se traduce en
rápida adhesión y efectos renovadores, los libros que la elaboran se suceden
uno tras otro: Versos de salón (1962), Canciones rusas (1967), Obra
gruesa (1969), Artefactos (1972), Sermones y prédicas del Cristo
de Elqui (1977), Nuevos sermones y prédicas del Cristo de Elqui
(1979), Chistes para desorientar a la policía (1983), Coplas de
Navidad (1983), Poesía política (1983), Hojas de Parra (1985).
Estos libros revelan no sólo la riqueza de las premisas del sistema
antipoético, sino también su capacidad sorprendente para hacerlo evolucionar
sin alterar sus líneas esenciales, apegado sólo a los términos de su propia
dialéctica y energética internas, y para mantenerlo abierto a los cambios
históricos, incluso las coyunturas políticas, de la sociedad y la vida
cotidiana, y a las posibilidades de extraer nuevos recursos expresivos de
movimientos artísticos y culturales que van emergiendo, del lenguaje y los
procedimientos de los medios de comunicación de masas. La evolución puede
seguirse en varios planos. Por ejemplo, en el del personaje: desde una cierta
pasividad inicial, el personaje deriva a un estado de fuerte actividad, luego a
otro de acciones que lo denuncian como un "energúmeno", hasta terminar
convertido en una figura carnavalesca con los Sermones. En el plano de la
estructura, si en Poemas y antipoemas y en Versos de salón el
antipoema era un texto fragmentario, pero más o menos extenso, sometido a un principio
constructivo evocador del montaje y el collage, en los Artefactos
abandona ese principio y su texto se reduce a la unidad que entraba en la
composición: el fragmento. Un fragmento como un dispositivo verbal que cuando
el lector lo descifra, estalla en su conciencia iluminando múltiples zonas de
lo real. En los Sermones, en cambio, el antipoema recupera el principio
constructivo, el personaje se vuelve sereno (la serenidad de un loco inocente)
y el texto, como apoyando desde el trasfondo la serenidad, exhibe en su
movimiento una perceptible regularidad métrica en torno al endecasílabo.”
Las influencias que reconoce Parra son variopintas: Aristofanes, la Gesta
Romanorum, que es una colección de cuentos medievales, Chaucer, El quijote,
la poesía del romancero español, el poema del mío Cid, Quevedo, Becquer, Kafka
intensamente, para solo citar algunos, quedando descontado todo lo que abrevo
en la poesía Chilena.
Siempre que nos referimos a su poesía tenemos que hablar del antipoema.
Qué es esto, que podría explicar sobre esta forma de hacer poesía. el mismo
poeta nos dice al respecto: "El antipoema
que, a la postre no es otra cosa que el poema tradicional enriquecido con la
savia surrealista -surrealismo criollo o como queráis llamarlo- debe aún ser
resuelto desde el punto de vista psicológico y social del país y del continente
a que pertenecemos para que pueda ser considerado como un verdadero ideal
poético. Falta por demostrar que el hijo del matrimonio del día y de la noche,
celebrado en el ámbito del antipoema, no es una nueva forma de crepúsculo, sino
un nuevo tipo de amanecer poético”, Pedro Lastra en el mismo portal remata en
este sentido: “Parra ha logrado dar cima a una concepción estética, cuyos
aspectos principales se refieren a la prescindencia de toda retórica, a la
sustitución de un vocabulario poético gastado, por las expresiones coloquiales
más comunes, entre las que no escasean ni la información periodística ni el
léxico burocrático, en un contexto general que suele adoptar con frecuencia un
carácter conversacional. Sin embargo, Parra consigue siempre sacar el mejor
partido de las palabras, y la incorporación de aquellos elementos considerados
durante mucho tiempo atrás como espurios, le permiten describir, cabalmente,
los contenidos de la vida moderna.”Realmente esto es Parra y mucho más. Ojo a este hermoso poema suyo:
A recorrer me
dediqué esta tarde
Las solitarias calles de mi aldea
Acompañado por el buen crepúsculo
Que es el único amigo que me queda.
Todo está como entonces, el otoño
Y su difusa lámpara de niebla,
Sólo que el tiempo lo ha invadido todo
Con su pálido manto de tristeza.
Nunca pensé, creédmelo, un instante
Volver a ver esta querida tierra,
Pero ahora que he vuelto no comprendo
Cómo pude alejarme de su puerta.
Nada ha cambiado, ni sus casas blancas
Ni sus viejos portones de madera.
Todo está en su lugar; las golondrinas
En la torre más alta de la iglesia;
El caracol en el jardín, y el musgo
En las húmedas manos de las piedras.
No se puede dudar, éste es el reino
Del cielo azul y de las hojas secas
En donde todo y cada cosa tiene
Su singular y plácida leyenda:
Hasta en la propia sombra reconozco
La mirada celeste de mi abuela.
Estos fueron los hechos memorables
Que presenció mi juventud primera,
El correo en la esquina de la plaza
Y la humedad en las murallas viejas.
¡Buena cosa, Dios mío! nunca sabe
Uno apreciar la dicha verdadera,
Cuando la imaginamos más lejana
Es justamente cuando está más cerca.
Ay de mí, ¡ay de mí!, algo me dice
Que la vida no es más que una quimera;
Una ilusión, un sueño sin orillas,
Una pequeña nube pasajera.
Las solitarias calles de mi aldea
Acompañado por el buen crepúsculo
Que es el único amigo que me queda.
Todo está como entonces, el otoño
Y su difusa lámpara de niebla,
Sólo que el tiempo lo ha invadido todo
Con su pálido manto de tristeza.
Nunca pensé, creédmelo, un instante
Volver a ver esta querida tierra,
Pero ahora que he vuelto no comprendo
Cómo pude alejarme de su puerta.
Nada ha cambiado, ni sus casas blancas
Ni sus viejos portones de madera.
Todo está en su lugar; las golondrinas
En la torre más alta de la iglesia;
El caracol en el jardín, y el musgo
En las húmedas manos de las piedras.
No se puede dudar, éste es el reino
Del cielo azul y de las hojas secas
En donde todo y cada cosa tiene
Su singular y plácida leyenda:
Hasta en la propia sombra reconozco
La mirada celeste de mi abuela.
Estos fueron los hechos memorables
Que presenció mi juventud primera,
El correo en la esquina de la plaza
Y la humedad en las murallas viejas.
¡Buena cosa, Dios mío! nunca sabe
Uno apreciar la dicha verdadera,
Cuando la imaginamos más lejana
Es justamente cuando está más cerca.
Ay de mí, ¡ay de mí!, algo me dice
Que la vida no es más que una quimera;
Una ilusión, un sueño sin orillas,
Una pequeña nube pasajera.
Vamos por
partes, no sé bien qué digo,
La emoción se me sube a la cabeza.
Como ya era la hora del silencio
Cuando emprendí mí singular empresa,
Una tras otra, en oleaje mudo,
Al establo volvían las ovejas.
Las saludé personalmente a todas
Y cuando estuve frente a la arboleda
Que alimenta el oído del viajero
Con su inefable música secreta
Recordé el mar y enumeré las hojas
En homenaje a mis hermanas muertas.
Perfectamente bien. Seguí mi viaje
Como quien de la vida nada espera.
Pasé frente a la rueda del molino,
Me detuve delante de una tienda:
El olor del café siempre es el mismo,
Siempre la misma luna en mi cabeza;
Entre el río de entonces y el de ahora
No distingo ninguna diferencia.
Lo reconozco bien, éste es el árbol
Que mi padre plantó frente a la puerta
(Ilustre padre que en sus buenos tiempos
Fuera mejor que una ventana abierta).
Yo me atrevo a afirmar que su conducta
Era un trasunto fiel de la Edad Media
Cuando el perro dormía dulcemente
Bajo el ángulo recto de una estrella.
A estas alturas siento que me envuelve
El delicado olor de las violetas
Que mi amorosa madre cultivaba
Para curar la tos y la tristeza.
Cuánto tiempo ha pasado desde entonces
No podría decirlo con certeza;
Todo está igual, seguramente,
El vino y el ruiseñor encima de la mesa,
Mis hermanos menores a esta hora
Deben venir de vuelta de la escuela:
¡Sólo que el tiempo lo ha borrado todo
Como una blanca tempestad de arena!
La emoción se me sube a la cabeza.
Como ya era la hora del silencio
Cuando emprendí mí singular empresa,
Una tras otra, en oleaje mudo,
Al establo volvían las ovejas.
Las saludé personalmente a todas
Y cuando estuve frente a la arboleda
Que alimenta el oído del viajero
Con su inefable música secreta
Recordé el mar y enumeré las hojas
En homenaje a mis hermanas muertas.
Perfectamente bien. Seguí mi viaje
Como quien de la vida nada espera.
Pasé frente a la rueda del molino,
Me detuve delante de una tienda:
El olor del café siempre es el mismo,
Siempre la misma luna en mi cabeza;
Entre el río de entonces y el de ahora
No distingo ninguna diferencia.
Lo reconozco bien, éste es el árbol
Que mi padre plantó frente a la puerta
(Ilustre padre que en sus buenos tiempos
Fuera mejor que una ventana abierta).
Yo me atrevo a afirmar que su conducta
Era un trasunto fiel de la Edad Media
Cuando el perro dormía dulcemente
Bajo el ángulo recto de una estrella.
A estas alturas siento que me envuelve
El delicado olor de las violetas
Que mi amorosa madre cultivaba
Para curar la tos y la tristeza.
Cuánto tiempo ha pasado desde entonces
No podría decirlo con certeza;
Todo está igual, seguramente,
El vino y el ruiseñor encima de la mesa,
Mis hermanos menores a esta hora
Deben venir de vuelta de la escuela:
¡Sólo que el tiempo lo ha borrado todo
Como una blanca tempestad de arena!
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